Un parte
de las desigualdades laborales entre hombres y mujeres nacen de una concepción
patriarcal del reparto del tiempo. Por eso, la reducción de jornada es más
necesaria que nunca
Por Paloma
Villanueva / Luis Cárdenas (La Paradoja de Kaldor)
Es un hecho conocido que las mujeres
dedican más del doble del tiempo que los hombres al hogar y a la familia. Tal y
como recoge la Encuesta de Empleo del Tiempo (EET), elaborada por el INE,
mientras que en un día promedio un varón en 2010 dedicaba tan sólo una hora y 50
minutos al hogar y la familia, una mujer dedicaba más del doble (4 horas y 04
minutos).
Como indica
la última Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo (ENCT) de 2015, las
mujeres dedican el doble de su tiempo al trabajo no remunerado (14 horas
semanales ellos frente a 27 horas semanales ellas). De hecho, mientras que la
mitad de las mujeres reconoce que realiza tareas de cuidado y educación de sus
hijos o nietos, menos de un tercio de los hombres se encuentra en la misma
situación.
En
definitiva, dada la insuficiente regulación en materia de igualdad y los roles
de género dictados por el sistema heteropatriarcal; son ellas quienes asumen
las tareas de cuidados que precisan las familias. Así, tras haber trabajado
durante años, sus vidas laborales son más cortas y erráticas, lo que conlleva
unas menores cotizaciones y menos derechos adquiridos como trabajadoras (no
reconocidos).
“Un 73% de las personas con un contrato
a tiempo parcial son mujeres, de entre las cuales más de la mitad están en esta
situación de forma involuntaria”
Habida cuenta
de la división sexual del trabajo, la tasa de parcialidad de las mujeres se
situó casi en un 24% en el año 2017, mientras que la de los hombres se
encuentra en torno al 7%. Esto supone que un 73% de las personas con un contrato
a tiempo parcial son mujeres, de entre las cuales más de la mitad están en esta
situación de forma involuntaria. Si observamos el gráfico 1, es evidente que la
mayor parte del subempleo se corresponde a mujeres (el 70% del total), siendo
especialmente relevante en qué medida se encuentran subempleadas, ya que más de
77.000 trabajan cinco horas o menos a la semana.
A su
vez, los hombres tienen una duración de jornada superior, de tal forma que el
28,5% de ellos declara tener una jornada en su puesto de trabajo habitual
superior a las 40 horas semanales (por el 15,5% de las mujeres). Si analizamos
la distribución del sobre-empleo (gráfico 2), entendido como tener un contrato
superior a las 40 horas semanales, es evidente que en su mayoría son hombres.
Comparando los datos de ambos gráficos
se observa que la proporción del subempleo es prácticamente el contrario del de
sobre-empleo, de tal forma que de los 1,48 millones de trabajadores
subempleados 1,02 millones corresponden a mujeres (el 68,5%) y 467 mil son
hombres (el 31,5%). Por el contrario, de los 447 mil trabajadores
sobre-empleados, 148 mil (el 33%) son mujeres y 300 mil (el 66,8%) son hombres.
De hecho,
según la ENCT, el 18,1% de los hombres se muestra siempre o casi siempre
preocupado porque el trabajo le ha impedido dedicar el tiempo que habría
querido a su familia. Mientras que a su vez el 37,5% de las mujeres tienen
contratos menos de 35 horas semanales (EPA). En otras palabras, más de un
tercio de las mujeres no disponen de una jornada completa, lo que se refleja en
menores ingresos y menores pensiones en el futuro. La única conclusión que
puede obtenerse de estos datos es que el reparto del tiempo de trabajo
profesional, de trabajo de cuidados y el personal, es injusto y requiere de una
profunda redistribución.
A pesar de que varias medidas
importantes para la conciliación de la vida profesional, personal y familiar,
ya han sido señaladas por la Comisión para la Racionalización de los Horarios
Españoles (ARHOE), es el momento de una reducción significativa del tiempo de
trabajo y una racionalización de los horarios para avanzar hacia la plena
igualdad de derechos y responsabilidades.
“Consideramos indispensable una
reducción de la jornada laboral ordinaria a 35 horas semanales con cómputo
semanal y sin que exista reducción salarial”
Por eso
consideramos indispensable una reducción de la jornada laboral ordinaria a 35
horas semanales con cómputo semanal y sin que exista reducción salarial. Esto
supone una reducción de aproximadamente un 15% menos que la jornada actual
media, pero permitiría una importante mejora en las condiciones de vida como
resultado de la reorganización del tiempo de trabajo (tanto remunerado como no
remunerado).
Como se observa en el gráfico 3, el
volumen de horas reducidas (la diferencia entre las horas actualmente pactadas
y las 35h semanales) es superior al del volumen de horas en subempleo en la
mayoría de las categorías profesionales. Por un lado, los más beneficiados de
la reducción de jornada serían los hombres ya que su volumen de horas pactadas
se reduce significativamente, especialmente en los segmentos más
masculinizados. Pero hay ocupaciones como el de servicios y vendedores o el de
empleados contables y administrativos en los que son mayoría las horas
reducidas a mujeres.
Asimismo,
dada la división sexual del subempleo las mujeres podrían incrementar sus
jornadas para cubrir las horas de trabajo que se han reducido. Por ello, la
introducción de estas reformas no mejorará sólo la situación laboral y familiar
de las mujeres, sino que también avanzará en el derecho y obligación de
realizar el trabajo de cuidados de los hombres. Ellos, por su parte,
verían el tiempo de sus jornadas laborales liberado; lo que fomentaría a su vez
un reparto equitativo del trabajo de cuidados. En conjunto, además de otras
ventajas para la salud, la productividad o el medioambiente, la reducción de la
jornada laboral tendría un efecto positivo en cuanto a la conciliación familiar.
En
definitiva, si queremos transformar de verdad el actual estado de cosas y
conseguir la plena igualdad de derechos hay que afrontar que gran parte de las
desigualdades nacen de una concepción patriarcal del reparto del tiempo. Y, por
ello, la iniciativa de reducción de jornada es más necesaria que nunca.
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Luis Cárdenas y Paloma
Villanueva son investigadores del ICEI y colaboradores de
La Paradoja de Kaldor.