Por Arantxa Tirado, Javier
Calderón Castillo, Silvina Romano, Tamara Laitman y Aníbal García Fernández
La semana
pasada, el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, realizó una visita a
Colombia y Brasil, prácticamente en paralelo a la reunión del Grupo de Lima en
Perú. Así, los temas abordados y el documento final de Lima no deben desligarse
de los propósitos y los mensajes tácitos y explícitos de dicha gira. Pompeo ha
buscado el respaldo de dos líderes clave de la derecha regional, Iván Duque y
Jair Bolsonaro, para sumarlos al “refuerzo del gobierno democrático y los
derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua”.[1]
Mike
Pompeo viajó a Brasilia como representante de EE. UU. en la toma de posesión de
Jair Bolsonaro. Junto a su homólogo brasileño, el ministro de Relaciones
Exteriores Ernesto Araújo, destacó las intenciones de reforzar las relaciones
comerciales y de seguridad con Brasil,[2] además
del compromiso de trabajar en común contra la tríada “del mal” (en referencia a
Venezuela, Cuba y Nicaragua). En su primera entrevista como presidente,
Bolsonaro se refirió a los ejercicios militares conjuntos realizados en
diciembre entre Rusia y Venezuela en suelo venezolano advirtiendo que “Brasil
tiene que preocuparse por ello”, y añadiendo que “las Fuerzas Armadas son el
último obstáculo para el socialismo”.[3] No
hay que olvidar que, en diversos actos públicos, Bolsonaro criticó a los gobiernos
del Partido de los Trabajadores (PT) por haber negado la utilización de la base
de Alcántara (Maranhão) a EE. UU.[4] Además,
su Gobierno habla de la posibilidad de ceder otra base a EE. UU.
Con
el presidente de Colombia Mike Pompeo abordó no sólo las acciones contra el
Gobierno de turno en Venezuela -impulsadas por Colombia- sino que además hizo
referencia a la “cuestión del narcotráfico” (que es el eje de las relaciones
bilaterales desde la implementación del Plan Colombia). Insistió en la
reactivación de la fumigación de cultivos de coca y amapola con glifosato y la
persecución al campesinado que trabaja en dichos cultivos.[5] Decisiones
como estas podrían destruir los Acuerdos de Paz orientados a la sustitución de
cultivos, concertada con el campesinado y liderada por el Estado con
financiación y apoyo interinstitucional.
En
este viaje Pompeo también se reunió (en Brasilia) con el ministro de Relaciones
Exteriores de Perú, Néstor Popolizio Bardales, donde hablaron sobre “la
necesidad de aumentar la presión al régimen de Maduro para restaurar la
democracia y la prosperidad al pueblo venezolano”[6] -curiosamente,
poca relevancia se dio a la crisis política e institucional que asola a Perú-.
La gira de Pompeo y la
flamante reunión del grupo de Lima, tienen un alcance geopolítico y
geoeconómico que trasciende los ataques al Gobierno de Venezuela, aunque éstos
sean el centro de su acción. El Grupo resulta la excusa perfecta para unir en
torno a los intereses de estadounidenses a los países que comparten la visión
geopolítica que EE.UU. tiene para América Latina y el Caribe (ALC) y que pasa,
en primera instancia, por aislar primero y derrocar después al Gobierno
venezolano, para lograr así un orden homogéneo donde ningún país salga del
ámbito de su influencia.
En
un contexto de expansión de la presencia china y rusa en la región, EE. UU.
parecería estar deseoso de reforzar algunas alianzas, mostrando una actitud muy
diferente al discurso “aislacionista” que esboza en otros contextos. La guerra
comercial con China expresa uno de los desafíos planteados por el Comando Sur y
la Estrategia de Defensa Nacional, en la que China es identificada como un
“depredador”. Las bases chinas (militares o espaciales) en países como
Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Venezuela y Argentina aparecen como correlato
militar de dicha “guerra comercial”. A su vez, Brasil, Chile y Perú tienen a
China como su principal socio comercial, destacando también inversiones en
proyectos de infraestructura. Sin embargo, el principal socio militar de los
países de la región es EE. UU., en un contexto de incremento del gasto militar
en la región -destacándose las compras de Colombia, Brasil y Argentina al país
del Norte-, sumado al acelerado acercamiento de EE. UU. con el Ecuador de Lenín
Moreno.[7]
Por
último, pero no menos importante, el Gobierno estadounidense, que intenta
aprovechar al máximo este retorno de las derechas, se está viendo fuertemente
cuestionado a nivel nacional y con cada vez menos legitimidad a nivel
internacional. Esta semana se renovó la discusión en el Congreso sobre la
posibilidad de un impeachment (juicio de
destitución) contra Donald Trump, impulsado por los demócratas en la Cámara
Baja.[8]
El
Grupo de Lima en acción y la funcionalidad de Venezuela
La
falta de consenso al interior de la Organización de Estados Americanos (OEA)
para resolver el “caso de Venezuela” llevó a varios de los países más alineados
con los intereses estadounidenses en la región a crear el Grupo de Lima,
instancia multilateral cuyo propósito principal es derrocar al Gobierno
venezolano con la excusa de encontrar una salida a la crisis política entre
oposición y chavismo. Es la “vía no democrática”[9] para
reconfigurar el mapa geopolítico regional que, con la llegada de presidentes
como Jair Bolsonaro en Brasil, inclina la balanza hacia la derechización de
ALC.
No obstante, parece que el
consenso tampoco existe ya en el seno del Grupo de Lima. En la reunión del 4 de
enero, prevista para sumar mayores sanciones a Venezuela y desconocer el nuevo
mandato de Nicolás Maduro que inicia el 10 de enero, México decidió no sumarse
a la declaración final, que fue firmada por 13 de los 14 países presentes
(Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Guatemala, Guyana,
Honduras, Panamá, Paraguay y Santa Lucía).
El nuevo Gobierno de Andrés
Manuel López Obrador (AMLO) en México ha optado por seguir una política
exterior de principios, heredera de la política exterior revolucionaria de la
que hizo gala el Partido Revolucionario Institucional (PRI) hasta la llegada de
sus presidentes neoliberales. Este accionar exterior del Estado mexicano se
sustenta en principios como la no intervención en asuntos de terceros países,
el respeto a la soberanía, la no injerencia, el no pronunciamiento sobre la
legitimidad o no de un Gobierno, o la igualdad de los Estados en el concierto
internacional. Su rechazo a firmar la declaración del 4 de enero, basándose en
estos principios, es una muestra del posible contrapeso que puede ejercerse
desde el Gobierno mexicano frente a las estrategias de aislamiento
implementadas en instancias multilaterales hacia los países no alineados a la
política estadounidense. De continuar en esta línea, la política exterior de
México abriría nuevas perspectivas en la política regional, que ayudarían en el
rearme del proyecto geopolítico propio de la izquierda
latinoamericano-caribeña.
Por otra parte, para algunos
países integrantes del Grupo de Lima, el dedo acusador contra Venezuela resulta
ser una válvula de escape a las propias dificultades en la política doméstica.
Si se repasan las situaciones en cada uno de estos países, lo menos que se
observa es estabilidad. Salvo algunas excepciones, estos gobiernos están
cuestionados y en el 2019 se enfrentarán a procesos electorales. La acción
antivenezolana se muestra, de esa manera, funcional a las contiendas
electorales que se avecinan, pues tendrán material para sus campañas de odio,
las noticias falsas y la polarización relacionando a los opositores (en
especial progresistas) con el Gobierno venezolano, como viene siendo habitual
desde hace años.
Por último, resulta grave
conminar a un presidente electo por voto popular a no asumir su mandato, como
lo acaba de hacer el Grupo de Lima. Es una característica de la ofensiva
conservadora que aparece como respuesta a la integración y concertación
democrática y respetuosa de la soberanía que supuso la constitución de UNASUR y
de la CELAC, pero también riesgosa, pues suscita una polarización regional que
puede desencadenar una escalada bélica de inciertos resultados. Venezuela, el
país con mayores recursos energéticos del continente, está sitiada por vecinos
como Colombia, que tienen problemas energéticos a la vista -pues sus reservas
de petróleo están a punto de extinguirse-, o Argentina y Brasil, que necesitan
vender productos y salir de la crisis que las medidas neoliberales están
provocando, y para los países mesoamericanos y caribeños una gota de petróleo
es buen negocio. Queda clara la oportunidad que para estos países representa
poder entrar a un eventual reparto del petróleo venezolano.
Lo
importante (o lo que oculta el Grupo de Lima)
La reunión de Lima deja
abiertas tres reflexiones que subyacen a su acción antivenezolana: 1) Son
países que de manera obsecuente están siguiendo el libreto de EE. UU. de
intervención sobre Venezuela, Cuba y Nicaragua; 2) Estos países utilizan la
retórica y las acciones antivenezolanas para descomprimir la crisis interna que
tienen en sus realidades nacionales, haciéndola funcional a las campañas
electorales conservadoras; y 3) Estos países, en dificultades económicas y
energéticas, alistan un plan de saqueo a Venezuela con el cual pretenden
resolver sus demandas de gas, petróleo, oro, y de colocación de productos
manufacturados e industriales.
En definitiva, tras la
retórica de defensa de los derechos humanos, la democracia o la legalidad que
centra la declaración del Grupo de Lima sobre Venezuela, encontramos los
intereses asociados a la expansión geopolítica y geoeconómica de EE. UU. y sus
aliados regionales. Una vez más, Venezuela es utilizada, como antes lo fueron
otros países, para simbolizar el “mal ejemplo” que EE. UU. no está dispuesto a
tolerar en ALC, su reserva estratégica.
[1] https://translations.state.gov/2019/01/02/reunion-del-secretario-pompeo-con-el-presidente-brasileno-jair-bolsonaro
[2] https://translations.state.gov/2019/01/02/secretario-de-estado-mike-r-pompeo-y-ministro-de-relaciones-exteriores-ernesto-araujo-en-sesion-con-la-prensa/
[3] https://noticias.uol.com.br/internacional/ultimas-noticias/2019/01/03/bolsonaro-admite-que-estados-unidos-podem-ter-uma-base-militar-no-brasil.htm?
[6] https://translations.state.gov/2019/01/01/reunion-del-secretario-pompeo-con-el-ministro-de-relaciones-exteriores-del-peru-nestor-popolizio-bardales
[8] https://abcnews.go.com/Politics/nancy-pelosi-impeachment-indictment-president-trump-open-questions/story?id=60135980