Por Corriente Marxista – Lucha de Clases
Este jueves 10 de enero, Maduro se ha
juramentado ante el Tribunal Supremo de Justicia para un nuevo periodo presidencial
que terminaría en 2025. Mientras, la oposición que parece unificada entorno al
desconocimiento de las elecciones, en realidad reincide en sus divisiones: los
radicales, insisten en que hay un vacío de poder que debe ser llenado por la
Asamblea Nacional; otros, mas cautelosos, señalan que no hay un vacío de poder
porque el mismo está siendo “usurpado”, una posición que a todas luces busca
librarse de la corona de espinas ofrecida por los radicales, ya que la
juramentación de un gobierno presidido por el parlamento seguramente tendría
que gobernar desde el “exilio” o la prisión, como ocurrió con los magistrados
nombrados también por la AN.
Las divisiones internas de la oposición, reflejan además la incapacidad de los
sectores que la conforman para movilizar el descontento popular. Mientras en la
calle existe un sentido descontento producto de la hiperinflación, que aniquila
el poder adquisitivo de los trabajadores, de la escases de productos o su
carestía (por un control de precios que nadie acata), la inseguridad, o el
colapso de los servicios públicos (agua, salud, transporte, electricidad,
suministro de gas, etc), la oposición insiste en el discurso de la defensa de
la democracia, de la “salida” de la “dictadura” o el desmoronamiento del
“régimen”, discursos de los que ya la gente común está cansada pues sabe que
llevan a un callejón sin salida de violencia guiada por dirigentes
irresponsables.
A falta de pueblo, o por la imposibilidad de manipular al pueblo con discursos
oportunistas, la oposición más radical ha usado sus conexiones internacionales
para promover mayores injerencias imperialistas de cara a la juramentación.
Así, buena parte de la oposición ha apoyado las declaraciones del Grupo de
Lima, en el cual se exhortaba al presidente Maduro a no Juramentarse. Por su
parte, el gobierno de Guyana ha venido ejerciendo provocaciones con miras al
establecimiento de un conflicto internacional, lo último, ha sido el contratar
servicios de exploración petrolera con la empresa Exxon en aguas venezolanas, a
lo cual el gobierno respondió con el envío de la Armada Nacional y la el desvío
del buque petrolero hacia aguas internacionales.
La respuesta del gobierno ha servido para cubrir sus políticas entreguistas con
un discurso nacionalista antiimperialista, pues si es verdad que las acciones
del Grupo de Lima y de Guyana se enmarcan en una política de agresión
imperialista que incluye además sanciones económicas y bloqueos financieros, la
verdad es que la política económica del gobierno no tiene nada de antiimperialista,
por el contrario y como hemos señalado con anterioridad, la aprobación por
parte de la Asamblea Constituyente de la Ley de Promoción y Protección a la
Inversión Extranjera y los recientes acuerdos firmados con China, Rusia y
Turquía son una entrega de los recursos naturales que además mantiene intacto
el modelo capitalista venezolano basado en la renta petrolera.
Los partidos aliados al gobierno, han obviado olímpicamente la política
entreguista del gobierno para dar una cobertura chovinista al discurso de
Maduro, basando sus declaraciones en la defensa de la soberanía, en el respeto
del derecho internacional, y demás artilugios leguleyos que no son más que
formas de mantenerse en los márgenes de la legalidad burguesa. Esto, lejos de
servir para algo, aleja a los trabajadores, ya cansados de retórica
antiimperialista mientras son golpeados por políticas capitalistas, además que
interpone un obstáculo ideológico entre los trabajadores que están dispuestos a
luchar, a quienes se les piden que posterguen sus luchas para combatir el
imperialismo. En realidad, la única forma de combatir el imperialismo a través
de una verdadera revolución socialista, no con una visión etapista de la
revolución.
Las protestas de diciembre y enero, la mayoría por motivos relacionados con la
alimentación (perniles que fueron prometidos por Maduro y que al ser pagados no
fueron entregados), nos recuerdan las protestas de inicio del 2018, así mismo,
los Bonos (el de niño Jesús y el de Reyes Magos), recuerdan la política de
expansión monetaria, con emisión de dinero digital, que provocaron la
agudización de la hiperinflación y la escasez de efectivo. Como vemos, Maduro
intenta solventar la crisis económica haciendo exactamente lo mismo que hizo el
año pasado, implementando políticas clientelistas y ofreciendo el país a la
“inversión extranjera”, que en el marco de la actual crisis capitalista mundial
y mediando las sanciones de EE.UU., no llegará para oxigenar al gobierno con
dólares frescos, mucho menos en áreas productivas.
Desde Lucha de Clases, señalamos el camino errado del gobierno en materia
económica, además las cada vez mayores limitaciones democráticas y el carácter
represivo que ha venido haciéndose parte de su política para contener a los
trabajadores. Esa, es una política que conduce directamente el fracaso de la
revolución bolivariana al golpear sobre todo a su base social, otrora fortaleza
del proceso, y pavimenta el camino para un gobierno de derecha (abiertamente).
A su vez, rechazamos la injerencia imperialista, las sanciones y bloqueos
(unilaterales o no) que imponen mayores penas al pueblo y que además fortalecen
a la burocracia, promovidas por la derecha nacional lacaya a los intereses
norteamericanos.
Alertamos que la salida a la crisis no está en sacar a Maduro, y colocar a un
títere de la derecha, veamos como ejemplo la Argentina de Macri, que en lo que
lleva de gobierno no ha servido para brindar confianza a los inversores
extranjeros sino que ha servido para aumentar la fuga de capitales, veamos el Brasil
de Bolsonaro, en el que la consumación del golpe institucional (con el
encarcelamiento del candidato con mayor intención de voto), ha servido para
poner a un misógino y racista en el gobierno, pero con pocas posibilidades de
hacer algo que realmente alivie la situación. En Venezuela, un gobierno de la
derecha sólo aplicaría de forma más abierta un paquete de austeridad,
reduciendo el número de pensiones, acabando con las ayudas y mecanismos de
distribución de alimentos, pero también privatizando las empresas públicas, en
materia política, un gobierno de derecha no sería más democrático, por el
contrario, el ajuste requeriría un mayor uso de la fuerza que se justificaría
por la amenaza del retorno del “comunismo”.
La única salida que tiene la crisis es la expropiación de las palancas de la
economía, bancos y grandes medios de producción, pero no bajo el control
burocrático fracasado, sino bajo el control democrático y transparente de los
obreros. Así mismo, debe implementarse un programa de emergencia económica que
rescate el valor del trabajo. No es la inversión extranjera o la privatización
de empresas quebradas por la burocracia, es la construcción de un gobierno
obrero y el llamado a la solidaridad internacional lo que puede poner a
Venezuela nuevamente en la vía hacia el socialismo y la suprema felicidad de su
pueblo, pero para ello, es necesario construir una opción revolucionaria,
agrupar a aquellos que al igual que nosotros sienten malestar por la traición
del gobierno y que están dispuesto a construir una organización para luchar por
el socialismo.