Por Guillermo Oglietti
La inflación es un fenómeno complejo,
entre otras razones, porque tiene la propiedad de que el mismo efecto puede
responder a muchas causas. Como la fiebre, la inflación es un síntoma que puede
deberse a casi cualquier cosa. En las ciencias siempre es bueno simplificar,
siempre y cuando no nos alejemos de la realidad. Ese es el absurdo en el que
cayó Mauricio Macri cuando en campaña dijo: “¡Qué va ser difícil! combatir la
inflación!” y a partir de ahí Argentina tuvo las tasas más altas desde la
hiperinflación de los ’80.
Entre las muchas causas de la
inflación destaca la inflación salarial, por ser una de las favoritas de la
escuela neoclásica y del FMI, porque el culpable tiene rostro: son los
sindicalistas y trabajadores desconsiderados que hacen huelgas para aumentarse
los salarios. Argumentan que así incrementan los costos que luego se trasladan
a precios, es decir, inflación.
Como el FMI y los neoclásicos
también afirman que los principales perjudicados por la inflación son los
trabajadores, se deduce que los trabajadores son masoquistas que presionan por
aumentos salariales para disfrutar luego los perjuicios de la inflación. O
quizás no sea así.
Porque
la inflación salarial es un argumento clásico en el que se materializa la lucha
de clases. Por ejemplo, en estos días las autoridades del Gobierno empresarial
de Ecuador están impulsando una reforma laboral “bajasalarios”, porque culpan
al salario mínimo digno -que tuvo este país con el Gobierno de Correa- de las
dificultades económicas. El Banco Mundial hace años que viene diciendo que el
problema de los gobiernos progresistas son los salarios y el FMI, a tono,
espera reducciones competitivas del salario.[1]
A pesar de que el ingreso
nacional se distribuye entre remuneraciones salariales, beneficios y otras
rentas del capital e impuestos, cada vez que hay inflación el coro de lamentos
le atribuye culpas o a los trabajadores, o a los impuestos excesivos. Curioso
es que nunca apuntan a la avaricia empresarial. Por un lado, se debe a que los
empresarios suelen controlar los medios de comunicación y, por otro, a que la
economía neoclásica es una ciencia de supuestos irreales y ha tejido un anillo
de creencias protector de sus ideas disparatadas. En este caso, tienen la
creencia de que las empresas no obtienen beneficios extraordinarios porque la
competencia atraería competidores que los anularían. Gardel cantaba mejor.
Pero, por esta vez, vamos a
afirmar que los neoclásicos tienen razón: la inflación salarial existe, es
real, se puede palpar. Pero justo por las razones contrarias. Veamos…
El aumento de salarios puede
ser inflacionario, pero no debido al aumento de costos, sino por el efecto de
la concentración empresarial. La hipótesis es que, mientras más concentrado sea
el sector productivo y, especialmente, el de la distribución comercial, mayor
será la capacidad del sector concentrado para apropiarse del mayor ingreso de
la población.
Cualquier política que
impulse el aumento del ingreso salarial será contrarrestada vía aumento de
beneficios en un país en el que exista una alta concentración empresarial. Los
aumentos salariales se traducen en inflación porque el sector productivo o
comercial puede aumentar los precios para capturar la mayor renta salarial.
Miremos
cómo está compuesto el sector del supermercadismo minorista en algunos países
de la región. La tabla contiene el nombre de los principales supermercados de
cada país y el origen de las empresas. Vemos que existen muy distintos grados
de apertura en el supermercadismo al capital extranjero.[2]
La tabla anterior nos brinda
información muy limitada acerca de la concentración, por ejemplo, no sabemos la
porción de mercado de cada firma, por lo que los problemas de concentración son
subestimados. Sin embargo, los grandes trazos nos permiten mostrar que existen
muy diferentes niveles de concentración. Ecuador y Argentina, seguidos por
Colombia y Perú, tienen indicadores de concentración muy elevados (medidos por
habitantes por cada marca de supermercado), mientras que a gran distancia se
ubican Chile y Bolivia. También podemos ver que existe un nivel de
extranjerización del sector muy diferente. Argentina y Perú son los que tienen
menor proporción de supermercados nacionales, mientras que, por el contrario,
Bolivia, Ecuador y Chile son los que mayor proporción de supermercados
extranjeros tienen.
Si se cumple la hipótesis,
los países con mayor apropiación del ingreso salarial por parte de los sectores
concentrados serían Ecuador y Argentina. Los que menos, Bolivia y Chile.
Los datos anteriores nos
sugieren nuevas preguntas, como ¿la porción del salario apropiada por los
monopolios depende de la concentración o de la concentración de empresas
extranjeras? La participación de muchas empresas extranjeras podría ser un
indicador de un jugoso mercado para la concentración.
El
mercado de la cerveza podría darnos una pista al respecto. Es un mercado que
antes del auge de la globalización de los ’90 estaba atomizado en numerosas
empresas nacionales y regionales. Era un mercado relativamente competitivo. La
ola de fusiones y adquisiciones a partir de los ’90 comenzó una gran
concentración del mercado que llevó a la desaparición de marcas y una gran
concentración en grandes actores del mercado de la cerveza. En América Latina,
la mayoría de las cervezas nacionales, como Quilmes y Brahma, fueron adquiridas
por marcas extranjeras como Ambev SABMiller y otras. En el caso de Ecuador, la
adquisición de la mayor cervecera, Cervecería Nacional por SABMiller en 2005
implicó un aumento paulatino del precio, dirigido a llevarlo al estándar
internacional pautado por la empresa que representó un incremento aproximado
desde 60 centavos de dólar a un dólar. Es un hecho conocido que la
concentración de las empresas cerveceras genera un negocio basado en el
monopolio. En Perú, la compra de SABMiller por AB- InBev le otorgó a esta un
control del 99% del mercado en 2015 y, de acuerdo a especialistas, la compra
genera aumentos de precios.[3]
Es muy difícil comprobar
estadísticamente las hipótesis planteadas y no aspiramos a entrar al plano de
la comprobación en esta nota. Sólo basta con decir que existen razones para
pensar que la inflación salarial en realidad no existe; es y siempre será
inflación derivada de la estructura concentrada de los mercados. Por lo tanto,
cualquier política de desarrollo que aspire a aumentar el ingreso, siempre debe
ir de la mano de políticas dirigidas a evitar la concentración. Sin ellas, no
engordaremos el salario sino el bolsillo de los aprovechados.
[1] Una digresión: con el modelo neoliberal
de globalización en curso, tenemos una nueva versión de la renta ricardiana. El
inglés David Ricardo se lamentaba de las rentas extraordinarias de los
agricultores con mejores tierras, porque podían cobrar los mismos precios que
los que tenían tierras menos fértiles o distantes. En forma similar, en la
actualidad, como los salarios son limitados por los salarios vigentes en el
país globalizado más pobre, los empresarios disfrutan de rentas extraordinarias
porque en los países más ricos y de mayor productividad, pueden pagar salarios
bajos y apropiarse de una mayor porción de la torta de la productividad.
[2] Excepto Bolivia, que no tiene
registros al respecto en Wikipedia y requirió una elaboración propia en base a
resultados destacados de buscadores.
Los criterios de búsqueda son
homogéneos porque responden a los criterios de esta institución. Una búsqueda
online a través de otros buscadores llega aproximadamente a los mismos
resultados.
[3] https://gestion.pe/economia/empresas/venta-sabmiller-abre-espacio-aumento-precios-nuevas-marcas-102493