En medicina el “falso positivo”
es un error de diagnóstico. Es generar (en la mayoría de los casos
involuntariamente) un informe que indica una enfermedad determinada cuando en
realidad no la hay, lo cual demanda un tratamiento para combatir una patología
que en verdad nunca existió.
En términos militares, lo
“positivo” es tener éxito en una misión, dar en el blanco. Pero más allá de la
retórica castrense, el término “falso positivo” fue usado por la prensa
colombiana, abogados, líderes políticos y también jueces para mencionar que los
guerrilleros asesinados por los militares no eran tales.
El concepto de “falso positivo”
es llevado a escenarios que involucran a fuerzas de seguridad para demostrar el
éxito mediante una mentira. Pero también promueve la necesidad de aplicar
reacciones violentas donde no existen y justificar un “tratamiento”
represivo. Para el Derecho Internacional Humanitario, los falsos positivos
son ejecuciones extrajudiciales.
Si bien existen antecedentes de
la década de 1980, en Colombia estas acciones convertidas en verdaderas
matanzas tuvieron un amplio desarrollo en los años en que Álvaro Uribe era
presidente y Juan Manuel Santos su ministro de Defensa.
Como la Justicia colombiana se
encargó de demostrar, las fuerzas militares de este país arrestaban o
ejecutaban a personas inocentes a quienes hacían pasar por guerrilleros
abatidos en combates que nunca habían existido.
Ni existían los combates ni los
guerrilleros eran tales y, por lo tanto, el éxito era falso. Lo único real eran
las victimas, ajenas al conflicto armado.
Según el informe “Muertes
ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado” que la
Fiscalía General le entregó a la Justicia Especial para la Paz (surgida de los
acuerdos de paz de La Habana), fueron confirmados 2248 casos de falsos
positivos.
Con el paso de los años se
generalizó la idea de que un falso positivo es no sólo una víctima real de un
hecho inexistente sino un escenario montado para justificar acciones militares
o violentas que no podrían haber sido llevadas a cabo sin la existencia de esa
falsedad.
Cuando un militar, un líder
político o un medio de comunicación informan sobre determinado hecho que nunca
existió pero que de haber existido sería pasible de una acción violenta o
represiva, están generando un falso positivo.
Cuando sucede un hecho como el de la mañana de este sábado en el puente Simón
Bolívar entre Venezuela y Colombia, cuando dos traidores de la Guardia Nacional
Bolivariana se lanzan a toda velocidad contra las vallas, están generando entre
otras cosas un falso positivo, intentando provocar una acción militar y un escenario
de guerra.
Cuando, como denunció el
canciller venezolano Jorge Arreaza, el autodenominado Grupo de Lima tiene
preparado un documento con acusaciones por la “violencia” desatada en la
frontera colombo-venezolana cuando no se han producido incidentes, está
generando también un falso positivo.
Así como en la Colombia de Uribe
los falsos positivos permitieron justificar acciones violentas e incluso
premiar a los militares “exitosos” en la lucha contra la guerrilla, actualmente
están atados a la propaganda que acompaña un intento de invasión militar,
desestabilización o golpe político.