Por
Aram Aharonian
El 14
de enero el presidente de Colombia, Iván Duque, lanzó su idea de crear una
nueva instancia de integración regional sudamericana que reemplace a la Unión
de Naciones Suramericanas (Unasur), en un plan para desarticular todos los
espacios de coordinación política y/o integración latinoamericano-caribeña, que
devela también el fracaso de la Organización de Estados Americanos (OEA),
manejada por EEUU.
Según Duque, su propuesta cuenta
con el aval del chileno Sebastián Piñera, mientras intenta sumar aliados para
dar nacimiento al nuevo agrupamiento “que más que una organización burocrática
o al servicio de un gobierno particular, será un organismo de coordinación
suramericana”, una herramienta "de políticas públicas, en defensa de la
democracia, la separación de poderes y la economía de mercado".
En definitiva, significa la
conformación en la región de un bloque ideológico, de derecha, de gobiernos
conservadores, que no están de acuerdo con el concepto de integración que
existía hasta este momento y que era liderada por países como Brasil, Ecuador,
la propia Venezuela y Bolivia.
No se trata de discutir, debatir,
acordar, buscar consensos, negociar unívocamente ante el mundo, sino que a
través de una cúpula de presidentes de derecha y en el nombre del libre
mercado, se abra camino a los intereses de EEUU, sus trasnacionales y el
capital financiero. Quizá ni siquiera necesiten reunirse: pueden acordar por
Twitter, que hasta significa un ahorro de palabras y de ideas.
Pero, más allá de seguir los
dictados de Washington, los jefes de estado tienen sus proyectos e intereses
propios, que no siempre son complementarios.
El reciente encuentro en Brasilia
entre Mauricio Macri y Jair Bolsonaro lo demostró ya que solo acordaron revisar
el arancel externo común del Mercosur, mejorar el acceso a mercados y avanzar
en la facilitación del comercio y la convergencia regulatoria. Hablaron de la
necesidad de “modernizar el Mercosur y de avanzar hacia un espacio de
integración que se adapte a los desafíos del siglo XXI y que aproveche las
oportunidades que el mundo ofrece”.
Ernesto Samper, expresidente
colombiano y último secretario general de Unasur, señala que este organismo, en
sus 10 años de existencia, puede demostrar que en otras oportunidades
convivieron dentro de este espacio gobiernos de distinto signo ideológico, lo
que permitió avanzaren temas fundamentales como la conformación del Consejo
Suramericano de Defensa, que de alguna manera reafirmó la condición de la
región como una zona de paz en el mundo.
A ello se puede sumar el Consejo
Electoral que presidió más de 110 elecciones y envió más de 20 misiones
electorales, o los avances que se hicieron en materia de salud a través del
Instituto de Salud o las obras de infraestructura proyectadas para integrar la región,
el proyecto de fibra óptica común que rompiera la dependencia de las
megaempresas cibernéticas, los consejos de participación ciudadana, por
ejemplo.
A pesar de todos estos avances,
hay una idea distinta sobre lo que es la integración, alimentada por un
pensamiento conservador que se podría expresar a través de un acuerdo en la
misma Unasur, si es que el asunto se trata de darle un giro a los programas y a
los 23 grupos de trabajo que todavía hoy están trabajando en la identificación
de una agenda de intereses públicos, añade Samper en entrevista con el analista
Pedro Brieger.
El retiro (solitario y siquiera
concretado) de Colombia de Unasur va a producir un gran aislamiento de Colombia
de la región, en momentos en que ésta se está viendo atacada desde distintos
frentes, especialmente el de EEUU. “No podemos jugar a un aislamiento de
Venezuela que termine legitimando una salida de carácter cruento o fáctico a la
situación que actualmente se vive en la región, sin proponer o liderar para que
haya una salida que sea el resultado de un acuerdo entre los actores
políticos”, destaca.
Unasur hizo aproximaciones muy
productivas entre los distintos actores políticos de Venezuela, tres etapas de
negociaciones que permitieron que se eliminara la violencia como forma de hacer
política, que fueron conducidas por los expresidentes Martín Torrijos (Panamá),
Rodríguez Zapatero (España) y Danilo Medina (República Dominicana).
A partir de ese supuesto se
intentó un diálogo entre los sectores políticos, orientado a la conformación de
tres espacios: uno de garantías electorales, otro sobre reformas
institucionales, y el tercero para orientar la parte social y la
estabilización, con medidas de carácter cambiario, antiinflacionario, medidas
de subsidios y de ajustes de precios de combustibles. El diálogo fue
bombardeado por el gobierno de EEUU.
Mientras, la CELAC, el más
importante instrumento de integración en la medida en que agrupa a los 33
países de América Latina y el Caribe (sin EEUU y Canadá) y más de 600 millones
de habitantes, tiene entre sus temas de trabajo el desarrollo social, la
educación, el desarme nuclear, la agricultura familiar, la cultura, las
finanzas, la energía y el medio ambiente. Hay que recordar que la CELAC declaró
a la América Latina y el Caribe como zona de paz, llamando a un desarme nuclear
general y completo en el mundo, y a resolver las diferencias políticas de
manera pacífica y democrática.
Los sepultureros
Duque tomó la delantera en su
afán de demostrar que bien puede coinvertirse en brazo ejecutor de las
políticas estadounidenses, pero tendrá competencia, ya que otros mandatarios
quieren demostrar lo mismo, en especial el brasileño Jair Bolsonaro, y también
el chileno Piñera y el argentino Mauricio Macri.
El gobierno colombiano ya había
pateado el tablero, cuando en agosto de 2018 anunció su retiro de Unasur,
cuatro meses después que junto a otros países sudamericanos -Argentina,
Paraguay, Brasil, Chile y Perú- suspendiera su participación, en la ofensiva de
la nueva derecha para sepultaron los organismos de integración como el Mercado
Común del Sur (Mercosur), Unasur y la Comunidad de Estados de América Latina y
el Caribe (Celac).
Fueron estos países los que
trabajaron para sepultar Unasur, organismo autónomo de los mandatos de
Washington, que había sido rápidamente vaciado, dejándolo sin secretario
general desde febrero de 2017. A estos cinco países se sumó en julio pasado el
anuncio del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, de desalojar la sede del
organismo en la Mitad del Mundo.
El objetivo de Duque y sus socios
es, principalmente, seguir los dictados de Washington para que desde Prosur se
coordinen acciones conjuntas para que "termine" el gobierno de
Nicolás Maduro en Venezuela, al cual calificó como una "dictadura".
Las intentonas realizadas en el
marco de la OEA –promovidas por EEUU y el procónsul y secretario general del
organismo panamericano Luis Almagro- no prosperaban por un hecho simple: no alcanzaban
jamás consenso para desestabilizar Venezuela, ya que en la OEA participan
países centroamericanos y caribeños.
EEUU ya no puede ser considerado
como un socio confiable, en una decadente OEA, porque la agenda de Washington
es esencialmente antilatinoamericana, que va en contra de los migrantes
latinoamericanos con la construcción del muro con México, que desatiende los
compromisos relacionados con el calentamiento global o subiendo aranceles a
nuestros productos.
“Es una agenda antihemisférica en
el sentido más exacto de la expresión; por eso no creo que se justifique que,
además de los ocho mecanismos de integración que ya existen, ahora creemos uno
distinto solamente para identificar unas pretensiones de derecha respecto a lo
que debe ser la integración”, señala Samper.
No es un organismo… ¿qué es?
Duque definió el Prosur como una
fuerza de coordinación (o de transmisión de los dictados de Washington), un
foro de alto nivel; sin raigambre política, institucional ni económica. No un
organismo: lo que Duque rechaza es una institucionalidad (acompañada de su
burocracia), reglamentos, obligaciones.
La consigna de los gobiernos
neoliberales es la de “integrarse al mundo”. En años pasados, Chile y México
entraron a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) y al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y los segundos
firmaron un Tratado de Libre Comercio con EEUU.
Colombia se integró a la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y con EEUU estableció el
Plan Colombia, que supuso la instalación de siete bases militares
estadounidenses en su territorio.
El analista argentino Federico
Larsen señala que quienes impulsan Prosur son países que "prácticamente
desde hace 30 años están totalmente por fuera de la integración
latinoamericana". "Que ahora tengan estas posiciones habla de una
necesidad por parte de ciertas fuerzas a nivel internacional como Washington,
de empezar a presionar para redireccionar los esfuerzos a nivel diplomático".
Ya lo habían intentado con el
llamado Grupo de Lima, conformado por 14 países. Trece de ellos -Argentina,
Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras,
Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía– dijeron que desconocerían al presidente
venezolano y México se abstuvo. El fracaso quedó manifiesto cuando muchos de
ellos debieron luego rectificar su posición.
La posición mexicana, de
reivindicar la no injerencia en asuntos de terceros países, marca un alerta
para los prosuristas. Hoy México puede jugar un papel muy importante en esta
coyuntura y en un escenario que se debe preservar, el de la Celac, que compaten
todos los países latinoamericanos y caribeños juntos… y sin Estados Unidos.
El impulso del “otro” Brasil
Unasur se constituyó formalmente
en 2008, pero la cancillería brasileña tenía ya en mente convertir el grupo de
Río, de consulta política sudamericana, en un organismo donde pudiera proyectar
los intereses brasileños a una plataforma regional, alternativa a la
insistencia de EEUU en las llamadas Cumbres de América, para formalizar el Área
de Libre Comercuioi de las Américas (ALCA)
En la propuesta brasileña que se
discutía en las cancillerías sudamericanas, destacaban los temas de
financiamiento e infraestructura (en especial previstos para la expansión de
las trasnacionales brasileñas como los grupos Odebrecht, Camargo Correia,
Andrade Gutierres, OAS, entre otros), para lo cual ya había creado el Banco
Nacional de Desarrollo (Bndes), con alcance regional.
Convergencia
Ante el arcoiris de organismo de
cooperación, diálogo e integración subregional, muchos de ellos en crisis y/o
parálisis, se hace necesario pensar en una matriz de convergencia, de forma de
terminar con la confusión, el caos, las duplicidades y los costos burocráticos
innecesarios, que hoy sirven para satanizarlos desde los gobiernos de derecha,
alineados con Washington.
Mercosur, Unasur, ALBA, la
Alianza del Pacífico, el Sistema de Integración Centroamericana, la Integración
Caribeña, el Pacto Amazónico, entre otros, debieran converger hacia una CELAC
fortalecida, con una Secretaría General fuerte que permita que todos los países
unificadamente puedan encontrar unos caminos comunes para salir todos adelante,
propone Samper.
Ya que Brasil está renunciando a
su protagonismo desde Unasur y Mercosur y a través de su búsqueda de
entendimientos con la Alianza del Pacífico, hoy aparece México, con una
política exterior –aparentemente- latinoamericanista, que bien pudiera liderar
esta convergencia en la Celac, y rescatar los procesos que llevaron tanto
esfuerzo y que por fin presentaron a nuestra región unida, coordinada, ante el
mundo.
Más allá que simbólicamente se
quiere sepultar al Mercosur, a la Unasur y a la Celac, los organismos de
coordinación-integración eminentemente latinoamericano-caribeños (sin
participación de Estados Unidos y Canadá), puede significar la agonía de la
OEA, tan dependiente de Washington y tan carente de credibilidad.
Aram Aharonian
Periodista y comunicólogo
uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación
para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano
de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)