Por
Nancy Hannover
En su discurso en la manifestación
fascista del 11 de febrero en El Paso, organizada para promover un muro
fronterizo, Donald Trump, Jr. impulso a una multitud de la derecha elegida a
mano por su padre al proclamar que los “maestros perdedores” estaban
adoctrinando con el socialismo a “bebés desde su nacimiento”.
Con los cantos de fondo de
“USA, USA” el hijo mayor del presidente dijo “me encanta ver a algunos jóvenes
conservadores porque sé que no es fácil mantengan esa lucha. Llévenla a sus
escuelas. Ustedes no tienen que ser adoctrinados por estos maestros perdedores
que están tratando de venderles el socialismo desde el nacimiento. Pueden
pensar por ustedes mismos. Ellos no pueden”.
Con las huelgas de maestros
que continúan aumentando en los Estados Unidos, incluidos en West Virginia y
California, los comentarios provocadores de Trump Jr. expresan el profundo
temor de la clase dirigente a la creciente popularidad del socialismo y a la
agudización de la lucha de clases. Al añadir a los maestros a su creciente
“lista de enemigos”, el régimen de Trump, asolado por la crisis, recurre a un
macartista ataque anticomunista, el cual está inseparablemente ligado con los
planes de represión, simbolizados por la demanda de un muro militarizado con
México. El trasfondo de la violencia fascista salió a la superficie cuando uno
de los partidarios de Trump atacó a un camarógrafo de la BBC en el mitin.
Los ataques histéricos al socialismo
fueron un componente importante del discurso del
Estado de la Unión de Trump, al cual siguió una declaración de guerra mundial
contra el “comunismo y el socialismo” en un discurso belicoso
en la Universidad Internacional de la Florida en Miami. Tales llamamientos
fascistas caracterizan cada vez más a la administración, y el presidente
repitió una u otra las palabras “socialismo” o “comunismo” unas 36 veces en su
breve discurso de Miami.
Como señaló el WSWS en el
momento del Estado de la Unión, mientras que “las pesadillas antisocialistas de
la élite gobernante se centraban [anteriormente] en la Unión Soviética, China u
otro país extranjero. Bajo Trump, estos temores se dirigieron contra un enemigo
interno, trabajadores y jóvenes radicalizados de Estados Unidos”.
Por una buena razón, las
élites gobernantes se enfrentan a una clase trabajadora cada vez más furiosa y
combativa. En 2018, casi medio millón de trabajadores estadounidenses se
declararon en huelga —la cifra más alta desde 1986, el mayor cambio en una
generación. Este resurgimiento de la lucha de clases es parte de un aumento
mundial—desde los chalecos amarillos en Francia y la huelga insurgente de los
trabajadores de las maquiladoras en Matamoros, México, hasta luchas masivas en
virtualmente todos los continentes.
Los maestros, que
constituyeron la mayoría de los huelguistas en los Estados Unidos el año
pasado, representan un peligro para la aristocracia dorada no solo por la
fuerza de los números, sino especialmente porque han comenzado a tomar medidas
independientes en desafío a los sindicatos. Mientras la Federación Americana de
Maestros (AFT) y la Asociación Nacional de Educación (NEA) han buscado
sistemáticamente debilitar y dividir a los maestros mediante la prevención o el
aislamiento de las huelgas, estas luchas no disminuyen.
Por el contrario, los
maestros de West Virginia—cuya valiente huelga hace un año impulsó a los
maestros en todo el país—han salido de nuevo, exigiendo retirar un plan
legislativo para convertir las escuelas públicas en escuelas chárter, el
cumplimiento de las promesas rotas durante el año pasado, y reales mejoras en
la educación pública. Los maestros de Arizona, que hicieron huelga durante seis
días la primavera pasada, han estado pidiendo verbalmente nuevas caminatas en
caso de que el gobernador no cumpla con los aumentos de salario prometidos este
año. En Oklahoma—sitio de una huelga de 10 días durante la primavera pasada—los
maestros están exigiendo al menos un salario adicional de $3,000 dólares este
año.
Estas luchas nuevamente están
siendo impulsadas por trabajadores desde la base, mientras que los sindicatos
operan como policía política, buscando contener la lucha de clases. Cuando se
le preguntó acerca de una nueva huelga en Oklahoma, el sindicato dijo a los
medios locales que “la OEA [Asociación de Educación de Oklahoma] está
trabajando agresivamente con los legisladores para asegurarse de que eso no
suceda”.
Nada se ha resuelto en
ninguna de las huelgas anteriores, ya que las escuelas continúan tambaleándose
bajo el impacto de décadas de recortes presupuestarios. Los maestros de Oakland
entrarán en huelga hoy, y nuevas luchas amenazan con estallar en prácticamente
todos los distritos escolares del país.
Además, los padres, los
jóvenes y la población en general han registrado su abrumadora aprobación de
estas luchas largamente atrasadas, con encuestas que muestran más del 80 por
ciento a favor de las huelgas. En Denver y Los Ángeles, las huelgas se
complementaron con protestas y manifestaciones de miles de estudiantes. De
hecho, los jóvenes están cada vez más politizados e identificados como
socialistas.
Para
Trump y su clan, la educación pública, como todos los derechos sociales, es socialismo. Esta
oligarquía ve cualquier incursión en su capacidad de obtener beneficios
económicos, como intolerable. Odia a los educadores porque están obstaculizando
las recompensas financieras previstas en el saqueo del mercado educativo de 4
billones de dólares. La secretaria de educación Betsy DeVos habla firmemente
por esta política cuando exige una “elección”, es decir, la destrucción de lo
que ella considera como “educación obligatoria”.
Los
maestros lanzaron una furiosa encendida tormenta ante los comentarios de Trump.
Uno comentó el informe del Washington
Post: “El” socialismo “me suena bastante bien, especialmente si se
trata de atención médica y seguridad de jubilación para todos”. Gina Canevi
escribió un blog en la Semana
de la Educación enfatizando que los maestros no serán
intimidados. “Creo en la atención de salud para todos y salarios más altos para
vivir. También creo que la educación pública es un bien social, no un ejercicio
impulsado por el mercado. Entonces, si eso me convierte en socialista, que así
sea.”
En contraste, el presidente
de la Federación Americana de Maestros, Randi Weingarten, no ha hecho ningún
comentario sobre la perorata de Trump sobre los “maestros perdedores” que
predican el socialismo. Lejos de defender a los maestros contra el
hostigamiento rojo, Weingarten (salario anual de $543,000 dólares) es un
rabioso anticomunista y sin duda estaría de acuerdo en que los maestros
“socialistas” no deben estar en el aula de clases.
La adopción del anticomunismo
por parte del sindicato y su corolario, la supresión de la lucha de clases, tiene
una larga y fea historia. Weingarten fue el protegido del ex presidente de la
AFT, Albert Shanker, un adversario particularmente cruel del socialismo que
apoyó la guerra de Vietnam, se asoció con la campaña de la CIA para subvertir a
los sindicatos latinoamericanos y ayudó en la guerra ilegal de Estados Unidos
en Nicaragua. Un partidario ferviente de la reaccionaria campaña contra Rusia,
Weingarten también celebró una reunión secreta con el ex estratega de Trump y
fascista abierto Stephen Bannon en 2017 para discutir proyectos de inversión
mutua.
Además, el “asiento en la
mesa” de la AFT y el acceso al pago de cuotas sancionado por el gobierno, se
consolidaron mediante la purga de los maestros socialistas. En 1941, retiró los
fueros sindicales de tres locales de Nueva York y Filadelfia citando a sus
líderes socialistas y comunistas, expulsando a un tercio de sus miembros,
aproximadamente 8,000 maestros. Cuando el estado de Nueva York promulgó la Ley
Feinberg y convocó a cientos de maestros de escuelas públicas a audiencias—al
estilo de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en los casos de
actividades “antiamericanas”—entre 1949 y 1958, la AFT se mantuvo al margen,
permitiendo que los educadores fueran expulsados de la profesión. Junto a esta
censura política en nombre del gobierno, la AFT impidió las huelgas, incitando
al largo legado de salarios de pobreza para los maestros.
En línea con los intereses de
clase de un liderazgo sindical que se lleva a casa cinco o incluso diez veces
el ingreso de un maestro ordinario, la AFT está minimizando el significado del
giro de los Estados Unidos a las políticas autoritarias y dictatoriales. En la
ocasión de la declaración de Trump del estado de emergencia nacional, la AFT
emitió una declaración que la describió como una falsa emergencia y pidió al
Congreso que “responsabilice a Trump”. Sugiere que se trata de simplemente un
truco electoral y que Trump está “haciendo pucheros”.
Friedrich Engels, el
cofundador con Karl Marx del socialismo científico, dijo una vez: “La sociedad
burguesa se encuentra en una encrucijada, ya sea en la transición al socialismo
o en la regresión a la barbarie”.
Estas palabras nunca han sido
más verdaderas que hoy. Mientras Estados Unidos se tambalea sobre la dictadura,
la administración de Trump refleja no una aberración, sino un peligro de guerra
mundial y fascismo. Este fenómeno no expresa la fuerza del capitalismo, sino su
callejón sin salida y su crisis intratable.
Emergente en la escena de la
historia está la poderosa clase obrera internacional. La lógica objetiva de la
lucha de clases es llevar a esa clase trabajadora a una confrontación directa
con el sistema de ganancias capitalista. Las amenazas fascistas de la
administración de Trump son una advertencia urgente. La defensa de todos los
derechos básicos, incluida la educación pública, requiere el fin de las guerras
imperialistas, la desigualdad social y el sistema de ganancias cada vez más
rapaz. Maestros, den el siguiente paso y únanse al Partido Socialista por la
Igualdad.