Por Aram Aharonian
Estamos en pleno desarrollo
de una guerra de cuarta generación, donde el psicoterror en los medios
hegemónicos transnacionales y cartelizados y las llamadas redes sociales son
epicentro de los ataques. Hay un día D, el sábado 23, para que los invasores
entren con la “ayuda humanitaria” desde Cúcuta (Colombia) a territorio
venezolano.
Cerca de la extensa frontera
con Venezuela, en la colombiana Cúcuta, se reúnen las dotaciones deshidratadas
de la llamada ayuda humanitaria que llegaron en aviones militares
estadounidenses (C-17), y también los congresistas estadounidense
ultraconservadores Marco Rubio y Marcos Díaz-Balart, el embajador ante la
OEA Carlos Trujillo, el director de la Usaid Mark Green, y el embajador de
Colombia en Washington, Francisco Santos.
Ninguno de los locuaces presidentes y
cancilleres latinoamericanos: alguno seguramente se sumará al espectáculo y a
las fotos (ya lo hizo el presidente chileno, Sebastián Piñera).
El departamento Norte de
Santander, en el límite con Colombia y desde donde se pretende introducir la
supuesta “ayuda humanitaria”, fue declarado este domingo en “estado de
calamidad pública”.
Milicias civiles venezolanas
se preparan junto a las Fuerzas Armadas para impedir la intervención. También
se habla de la conformación de Brigadas Internacionales para defender la
Revolución Bolivariana, lo que hasta el momento no ha pasado de la etapa de las
declaraciones de apoyo y solidaridad.
Mientras se prepara un gran
recital en Cúcuta, el viernes 22, promovido por trnasnacionales y el gobierno
de Bogotá, de apoyo a la intervención. Patrocinante de la actividad será el
empresario británico, Sir Richard Branson.
La
compañía colombiana Link-Tic, de Fernán Ocampo, a cargo de página web que
recauda 100 millones de dólares en torno al concierto es contratista de la
Fuerza Aérea de Colombia. Se anuncian a Carlos Vives, Luis Fonsi, Fonseca,
Juanes, Nacho, Lele Pons, Alesso, Rudy Mancuso, Ricardo Montaner, Mau y Ricky,
Danny Ocean y Alejandro Sanz.
La meta es que el miedo, y lo esgrime un
monstruo con capacidad para atemorizar. De plano, todo intento de buscar
soluciones pacíficas (México, Uruguay, Caricom, el Papa) son bombardeadas por
los medios y las redes digitales. Con una intervención armada en Venezuela se
pretende patear, una vez más no solo a las instituciones venezolanas sino las
que rigen a la comunidad internacional, advierte el embajador de Venezuela en Italia,
Isaías Rodríguez.
Los venezolanos son víctimas
potenciales de una guerra. Sectores opositores la quieren porque piensan que
será breve y vencerán, pero no se les ocurre por un instante imaginar sus
consecuencias devastadoras o que pueda convertirse en guerra prolongada. A sus
ejecutores extranjeros eso poco les importa porque, por encima de la guerra
misma eufemísticamente “humanitaria” que ellos promueven, están las verdaderas
intenciones dirigidas a los subsuelos de los territorios continentales y marítimos
que serán el botín de guerra.
El autoproclamado presidente interino
Juan Guaidó dice que en todo el país se inscribieron unos 600.000
voluntarios, quienes recibieron instrucciones sobre el proceso, aunque -dijo-
sin que se revelen detalles que den al traste con la operación de ayuda
humanitaria, pese a que el presidente Nicolás Maduro ordenó a los militares
bloquear el ingreso de la ayuda en medicinas y alimentos, por considerarla un
“show político” y el comienzo de una invasión militar estadounidense.
La pregunta que se puede
hacer cualquier televidente o lector de redes sociales en el mundo es si el
gobierno del “dictador” Nicolás Maduro no ha impedido estas reuniones.
Guiadó anunció que el centro
de acopio en Brasil se abrirá el lunes en el estado fronterizo de Roraima, adonde
habrá sólo ayuda brasileña, y el martes llegará un avión desde Miami (EEUU) a
Curazao con más asistencia. “Entrará sí o sí por tierra y por mar”, dijo el
autoproclamado. Otro avión enviado por Puerto Rico llegó el viernes a Cúcuta,
en tanto que Chile y otros países recopilan también toneladas de ayuda.
Maduro califica de “migajas”
de “comida podrida y contaminada” la asistencia, y culpa de la escasez a las
sanciones impuestas por Estados Unidos, que genera daños a la economía
estimados por Caracas en 30.000 millones de dólares.
Tras el ahogo económico y
financiero
Sanciones financieras,
bloqueo económico y terror callejero para crear un colapso, imposición del
imaginario de la existencia de un poder dual y la amenaza de una invasión
estadounidense que tiene fecha para el 23 de febrero, escondida en el caballo
de Troya de la supuesta “ayuda humanitaria”: todo para terminar, de forma
ejemplarizante, con “el virus” de la Revolución Bolivariana, señala el
codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia, Álvaro Verzi Rangel.
En esta estrategia del miedo, los
medios de comunicación transnacionales, cartelizados, y las repeticiones por
redes sociales, tratan de condicionar la situación. No existe una ciencia más
precisa que la amenaza y nada más sólido que el miedo. La estrategia elaborada
por Washington para deponer el gobierno bolivariano, incluye tentativas de
magnicidio y contempla varios ejes de presión: sanciones económicas y
financieras impuestas por EEUU y la Unión Europea para crear un colapso
Junto a la creación de
la imagen de un poder dual, que genera incertidumbres jurídicas que se supone
impactan directamente entre los militares, y la amenaza latente de una
invasión. Esta presión coloca a los militares en la disyuntiva de decidir
enfrentar o no una expedición extranjera, en la apuesta a que ante ese
dilema los oficiales escojan la opción de un golpe palaciego o que se produzca
una fractura.
¿Se viene la guerra en la
Cuenca del Pacífico?
Mientras el canciller
venezolano Jorge Arreaza habla de un diálogo con EEUU (más precisamente con
Elliot Abrams), donde hubo “profundas diferencias, pero también con
preocupaciones compartidas, algunos analistas aseguran que Washington está
reproduciendo el derrocamiento de un gobierno de izquierda, según el modelo de
lo que EEUU hizo contra el presidente chileno, Salvador Allende, en 1973 (hace
casi 46 años), bajo la administración de Richard Nixon.
Otros, luego de ver las
revelaciones de Max Blumenthal y Dan Cohen sobre el historial de Juan Guaidó,
personaje preparado por los think tanks de la Red Atlas, piensan, al contrario,
que se trata de una «revolución de color», como las que ya vimos en el este
europeo bajo la presidencia de George W. Bush.
La confirmación de los vínculos de Juan
Guaidó con la National Endowment for Democracy (NED) y con el equipo del
estadounidense Gene Sharp hace pensar en una «revolución de color», fracasada
ya en Venezuela en 2007, hace 12 años.
Tras los intentos permanentes
desde 1959 de desestabilizar la Revolución Cubana, en los últimos años EEUU
estuvo trabajando en la destrucción de Haití y Nicaragua.
La guerra plantada por
Washington será impuesta desde el exterior y su meta no es el
derrocamiento de gobiernos u su reemplazo por administraciones neoliberales,
sino empujar al involucramiento en la conflagración de los demás países de la
cuenca caribeña. Para ello se necesita terminar con los símbolos (monumentos a
Hugo Chávez), sin causar víctimas, la introducción de armas para organizar
manifestaciones en la que ambos bandos se acusen de ser autor de las masacres.
Los verdugos se preocupan por
lo humanitario
El actor y director de cine y
televisión estadounidense Andy Robinson, anclado en Cúcuta a la espera de los
acontecimientos, pregunta por qué ha dedicado John Bolton, el asesor de
seguridad de Donald Trump, el 74% de sus tuis en la última semana a
los derechos humanos y democráticos de los venezolano e instando a los
militares a rebelarse contra Maduro. Jamás defendió los derechos humanos
Pasa lo mismo, con el
secretario de la OEA Luis Almagro. Hace ya años que Almagro muestra síntomas de
incontinencia tuitera escribiendo dos o tres mensajes al día condenando a
Venezuela, sin mandato ni permiso de los países miembros del bloque
panamericano, mientras invisibiliza las graves situaciones en Centroamérica, en
Haití, en Colombia, para abocarse a su cruzada antichavista.
Robinson añade que Marco
Rubio, el senador por Florida, curtido en los métodos mafiosos de la
política cubana en Miami, ha dedicado el 55% de sus tuits a la defensa moral de
los derechos humanos y la democracia en Venezuela (intercalando citas del Viejo
Testamento).
Hasta Elliott Abrams, el
verdugo de tantos miles de centroamericanos, puesto en evidencia la última
semana por la congresista estadounidense Ijhan Omar, es un defensor apasionado
de los abusos de derechos humanos. ¿Será que en plena crisis migratoria EEUU se
convirtió por milagro en un país humanitario al igual que varios
gobiernos europeos?
Italia evitó la unanimidad en
la Unión Europa para tomar decisiones contra Venezuela; ha hecho que 19 países
de los 28 de la UE se expresen de manera unilateral (no en bloque) contra el
gobierno venezolano, lo que originó un debate necesario, que condujo a la
Cámara baja de Alemania (Bundestag) a producir un dictamen jurídico donde
califica el desconocimiento del gobierno de Maduro como una violación al
derecho internacional y al reconocimiento a Guaidó como injerencia en los asuntos
internos de otro Estado.
En Gran Bretaña, el
exministro de asuntos exteriores William Hague tachó al líder laborista Jeremy
Corbyn de “moralmente quebrado” por oponerse al plan de cambio de régimen
urdido en Washington y por defender el derecho de Venezuela de defender su
soberanía. Esto, mientras el gobierno de Theresa May vende armas a la teocracia
genocida de Arabia Saudí y hace largas y pomposas defensas de la
soberanía británica frente a Europa.
Trump ya cuenta con que
Bernie Sanders vaya a ser su rival en las elecciones de 2020. Sanders es
socialista así que Venezuela empieza a ser un instrumento útil en la política
nacional, dijo Tim Gill, sociólogo de la Universidad de Carolina del Norte.
Futurología
Para analistas europeos, a
los que en general nada les interesa el futuro de Venezuela, la situación se
les complica porque se ha internacionalizado, como paso en Siria, y los obliga
a elegir entre Maduro, Trump, Putin, Xi, Erdogan, entre pocos otros.
La solución europea es que se
vaya Maduro. Pero ello significaría que con la excusa de la grave situación
económica, se desmantelen mucho de los subsidios sociales, lo que a su vez
despertará la protesta activa de los sectores populares, mientras China, Rusia,
entre otros países, lucharán para conservar sus inversiones en los recursos
naturales, que serán obviamente entregados a las transnacionales
estadounidenses.
Pero lo que más preocupa a los europeos
proclives a una intervención es que la derecha venezolana carece de perfil
propio, dado que sus acciones son dirigidas por factores externos que han
emprendido una estrategia de agresión sistemática para quebrar y humillar.
No puede rearmarse un espacio
de unidad en la desmantelada oposición política, máxime cuando Guaidó pertenece
a un pequeño partido, activo en el terror callejero, pero que no ha tenido
acceso al gobierno ni sabe cómo manejarlo. El país esta fracturado social y
políticamente. ¿Cuánto tiempo se necesitará para que se vuelva a integrar?
En lo económico, hay que
tener en consideración que el petróleo tiene la historia en su contra, y el
precio nunca volverá a los 100 dólares. Y en Venezuela hay carencia de
industrias y otros elementos de industrialización contemporánea. No hay
capitales para hacerlo.
En Moscú, el canciller ruso
Serguei Lavrov acusó a EEUU de disimular una intervención militar en Venezuela
con la resolución presentada al Consejo de Seguridad de la ONU para facilitar
la llegada de ayuda humanitaria. “El Consejo de Seguridad jamás adoptará
semejante decisión”, dijo Lavrov.
El Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR) dijo que no distribuirá la “ayuda humanitaria” de EE.UU. a
Venezuela porque esta iniciativa carece de todo carácter humanitario.
En los primeros días de esta
semana se aceleran los mecanismos del terror mediático. Los halcones de
Washington se basan en la premisa de que no existe nada más sólido que el
miedo.
*Periodista y comunicólogo
uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación
para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano
de Análisis Estratégico (CLAE)