Por Raúl Zibechi
Por
fin conocemos en detalle la participación de militares en el gobierno de Jair
Bolsonaro. Un informe del diario Zero
Hora, de Porto Alegre, asegura que 100 oficiales ocupan los
escalones superiores del gobierno, desde el presidente y su vice hasta ministros,
gerentes de las grandes estatales y puestos clave para el funcionamiento del
aparato estatal (goo.gl/oG4W4N).
Los uniformados se desplegaron en
lugares estratégicos que les permiten tomar o vetar decisiones sobre cuestiones
que van mucho más allá de la seguridad nacional o las agencias de inteligencia.
Tienen peso decisivo en las gerencias de Petrobras, Eletrobras, la represa
binacional de Itaipú y la Zona Franca de Manaus. Por sus cargos en los
ministerios y otras entidades, supervisan la extracción de minerales, el
sistema de comunicaciones, las carreteras e hidroeléctricas.
La presencia militar es especialmente
fuerte, además de los siete ministros con que cuentan, en Ciencia y Tecnología
(con cinco altos cargos, además del ministro), Educación, Infraestructura,
Justicia, la Caixa Económica Federal (cuarto banco de Brasil) y la Secretaría
General que rodea a un presidente en conflicto con su vice, al que no ha
querido traspasarle el mando durante su larga internación hospitalaria, por
sencilla desconfianza. Los militares no se han limitado a los espacios que
siempre han controlado, como Defensa o el Gabinete de Seguridad Institucional,
sino que controlan los principales resortes de la administración.
Pero el dato que permite comprender lo
que está sucediendo, es que “el núcleo duro de los militares en el gobierno de
Bolsonaro son oficiales
boinas azules, que comandaron o tuvieron funciones en Misiones de Paz de las Naciones Unidas”, explica el periodista Kaiser Konrad en el citado reportaje. En este punto empiezan a develarse los nexos entre las misiones de paz y las políticas internas en Brasil y en la región.
Cinco generales del actual gobierno son
veteranos de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití
(Minustah), donde Brasil jugó un papel determinante entre 2004 y 2017. Otros
tres militares de alto rango actuaron en misiones de paz en Bosnia y Angola,
entre ellos el vice Hamilton Mourão, quien fue además agregado militar en la
embajada en Caracas. No es casualidad que haya sido Mourão el que pregona una
salidapara Maduro, que consiste en crear un
corredor de escape(goo.gl/tUuL6d).
Desde hace varios años venimos señalando
las conexiones entre la presencia de militares brasileños en la Minustah y la
ocupación militar de las favelas, entre otras políticas de orden interno que se
extienden cada vez a más estados de Brasil. Hace 10 años destacamos que los
militares brasileños reconocían que
las técnicas empleadas en la ocupación de la favela Morro da Providéncia, son las mismas que las tropas brasileñas utilizan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití(goo.gl/4pN4RB). Tomando el caso de Brasil, señalaba a propósito de las llamadas políticas sociales, que
el plan Hambre Cero es compatible con la militarización de las favelas(goo.gl/XXKNTW). Ahora es necesario dar algunos pasos más, a la vista de los planes para intervenir en Venezuela.
Primero, la mayoría de las tropas de paz
en Haití pertenecieron a países latinoamericanos. Más de la mitad de los 7 mil
soldados provenían de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay, El
Salvador, Paraguay, Honduras y Guatemala. Buena parte de ellos con gobiernos
progresistas. Las fuerzas armadas de Brasil tuvieron la jefatura de la Minustah
durante más de una década.
Como la tropa y los oficiales van
rotando, es posible que en esos 13 años más de 30 mil efectivos de la región
hayan participado en la
misión de paz, una de cuyas tareas consiste en entrenarse en
ayuda humanitaria.
Segundo, las fuerzas armadas de Brasil
llevaron a Haití su experiencia militar en las favelas y las políticas
socioeconómicas exitosas en el país, e importaron las experiencias obtenidas en
la isla. Una investigación de Tamara Jurberg (goo.gl/3chj6x) analiza las
relaciones entre la misión y las Unidades de Policía Pacificadora (UPP),
creadas en Río de Janeiro cuatro años después del inicio de la Minustah, para
pacificarlas favelas. Concluye que Haití fue
una herramienta para mejorar las propias operaciones militares internas, o sea, el control de los pobres.
Tercero, el autoproclamado Juan Guaidó
anuncia que Brasil abre el segundo centro de acopio de ayuda en el estado de
Roraima, limítrofe con Venezuela. Los militares brasileños serán los encargados
de ingresar al país esa
ayuda humanitaria, coordinando con Colombia. Un general brasileño pasa a integrar, por primera vez en la historia, el Comando Sur de las fuerzas armadas de Estados Unidos (goo.gl/Gxd4XU).
No habrá
una invasión clásica, con bombardeos y desembarcos de marines. La invasión es la
ayuda humanitaria, estrategia que los militares prepararon durante 13 años en Haití, con el apoyo de gobiernos progresistas.