Miami-Cúcuta:
el eje terrorista de la gusanería y los paracos
Por Renán Vega Cantor
Rebelión
Qué
pueden tener en común Miami y Cúcuta, dos ciudades distantes entre sí por unos
2.200 kilómetros y que además tienen enormes diferencias en cuanto a nivel de
vida, desarrollo arquitectónico, potencial económico y riqueza? A primera vista
nada, porque en efecto las diferencias son abrumadoras, como lo indican unos
datos de tipo general de la capital de Norte de Santander. En Cúcuta, con 750
mil habitantes, 40 de cada 100 no pueden cubrir sus gastos básicos; la tasa de
informalidad es del 70%; el 40% de sus habitantes son pobres, 281 mil personas,
y el 8.5% vive en la pobreza absoluta, unas 60 mil personas; es la ciudad con
mayor exclusión de todo el país; el 1% de la población se desempeña en
actividades ilícitas relacionadas con el contrabando de mercancías venezolanas,
como gasolina, alimentos y medicamentos; sólo el 25,32% de la población tiene
acceso al agua potable, y el 74,68% recurre a fuentes hídricas de origen
ilegal; existe un déficit habitacional de 60 mil viviendas y el 90% de los
pobres se apiñan en cinco barrios de tugurios; el desempleo reconocido es del
17% y en las calles laboran diariamente 15 mil niños…
En contraste, Miami es un emporio capitalista de
riqueza y despilfarro, con 5 millones y medio de habitantes y un ingreso per
cápita de 16 mil dólares; es sede de empresas multinacionales, grandes
bancos y de compañías de televisión y epicentro de la cultura de masas que
domina a América Latina; cuenta con más de 800 edificios de Art Deco; tiene el
mayor puerto de cruceros del planeta; por allí salen el 40% de las
exportaciones de Estados Unidos hacia el resto del mundo; en ese lugar viven
multimillonarios de muchos países del mundo; pero también y como expresión de
la desigualdad es la tercera ciudad con más pobres de los Estados Unidos, solo
superada por Detroit y El Paso, en Texas.
En conclusión, aparte de los pobres Cúcuta y Miami
son dos universos distintos, uno es la meca del despilfarro capitalista de los
Estados Unidos y la otra es un desvencijado villorrio, lleno de pobres y
huecos.
Sin embargo, en las últimas semanas se ha construido
un verdadero eje del terror que ha conectado a Miami con Cúcuta.
MIAMI Y LA GUSANERA
Miami después de 1959, tras el triunfo de la
Revolución Cubana, se convirtió en la capital de la gusanería, nombre que se
utiliza en Cuba para referirse a los contra-revolucionarios y criminales que
salieron de la Isla y se refugiaron en Miami, hoy el lugar del mundo donde se
concentra la mayor cantidad por metro cuadrado de torturadores, terroristas,
mercenarios y criminales estatales y paraestatales, bajo el cobijo de las
autoridades del Estado de la Florida y del gobierno federal. Allí residen y
muchos de ellos conspiran contra diversos países de América Latina. En ese
lugar cohabitan contra-revolucionarios de Cuba, torturadores de Haití (desde
los tiempos de Bébé Doc), guarimberos venezolanos, paramilitares de Colombia,
ex militares fugitivos de las dictaduras del cono sur y otras malas yerbas del
pantano de la criminalidad.
Por ejemplo, en Miami se refugió uno de los
militares que torturó y asesino al cantante chileno Víctor Jara y también allí
ha residido el militar argentino Roberto Guillermo Bravo, uno de los
responsables de la masacre de Trelew de 1972, cuando remató él mismo a 16 de
las víctimas de esa masacre cometida por el Ejército argentino. Luego de su
refugio en Miami se convirtió en un próspero empresario que vende “servicios” a
la US Army y es contribuyente del Partido Republicano. También Miami fue la
guarida de los terroristas y asesinos internacionales, agentes de la CIA y
protegido por los Estados Unidos, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, entre
cuyo palmarés criminal sobresalía el asesinato de 73 pasajeros que viajaban en
un avión de Cuba en 1976, derribado por una bomba. Estos datos, entre miles,
indican que Miami es un refugio de asesinos, los cuales son respaldados e
impulsados por la mafia cubano-estadounidense, a la cabeza de la cual se
encuentran congresistas como Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, no por casualidad
los que encabezan la andanada de terror contra Venezuela.
Aparte de todo, Miami se ha convertido en el
emporio del negocio de la música, encabezado por la “gusanería cultural” del
clan Estefan, alrededor del cual y de otros mafiosos por el estilo se ha
constituido un mercado de mercenarios de la música de diversos países del
mundo, entre los que sobresalen muchos de los que participaron en el concierto
del odio y de la muerte, que se celebró en Cúcuta el viernes 22 de febrero.
Para no ir más lejos, en 2006 se estableció una
especie de Grammy Paramilitar, concedido a cantantes y compositores
vallenatos de Colombia de dudosa ortografía, como fue el caso de su primer
ganador, Poncho Zuleta. De este individuo circuló una grabación en la que, tras
una ráfaga de ametralladora, remata diciendo “Nojoda, viva la tierra
paramilitar, vivan los paracos”.
Esa zaga la ha continuado en el día de hoy
Silvestre Dangond, denominado como “el paramilitar del vallenato” No extraña
que haya sido una de las “estrellas” del concierto en la frontera del 22 de
febrero. Sobre el mismo dice un comentario de prensa:
“Uno de los cantantes más populares de la música
vallenata […] es Silvestre Francisco Dangond Corrales. El máximo representante
de la nueva ola del vallenato […] muestra una de sus caras más nefastas ante un
público que llena estadios, coliseos y parques alrededor del país: la de
militar frustrado […] [al] que le queda perfecto el de ‘paraco’. Basta con ver
detenidamente los detalles de su álbum lanzado en 2013, La IX Batalla, en el
que parece [ser] uno de los discípulos pródigos de Carlos Castaño”1.
Estos dos aspectos de gusanería predominantes en
Miami, la política y la musical, han sido trasladados a Cúcuta, por unos pocos
días, lo que dio la falsa impresión de que esta destartalada ciudad se había
convertido en Miami. Soñar es barato, el problema es que al despertar el
guayabo (la resaca) es intensa y frustrante.
CUCUTA Y LA PARAQUERA
Así como Miami va más allá de sus rascacielos,
playas y cruceros, en Cúcuta, para completar su desgracia, reina el poder
paramilitar, hasta el punto que se le conoce como la “República Independiente
de los Paracos”. En efecto esta ciudad y sus habitantes han sido asolados por
el paramilitarismo desde hace varias décadas, y estos se han convertido en el
verdadero poder de la región, en estrecha alianza con políticos locales y
regionales, mafiosos, miembros de las fuerzas armadas e incluso sectores de la
iglesia católica. Desde Cúcuta se planearon y organizaron terribles masacres
contra campesinos de Norte de Santander, y entre lo más infame que se ha
realizado allí y en todo el país se encuentran la utilización de hornos
crematorios –que revivieron las prácticas del nazismo en Alemania- para
incinerar a campesinos y guerrilleros:
“Esto no ocurrió en 1943 en la Alemania nazi. Sus
métodos fueron similares, pero la época y el lugar de los hechos esta fuera del
contexto de la Gran Guerra. Lejos de ser detenidos por las autoridades de la
ciudad de Cúcuta, pero sí a tan solo 30 minutos de esta, se registraron estos
degradantes relatos que la humanidad creía ya superados luego del horror que
fue la aparición del Tercer Reich. Para vergüenza internacional, paramilitares
en Colombia acondicionaron como crematorios unas ladrilleras para desaparecer
seres humanos”2.
El dominio paramilitar en la ciudad es casi
absoluto, ellos son los que gobiernan la ciudad e incluso uno de sus ex
alcaldes desde una cárcel de Bogotá ha seguido gobernando. Un buen número de
los taxis que circulan por la ciudad exhiben calcomanías de Pablo Escobar y la
figura de este capo adorna la principal discoteca. En ese lugar han sido
asesinados estudiantes, profesores, jueces independientes, defensores de
derechos humanos, dirigentes sindicales y campesinos. No extraña que allí mismo
se haya fraguado un atentado contra un candidato presidencial en 2018. La
iglesia católica no se escapa a esa influencia y se sabe de un sacerdote que se
robó el dinero de los restaurantes escolares de los barrios más pobres. En
pocas palabras,
“Es la misma ciudad que irradia decadencia con
decenas de personas durmiendo en la calle mientras un BMW último modelo pasa
despacio para no estropearse con los huecos del asfalto. O donde la gente del
común, ya comenzó a validar en sus discursos la necesidad de la “limpieza
social” incluso con las personas venezolanas que llegaron huyendo.
Esta es la ciudad que se quedó sin brisa y sin
pamplonita, hasta el río se secó porque lo desviaron para una multinacional.
[…] Una ciudad sin industria pero con personas que humillan a los demás con sus
enormes riquezas mafiosas. Un régimen enquistado como un tumor canceroso
heredado a bala, coca, masacres contrabando, hornos crematorios”3.
DE MIAMI A CUCUTA: AFINIDADES CRIMINALES
Tanto la gusanería de Miami como la paraqueria de
Cúcuta tienen afinidades criminales, las cuales son exaltadas y aprovechadas
por los poderes políticos, económicos mediáticos de Estados Unidos y Colombia.
La oportunidad de juntar esos intereses criminales, a la luz pública porque por
supuesto tienen nexos anteriores, se ha dado ahora cuando el gobierno de Donald
Trump, cuyas relaciones exteriores están en manos de la gusanería, ha decidido
derrocar a Nicolás Maduro, contando con el apoyo irrestricto del gobierno
colombiano de Uribe-Duque, con una larga cadena de nexos comprobados con los
paramilitares.
La ocasión de desplegar esa santa y criminal
alianza se ha dado en los meses recientes, en la medida en que Cúcuta por su
ubicación estratégica en la frontera con Venezuela, ha sido designada como el
epicentro de la agresión contra el gobierno bolivariano.
Eso explica acontecimientos que se encuentran
encadenados, tales como la frecuencia con que merodean por Cúcuta criminales de
toda laya (institucionales y para-institucionales) de los Estados Unidos
(Usaid, la CIA y otras agencias secretas), y sus halcones más sanguinarios
(como el criminal Elliot Abrans) el secretario de la OEA, los congresistas
republicanos de la gusanería, presidentes derechistas del continente (como
Sebastián Piñera, de Chile, y Mario Abdo Benítez, de Paraguay), mercenarios,
tropas de los Estados Unidos y de seguro un sinnúmero de chacales de la muerte,
prestos a lanzarse sobre territorio venezolano. Es decir, parte significativa
del entable criminal de Miami y sus alrededores se ha trasladado a Cúcuta.
Y eso mismo ha sucedió en el terreno de la música,
puesto que por 24 horas Cúcuta se convirtió en el escenario de los cantantes
que se han hecho en Miami o son patrocinados por los clanes mafiosos del
espectáculo musical. Y, como se sabe, eso no ha sido casualidad, es un
complemento de la agresión contra Venezuela, para darle un respaldo
aparentemente artístico a la acción imperialista. Eso explica el concierto “Aid
Live” del 22 de febrero, pocas horas del Día D del 23, cuando llegaron a
Cúcuta, algunos en sus jets privados, unos 30 artistas Made in Miami.
En ese concierto, de odio y de guerra, desfilaron cadáveres vivientes, mejor
sería decir muertos en vida, como José Luís Rodríguez, “El Puma”, admiradores
de los paramilitares (Silvestre Dangond), individuos que en su juventud
flirtearon con Pinochet (Miguel Bosé), simpatizantes de las “camisas negras”
(Juanes), cristianos de éxito (Juan Luis Guerra), entre otros. El mensaje fue
claro: hay que ayudar a los “libertadores” de Estados Unidos y Colombia en su
arremetida contra Venezuela, y sobre todo darle impulso y ánimo para la
agresión que se preparaba para el día siguiente. Algunos intentaron disimular
su papel de cruzados de la guerra y la muerte con mensajes de “paz”, diciendo
por ejemplo que las guarimberos que iban a desfilar al día siguiente llevaron
rosas y se las entregaran a los miembros de la Guardia Nacional para que los
dejaran pasar con la “ayuda humanitaria”, y así Juan Guaidó entraría como el
nuevo libertador a Caracas. Eso fue pura apariencia, porque en el fondo todos
están convencidos, como El Puma –que ya ni aruña– quien dijo sin rodeos: “Es
tan simple y sencillo pedir libertad después de 20 años de dictadura que ya
tiende acabar en toda América Latina, no es mucho pedir. Basta ya de dictaduras
de izquierda en América Latina". Miguel Bosé no se quedó atrás y con un
logo en la mano que decía “Paz en Venezuela”, aseguró con un lenguaje propio de
la alcantarilla de la gusanería: “Venezuela no es tuya ni de tu compañía de
narcos”, refiriéndose al presidente Maduro. Y así, con ese tono tan profundo y
poético, fueron los mensajes de la mayor parte de los cantantes que aparecieron
en Cúcuta como adalides de la “pax estadounidense”, es decir, la del terror y
la muerte.
Lo significativo es el tono verdaderamente
artificial de lo que dicen esos cantantes, si se les compara con su vida de
derroche, cuando nunca se han preocupado por los pobres, los trabajadores, los
perseguidos de sus propios países ni de ningún lugar del orbe. Cuándo Miguel
Bosé ha actuado para denunciar los crímenes que comente el reino de España,
entre ellos contra los ejemplo en solidaridad de los miles de africanos que
mueren en alta mar tratando de llegar a la península Ibérica. Cuándo Juanes ha
hablado de los miles de dirigentes sindicales asesinados en Colombia. Cuándo
ese “genio poético” de la misoginia que es Maluma se ha preocupado por los
miles de asesinados del paramilitarismo en Antioquía y Colombia y así
sucesivamente.
El objetivo era claro: ablandar a través de la música
los corazones de millones de personas, sobre todo en Colombia, para que acepten
como normal una agresión imperialista (gestionada a través del territorio
colombiano y por el régimen de Uribe-Duque), dizque en nombre de una pretendida
ayuda humanitaria.
Al otro día, el sábado 23 de febrero, quedaron al
desnudo las pretensiones de “paz” de estos cantantes de pacotilla, cuando las
guarimbas fueron traídas por Guaidó, Duque, Piñera y compañía a actuar
directamente en la frontera, como lo hicieron, tratando de penetrar en
territorio venezolano, sin conseguirlo, y fueron conducidos por la Policía
Nacional de Colombia. Y por eso recurrieron a la violencia, al terror,
esgrimiendo su odio y rencor, para lo cual contaron con el respaldo de los
sicarios con micrófono de los grandes medios de desinformación. Todo eso forma
parte de la ilusión de que Cúcuta sea el Miami de Colombia, una vana ilusión de
pocas horas, inflada con la venida de miles de turistas que llenaron todos los
hoteles del lugar y consumieron hasta el hartazgo. Pero, luego de que terminó
el concierto, y los discursos falsos y banales sobre la Paz en Venezuela ya ni
se oían, porque los aullidos de las fieras del espectáculo se habían apagado,
los turistas de ocasión se fueron y Cúcuta despertó con su miseria eterna, con
los mismos criminales de siempre dominando la vida cotidiana, solo que ahora
ese círculo de odio se ha ampliado con los gusanos provenientes de Miami,
expertos en matar y torturar, junto con los marines y los servicios secretos de
los Estados Unidos, y algunos presidentes derechistas del continente, y el
lacayo del Ministerio de Colonias, Luis Almagro. Al fin y al cabo, se acabó la
fiesta de la música y se abrió paso a la acción violenta de las guarimbas en
los puentes que unen a Colombia con Venezuela. Como en la canción de J. Manuel
Serrat: “Y con la resaca a cuestas/ vuelve el pobre a su pobreza,/ vuelve el
rico a su riqueza/ y el señor cura a sus misas.// Se despertó el bien y el mal/
la zorra pobre al portal, / la zorra rica al rosal,/ y el avaro a las
divisas. // Se acabó,/ el sol nos dice que llegó el final,/ por una noche se
olvidó/ que cada uno es cada cual”.
Notas:
1. Fabio Andrés Olarte Artunduaga , Silvestre
Dangond: el paramilitar del vallenato, julio 14 de 2005. https://www.las2orillas.co/silvestre-dangond-el-paramilitar-del-vallenato/
2. Disponible en: https://diariodelhuila.com/judicial/las-historias-detras-de-los-hornos-crematorios-de-los-%E2%80%98paras%E2%80%99-cdgint20151114221327112
3. Chrarly Spansky, “Cúcuta y su régimen
paramilitar”, El Espectador, marzo 10 de 2018. Disponible en:
https://colombia2020.elespectador.com/opinion/cucuta-y-su-regimen-paramilitar