Por Sally Burch
Ya no es novedad para nadie que el uso de Internet trae crecientes problemas de privacidad y seguridad. Sería un error pensar que son fallas del sistema; más bien son la esencia misma del actual modelo de desarrollo de Internet, que responde a los intereses de grandes corporaciones –y de agencias de seguridad–, antes que de los usuarios.
Los datos,
que son el oro de la nueva economía, representan la conversión en formatos
digitales de rasgos de comportamiento de personas y grupos sociales. No sólo lo
que expresan o exteriorizan al interactuar en Internet, sus búsquedas,
intereses y redes de contactos, sino también, y cada vez más, datos biométricos
de los cuerpos, junto con los pensamientos, gustos, dolencias y estados de
ánimo que todo ello desvela, y que los aparatos inteligentes, cámaras, sensores
y algoritmos son cada vez más expertos en captar e interpretar.
Para las
empresas que explotan Internet, la privacidad es un estorbo a sus ganancias.
Pero como saben que para sus usuarios eso es un contrasentido, buscan nuevas
maneras de extraer sus datos, con o sin su consentimiento. Allí entra la
“Internet de las cosas”… Si te pueden convencer que un auto que monitorea cómo
manejaste protege mejor, que una cama inteligente te ayuda a dormir, y que la
“condición necesaria” será compartir estos datos con la empresa proveedora,
allí está el negocio redondo. Una fuente inagotable de datos para vender a
empresas de seguros, de somníferos, incluso a entidades políticas.
Se estima
que hoy en el mundo hay entre 10 y 20 mil millones de aparatos conectados a
Internet. Algunos pronósticos prevén que con las conexiones 5G, que
transmitirán a una velocidad mucho mayor, se podría llegar a un billón en pocos
años. Con los espacios públicos invadidos de cámaras y sensores y con 8 o 10
aparatos “inteligentes” en cada hogar, hasta la privacidad más íntima
prácticamente dejará de existir.
Pero
posiblemente esto no es lo más grave. El 5G, que es la condición para esta
Internet de las Cosas, ya está en fase de experimentación y se espera
masificarlo a partir de 2020.Como sólo funciona a corta distancia, se prevé
instalar antenas cada 10 a 12 casas en áreas urbanas, lo que aumentará
enormemente la exposición a estas radiaciones. Muchos estudios científicos
señalan la nocividad de esta exposición, con evidencias de efectos
cancerígenos, estrés celular, aumento de los radicales libres dañinos, daños
genéticos, cambios del sistema reproductivo, déficit de aprendizaje y memoria,
trastornos neurológicos e impactos negativos en el bienestar general. Y efectos
nocivos también en animales y plantas.
Es más, ni
siquiera las zonas rurales y remotas escaparían a estas radiaciones, ya que se
prevé instalar satélites de baja órbita para llegar a todos los rincones de la
tierra, con efectos posiblemente aún más dañinos. Miles de científicos de todo
el mundo han firmado peticiones (como por ejemplo éste, en versión
español, que invita adhesiones aquí (5gspaceappeal.org) pidiendo que
gobiernos y organismos multilaterales pongan una moratoria al despliegue de la
tecnología 5G, al menos hasta hacer los estudios de impacto adecuados.
¿Qué alternativas
existen frente a este proyecto desquiciado de sociedad que busca mercantilizar
lo más íntimo de nuestros cuerpos y nuestras mentes, al precio de someternos a
un experimento tecnológico de alto riesgo para la salud y el medio ambiente?
No es que
la tecnología digital en sí sea mala; podría traer grandes beneficios a la
sociedad, siempre que la humanidad establezca prioridades para su desarrollo,
como el principio de precaución y estudios de impacto antes de generalizar
nuevas tecnologías; y colocar los derechos humanos por encima de intereses
mercantiles. Es más, ya existen iniciativas de desarrollo de Internet con
criterios más humanos, bajo modelos descentralizados, como las redes libres: lo
que llamamos la “Internet ciudadana”. Con inversiones adecuadas, éstas se
podrían ampliar y perfeccionar, si bien podemos esperar resistencia e intentos
de cooptación por parte de las fuerzas que controlan Internet.
Una
Internet de las Cosas masiva, bajo un modelo centralizado en manos de megacorporaciones o
gobiernos, no responde a ninguna necesidad social real; pero a estas alturas,
parece que sólo un amplio movimiento ciudadano podría frenarla.
- Sally Burch, periodista angloecuatoriana, es directora ejecutiva
de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) y miembro del grupo
coordinador del Foro Social de Internet/ALC. Participante en el Foro de
Comunicación para la Integración de NuestrAmérica (FCINA).
Artículo
publicado en el suplemento de NODAL.am, Internet, ¿emancipación o dominación?