Cambio climático
Por Daniel Tanuro
Las
masivas movilizaciones por el clima, en particular la espectacular movilización
espontánea de la juventud belga 1/,
han provocado un terremoto a todos los niveles de la sociedad. Asociaciones,
sindicatos, partidos, aparato estatal: todos están profundamente sacudidos,
porque nadie sabe verdaderamente cómo responder a la pregunta de fondo: ¿cómo
limitar y detener la catástrofe climática en curso?
Esta desorientación
generalizada es el producto de la contradicción puesta a la luz por Naomi
Klein: para proteger los intereses capitalistas, los gobiernos del mundo entero
no han hecho nada (o casi nada) para salvar el clima durante 25 años (cuando
estaban debidamente prevenidos), de forma que, ahora, salvar el clima no es ya
posible sin tomar medidas contra los intereses capitalistas (“This Changes
Everything. Capitalisme vs. The Climate”).
En este contexto de
movilización social por la base y de perplejidad en la cumbre, estamos viendo a
todo tipo de buenos samaritanos ofrecer sus servicios. Eran conocidos ya las y
los numerosos ingenieros que proponen tecnologías milagrosas que supuestamente
permitirían, sin intervenir sobre el crecimiento y las ganancias, una
transición energética ventajosa tanto para los capitalistas como para quienes
son explotados por éstos (humanos y no humanos). También sabíamos de
economistas que proponen una solución milagrosa que supuestamente financiaría
esta transición sin dolor, haciendo funcionar la máquina de hacer billetes y
demandando un pequeño esfuerzo a todas y todos. Una nueva categoría de
especialistas sale ahora a la plaza: las y los juristas.
“Ley especial clima”: la
avalancha de políticas
La semana pasada,
especialistas de derecho medioambiental de diferentes universidades belgas
(U-Saint Louis, UGent, KUL, UCL) han hecho pública una proposición de “ley
especial sobre el clima”. Se supone que este texto responde a la demanda de la
calle: que el poder político tome al fin, y rápidamente, antes de la disolución
del Parlamento, las medidas que se imponen para transmitir un planeta no
demasiado deteriorado a las generaciones futuras. Y, en todos los medios, hay
gente que se alegra: ¡esa es la solución, nada de dudas, sí a la ley del clima!
Espoleada por la competencia
preelectoral que ya está en marcha, la clase política ha saltado sobre la
ocasión. El partido Verde ha sido el más rápido: Ecolo y Groen han presentado
la proposición de ley redactada por las y los universitarios modificándola en
una cifra: el 55% de reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero
en lugar del 65% propuesto por las y los académicos (Volveremos más adelante
sobre esta modificación, muy reveladora del apoyo de esos partidos al
“capitalismo verde”).
El PS, el SP.a, el MR y el
CdH no han tenido otra solución que sumarse a ese texto. Algunas declaraciones
oídas con este motivo son monumentos de mala fe. La palma del oportunismo
político corresponde sin duda a la patética y arrogante Marie Christine
Marghem: ¡se ha atrevido a reclamar “la maternidad” del texto de las y los
universitarios! Pero está seguida de cerca por el jefe del grupo MR en la
Cámara: en efecto, David Clarinval (un destacado negacionista del cambio
climático) ha denunciado el apoyo de su partido al texto planteado por los
Verdes. Y ¿porqué? Porque todos los partidos, todas y todos los electos, con el
MR a la cabeza, solo tienen en la cabeza una cosa: las elecciones del mes de
mayo.
Del lado francófono, tenemos
por tanto una unidad nacional PS-ECOLO-MR-CdH en torno a la proposición de ley
redactada por las y los académicos. Esta unidad nacional es incluso casi
completa puesto que el PTB, que denuncia con razón la maniobra de Ecolo-Groen,
apoya también el texto de las y los científicos, cuya versión original, la que
prevé el 65% de reducción de las emisiones, presentará… ¿Será adoptada esta
ley? En absoluto. Pues, del lado flamenco, es muy diferente: la NVA no quiere
ni oír hablar de una ley sobre el clima; la Open VLD encuentra que el texto de
las y los académicos da demasiada importancia a los poderes públicos; en cuanto
al CD&V, cuya ministra flamenca del medio ambiente se ilustra amenazando a
las y los estudiantes de secundaria y las y los “agitadores” que les manipulan,
en su opinión, no está, por decirlo así, ni a favor ni en contra, sino todo lo
contrario.
Cuando el árbol oculta el
bosque
Esperando la continuación de
este culebrón político-parlamentario, ¿qué contiene esta proposición de ley
especial? Todo el mundo puede hacerse una idea leyendo el texto, que es de
libre acceso 2/.
La atención es inmediatamente captada por un punto positivo en este texto: los
objetivos de reducción de las emisiones en 2030 y 2050 son realmente
ambiciosos, a la altura de lo que es necesario para evitar que la catástrofe se
transforme en cataclismo. Pero hay que evitar que el árbol oculte el bosque. A
falta de puntos de referencia, la ambición de esos objetivos podría ser
engañosa. Este riesgo es tanto más grande cuanto que el espíritu general del
texto es completamente claro y no rompe con lo actual. En resumen, para las y
los autores:
1. El acuerdo de París sobre
el clima es un buen acuerdo;
2. la política de la Unión
Europea para aplicar este acuerdo es una buena política, “ambiciosa”;
3. Bélgica infringe esta
política;
4. la ley especial intenta
ponerla por el buen camino, bajo la dirección de un “comité de expertos” designados
por las Universidades.
Ahora bien, el acuerdo de
París no es un buen acuerdo. Ciertamente, ese texto fija por objetivo mantener
la subida de la temperatura “muy por debajo de 2ºC a la vez que se continúan
los esfuerzos por no superar los 1,5ºC”. Pero eso no es mas que una declaración
de intenciones (que los gobiernos del mundo entero no están concretando: sus
“planes clima” nos abocan a un calentamiento de 3ºC o más) y el diablo está en
los detalles.
El diablo, en este caso, es
en particular esto: el acuerdo de París está construido sobre la idea de
equilibrar las absorciones y las emisiones de carbono a nivel mundial en 2050
(es lo que significa en realidad la expresión “neutralidad carbono”). Ahora
bien, el texto no precisa qué absorciones pueden ser tomadas en cuenta en este
equilibrado.
Mecanismos de mercado y
tecnologías milagrosas
¿Porqué esto es tan
importante? Por dos razones.
La primera: el acuerdo de
París mantiene la posibilidad para los contaminantes del Norte de comprar
“créditos de emisión” a los países del Sur. ¿De dónde vienen estos créditos? De
las absorciones de carbono por los ecosistemas forestales, o por plantaciones
industriales de árboles, o reducciones de emisiones derivadas de las
“inversiones de desarrollo limpio” realizadas por compañías del Norte.
En claro: las empresas de los
países “desarrollados” pueden continuar emitiendo demasiado carbono a condición
de compensar este exceso comprando derechos de contaminar. ¿Por qué esto es un
problema? Porque hay innumerables pruebas de que esta compensación se hace en
detrimento de los pueblos del Sur, en particular las y los campesinos, así como
de los pueblos indígenas que viven del bosque y mantienen el bosque. Hay
también pruebas innumerables de que las reducciones de emisiones debidas a las
“inversiones limpias” son a menudo ficticias y permiten en realidad a las
empresas del Norte realizar estupendos beneficios, con la excusa de protección
del clima.
La segunda: el acuerdo de
París no excluye el despliegue de las “tecnologías de emisiones negativas” o de
la geoingeniería. Al contrario: el recurso a esas tecnologías está implícito en
el acuerdo. Está implícito también en el informe del GIEC que ha alimentado las
negociaciones de París (el quinto informe de evaluación, AR5): en efecto, el
95% de los escenarios de estabilización del clima sintetizados en este informe
están basados en la hipótesis del despliegue masivo de esas tecnologías.
En claro: las multinacionales
podrán continuar emitiendo demasiado carbono si compran derechos de emisión
provenientes de la puesta en marcha de las tecnologías que retiran carbono de
la atmósfera o que reflejen los rayos del sol antes de la entrada en la
atmósfera. ¿Porqué esto es un problema? Porque esas tecnologías son hipotéticas
y algunas de ellas pueden ser claramente peligrosas. No ofrecen ninguna
garantía de que la retirada del carbono será efectiva, suficiente y definitiva.
Además y sobre todo, la principal de esas tecnologías, la bioenergía con
captura y secuestro del carbono (BECCS) es una bomba de relojería social y
ecológica. La BECCS consiste en quemar biomasa en lugar de combustibles fósiles
para producir electricidad y almacenar el CO2 producido por esta combustión en
capas geológicas profundas. Además de que nadie puede certificar que ese CO2
permanecerá educadamente cautivo en las entrañas del globo, un despliegue
masivo de la BECCS colocará a la agricultura ante una opción temible: ¿hay que
producir biomasa energética o producir con qué alimentar a la población
mundial? En el marco capitalista, esta disyuntiva será zanjada por el
beneficio; no hay mucho más que decir…
Mecanismos de mercado para
compensar las emisiones por “créditos de emisión”, de una parte, tecnologías de
aprendices de brujo (a las que conviene añadir el desarrollo insensato de lo
nuclear), de otra: estas dos respuestas están en el corazón de la tentativa del
“capitalismo verde” de responder al desafío climático sin poner en cuestión la
vaca sagrada del crecimiento, indisolublemente ligada a la competencia por la
ganancia de un sistema capitalista que sigue fundado en un 85% en los
combustibles fósiles. Por esta razón, estas dos respuestas estarán en el
corazón de las luchas en los decenios que vienen. Están ya en el corazón de las
luchas en numerosos puntos del globo en los que los pueblos indígenas, las y
los campesinos y las clases populares en general luchan con firmeza contra la
apropiación por el capital de la capacidad de la selva de captar el CO2 (los
proyectos “REDD” y “REDO+”) contra los nuevos proyectos de extracción
petrolera, y contra el extractivismo en general.
Principio de precaución y
justicia climática están ausentes del texto
Ahora, volvamos a la
proposición de ley de las y los académicos. Este texto no dice nada de estas
dos cuestiones. Nada. Más fuerte aún: no dice nada tampoco del respeto del
compromiso de los países ricos de entregar cien mil millones de dólares al año
a los países del Sur, vía el “Fondo verde para el clima”, para ayudarles a
hacer frente al calentamiento del que no son responsables. Y ¿porqué el texto
no dice nada de estas cuestiones ultraimportantes? Porque su única ambición es
poner a Bélgica en sintonía con la política climática de la Unión Europea, una
política neoliberal basada en los dogmas del crecimiento, de la libre competencia,
de la ganancia… y de las relaciones neocoloniales con los países del Sur
global.
Por consiguiente, el texto de
ley de las y los académicos no respeta dos principios clave que deberían estar
en las bases de una política climática digna de ese nombre. El principio de
precaución (no se despliegan tecnologías posiblemente peligrosas) y el
principio de justicia Norte-Sur (en la jerga climática: principio de las
responsabilidades diferenciadas).
El no tener en cuenta la
justicia Norte-Sur es particularmente chocante. Significa de hecho que las y
los autores se acomodan al neocolonialismo climático que marca cada vez más
claramente la política del “capitalismo verde”.
¿Justicia social? Seamos
precisos por favor
El tercer principio que
debería fundar la política climática es el de la justicia social: el mundo del
trabajo no tiene que pagar la factura de la transición, pues la responsable del
desastre es la carrera por la ganancia de la que el propio mundo del trabajo es
víctima.
El texto de las y los
académicos no se calla sobre este asunto: dice que la justicia social debe ser
un “principio” de la política climática. ¿Es suficiente? No. No, porque el
texto se basa, sin ponerlas en cuestión en absoluto, en las reglas y los
tratados de la Unión Europea, cuyo objetivo estratégico consiste en destruir
los sistemas de protección social para flexibilizar y precarizar al máximo el
trabajo.
En estas condiciones, sería
muy imprudente contentarse con una pequeña frase general sobre la importancia
del “principio de justicia social”. Lo mínimo sería que ese principio fuera
explicitado en términos concretos: garantía del empleo, de las rentas, de la
protección social, del derecho al trabajo.
Sin esta explicación, todo el
mundo, incluso el MR y Clarinval, puede reclamarse de la “justicia social”:
bastará con concretarla en algunas pequeñas medidas que atenúen los gastos de
la transición para “las personas más desfavorecidas” ¡y listo!
Para las y los políticos
gestores del Capital, merecería la pena. Aprobando en masa la proposición de
ley de las y los académicos, su objetivo es evidente: recuperar, desactivar la
fantástica movilización de la juventud y de decenas de miles de ciudadanos y
ciudadanas, una movilización que pone potencialmente en el banquillo a la
política neoliberal.
Maniobras de todo tipo
Para eso sirve, por tanto, la
unión sagrada de los partidos francófonos alrededor de la proposición de ley
especial: para tocar el silbato del final del recreo, salvar la política
neoliberal, sobre el clima… y sobre todo lo demás. Salvarla cualquiera que sea
la coalición en el poder, del lado francófono, tras las elecciones de mayo.
En este juego politiquero, el
tejemaneje del partido Verde sobre las cifras de reducción de las emisiones es
escandaloso, y es muy revelador de sus intenciones. En efecto, según el informe
especial de GIEC publicado en octubre pasado, permanecer por debajo de 1,5 ºC
de calentamiento solo es posible si las emisiones mundiales netas (teniendo en
cuenta absorciones) disminuyen el 58% entre 2020 y 2030 (sin esta reducción
vertiginosamente drástica, habrá que recurrir a las tecnologías de emisiones
negativas y quizás a la geoingeniería). Ahora bien, realizar tal reducción a
nivel mundial implica que los países “desarrollados” disminuyan efectivamente
sus emisiones alrededor de un 65%, como está propuesto en el texto de las y los
académicos. ¿Porqué las y los Verdes han reemplazado esta cifra por un objetivo
del 55%, inferior al objetivo necesario como media mundial? Porque quieren
llegar al poder, gestionar este capitalismo putrefacto, y porque están
dispuestos y dispuestas para ello a comprometerse incluso con Michel, Marghem y
Clarinval.
Sin embargo, para desmontar
la maniobra de la unión sagrada, no basta en absoluto con permanecer fiel al
texto original académico sobre los objetivos cifrados de reducción de las
emisiones, como hace el PTB. Tanto más cuanto que las reducciones de este orden
(e incluso una reducción del 55%) en un plazo de diez años apenas son
realizables sin salida del crecimiento y del productivismo. En particular, se
trata de suprimir las producciones inútiles y nocivas, así como los transportes
inútiles, lo que necesita al mismo tiempo un programa social anticapitalista de
reducción radical del tiempo de trabajo sin pérdida de salario, un programa
público de formación/reconversión de la mano de obra con mantenimiento de las
conquistas sociales, etc. Ahora bien, en lugar de decir esta verdad, el PTB
participa en la confusión general con su “gran revolución del hidrógeno” 3/.
Bastante más allá de la
polémica creada por la manipulación de las cifras por las y los Verdes, la
“proposición de ley especial” de las y los académicos es, en sí misma,
inaceptable. Con su silencio, este texto opta cínicamente por la política
capitalista de “salvamento del clima” a costa de los pueblos del Sur y de sus
ecosistemas. Con su falta de garantías que concreten el principio general de
“justicia social”, deja el campo libre a la política neoliberal europea de
destrucción de las conquistas sociales. En fin, con el simple hecho de su existencia,
esta ley, decididamente muy “especial”, sirve objetivamente para sacar la
cuestión climática de la calle para hacerla entrar tranquilamente en el recinto
parlamentario.
En la calle, la movilización
por el clima atiza todas las movilizaciones, todas las revueltas, anima poco a
poco las discusiones sobre la convergencia de las luchas (sindicales, sociales,
feministas, medioambientales, anticoloniales). En el Parlamento, las y los
políticos se dedicarán a intentar ocultar los problemas. Para ello sí que se
puede confiar en ellos y ellas: es su especialidad. No les dejemos. La joven
sueca Greta Thunberg llama a una jornada de acción el 15 de marzo. Respondamos
“¡presente!” en masa. ¡No a la unión sagrada, si a la convergencia de las
luchas!
Traducción: Faustino Eguberri
para viento sur
Notas
1/ Ver https://vientosur.info/spip.php?article14595.
El jueves 14 de febrero el periódico Le Monde bajo el título
de “En Bélgica, el movimiento de la juventud por el clima sacude la vida
política”, informaba de que varios miles de personas han reclamado de nuevo
actos contra el cambio climático. El movimiento pone a la ecología en el primer
plano de la campaña electoral en curso”. El movimiento se ha extendido
igualmente a Francia, también con repercusiones políticas. Este invierno ha
habido movilizaciones juveniles y otro tipo de acciones con el mismo tema en
Suecia, Australia, Suiza y Canadá ndt15/02/2019.
2/ http://www2.usaintlouis.be/public/comcom/presse/proposition_de_loi_speciale-fr.pdf?fbclid=IwAR0fUUzmz_WMZ-WCFuszAMryI3mUXcJ7eeNkrLBzcGx4mR4b3bfyJiX-U6c