Por Unidad
Debates Económicos
El talón de Aquiles de América Latina
sigue siendo su sector externo. Estados Unidos (EE. UU.) es consciente de esta
fragilidad y la utiliza en su provecho, como con Cuba, que lleva 6 décadas con
un embargo sobre su sector externo. Todos los países que hoy son calificados
como “milagros económicos” de desarrollo reciente, en gran parte lo son porque
lograron disminuir la dependencia del sector externo. En efecto, la estrategia
desarrollista basada en las exportaciones, no sólo es una política activa de
desarrollo económico, también es una política estratégica de soberanía.
La historia de Latinoamérica
ha demostrado que las crisis empiezan y terminan con un desbalance con el
exterior, ya sea por una caída de los precios internacionales de las materias
primas, una fuga masiva de divisas o por un descalce del financiamiento de la
deuda externa. Cualquiera de estos caminos detona, en última instancia, una
crisis de financiamiento de divisas y un ajuste de la economía doméstica vía
tipo de cambio.
En el caso de Venezuela la
dependencia es aún más crítica pues la oferta interna de bienes es altamente
dependiente de la cantidad de divisas disponibles para importar. Venezuela es
un país que desde la década del ‘60 ha profundizado su especialización
productiva en el petróleo y, en consecuencia, es altamente dependiente de las
importaciones. El dólar es el insumo más importante de la oferta agregada y su
sistema productivo depende del financiamiento del exterior para poder seguir
reproduciéndose. Sin una entrada neta de dólares que financie el proceso
productivo, la economía se achica al compás de la escasez de divisas. El boicot
económico que Venezuela está sufriendo ha recrudecido tras la asunción de
Nicolás Maduro en 2013, es una muestra de que la integración comercial plena en
la globalización tiene efectos secundarios negativos, y entre ellos destacan
los riesgos geopolíticos que hoy afectan al país.
En esta breve nota,
realizamos una estimación contrafáctica sobre cuál ha sido el efecto del boicot
dirigido desde EE. UU. a Venezuela desde el año 2013 —y con mayor énfasis desde
2015—, cuando Estados Unidos cortó el acceso al mercado de crédito, repitiendo
la receta cubana de asfixiar comercial y financieramente a la economía y a la
sociedad. Empleando un modelo macroeconómico de consistencia cuantificamos cuál
es el efecto del bloqueo financiero en la producción del país y, en
consecuencia, sobre las condiciones del mercado de trabajo y la migración.
El trabajo demuestra que el
bloqueo explica la mayor parte de la crisis económica que afecta al país, que
ha sido el principal causante de las migraciones, y argumenta que la actitud
internacional, de atribuirle la totalidad de la culpa al Gobierno de Venezuela,
tiene el mismo sentido que las excusas de los violadores echándole la culpa a
la longitud de las faldas.
Motivos del bloqueo
¿Cuál es la motivación que
empuja el boicot internacional liderado por EE. UU. a Venezuela?
En primer lugar, tenemos que
preguntarnos si la intervención realmente se justifica por razones
humanitarias. A nuestro entender, este argumento se desploma cuando observamos
que EE. UU. ha tenido una política muy hostil y golpista hacia el gobierno venezolano
desde el inicio de la gestión de Chávez, cuando no había crisis humanitaria.
También se desploma cuando probamos que la crisis humanitaria es la
consecuencia directa del estilo de boicot que han impulsado los EE. UU. a
través del instrumento de guerra económica basada en la hegemonía financiera.
Existen muchas razones que
explican las pretensiones de EE. UU. sobre Venezuela. Muchas de ellas son de
índole política y tienen que ver con los desafíos a la hegemonía
estadounidense, que están en la matriz del pensamiento chavista, y la apuesta
por un mundo multipolar en desafío a la Doctrina Monroe, con la participación
abierta de actores extra-regionales, como China y Rusia. No menos importantes
son las razones económicas. Entre ellas destacan los inéditos desafíos
liderados por Venezuela a la hegemonía del dólar y la abundancia de los
recursos naturales venezolanos.
En
Economía utilizamos el concepto de la “maldición de los recursos (resource curse)”, que podemos
describir como el efecto negativo sobre el desarrollo que genera la abundancia
de recursos naturales. Una de las cepas de esta maldición se explica por el
hecho de que la disputa por el control del recurso conduce a conflictos
políticos que ponen obstáculos al desarrollo. Algunos de esos conflictos son
internos[1], entre facciones que intentan controlar
el recurso; otros, en cambio, se apoyan en facciones internas que representan a
intereses externos, como es el caso del boicot económico a Venezuela.
Desafío venezolano a la hegemonía del dólar
Tras la crisis del petróleo
de los años ‘70, Estados Unidos reaccionó terminando unilateralmente con los
acuerdos de Bretton Woods en los que se había acordado el sistema monetario
global basado en el patrón oro. Uno de los desencadenantes de la crisis fue el
embargo petrolero de Arabia Saudí y otros países árabes a los países que
apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kipur, entre ellos EE. UU. Estados Unidos
reaccionó para impedir que ningún otro país pudiera utilizar el petróleo como
arma contra la economía estadounidense.
El acuerdo alcanzado con los
saudíes incluía la protección de Washington a Riad frente a cualquier amenaza
externa, a cambio de que las ventas de petróleo se cotizaran y se pagaran
exclusivamente en dólares estadounidenses. De esta forma, EE. UU. garantizaba
la demanda artificial de dólares en las transacciones económicas
internacionales, de forma que fuera el nuevo pilar en el que cimentar el poder
global de la economía estadounidense. El acuerdo fue la estrategia para
contener el descrédito de la moneda norteamericana tras la devaluación
producida al terminar el compromiso de respaldo en metálico del dólar. El nuevo
patrón monetario ya no ligaría las tenencias de dólares con las reservas de
oro, sino que lo vincularía al petróleo, de forma que cualquier país que
necesitara comprar o vender petróleo, debía obtener los dólares para efectuar
la transacción. Se creó así, la demanda mundial de dólares que sustentaría su
valor y credibilidad como nueva moneda de reserva y circulación global.
Cualquier país que haya
desafiado la hegemonía del dólar rápidamente recibió la respuesta
estadounidense, bien vía embargos o – si estos no resultaban efectivos- algún
tipo de intervención militar. Dos países con grandes reservas petroleras como
Irak y Libia, cuando impulsaron la creación de sistemas alternativos para el
comercio del petróleo que evitaran emplear el dólar como moneda transaccional,
sufrieron las intervenciones estadounidenses. No son los únicos casos. Las
sanciones a la economía rusa también arreciaron tras sus intentos de crear
mecanismos alternativos para colocar la oferta petrolera rusa.
De la misma manera, Venezuela
ha impulsado en las dos últimas décadas, junto con el proceso de recuperación
soberana de sus recursos naturales, iniciativas que le permitieran librarse de
la situación de dependencia respecto al dólar.
En este sentido, iniciativas
como el SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional de pagos), los
acuerdos bilaterales con otros países para comerciar con otras monedas, los
intentos de crear una banca de financiamiento regional como el Banco del Sur o,
en las últimas fechas, la creación de la criptomoneda Petro, suponen desafíos a
la hegemonía del dólar impulsados desde Venezuela.
El
SUCRE[2], una iniciativa que se creó en el marco
del ALBA, propuso la creación de un sistema de pagos internacionales basado en
una moneda virtual que funciona como unidad de cuenta común de registro de las
operaciones internacionales. Estas operaciones, y las liquidaciones
resultantes, son canalizadas a través de los Bancos Centrales de los países
participantes que compensan las cuentas en virtud de las operaciones
realizadas.
Adicionalmente a esta
iniciativa, Venezuela ha impulsado en los últimos años acuerdos y convenios de
carácter bilateral para comerciar el petróleo en monedas diferentes al dólar.
En este sentido, destacan el acuerdo con China para vender el petróleo en
yuanes. China, actualmente segundo consumidor mundial de petróleo y principal
contrincante de la hegemonía estadounidense, emitió en marzo de 2018 el primer
contrato de petróleo en yuanes, un paso importante para convertir el renminbi
en una divisa de referencia mundial. Como ha hecho Venezuela, otros países
exportadores de petróleo que ya tienen avanzados convenios para comerciar
petróleo en yuanes son Nigeria, Angola, Rusia o Irán; estos dos últimos también
son países que resultan víctimas de las sanciones y el boicot impuestos por EE.
UU.
La
última iniciativa impulsada desde Venezuela para contrarrestar la hegemonía del
dólar fue el lanzamiento del Petro en el año 2018, una criptomoneda del tipo
transaccional no especulativa cuyo valor deriva del respaldo en recursos
naturales. El propósito del Petro es sortear el bloqueo financiero, recaudar
fondos con la emisión y crear un activo de reserva internacional para competir
con la demanda de dólares dentro de Venezuela[3].
A pesar de los intentos de
otras monedas como el Euro, el Reinminbi o las iniciativas impulsadas por
Venezuela, el dólar sigue representando el 62% de la deuda global, el 56% de
los préstamos internacionales, casi el 44% de las transacciones en el mercado
cambiario y casi el 63% de las reservas de divisas.
El común denominador de estas
iniciativas apoyadas o impulsadas desde Venezuela, es que comparten el objetivo
primario de librarse de la dependencia financiera y el secundario de menguar la
capacidad de fuego de una de las armas estratégicas más poderosas que utiliza
indiscriminadamente EE. UU.: la hegemonía del dólar. Venezuela no es la única,
comparte este objetivo con muchas naciones. Mientras más utiliza EE. UU. la
herramienta del boicot financiero, más alienta a los países con pretensiones
soberanas a tomar medidas para lograr esta independencia financiera.
Es difícil predecir si
conseguirán este objetivo compartido por Venezuela, porque hoy estamos en una
etapa de transición hacia un mundo multipolar y Estados Unidos, con Donald
Trump a la cabeza, ha abandonado la vía diplomática recrudeciendo la batalla
contra todos aquellos que osen poner en jaque cualquiera de estos dos pilares
de poder. La Guerra comercial contra China, las sanciones contra Rusia, el
bloqueo comercial, el boicot financiero, la injerencia política y la amenaza de
la intervención militar contra Venezuela son las respuestas que da el poder de
un EE. UU. en decadencia, frente a un mundo multipolar que no termina de nacer.
Estados Unidos es consciente
del carácter estratégico de la hegemonía del dólar, y como está demostrando con
sus acciones contra Venezuela y otros países que desafiaron el sistema
monetario de los petrodólares -como Irak y Libia-, está dispuesta a grandes
sacrificios de reputación diplomática con tal de defender su posición en el
ordenamiento global. El talante de incorrección política que hoy abunda en el
liderazgo estadounidense no debe sorprender a nadie, es una muestra de que ha
llegado el momento de la verdad, y que los cambios en la hegemonía global nunca
fueron pacíficos.
Exuberancia de los recursos naturales venezolanos
Sin
embargo, es difícil demostrar que detrás del intento de golpe de Estado existe
el interés material de la abundancia de recursos naturales venezolanos. ¿Cómo
probar que EE. UU. desea controlar los recursos naturales para tener una
ventaja competitiva internacional y/o estimular su economía y/o beneficiar a
sus corporaciones? Quizás las declaraciones circunstanciales de algún
funcionario desprevenido permitan fundamentar esta sospecha. En este sentido
apuntan las declaraciones del consejero de Seguridad de EE. UU., John Bolton,[4] que afirmó sin rubores que “sería
una gran diferencia económica para EE. UU. si conseguimos que empresas
petroleras americanas participen en la inversión y producción de petróleo de
Venezuela” o las declaraciones del propio Trump respecto de la invasión a
Libia, en la que reconoció que EE. UU. debería haber extorsionado a los
rebeldes opositores a Kadafi ofreciéndoles un lapidario: “los ayudaremos pero
queremos el 50% de su petróleo”.[5] De nuevo, la ayuda humanitaria de
EE. UU. a las primaveras árabes parece tener las mismas motivaciones que la ayuda
humanitaria a Venezuela. Teniendo en cuenta que este país tiene el doble de
reservas que Libia, es fácil esperar que la vocación golpista de Trump sea aún
más intensa.
Sin bien no podemos demostrar
en forma fehaciente ni documentar sobre las razones del golpe de Estado
impulsado desde EE. UU., es útil tener una aproximación a cuáles serían las
ventajas que dispondrían los países participantes del intento de golpe. Después
de todo, la teoría del crimen nos demuestra que la mejor manera de encontrar al
agresor es buscar entre quienes se beneficiarían del delito.
En
este sentido, destacan las reservas de petróleo venezolano que representan un
18% del total de reservas globales. En efecto, las reservas mundiales alcanzan
1,65 billones de barriles, de este total Venezuela cuenta con 300,9[6] miles de millones de barriles que la
convierten en la nación con mayores reservas de petróleo del mundo.
El
consumo diario de petróleo del mundo asciende a 98 millones de barriles por
día, y Estados Unidos consume el 19,2%[7] de este total. Si consideramos este
nivel de consumo, las reservas de petróleo venezolano alcanzan para 9,2 años de
los 50[8] años que duraría la reserva total
mundial. En este sentido, considerando el consumo de los Estados Unidos, que
tiene reservas de petróleo escasas, que los pozos que utilizan el sistema de
extracción de la rotura hidráulica (fracking) están
demostrando tener vida útil y productividad menores a las esperadas y que EE.
UU. importa el 53%[9] de los barriles que consume, puede
entenderse lo importante que es para Estados Unidos contar con el acceso a una
gran fuente de petróleo como es Venezuela.
(10)
A la relevancia de este recurso en sí,
debe agregarse una consideración muy importante, como es la cercanía existente
entre Estados Unidos y Venezuela. La distancia entre ambos países es
determinante del precio final al que Estados Unidos puede acceder al petróleo.
No es lo mismo transportar petróleo de Venezuela, que se encuentra a 2.500 km
de Estados Unidos, que transportarlo desde Arabia Saudita que se encuentra a
12.500 km. Asimismo, los beneficios se multiplican si se tiene en cuenta que
varias refinerías de petróleo venezolano se encuentran en territorio
estadounidense.
Hasta aquí resulta claro el
interés de Estados Unidos por el petróleo venezolano, pero la pregunta es, si
ya tiene acceso a él por las exportaciones, qué busca con la intervención en la
política venezolana. Y la respuesta está ligada a cómo ejerce el Gobierno de
Venezuela el poder que le otorga el petróleo en términos geopolíticos. Con esto
nos referimos a la influencia que tiene el país caribeño sobre la determinación
el precio del petróleo desde organizaciones como la OPEP y en la posibilidad,
aunque todavía no muy importante en los hechos, de desviar la producción de
petróleo a otros países como China (1er importador y 2do consumidor mundial) y
lograr una mayor independencia de las exportaciones a Estados Unidos.
Venezuela
no sólo es rica en petróleo. Es un país de vastas riquezas naturales. Su
reserva de gas natural alcanza 5,7 billones de metros cúbicos y posiciona al
país como la 8va nación con mayores reservas de gas natural del mundo. Esta
reserva, sumada a la de EE. UU., supondría contar con el control de
aproximadamente 7,4% de las reservas mundiales de gas natural y lograr un mayor
peso en un mercado que se encuentra fuertemente concentrado en manos de Rusia,
Irán y Qatar, países afectados por acciones de hostilidad económica dirigidas
por EE. UU. que, juntas, suman un 54%[11] de
las reservas.
En el
arco minero del Orinoco, particularmente, se estima que las reservas de oro
alcanzan las 8.900 toneladas,[12] monto que ubicaría a Venezuela como el 2do país con
mayores reservas de este mineral[13]. El acceso de EE. UU. a estas reservas le permitirán triplicar
sus actuales reservas.
Las
reservas estimadas de hierro de Venezuela alcanzan los 14.600[14] millones de toneladas, convirtiéndolo en el 5to país con
más reservas. El hierro pertenece a minerales en los que EE. UU. tiene un nivel
de vulnerabilidad moderado, porque importa hasta el 49% de lo que consume.[15]De controlar este recurso venezolano, EE. UU. quintuplicaría
su disponibilidad de hierro y prácticamente eliminaría esta dependencia.
La
bauxita, materia prima del aluminio, forma parte de otra de las riquezas que
posee Venezuela. A pesar de contar con el 1%[16] de
la reserva mundial, Venezuela tiene 16 veces más bauxita que los Estados
Unidos, que depende 100%[17] de
la importación de este bien para abastecer su consumo.
El caso del bloqueo económico sobre Venezuela
El uso del boicot económico
como estrategia para amedrentar a aquellos que desafían los lineamientos
hegemónicos ha sido una herramienta de amplio uso por parte de los Estados
Unidos. En muchas ocasiones, como preludio a intervenciones militares que han
dejado devastados económica, política y socialmente a los países que las han
sufrido.
A
lo largo de la historia, en América Latina se han documentado varios episodios
de boicots económicos orquestados o apoyados por EE. UU., entre los que se
destacan el que sufrió Juan D. Perón en su primera Presidencia[18],
el de Cuba desde 1960, el de Salvador Allende en 1973 y el perpetrado contra
Joao Goulart[19] en
1964. Durante lo transcurrido del siglo XXI un total de 18 países han padecido
sanciones y bloqueos por parte de Estados Unidos. A la lista la integran,
además de Cuba, que lleva 60 años sufriendo las consecuencias del bloqueo,
Irán, Irak, Birmania, Zimbabue, Bielorrusia, Siria, República Democrática del
Congo, Sudán, Somalia, Libia, Costa de Marfil, Líbano, Ucrania, Corea del
Norte, Yemen, Sudán del Sur, Rusia y Venezuela. A los anteriores pueden sumarse
casos como Qatar, sancionados por países árabes dentro de la órbita de
influencia de EE. UU.
Si en el siglo XX la causa
que justificaba el bloqueo era abiertamente la lucha anticomunista, hoy en día
se viste con otros mensajes, como la lucha contra el terrorismo, violaciones de
los derechos humanos o “crisis humanitarias” definidas unilateralmente. El
bloqueo, en términos generales, busca restringir la capacidad de ingresos
nacionales (si se trata de un embargo a la principal fuente de recursos del
país), cerrar las fuentes de financiamiento externo, y boicotear la capacidad
de acceso a los mercados internacionales de bienes y servicios.
En el caso venezolano, el
bloqueo se ha basado en la expulsión de Venezuela de los mercados financieros
internacionales, impidiéndole recurrir al mercado de créditos tanto para
renovar vencimientos como para realizar nuevas colocaciones. En un país
integrado al mundo como proveedor de petróleo, la especialización productiva
condujo a una alta dependencia de las importaciones que resultan financiadas
con los ingresos petroleros. Es por eso que el boicot financiero y comercial
sobre Venezuela tiene consecuencias mucho más graves que en las economías
diversificadas. La especialización productiva venezolana, fruto de su vocación
de integrarse al mundo, le ha jugado una mala pasada, en el sentido de dejarla
expuesta a las voluntades del país hegemónico. En efecto, existen varios
motivos que justifican el proteccionismo que busca diversificar la producción,
entre ellos, la soberanía productiva. Con la globalización, en cambio, la
integración a los mercados globales y la especialización productiva que genera
en los países en desarrollo, pueden afectar seriamente las intenciones
soberanistas de los países en desarrollo.
En
Venezuela, el embargo de la matriz de PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad
Anónima) en suelo estadounidense, CITGO, ha procurado limitar la capacidad de
conseguir financiamiento y, por lo tanto, de financiar importaciones. La
abrupta caída de importaciones, que tenían valores en torno a 60 mil millones
de dólares anuales entre 2011 y 2013, se desplomaron a valores estimados en 12
mil millones en 2017. Así se ha configurado el escenario de “crisis humanitaria”
que sirve a las pretensiones intervencionistas de EE. UU.
En los últimos años la
economía venezolana ha convivido con diversos bloqueos y sanciones que
dificultaron la evolución económica del país. La coyuntura internacional
adversa, impulsada por la caída de los precios del petróleo, fue agravada por
el impacto procíclico del boicot internacional.
Uno de los brazos del boicot
provino de las agencias calificadoras. El indicador del Riesgo País de
Venezuela subió sin correspondencia con el riesgo económico de la economía
real, con independencia de la evolución de los precios del petróleo y del
historial y capacidad de pago del país. A estas alturas puede afirmarse que la
evolución del indicador parece más bien haber anticipado con certeza los efectos
que causaría el boicot económico, es decir, el riesgo geopolítico asociado a
tener una posición independiente, que el riesgo económico relacionado con el
libre juego de las condiciones económicas. El segundo elemento del boicot
provenía de las sanciones de Estados Unidos, que implicaron la imposibilidad de
acceder a financiamiento en el mercado tradicional y de renegociar deudas, a
pesar de que se cumplieron los pagos adeudados.
En efecto, entre 2014 y 2017
Venezuela perdió 68.653 millones de dólares por pago de deuda externa. Sin
embargo, a pesar de que el país no incumplió sus pagos fue calificado con las
peores notas por calificadoras de riesgo como Moody´s o Standard & Poors.
El riesgo país (tasa que paga un país por sobre la tasa libre de riesgo) se
ubica por encima de los 2.000 puntos desde 2015, con picos de hasta 5.000 e
incluso 6.000 recientemente. Los motivos aducidos por estas calificadoras a la
hora de evaluar países son opacos y tienden a puntuar bien a aquellos países
que favorezcan políticas de libre mercado y castigar lo contrario. Así es como
la deuda venezolana, a pesar de seguir pagándose sostenidamente, era calificada
como de altas probabilidades de default con una calificación peor a la de
países en guerra, como Siria.
Esta
situación fue profundizada con el bloqueo financiero que impuso Estados Unidos
el 24 de agosto de 2017 a partir de la orden ejecutiva 13808[20].
La misma implicó:
·
Prohibición
de que el Gobierno venezolano adquiera nuevas deudas con vencimiento mayor a 30
días.
·
Prohibición
de que PDVSA adquiera nueva deuda mayor a 90 días.
·
Prohibición
de nueva obtención de acciones por parte del Gobierno de Venezuela.
·
Prohibición
del pago de dividendos o distribución de ganancias al Gobierno de Venezuela por
parte de empresas que operan en EE. UU., lo que afecta especialmente a la
refinería CITGO.
Entre febrero y mayo de 2018
las sanciones fueron ampliadas con:
·
Prohibición
a los acreedores internacionales de renegociar la deuda emitida con
anterioridad a agosto de 2017.
·
Prohibición
a cualquier ciudadano o institución financiera estadounidense de hacer
transacciones en la criptomoneda Petro.
·
Prohibición
total de realizar inversiones en activos venezolanos para ciudadanos
estadounidenses y en suelo estadounidense.
Este aislamiento y pérdida de
divisas por la vía del pago de la deuda se dio en correspondencia con la caída
de los precios internacionales, lo cual derivó en una escasez significativa de
divisas. Así, Venezuela adoptó una dinámica muy distinta a la de la mayoría de
los países de la región que, ante la baja de los precios internacionales,
dieron lugar a un acelerado proceso de endeudamiento. Por caso, en el periodo
mencionado, países latinoamericanos con un tamaño similar como Argentina,
Chile, Colombia y Perú recibieron nuevos ingresos en concepto de deuda externa
por 99.624, 23.010, 48.048 y 17.070 millones de dólares, respectivamente (datos
FMI). Fueron años en los que las ratios de deuda se incrementaron fuertemente
para compensar la caída de los precios internacionales. Por el contrario,
Venezuela perdió divisas por esta vía a causa del aislamiento financiero,
profundizando el problema externo.
En este periodo también se
han sucedido episodios menos conocidos, pero que han alterado el funcionamiento
normal de la economía venezolana. Desde 2015 se inició un proceso de bloqueo
financiero solapado que dificultó y encareció las compras al exterior y
diversas operaciones realizadas por el Gobierno o instituciones venezolanas.
Las consecuencias más
notables de este bloqueo fueron la demora o imposibilidad de ingresar al país
productos vitales y los gastos extra que implicó la búsqueda de alternativas
financieras para realizar los pagos. Insumos vitales como medicamentos, alimentos
o recursos imprescindibles para el Plan de Siembra han sido objeto de estas
trabas.
Las demoras o trabas al
ingreso de productos esenciales se suman al encarecimiento de las operaciones.
Los puertos de Venezuela son catalogados como Puertos de Guerra, lo que implica
un pago más elevado por fletes y seguros para importación y exportación. Todo
esto en un marco donde el pago a los proveedores tendió a volverse cada vez más
complicado, a causa de las limitaciones que impone la banca internacional a la
hora de hacer transferencias y la negativa de abrir cuentas del Gobierno o
instituciones venezolanas en el exterior (corresponsalías bancarias). Al no
poder pagar normalmente mediante corresponsalías bancarias, el país se las tuvo
que arreglar para hacer pagos de manera alternativa como, por ejemplo, vía
fondos de inversión, lo que implicaba gastos extra en concepto de comisiones y
multas por retirar el dinero de manera anticipada. Otras veces se pudieron
hacer los pagos pero con importantes demoras, por lo que se tuvieron que
mantener los fondos sin remuneración mientras se realizaban diligencias para
superar las trabas. El sobrecoste financiero también se ha dado por el uso de
monedas alternativas al dólar, ya que las transacciones en dólares fueron las
más obturadas, lo que implica gastos extra de conversión.
A continuación, se presenta
un listado cronológico seleccionado de obstáculos concretos que enfrentó
Venezuela:
·
Abril
2016: instituciones financieras comienzan a dejar de recibir pagos en dólares
realizados por instituciones venezolanas
·
Mayo
2016: Banco Commerzbank (Alemania) cierra cuentas de bancos venezolanos y PDVSA
·
Julio
de 2016: Citibank cierra cuentas de corresponsalía de instituciones y bancos
venezolanos, entre ellos la del Banco Central de Venezuela. El cierre de
cuentas de corresponsalía merma la capacidad de realizar pagos en dólares,
imponiendo costos extra por hacer transacciones en otras monedas
·
Agosto
de 2016: Banco Novo Portugal prohíbe realizar transacciones con bancos e
instituciones venezolanas
·
Julio
2017: la empresa Delaware, agente de pago de PDVSA, se niega a recibir fondos
provenientes de la petrolera venezolana
·
Julio
2017: Citibank se niega a recibir fondos venezolanos para la importación de
300.000 dosis de insulina
·
Mayo
2017: empresas de origen ruso, contratistas a cargo de elaborar la cadena de
bloques Petro utilizando el código NEM, desisten de continuar con el contrato
argumentando razones de fuerza mayor tras haber sido presionadas por la
Security Exchange Commission de EE. UU.
·
Agosto
2017: bancos chinos informan que no pueden realizar operaciones en divisa a
favor de Venezuela por presión del Departamento de Tesoro de EE. UU., y Rusia
informa la imposibilidad de hacer transacciones a bancos venezolanos por la
restricción de bancos corresponsales estadounidenses.
·
Agosto
2017: el banco corresponsal del banco chino BDC Shandong paraliza por tres
semanas una transacción de 200 millones de dólares girados por China
·
Agosto
2017: por presiones de la OFAC, la empresa Euroclear retiene 1.200 millones de
dólares sin posibilidad de movilización.
·
Octubre
2017: el Deutsche Bank cierra las cuentas de corresponsalía del Citic Bank
chino por procesar pagos de PDVSA, lo que demuestra la presión a la banca
internacional
·
Octubre
2017: se retrasa cuatro meses el ingreso de vacunas al país porque el bloqueo
estadounidense imposibilita realizar pagos en el Banco Suizo UBS.
·
Noviembre
2017: Venezuela realiza el pago para adquirir primaquina y cloroquina (para el
tratamiento antimalárico), solicitado al laboratorio BSN Medical en Colombia.
El Gobierno colombiano bloquea el despacho de los medicamentos.
·
Noviembre
2017: el Deutsche Bank, principal corresponsal del BCV, cierra definitivamente
las cuentas de corresponsalía a esta institución.
·
Diciembre
2017: fueron devueltos 29,7 millones de dólares desde bancos en Europa que
tenían por destino el pago a proveedores de alimentos a través del programa
alimentario CLAP. También en ese mes las autoridades colombianas impidieron el
traslado a Venezuela de más de 1.700 toneladas de pernil.
·
Mayo
2018: se bloqueó el pago de 9 millones de dólares para la adquisición de
insumos para diálisis.
·
Noviembre
2018: desde este mes el Banco de Inglaterra retiene 1.200 millones de dólares
que el Gobierno venezolano mantenía depositados en esa entidad.
Simulación de impacto del bloqueo (el costo del boicot para
Venezuela)
Las estadísticas económicas
muestran la dimensión y profundidad del estrangulamiento del financiamiento
externo y el aislamiento del mercado de capitales de Venezuela. La balanza de
pagos permite observar dos hechos estilizados:
·
Entre
2008 y 2012 el sector público de Venezuela recibió en términos netos[21] flujos
de más de 95 mil millones de dólares en la forma de inversiones externas y
préstamos, que representan ingresos de divisas a través de la Cuenta Financiera
de la Balanza de Pagos. Estos ingresos netos de divisas contribuyeron a
financiar su demanda de importaciones y otros compromisos externos. Representan
un volumen de aporte financiero desde el resto del mundo significativo, tanto
en cantidades como en términos del PIB, pero es un volumen relativamente normal
dado el historial de pago del país y la capacidad de pago derivada de sus
excedentes exportadores.
En promedio, el sector
público venezolano durante este período se financió con 19 mil millones por año
provenientes del mercado financiero internacional. Es un volumen de ingresos
que muestra una economía integrada al mercado financiero internacional y, en
consecuencia, con mayores grados de vulnerabilidad y dependencia respecto del
financiamiento externo.
·
Desde
2013, cuando asume Nicolás Maduro como presidente, los mercados internacionales
se cerraron para el país sin que hubiese un choque económico endógeno ni
exógeno, ni una crisis interna ni un desplome en el precio del petróleo. El
sector público venezolano no sólo dejó de recibir divisas sino que, por el
contrario, tuvo que pagar más de 17 mil millones de dólares entre el 2013 y
2017. En promedio, entre 2013 y 2017, el sector público venezolano en lugar de
recibir divisas, tuvo que desembolsar más de 3.300 millones de dólares en
términos netos al año.
·
En
resumen, si sumamos el valor promedio anual de divisas que ya no entraron
producto del bloqueo (19.200 millones), más lo que el país tuvo que pagar
promedio cada año (3.300 millones), podemos concluir que la economía y la
sociedad sufrieron una asfixia internacional de 22.500 millones de dólares
anuales producto de una estrategia deliberada internacional de aislamiento
financiero. Evidentemente, esta presión financiera se intensificó desde 2015
con la caída del precio del crudo.
Cabe notar que en este
período el resto de los países en desarrollo de la región no sufrieron el mismo
trato de parte del mercado financiero internacional. En efecto, es un hecho
estilizado que todos los países de la región aumentaron su endeudamiento. Sin
excepciones, el resto de los gobiernos de la región recurrieron al
financiamiento externo para compensar la caída de los ingresos fiscales
derivados del ambiente desfavorable del mercado de commodities.
Efecto del bloqueo en las
condiciones de la población
¿Cómo afectó esta anemia de
divisas las condiciones materiales de la economía y la calidad de vida de la
gente?
En base a un ejercicio de
consistencia macroeconómica, que vincula al sector externo (balanza de pagos)
con el sector real (producción) para los años 2011 al 2017, podemos estimar las
devastadoras consecuencias que tuvo la suspensión del financiamiento
internacional tanto en la oferta de bienes y servicios como en la generación de
empleos y migraciones. El ejercicio permite aislar a través de simulaciones el
efecto del bloqueo financiero respecto a otros factores que, ciertamente,
también afectaron a la economía.
Basándonos en la vinculación
estadística entre la balanza de pagos y la oferta agregada de la economía,
puede construirse un escenario contrafáctico que permite simular “qué hubiese
pasado si Estados Unidos no iniciaba el bloqueo, y el flujo financiero
internacional hubiese seguido llegando en forma similar al período 2008-2012.
Para ello simulamos 3 escenarios:
Escenario 1: qué hubiese ocurrido si los 22 mil
millones por año se hubiesen destinado a importaciones, sin alterar el destino
de las mismas y manteniendo los patrones de consumo y producción vigentes entre
2008 y 2012.
Escenario 2: qué hubiese ocurrido con la oferta
total, al igual que en el escenario anterior, si hubiese continuado el
financiamiento externo en 15 mil millones anuales, cifra igual al promedio
2008-2012, excluyendo el financiamiento extraordinario de 2011.
Escenario 3: qué hubiese ocurrido si los 22 mil
millones por año se hubiesen destinado a incrementar la producción de barriles
de petróleo, atraer aún más divisas y, por ende, compensar la caída del precio
durante 2015 y 2016. Este escenario es similar al empleado por Ecuador como
estrategia para enfrentar el desplome de los precios del petróleo de 2015.
Para realizar este ejercicio
se ha transformado el PIB (en dólares corrientes) de la economía entre 2011 al
2017 a un índice que toma el valor de 100 para el año 2011 de tal forma de
facilitar la comparación de resultados.
Los resultados de las
simulaciones se muestran en el gráfico 1, que permite comparar la situación
real, resultado de las circunstancias estructurales, coyunturales y del boicot
sobre la economía venezolana, y la situación que se habría logrado siguiendo el
ejercicio contrafáctico de suponer que se hubiesen cumplido cualquiera de los 3
escenarios propuestos.
Las simulaciones muestran que
bajo cualquiera de los 3 escenarios planteados[22] la
economía hubiese tenido una senda de crecimiento notoriamente mejor que la
vigente si el bloqueo no se producía.
De hecho, en 2013 y 2015 la economía hubiese
alcanzado en ambos años un crecimiento del producto respecto al año inmediato
anterior. Incluso bajo el escenario 3, la economía en 2017 hubiera visto signos
de recuperación si el flujo de divisas vía deuda externa hubiese ingresado en
similares condiciones que las que ocurrieron durante 2008-2012.
Al comparar los escenarios con la realidad podemos
extraer algunas conclusiones importantes:
·
Entre
2013 y 2014 la producción hubiese sido, en promedio de todos los escenarios,
casi un 20% mayor de lo que fue. Esto implica que prácticamente no habría
habido una caída del PIB en estos dos años.
· Entre
2015 y 2017, cuando se intensificó el bloqueo, la producción en promedio
hubiese sido un 49% mayor de la que fue. De cada 10 dólares de bienes y
servicios que la economía tenía capacidad de producir, el bloqueo entre 2015 y
2017 le quitó 5 dólares a la población.
· Nuestras
estimaciones encontraron que, en 5 años de bloqueo financiero, Venezuela perdió
de manera acumulada 1.6 PIB de acuerdo al primer escenario, 1.3 PIB bajo el escenario
2 y 1.1 PIB en el escenario 3.
· En
conclusión, las condiciones impuestas fueron tan extremas entre 2013 y 2017 que
Venezuela renunció en producción y condiciones de vida a un valor equivalente a
1 año y medio de producción (PIB) de su economía sólo a consecuencia del
bloqueo. En la práctica, el país vivió durante 5 años con la producción de tan
sólo 3 años y medio de acuerdo al escenario 1.
Estos
resultados nos permiten explicar el porcentaje de la crisis económica basado
exclusivamente por el boicot financiero y comercial. En efecto, podemos
comparar hacia el final de 2017 la caída en términos de producción analizada,
con el que se habría observado siguiendo cada uno de los escenarios propuestos.
La diferencia es la porción de la crisis atribuida al efecto del boicot. De
acuerdo al escenario 1, el boicot explica aproximadamente un 60% de la crisis,
mientras que bajo el escenario 2 explica un 43%, y bajo el último escenario un
30%. El porcentaje restante puede atribuirse a los factores no explicados por
el boicot, es decir, el desplome de precios del petróleo, la estructura
dependiente de Venezuela o las ineficiencias de gestión, entre otras.
La caída de la actividad productiva en
Venezuela tiene un correlato inmediato en el nivel de empleo de la población.
Podemos estimar el impacto en términos de empleo generado por la caída del
producto real y por los tres escenarios planteados. Utilizamos para ello
coeficientes de elasticidad empleo-producto calculados para la economía
venezolana, que se ubican dentro de los valores habituales que observamos para
América Latina. Las elasticidades permiten anticipar cuál será el cambio
porcentual sobre el empleo de una variación porcentual del producto. Si bien el
ejercicio tiene limitaciones, nos permite tener una idea de cuál habría sido el
efecto de la contracción del producto sobre el empleo.
La simulación emplea el
coeficiente de elasticidad de 0.47, lo que significa que cada punto porcentual
de caída del empleo implica una reducción del empleo total en medio punto
porcentual. Esta cifra se ubica dentro de los coeficientes al uso de la región,
que fluctúan entre 0.3 y 0.7, dependiendo del estado del ciclo económico.
Utilizando este coeficiente
de elasticidad podemos aproximar la pérdida de empleos que habría sufrido
Venezuela de no contar con instrumentos de regulación del mercado de trabajo y
la estabilidad del empleo público. En particular, la estimación indica que la
pérdida real de producción se habría traducido hacia 2017 en una pérdida de más
de 3 millones de puestos de trabajo, es decir, un 24% del total de población
económicamente activa. Por el contrario, sin el impacto pleno del boicot, la
simulación arroja que la pérdida acumulada de empleos de calidad hacia 2017
sería de un 10% bajo el escenario 1, de 13% bajo el escenario 2 y de 17% bajo
el escenario 3.
La literatura sobre
migraciones reconoce que uno de los determinantes de la emigración es el estado
del mercado de trabajo. En este sentido, el deterioro del mercado de trabajo
que aproximamos con las simulaciones anteriores nos muestra que la crisis
humanitaria que se emplea como excusa para la injerencia estadounidense en la
región es también fruto de la crisis inducida por el bloqueo.
Conclusiones
Desde el arribo de Nicolás
Maduro a la presidencia y el fallecimiento de Hugo Chávez, en 2013
prácticamente desapareció el financiamiento disponible para Venezuela, que dejó
de contar con aproximadamente 22 mil millones de dólares por año. Fue el único
país en la región que sufrió esta discriminación. La economía venezolana,
altamente especializada en el sector petrolero, es el país más abierto de la
región pero, como contrapartida, depende de la disponibilidad de importaciones.
Sin disponibilidad de divisas e importaciones, no puede activar su aparato
productivo. En términos gráficos, la reversión del financiamiento es
equivalente a haber lanzado bombas a la infraestructura productiva del país,
incluyendo la petrolera.
A pesar de las limitaciones
metodológicas que implica cualquier ejercicio de simulación contrafactual, este
trabajo deja en evidencia que el boicot financiero y comercial sobre Venezuela
explica una gran parte de la crisis que hoy afecta al país. Los escenarios
planteados, siguiendo un criterio de prudencia, son escenarios realistas, que
reflejan lo que podría haber sucedido en el peor de los casos si el país
tuviese que afrontar la adversidad sin los embates del boicot financiero
internacional. En efecto, podríamos haber planteado incluso escenarios aún más
favorables, como aquellos que facilitaron el endeudamiento de Argentina y de
muchos gobiernos de la región que tuvieron la oportunidad de hacer política
contra cíclica recurriendo al financiamiento externo. Nadie mejor para
conseguir financiamiento que un país como Venezuela, plagado de recursos
naturales útiles para servir de colaterales a los préstamos internacionales. Si
Venezuela hubiese contado con un financiamiento proporcional al que recibió
Mauricio Macri en los primeros tres años de Gobierno, habría tenido un
crecimiento del PIB superior al de ese país. En cambio, en lugar de contar con
el apoyo internacional Venezuela fue el único país obligado a desendeudarse.
Como consecuencia directa del
boicot financiero y comercial los venezolanos perdieron entre 1,6 y 1,1 PIBs
entre 2013 y 2017. Esto representa entre 350 mil y 245 mil millones de dólares
acumulados desde 2013, es decir, entre 12.100 y 8.400 dólares per cápita. Las
migraciones de venezolanos al resto del mundo representan un problema
humanitario que requiere solución y atención. Lamentablemente, el rostro humano
del drama migratorio no sólo fue provocado en gran medida por las medidas de
bloqueo, que se ensañó con las condiciones de vida de la población sino, que
por el momento, parece servir sólo de excusa para justificar la injerencia de
EE. UU.
Las aspiraciones soberanistas
de Venezuela, sus políticas de retención en origen de la renta petrolera, sus
iniciativas que desafiaban la hegemonía del dólar, su apuesta a la integración regional
a través de la UNASUR y por un mundo multipolar, fueron desafíos a la hegemonía
de EE. UU. que tuvieron consecuencias. Quizás representaron un desafío mayor al
que podía permitirse un país con la soberanía económica limitada de Venezuela.
Venezuela es uno de los
países más integrados en el comercio internacional a juzgar por el coeficiente
de apertura externa. Uno de los riesgos inevitables de la integración al
mercado financiero es la vulnerabilidad derivada de la estructura productiva
especializada y concentrada en el petróleo, que significa dependencia respecto
a cualquier avatar en el mercado petrolero y poca capacidad de autosuficiencia
en el resto de bienes. Venezuela confió en su capacidad de endeudamiento, en su
capacidad para importar desde varios orígenes en condiciones normales,
condiciones de mercado, y sin embargo lo que encontró fueron condiciones de
boicot.
Cabe notar que el
ensañamiento con Venezuela es parte de una estrategia hegemónica global de EE.
UU. Es un tiro por elevación a China y otros países extrarregionales que osan
poner un pie en la región desafiando la Doctrina Monroe.
Para EE. UU. el control de
los recursos venezolanos no sólo representa el restablecimiento de las
condiciones históricas de dominio sobre la región, sino también una ventaja
económica, una ventaja competitiva que fortalecería la hegemonía del dólar y la
competitividad de la economía norteamericana frente a los competidores europeos
y chinos. Como hemos señalado, representa una ventaja para las corporaciones
estadounidenses que tendrán a su cargo el negocio extractivo y una ventaja para
el conjunto de la economía norteamericana que disfrutará una reducción del
costo del combustible, tanto por el control del petróleo venezolano como por la
posible retirada de Venezuela como integrante de la OPEP.
El crimen del golpe de Estado
es una violación al derecho internacional con motivaciones económicas que no se
ve en la televisión, salvo en algún canal de Historia. Parece ser que, para
evitar que la historia se repita, no sólo es necesario conocerla, sino también
anticiparla, de ahí nuestro ejercicio prospectivo.
[1] Lam, R. y
L. Wantchenkon (2002). Political Dutch Disease. NYU.
www.nyu.edu/gsas/dept/politics/faculty/wantchekon/…/dutch.pdf
[2] El
desafío del SUCRE a la hegemonía del dólar no ha resultado significativo. En
parte se debe a que el comercio intrazona, que explicaría la demanda de sucres,
es demasiado pequeño para justificar su existencia y, en parte, a que los
compromisos financieros y comerciales con el resto del mundo justifican la
preferencia por el dólar.
[3] El
Petro representa un serio desafío a la hegemonía del dólar, que está en pleno
desarrollo, aunque, sin duda, a un ritmo de avance mucho menor al que tendría
de no contar con el boicot internacional. La activa campaña contra el Petro nos
permite especular favorablemente acerca de sus atributos como herramienta para
romper el boicot financiero.
[7] https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2018-oil.pdf
[9]https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2018-oil.pdf
[12] http://www.correodelorinoco.gob.ve/ministro-victor-cano-venezuela-podria-ser-el-segundo-pais-con-mayores-reservas-de-oro/
[14] https://www.researchgate.net/figure/Figura-16-Reservas-de-Mineral-de-Hierro-de-Venezuela_fig15_320863885
[18] Escudé,
Carlos (1983). Gran Bretaña, EE. UU. y la declinación argentina. Editorial de
Belgrano.
[19] Rapoport,
Mario y Rubén Laufer (2000). Estados Unidos ante el Brasil y la Argentina: los
golpes militares de la década de 1960. Editorial Economizarte.
[20] Desde
marzo de 2015 Obama declaró a Venezuela como “una amenaza inusual y
extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de Estados Unidos” a
través de la Orden Ejecutiva 13692.
[21] Diferencia
entre ingresos y egresos de los activos y pasivos del Sector Público de la
cuenta capital y financiera, en concepto de títulos de deuda, créditos
comerciales, préstamos, moneda y otros y préstamos.
[22] Se
realizaron ejercicios suponiendo otros escenarios. Por motivos de claridad en
la exposición solo presentamos estos tres, aunque la totalidad de los
escenarios planteados nos permitieron llegar a conclusiones similares. En
particular, las simulaciones alternativas presentadas se basaban en distintas
alternativas de financiamiento o escenarios de ajuste.