Uno de los residuos persistentes de las luchas por la independencia en Latinoamérica ha sido la cuestión de la integración continental. Esto emerge regularmente, más recientemente durante la Marea Rosa. Entonces la pregunta por la integración apareció como parte de la lucha de clases regional: ¿los términos de la integración deberían beneficiar solamente a la oligarquía y a las compañías multinacionales, o la integración era un medio hacia un desarrollo socialista? La semana pasada, en Río, como parte de una serie coorganizada por el Instituto Tricontinental de Investigación Social, Monica Bruckmann y Beatriz Bisso de la Universidad Federal de Río de Janeiro se unieron a Mariana Vazquez de la Universidad de Buenos Aires y a Olivia Carolina de Tricontinental frente a una sala llena de académicxs, estudiantes y militantes para discutir estos temas. La idea de la integración es apremiante, pero no sin una evaluación clara de su carácter de clase. La globalización es una forma de integración capitalista, la integración de países en un programa para beneficiar a la clase trabajadora y el campesinado es una cosa totalmente distinta. ¿Cómo lograrlo cuando la correlación de fuerzas es adversa? Esa es la pregunta sobre la mesa. Estas presentaciones se plasmarán en un libro nuestro.
Han pasado diez años desde que el venezolano Hugo Chávez se dirigiera a la conferencia sobre clima en Copenhagen. Chávez evocó el regionalismo de Latinoamérica, especialmente a ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). Sus comentarios más agudos fueron cuando apuntó su dedo a los individuos y las naciones ricas del mundo cuya actitud “denota una alta insensibilidad y falta de solidaridad con los más pobres, con los hambrientos, con los más vulnerables a las enfermedades, a los desastres naturales”. Los más ricos, dijo Chávez, deberían hacer dos cosas relacionadas: primero “establecer compromisos vinculantes, claros y concretos en la disminución sustancial de sus emisiones”; y segundo, “asumir obligaciones de asistencia financiera y tecnológica a los países pobres, para hacer frente a los peligros destructivos del cambio climático”. Simple.
Chávez vio esas raíces buscándose entre sí. Pero esta no es una perspectiva compartida por el G7 o la OCDE. Ellos ven los frutos, que quieren arrancar y comer. Esa es su actitud. Es la actitud del bandido, no del ser humano.
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