Introducción a la edición
en turco de ‘En defensa de León Trotsky’
Por David North
Hay una cierta
justicia histórica en funcionamiento, por más que sea tardía, en la publicación
de una edición en idioma turco de En defensa de León Trotsky. Hace
apenas poco más de noventa años, en febrero de 1929, Trotsky, acompañado por su
esposa Natalia Sedova, llegaba a Turquía como exiliado político desde la Unión
Soviética. Ya había pasado un año en un exilio interno en Alma Ata, en
Kazajistán, adonde lo habían enviado tras su expulsión del Partido Comunista
soviético el 14 de noviembre de 1927. Pero a pesar de lo apartado de Alma Ata,
Trotsky fue capaz de dar dirección política a la Oposición de Izquierda, que
había estado dirigiendo desde 1923. Sus críticas fulminantes de las políticas
doméstica e internacional de la burocracia estalinista siguieron circulando por
la Unión Soviética.
Incapaz
de responder a Trotsky con argumentos de principios, Stalin estaba decidido a
silenciarlo. El Politburó envió a un representante de la GPU, la policía
secreta soviética, a exigir que Trotsky terminara su actividad opositora y que
cortara el contacto con sus simpatizantes. Si se negaba a aceptar este
ultimátum, la GPU le advirtió a Trotsky de que estaría “obligada a alterar las
condiciones de la existencia de usted hasta el punto de aislarle completamente
de la vida política. Respecto a esto, surgirá la cuestión de cambiarle el lugar
de residencia”. [1] En una carta al Comité Central del Partido Comunista,
fechada el 16 de diciembre de 1928, Trotsky respondió de manera desafiante al
ultimátum:
Pedirme
que renuncie a mi actividad política es pedirme que renuncie a la lucha por los
intereses del proletariado internacional, una lucha que he estado llevando
adelante sin interrupción desde hace treinta y dos años, es decir, a lo largo
de toda mi vida consciente. El intento de representar esta actividad como
“contrarrevolucionaria” viene de aquellos a quienes acuso ante el proletariado
internacional de pisotear las enseñanzas básicas de Marx y Lenin, de
transgredir los intereses históricos de la revolución mundial, de romper con
las tradiciones y la herencia de Octubre, y de preparar inconscientemente —pero
por lo tanto de la manera más peligrosa— el camino para el Termidor.
Renunciar
a la actividad política significaría abandonar la lucha contra la ceguera del
liderazgo actual, que amontona encima de las dificultades objetivas de la
construcción socialista dificultades políticas cada vez mayores que surgen de
su incapacidad oportunista de llevar adelante una política proletaria a una
gran escala histórica.
Significaría
renunciar a la lucha contra el sofocante régimen de partido, que refleja la
presión creciente de las clases enemigas sobre la vanguardia del proletariado.
Significaría
consentir pasivamente la política económica del oportunismo, una política que
está socavando y destruyendo los cimientos de la dictadura proletaria,
obstaculizando el crecimiento material y cultural de esta dictadura, y al mismo
tiempo asestando duros golpes a la alianza de obreros y campesinos
trabajadores, la base del poder soviético. [2]
Trotsky contrastaba la estatura y el papel de la burocracia
gobernante con los de la Oposición de Izquierda:
La
debilidad incurable de la reacción encabezada por el aparato del partido, a
pesar de todo su poder aparente, reposa en el hecho de que no sabe lo que está
haciendo. Está ejecutando la orden de las clases enemigas. No puede haber
maldición histórica mayor en una facción que surgió de la revolución y ahora la
está socavando.
La
gran fuerza histórica de la Oposición, a pesar de su debilidad aparente, está en
el hecho de que mantiene sus dedos en el pulso de los procesos históricos
mundiales, que claramente percibe la dinámica de las fuerzas de clase, que
prevé el futuro y se prepara conscientemente para él. Renunciar a la actividad
política sería renunciar a los preparativos para el mañana. [3]
Las condiciones políticas que existían entonces en la Unión
Soviética no habían alcanzado el punto en el que Stalin pudiera matar a
Trotsky. Hacían falta varios años más de degeneración política y de recurso
constante a la represión por parte del régimen burocrático antes de que Stalin
pudiera montarse los Juicios de Moscú y llevar a cabo la aniquilación física de
la oposición trotskista y de cientos de miles de revolucionarios marxistas. En
1929, Stalin tenía que limitar su venganza política a la expulsión física de
Trotsky de la Unión Soviética. Calculó que Trotsky, una vez deportado de la
Unión Soviética y aislado de su red de simpatizantes, quedaría efectivamente
silenciado. Al derivar su propio poder de los recursos del partido y la
burocracia estatal, Stalin subestimó la capacidad de Trotsky de ejercer
influencia política, incluso bajo condiciones de aislamiento extremo, a través
del poder de sus ideas.
La decisión formal de deportar a Trotsky
fue tomada por la GPU, el 18 de enero de 1929. Dos días después, cuando se le
pidió que firmara un documento que confirmaba que se le había informado de la
deportación, Trotsky escribió: “La decisión de la GPU, criminal en sustancia e
ilegal en la forma, me ha sido comunicada el 20 de enero de 1929”. Empezaba una
larga travesía en tren desde Asia Central hasta la ciudad portuaria de Odessa.
Entonces lo pusieron a él y a Sedova en el barco de vapor Ilyich para el viaje
hacia el Bósforo. El 12 de febrero, Trotsky y Natalia llegaron a Turquía. Antes
de desembarcar, Trotsky le dio al policía que había abordado la nave el
siguiente mensaje para que se lo transmitiera al presidente Kemal Ataturk:
Estimado
señor: A las puertas de Constantinopla, tengo el honor de informarle de que no
he llegado por mi voluntad a la frontera turca, y que cruzo esta frontera solo
sometiéndome a la fuerza. Tenga usted a bien, Sr. presidente, aceptar mis
mejores sentimientos. L. Trotsky. [4]
De esta manera, empezaba el período final del exilio de Trotsky,
que habría de durar once años y medio hasta su asesinato en México, en agosto
de 1940.
Tras su llegada a Turquía, habrían de pasar dos meses hasta que
Trotsky y Natalia fueran transferidos a la isla de Prinkipo. Excepto por un
período de aproximadamente nueve meses, entre marzo de 1931 y enero de 1932,
cuando se los destinó temporalmente a la pequeña ciudad costera de Kadiköy,
vivieron en la isla. Los cuatro años y medio que pasaron en Turquía, desde su
llegada en febrero de 1929 hasta su partida hacia Francia en julio de 1933,
tienen que considerarse entre los más significativos de la vida de Trotsky.
En renglones que escribió justo antes de
que finalizara su exilio en Turquía, Trotsky describió Prinkipo como “una isla
de paz y olvido”. [5] Pero el revolucionario exiliado tuvo poca paz, y no
estaba inclinado a olvidar las lecciones que había aprendido a lo largo de los
acontecimientos tumultuosos en los que había desempeñado un papel tan
brillante. Durante sus años en Prinkipo, a los que se refería con cariño como
“un buen lugar para trabajar con una pluma”, [6] Trotsky escribió dos obras
maestras literarias —como se las puede llamar con justicia, tanto desde el
punto de vista del contenido como del de la forma: su autobiografía, Mi vida, y los tres
volúmenes de la Historia
de la Revolución rusa.
Pero estas grandes obras no abarcan el alcance de los escritos de
Trotsky. A pesar de la lejanía de su exilio isleño, hacia donde los periódicos
y el correo viajaban a una velocidad glacial, Trotsky logró seguir y responder
a los acontecimientos del mundo con extraordinaria agudeza. La calidad de sus
comentarios no deja dudas de que la percepción de Trotsky de la geopolítica
internacional no tenía parangón entre ninguno de sus contemporáneos. Siguió
siendo el más grande estratega de la revolución socialista mundial.
Los años entre 1929 y 1933 estuvieron entre los más relevantes del
siglo veinte. Durante estos cuatro años el sistema capitalista fue pillado
desprevenido por una catástrofe económica. El desplome de Wall Street en
octubre de 1929 puso en movimiento una crisis global que cuestionó la
supervivencia del sistema capitalista. El colapso de la producción industrial y
el aumento masivo del desempleo por toda Norteamérica y Europa llevó a una
radicalización política de la clase trabajadora. Confrontada con la creciente
amenaza de la revolución socialista, poderosas secciones de las élites
capitalistas miraron al fascismo buscando la salvación política. Está entre las
mayores tragedias de la historia el que precisamente en el momento en el que el
sistema capitalista mundial se confrontaba con una descomposición sistémica
masiva, el potencial revolucionario de la clase trabajadora estuvo fatalmente
socavado por la traición, desorientación y pura incompetencia de sus
organizaciones de masas.
El epicentro político de la crisis del
capitalismo mundial se localizó en Alemania, a 2.000 kilómetros de Prinkipo. El
impacto brutal de la depresión mundial transformó al partido nazi de Hitler en
una organización de masas. A pesar del peligro planteado por el rápido
crecimiento del fascismo, la clase trabajadora alemana fue paralizada por las
políticas del partido Socialdemócrata y el Comunista. El Partido
Socialdemócrata (SPD) se quedó desesperanzadamente atado al desacreditado
régimen de Weimar, y descartaba cualquier lucha políticamente independiente por
parte de la clase trabajadora contra la amenaza nazi. El desafío que el Partido
Comunista Alemán (KPD) tenía ante sí, como insistió Trotsky, era luchar por la
movilización social y política más amplia de la clase trabajadora contra Hitler
exigiendo un frente único con el SPD. En cambio, el KPD, aplicando las
directivas de la Tercera Internacional (el Comintern) estalinizada, categóricamente
rechazó todas las propuestas de frente único contra el fascismo. [7] El KPD
tildó de “socialfascista” al SPD, afirmando así que no había diferencias
fundamentales entre el partido nazi y la socialdemocracia.
La casa de Trotsky, la mansión Yanaros en la isla de Büyükada en Turquía, como se la ve hoy. |
El
análisis de Trotsky de la dinámica contrarrevolucionaria del fascismo y su
crítica de la trayectoria desastrosa del ultraizquierdismo del “tercer período”
estalinista dan fe de su visión política extraordinaria. “Trotsky mantuvo
durante el ascenso de Hitler al poder”, escribió el finado historiador
británico E. H. Carr, “comentarios tan persistentes y, en su mayor parte, tan
proféticos sobre el rumbo de los acontecimientos en Alemania que merecen ser
consignados”. [8] Ya el 26 de septiembre de 1930, casi dos años y medio antes
de que Hitler fuera elevado al poder por una camarilla de conspiradores
políticos burgueses, Trotsky advertía: “ El fascismo en Alemania se ha vuelto un peligro real,
como una expresión aguda de la posición inútil del régimen burgués, y la
impotencia acumulada del Partido Comunista por abolirlo. Quien lo niegue o es
ciego o es un fanfarrón”. [9]
Un año después, Trotsky completó un ensayo, fechado el 26 de
noviembre de 1931, con el título: “Alemania, la clave de la situación
internacional”.
Las
contradicciones económicas y políticas han alcanzado aquí una gravedad sin
precedentes. La solución se acerca. Ha llegado el momento en el que hay que
transformar la situación prerrevolucionaria en revolucionaria o
—contrarrevolucionaria. De la dirección en la que se desarrolle la solución a
la crisis alemana dependerá no solo el destino de la propia Alemania (y ello de
por sí es gran cosa), sino también el destino de Europa, el destino de todo el
mundo, durante muchos años por venir”. [10]
Trotsky previó con precisión pavorosa las consecuencias de una
victoria de los nazis:
La
llegada al poder de los nacionalsocialistas significaría antes que nada el
exterminio de lo mejor del proletariado alemán, la destrucción de sus
organizaciones, la erradicación de su confianza en sí mismo y en su futuro.
Considerando la madurez y agudeza mucho mayores de las contradicciones sociales
en Alemania, el trabajo infernal del fascismo italiano probablemente parecería
un tenue y casi humano experimento en comparación con el trabajo de los
nacionalsocialistas alemanes. [11]
Leer estas palabras hoy, sabiendo que habrían de ser confirmadas
tan plena y trágicamente por los acontecimientos casi en cada detalle, es una
experiencia dolorosa. ¡Uno no puede evitar reflexionar acerca de cuántas
decenas de millones de vidas se habrían salvado, cuándo sufrimiento humano se
habría evitado, y qué diferente hubiera sido el rumbo futuro de la historia del
siglo veinte si se hubiera hecho caso a las advertencias de Trotsky!
Quedan hasta el día de hoy innumerables académicos
pequeñoburgueses, que se hacen pasar por historiadores, que afirman que el
conflicto entre Stalin y Trotsky fue meramente una lucha por el poder
individual; y que la victoria de Trotsky y la Oposición de Izquierda sobre la
facción estalinista no hubiera tenido un impacto significativo en el desarrollo
de la Unión Soviética, la política mundial ni el destino del socialismo. Pero
tales afirmaciones son refutadas claramente por las consecuencias de las
políticas estalinistas, a las que se opuso Trotsky, que allanaron el camino a
la victoria del nazismo en 1933. Aunque se hicieran a un lado y se ignoraran
todos los otros asuntos políticos —lo que, desde luego, no se puede hacer— la
catástrofe alemana revela las implicaciones históricas mundiales de la lucha
librada por Trotsky contra el estalinismo.
La victoria nazi en enero de 1933 marcó
un punto de inflexión crítico en la historia del movimiento trotskista. Desde
la fundación de la Oposición de Izquierda, el objetivo político de Trotsky
había sido realizar la reforma del Partido Comunista Ruso y la Internacional
Comunista (el Comintern ).
Esta fue la estrategia principista que guio a la Oposición de Izquierda
Internacional tras la deportación de Trotsky de la Unión Soviética y los
primeros cuatro años de su exilio en Prinkipo. Pero la derrota en Alemania
exigía una reconsideración de la política de la Oposición de Izquierda
Internacional de reformar la Internacional Comunista y sus secciones
nacionales.
En los meses que siguieron a la victoria
de Hitler, Trotsky esperó para ver si surgía alguna crítica a las políticas
seguidas por Stalin desde alguno de los partidos del Comintern. El 7 de abril de
1933 la Internacional Comunista apoyó sin ambages las políticas del KPD, que, declaró,
“eran completamente correctas hasta el golpe de Estado de Hitler y durante
este”. [12] Trotsky concluyó que hacía falta un nuevo rumbo. En la última
declaración política importante que escribió antes de irse de Prinkipo, fechada
el 15 de julio de 1933, Trotsky demandaba la ruptura con el Comintern y la
construcción de una nueva Internacional. Dos días después, habiendo obtenido
por fin el visado para entrar a Francia, Trotsky y Natalia abordaron un barco
con destino a Marsella. “Para bien o para mal”, apuntó Trotsky en su diario,
“el capítulo llamado ‘Prinkipo’ se ha terminado”. [13]
* * * *
Los ensayos que se incluyen en este libro se escribieron entre 2001
y 2012. Se dividen en cuatro partes. La primera parte consiste en dos
conferencias que repasan el papel extraordinario de Trotsky en la historia del
siglo veinte y la relevancia cabal de las luchas de su vida y sus ideas.
Las últimas tres partes consisten en réplicas a tres biografías de
historiadores ingleses, publicadas entre 2003 y 2009, a quienes se les dio por
desacreditar a Trotsky. Los métodos que emplean estos académicos consisten en
distorsiones, falsificaciones, y medias verdades cínicamente construidas. Como
los profesores [Geoffrey] Swain, [Ian] Thatcher y [Robert] Service nunca intentaron
responder a mi exposición de su charlatanería intelectual, no hay nuevos
argumentos que necesiten ser examinados y refutados.
Casi una década ha pasado desde la publicación de la primera
edición en idioma inglés de este libro. La segunda edición, sobre la que se
basa esta traducción, se publicó en 2013. Nos estamos acercando ahora al final
de la segunda década del siglo veintiuno, cuyos hombros ya están pendiendo bajo
el peso de crisis globales intratables. Los mismos padecimientos que aquejaron
al capitalismo en el siglo pasado —desigualdad social, militarismo, y la
descomposición de la democracia— son los rasgos dominantes del mundo
contemporáneo. En Alemania, el fascismo está efectuando su regreso. Y ochenta
años después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, conflictos
imperialistas y entre Estados están llevando inexorablemente a otra
conflagración global.
Las palabras con las cuales Trotsky definió el gran desafío de la
historia moderna resuenan como si las hubiera escrito hoy:
Todo
lo que se dice respecto a que las condiciones históricas no han “madurado” aún
para el socialismo es el producto de la ignorancia o del engaño consciente. Los
prerrequisitos objetivos para la revolución proletaria no solo han “madurado”;
han empezado a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista en el próximo
período histórico, una catástrofe amenaza toda la cultura de la humanidad. [14]
Cuando se estaban escribiendo los ensayos
de este libro, yo estaba convencido de que los acontecimientos objetivos
llevarían inevitablemente a un resurgir en el interés por la vida y las ideas
de Trotsky. Este proceso imparable encuentra una expresión particularmente
gratificante en el hecho de que este volumen haya sido traducido al idioma
turco por los camaradas de Sosyalist
Eşitlik, quienes están trabajando en solidaridad política con el
Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Gracias a sus esfuerzos, En defensa de León Trotsky ahora
estará disponible en el país que dio cobijo al gran revolucionario marxista.
Notas:
[1] León Trotsky, My Life (New York: Charles Scribner’s
Sons, 1931), págs. 558–59
[2] León Trotsky, The Challenge of the Left Opposition (1928-29) (New
York: Pathfinder, 1981), págs. 458–59
[3] Ibid.,
pág. 461
[4] My
Life, págs. 565–66
[5] “Farewell to Prinkipo”, en Writings of Leon Trotsky 1932-33 (New
York: Pathfinder, 1972), pág. 361
[6] Ibid.
[7] Un “frente único” es un acuerdo político de principios entre
partidos y organizaciones obreros de masas para colaborar en una lucha contra
el fascismo y otras fuerzas contrarrevolucionarias. No confundir con un “frente
popular”, que es una subordinación sin principios de partidos y organizaciones
obreros a partidos de la clase capitalista, en nombre de defender la democracia
burguesa. Trotsky se opuso vehementemente a tales alianzas, que implican la
renuncia a la revolución socialista.
[8] The
Twilight of the Comintern 1930-1935 (New York: Pantheon Books,
1982), pág. 433
[9] “The Turn in the Communist International”,
in The Struggle Against
Fascism in Germany (New York: Pathfinder, 1971), pág. 78
[10] The
Struggle Against Fascism in Germany, pág. 156
[11] Ibid,
pág. 160
[12] The
Struggle Against Fascism in Germany, pág. 487
[13] Writings
of Leon Trotsky (1932–33), pág. 368
[14] The
Transitional Program for Socialist Revolution [https://www.marxists.org/archive/trotsky/1938/tp/tp-text.htm#op]