Por Rafael
Agacino
Palabras
sobre el momento y a vuela pluma.
1.
En
Venezuela se jugó en estas jornadas – y continúa en juego-, en primer lugar y
para América Latina, la vigencia y legitimidad del orden mundial que el capital
construyó post segunda Guerra Mundial. Nos referimos con ello no sólo a la
validez de la institucionalidad política como las NN.UU., sino también a la
concepción liberal del derecho internacional público y las reglas del derecho
económico internacional. Es cierto; el consenso en torno a las Naciones Unidas
y el derecho internacional ya venía trizado desde la intervención europea en la
crisis de Yugoslavia y de Busch padre en Irak, pero en América Latina esta
sensación de arbitrariedad imperialista era parte del pasado a pesar de la
Honduras de Zelaya (2009) y el Paraguay de Lugo (2012).
2.
En
segundo lugar se jugó la vigencia del principio de autodeterminación de los
pueblos que, si bien nunca respetó, por lo menos siempre buscó soslayar su
violación formal aduciendo tratados y pactos internacionales. En nuestro caso,
EE.UU., apeló a los TIAR´s y otros similares utilizando la OEA o la OEACS. Sin
embargo, esta vez no pudo conseguir ni a Naciones Unidas ni a la OEA por lo
cual simplemente las desconoció e intervino directamente: expropió 30 mil
millones de dólares de PDVSA e instó a Inglaterra a que hiciera lo mismo con
mil doscientos millones de dólares de reservas en oro; llamó a la sedición a
las FANB y digitó las operaciones de provocación en la frontera; las desconoció
amenazando sin ningún pudor con la intervención militar directa y amenazando
con Guantánamo a Maduro y los generales de las FANB. Esto no sucedió ni
siquiera con la intervención en el golpe en Chile en 1973 en que operaron con
mano mora y cuidaron las formas. Lo más cercano fueron las invasiones de los
marines a Granada en 1983 y a Panamá en 1989; pero aun así las formas
importaban, mal que mal se trataba del orden internacional que el propio EE.UU.
había construido acorde a sus propios intereses. Al nuevo imperialismo su
propio orden se volvió una camisa de fuerza y decidió romperla ante sí y por
sí.
3.
En esta
peligrosa y delicada coyuntura, sin embargo, el chavismo resistió exitosamente.
No pudo el desparpajo de Duque, Piñera y Abdo, todos digitados por Trump y
Abrams, de concurrir como avanzada multilateral por la paz a la frontera
colombo-venezolana y prestarse para el montaje “Venezuela Aid Live” y la
operación “Ayuda humanitaria”. No pudieron la provocación y los dramáticos
llamados a la Policía Nacional Bolivariana a la reconciliación que no era sino
un llamado a la deserción. No pudieron los parlamentarios de la derecha europea
ni la CNN con su transmisión especial y en directo de casi todo el día por
quebrar la resistencia de un pueblo que, según mostraba, sobrevive famélico y
muere masivamente. No pudieron y no pasaron.
4.
Lo de hoy
ha sido francamente notable. Una maniobra de laboratorio diseñada por la
inteligencia estadounidense que al menos en esta vuelta fracasó y que ha
terminado fortaleciendo a Maduro. ¿Qué disparate pronunciará Piñera a su
regreso? ¿Qué le dirá Duque a Abrams esta noche? ¿Y qué hará el tonto de
Almagro ahora? No lo sabemos. Sólo sabemos que la crisis no se ha resuelto y
que continúa aunque la opción Guaidó se disipe en el ridículo pues la burguesía
venezolana no tiene prestancia para sostener nada, y de seguro, se hundirá en
otra reyerta fratricida en las próximas semanas. Pero aun así, no está claro
cuál será el verdadero curso de los acontecimientos. Menos con Trump y Abrams
en la conspiración.
Sin embargo, podemos sugerir que
el affaire Venezuela puede transformarse en el
mediano plazo en un acontecimiento clave para EE.UU. y la crisis de hegemonía
mundial; constituirá un ejemplo universal de la fractura de la institucionalidad
internacional, del derecho y de las reglas de las RR.II. Venezuela reafirma el
descrédito que sigue a EE.UU. desde Busch con las fake news sobre armas químicas de destrucción
masiva y lo debilita como actor confiable de la política internacional. Más aún
con un Trump que ataca a las NN.UU. y desconoce acuerdos internacionales como
aquellos sobre Cambio Climático, el Libre Comercio o sobre el desarrollo de
armas nucleares. Lo que fue Vietnam en el ámbito político y cultural interno,
Venezuela lo puede ser respecto del ámbito político internacional.
Por otra parte, la coyuntura resulta muy útil para
reafirmar que la lucha antiimperialista está de regreso en América Latina, y a
la vez, para avanzar en la caracterización de este imperialismo de nuestros días.
Sin detenernos en lo primero, podemos valorar los hechos de la coyuntura como
fuente de nuevas evidencias para dos tendencias que en los últimos años se han
venido anunciando en la política de EE.UU. en Europa y Oriente.
5.
La
primera, resultado de lo señalado respecto del orden mundial trizado y del
irrespeto del principio de auto determinación de los pueblos, es la
comprobación del carácter
a-civilizatorio de la política del imperialismo de esta época, del
imperialismo occidental del siglo XXI, por denominarlo de algún modo. A
diferencia de la política imperialista de mediados del siglo XX, esta ya
siquiera proclama los “valores e instituciones modernas” que fueron la
justificación del intervencionismo; hoy, ni la “democracia” ni la “economía de
mercado” son instituciones ejes de su argumento civilizatorio con el que
justificaba sus incursiones despóticas. No; el imperialismo de esta época, por
ser expresión de su momento de declive y decadencia, sólo conlleva desorden y
destrucción de los Estados, naciones y pueblos que ataca; su objetivo no es la
inclusión de los satélites en un orden sino su desestructuración política,
social y económica. Se protege debilitando a los enemigos que deja fuera de su
muros políticos y económicos. Es un animal que política y culturalmente está
estratégicamente herido; su “destino manifiesto” es hoy su “muerte anunciada” y
lo que lo hace peligroso como nunca; su racionalidad y cálculo carece de todo
aire, por tenue que fuera, de civilización y progreso alguno.
6.
Esta
política internacional del imperialismo es coherente con una segunda tendencia:
el carácter intrínsecamente
destructivo de la fase actual del capitalismo mundial. En efecto,
el nivel, la escala de la acumulación de capital del presente, ha impuesto a
las economías dominantes imperativos cada vez más exigentes por el control de
los recursos naturales y por extensiones territoriales para producir,
garantizar conectividad y depositar millones de toneladas de residuos tóxicos,
sin resistencias de las comunidades. Por ello la disputa por zonas estratégicas
sean ricas en recursos, necesarias para circulación o sean espacios de
sacrificio; por ello la expulsión y migración forzosa de poblaciones y
comunidades; por ello la destrucción de los Estados nacionales otrora reconocidos
como los sujetos por antonomasia de la política mundial. La dinámica de la
acumulación actual no es sino la dinámica con que el nuevo imperialismo impone
y exporta la barbarie a los territorios físicos y subjetivos que coloniza. El
capitalismo bajo la forma imperialista del siglo XXI involuciona rápidamente
hacia un tipo de dominación mundial que no reconoce Estados sino colonias, que
no reconoce naciones sino poblaciones prescindibles a las que someter o
exterminar. Ni siquiera se trata de una dependencia al estilo de la del siglo
XX sino de un dominio auto centrado y depredador de las naciones y pueblos que
no constituyen su núcleo.
7.
La
política de los halcones y los Pluto respecto de Venezuela, los Trump y los
Branson, por nombrar actores menores, es un buen ejemplo de este doble carácter
a-civilizatorio y destructor del imperialismo del siglo XXI. Aquí, en
esta América Latina, las reservas de petróleo, metales raros, biodiversidad y
agua de Venezuela, son un botín en torno al cual el capital mundial no tiene
consideraciones éticas, jurídicas o de Relaciones Internacionales, más allá de
aquellas que permitan satisfacer su voracidad. Hoy en la frontera, digitando
las operaciones no titubearon frente a la posibilidad de desatar una guerra
fratricida entre venezolanos y colombianos o azuzar una guerra civil entre
venezolanos de ambos lados de los puentes. No, no; por el contrario, de eso se
trata. Como en Libia, como en Irak o Siria, la estrategia no es la implantación
de un nuevo orden sino la fragmentación, el caos. Y esto incluye trizar
geográficamente Venezuela y repartirla entre buitres del capital – ya algo
anunciaron con Guyana- o en un plano más general, la balcanización de América
Latina gatillando una implosión de naciones y pueblos enfrentados entre sí.
Este es el imperialismo que enfrentamos hoy.
8.
En esta
perspectiva, la defensa de Venezuela en su lucha contra la política imperialista
es un ingrediente inexcusable de la táctica de aquella izquierda que se plantee
en el mundo de hoy un proyecto emancipador. Y todo esto lo afirmo más allá que
el programa del chavismo no consista en más que una distribución de la renta y
en la defensa de su soberanía nacional, o que el bloque en el poder actual sea
una alianza entre la burocracia civil estatal, el ejército y una fracción de
burguesía, que excluye a las masas populares, o que la política esté
contaminada por el clientelismo y por la corrupción de ese mismo bloque en el
poder, o que el país dependa crecientemente de las inversiones chinas, y que
por todo esto esté muy lejos de cualquier proyecto de transformación
socialista.
Si en el siglo XX el imperialismo fue enemigo de
los trabajadores y los pueblos lo fue porque era la manifestación de la
internacionalización de la explotación del capital; pero ahora, el
imperialismo del siglo XXI, es enemigo de la humanidad – de ese segmento
mayoritario conformado por trabajadores, pueblos indígenas y afrodescendientes,
campesinos, sectores populares y movimientos político-sociales emancipadores
como las mujeres, jóvenes e intelectuales independientes- porque la magnitud de
la masa de capital que movilizar y que necesita reproducir ya no sólo depende
de la explotación del trabajo sino de la depredación de las bases naturales y
comunitarias que permiten la vida misma. La acumulación de capital sobrepasó un
umbral que lo hace incompatible con las posibilidades de la vida en tanto tal.
9.
Como
hemos dicho en otra parte, puestos en esta encrucijada, no queda más que
levantar una estrategia de resistencia contra la barbarie del capital mundial,
un Programa por la Autodefensa de la Humanidad cuyo sujeto sea esa masa
mayoritaria cuyas condiciones naturales, sociales y comunitarias de vida están
siendo destruidas. Es sólo en el curso de esta lucha – lucha ineludible por lo
demás- que surgirán posibilidades para construir las condiciones sociales y
programáticas, es decir políticas, de un proyecto emancipador, de un proyecto
de un modo vida socialista. Y en la Venezuela de hoy, la lucha anti
imperialista no implica apoyar al bloque actual sino disputarle la influencia
en los sectores populares y la dirección del proceso levantando como programa
mínimo inmediato las ideas contenidas en el “Golpe de Timón” formulado por
Chávez en octubre de 2012, cinco meses antes de su muerte en marzo de 2013. En
este reclamó por hacer efectiva la ley de las Comunas – ley muerta hasta hoy –
como intento de construir poder popular, abogó por impulsar las nuevas formas
de propiedad y por el desarrollo del Sistema Nacional de Medios Públicos. Nada
más pero nada menos. El chavismo no es patrimonio de la burocracia, de la élite
del PSUV ni menos de la boli-burguesía. El chavismo es el pueblo mestizo y
zambo, el pueblo pobre, el pueblo que resiste, y puede reemerger si encarna en
organizaciones populares autónomas e independientes que, en el curso de la
lucha de resistencia contra la sedición y el imperialismo, retoma las banderas
de la emancipación.
Hoy no pudieron y no pasaron; pero sólo se ha
ganado un segundo: el capital y su forma imperialista no descansa en su
dinámica voraz que destruye la vida por doquier. Como siempre todo depende de
nosotros y nosotras.