Por Daniel Gaio*
Las innovaciones tecnológicas son
presentadas inicialmente como procesos que mejoran las condiciones de vida,
reducen el tiempo de trabajo y optimizan el desarrollo. Las transformaciones
que se han producido desde la revolución industrial en sus diversas etapas han
traído consigo, además de avances, cambios radicales en la estructuración del
trabajo y en sus formas de organización. Al mismo tiempo que ciertos puestos de
trabajo dejaron de existir, se desarrollaron muchos otros y se produjo un salto
en las condiciones de vida de una parte importante de la población.
Hoy estamos viviendo una nueva transformación en el modelo
productivo y económico que plantea nuevos retos para las formas del trabajo.
Presentado de diversas maneras, como la 4ª revolución industrial o la industria
4.0, el modelo caracterizado por el acelerado proceso de automatización y
digitalización de la economía, la robótica avanzada y el uso intensivo de la
biotecnología y la nanotecnología aporta, a diferencia de las otras
"revoluciones" productivas, un nuevo aspecto que es la velocidad con
la que se desarrolla y que, frente a la falta de una regulación que siga a su
ritmo, también aumenta la desigualdad en niveles nunca antes vistos. Las
tecnologías, por sí mismas, no son el problema, sino la lógica que impulsa su
introducción.
El PIB mundial se ha triplicado en los últimos 40 años, pero no ha
traído beneficios para la población en su conjunto. Datos de la OIT1 muestran
que en 2018, 172 millones de personas en todo el mundo estaban desempleadas,
pero que, a pesar de la disminución en comparación con el año anterior, las
condiciones de trabajo no han mejorado.
La misma investigación señala que más de 3.300 millones de personas
empleadas no tenían niveles adecuados de seguridad económica, bienestar
material u oportunidades de progreso, advirtiendo que los empleos creados por
la digitalización son cada vez más precarios, temporales y con escasas
posibilidades de negociar derechos.
En cuanto a la desigualdad, Oxfam2 señala
que el 1% de la población mundial concentra el 99% de su riqueza. Desigualdad
que es condicionada por factores como: región, sexo, edad y raza. Mientras los
trabajadores europeos se adaptan, no sin pérdidas, a este nuevo proceso del
mercado laboral, los países del Sur Global se enfrentan a la falta de acceso a
las tecnologías e Internet, lo que genera una distancia abismal en cuanto al
tipo de beneficios y capacidades para participar en esta nueva economía.
La división del trabajo internacional es
aún más desigual
Una cuestión determinante en el proceso de acumulación de capital y
directamente ligada a esta nueva distribución son las cadenas globales de
producción, donde existe una clara división entre países que concentran
tecnología de punta, desarrollo de productos con alto valor agregado y
concentración de "propiedad intelectual" y otros países relegados a
una producción con bajo valor agregado, baja capacidad de innovación
tecnológica, que se resignan apenas a reproducir o ensamblar productos y
equipos.
Este modelo se caracteriza por una producción fragmentada en varios
países, llevada a cabo por una empresa matriz, generalmente transnacional, con
sede en el Norte Global, que se encuentra lejos de donde se producen y/o
comercializan los productos. La publicación Cadenas Globales de Producción y
Acción Sindical, de la Confederación de Trabajadores de las Américas (CSA)
muestra que el 20,6% del trabajo global forma parte de las largas cadenas
productivas3,
donde la mayor parte de la fuerza laboral no es reconocida por las empresas
matrices, ignorando los derechos de millones de trabajadores en todo el mundo.
Dentro de este mapa de la división de la producción internacional,
¿cuáles son los empleos y sus características para los países latinoamericanos?
El 95% de la fuerza laboral de 25 multinacionales que operan en América Latina
(El Salvador, Panamá, Costa Rica, Brasil, Argentina) está compuesto por
trabajadores ocultos. Hay 17 trabajadores ocultos en estas cadenas por cada
trabajo directo. 4
De hecho, nuestra región en particular continúa profundizando su
especialización como proveedora de materias primas de origen mineral o
agrícola, ubicadas en las primeras fases de las cadenas, mientras que pierde
peso en las etapas de mayor elaboración, ubicadas en las fases superiores.
Al estructurar grandes cadenas de producción, las empresas
transnacionales pueden trasladar las cargas sociales, ambientales y laborales y
las amenazas para la institución a los últimos eslabones de la cadena, a
empresas locales ubicadas en los países del Sur, mientras que los principales
beneficios se concentran en las manos de las empresas matrices, generalmente en
el Norte, pero también en países como Brasil y México que son sedes de estas
empresas matrices.
La precarización de los derechos como
tendencia
Un estudio5 de
la OIT muestra que entre 2008 y 2014, 110 países se sometieron a reformas
legales para debilitar la legislación laboral, aumentando las horas de trabajo,
fomentando los contratos temporales, el despido colectivo e interfiriendo en la
negociación colectiva y las formas de contratación.
Las reformas en curso en Brasil desde 2016 están fuera del período
de investigación de la OIT, pero forman parte del mismo patrón de recorte de los
derechos adquiridos históricamente, favoreciendo así a una mayor inseguridad
laboral, la tercerización y los ataques a las organizaciones sindicales.
Los cambios cada vez más rápidos de los modos de producción y el
aumento del nivel de desempleo señalan un futuro poco promisorio para la clase
obrera, si no se reformulan estas normas y si la legislación no se adapta a las
nuevas características para garantizar la preservación de los derechos y la
protección de los trabajadores.
Brasil en este contexto
En este marco, la realidad brasileña se agrava tras los reveses que
se vienen dando desde 2016, con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff
y con los gobiernos de Temer y Bolsonaro, caracterizados por el
desmantelamiento de las políticas sociales y laborales, así como por una
inversión cada vez menor en tecnologías y la priorización de las economías
primarias, lo que plantea una perspectiva bastante desafiante para el futuro
del trabajo en el país.
Dentro de la economía mundial, Brasil profundiza su rol como uno de
los principales exportadores de productos básicos minerales y agrícolas, que
tienden a caracterizarse cada vez más por un alto grado de automatización y
robotización, con poca generación de empleo y un gasto cada vez mayor en
energía y recursos naturales.
Esta realidad transfiere no sólo más empleos precarios a estas
regiones, sino también modelos económicos basados en la primarización y
exportación de bajo valor agregado y, frecuentemente, con altos costos
ambientales y sociales.
Frente a una política de Estado que no prioriza las inversiones en
investigación y tecnología y la diversificación de la economía, los
trabajadores son vulnerables ante una dinámica de mercado cada vez más cruel y
agresiva. En tiempos de disputa mundial por el control de las ganancias
obtenidas de la alta especialización de la economía, el proyecto del gobierno
que hoy ejerce el poder en Brasil, vinculado al ultraliberalismo internacional,
renuncia subordinadamente a las posibilidades de obtener beneficios de las
nuevas tecnologías para el desarrollo del país.
El papel del Estado y la democracia
Los Estados fuertes y democráticos son fundamentales ante una
dinámica económica cada vez más rápida que exacerba las desigualdades. Por otra
parte, es necesario incorporar al actual proceso de transformación las
políticas sociales y económicas que garanticen derechos más justos y
posibilidades de competitividad, como formas de compensación ante los rápidos
cambios en el mundo del trabajo. El tema de las tecnologías y su papel en la economía
no es una cuestión de determinismo tecnológico, sino de su control y aplicación
en beneficio de la mayoría de la población. El Sur Global en general tiene poca
participación en este debate, acaparado por las economías desarrolladas y
especialmente por las grandes empresas transnacionales.
Al no tener el protagonismo en esta disputa, nuestras economías y
países refuerzan el papel que se les otorga en la distribución internacional
del capital como fuentes de materias primas, proveedoras de energía y mano de
obra barata.
Dada la tendencia al desmantelamiento acelerado de las capacidades
regulatorias y de control por parte de las instituciones estatales en Brasil,
la población trabajadora se encuentra sin mecanismos de protección y defensa.
El sector privado brasileño, el mayor beneficiario del golpe judicial,
legislativo y mediático, ha recibido diversos tipos de beneficios desde 2016
(impuestos, condonación de deudas con el Estado, facilitación e incentivos en
la privatización de empresas públicas, entre otros), además de ser el principal
promotor de las contrarreformas laborales implementadas por los gobiernos de
Temer y Bolsonaro.
En este contexto, también existe una creciente tendencia a
desconocer los mecanismos de intermediación social construidos desde la
redemocratización, así como la criminalización de las diversas formas de
organización social en el campo y en la ciudad.
Transición justa como estrategia sindical
frente a los cambios en el mundo del trabajo
Frente a un contexto de ataques, pero entendiendo la urgencia de
actuar para hacerles frente, en la actualidad, la bandera sindical de una
transición justa puede entenderse como una forma posible y necesaria de
responder a un panorama inicialmente devastador para el empleo.
En una perspectiva de cambio del sistema de producción y de las
formas de empleo, un debate que presenta ciertas similitudes con relación a los
impactos sobre la clase obrera es el del cambio climático y las
transformaciones hacia una economía baja en carbono.
Tanto la industria 4.0 como la economía baja en carbono traen
consigo cambios fundamentales que implican un alto uso de tecnologías con la
sustitución de modelos que afectan a un gran número de trabajadores, lo que
plantea retos en cuanto a las respuestas necesarias y urgentes para los
trabajadores implicados.
Para una transición justa, abogamos por una política que involucre
a los Estados, empresas, trabajadores y comunidades afectadas, donde se
garantice que la clase obrera no cargue con la responsabilidad de las
transformaciones necesarias o implementadas para una nueva economía, ni de las
deudas sociales de las empresas, que no están dispuestas a hacer una transición
socialmente justa.
Esta política debe implicar la capacitación de los trabajadores
para las nuevas tecnologías y la recalificación e inserción de los trabajadores
de los sectores que serán transformados o dejarán de existir, asegurando la
participación de los sindicatos y las comunidades en la formulación de las
políticas desarrolladas, incluyendo perspectivas como de género, raza y
generacional. Implica también conseguir la generación de nuevos y mejores
empleos sobre la base del trabajo decente y el respeto a la organización
sindical.
Si no se observan esta realidad y esta necesidad, veremos que las
nuevas tecnologías ensancharán aún más la brecha entre la precariedad y la
miseria sistémica de la clase obrera y las condiciones mínimas para el
desarrollo sostenible y la dignidad humana. Si conseguimos tener un control
social en la implantación de estas nuevas tecnologías, seremos capaces de crear
un trabajo de calidad, con una reducción de la jornada laboral y una mejora de
los parámetros de seguridad y salud en el trabajo.
*Daniel Gaio es
sociólogo, master en Políticas Públicas de Educación por la Universidad de
Brasilia. Funcionario de la Caixa Econômica Federal, dirigente de la
Confederación de Trabajadores Financieros (Contraf-CUT) y Secretario Nacional
de Medio Ambiente de la Central Única de los Trabajadores (CUT).
1 OIT,
2019. Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2019.
Disponible en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/---publ/documents/publication/wcms_713013.pdf
2 Oxfam
Internacional, 2016. Uma Economia para o 1%. Disponible en: https://www.oxfam.org.br/sites/default/files/arquivos/uma_economia_para_o_um_por_cento_-_janeiro_2016_-_relatorio_completo.pdf
3 Confederación
Sindical de Trabajadores/as de las Américas, 2018. Cadenas globales de
producción y acción sindical. Cartilla didáctica. Disponible en: http://csa-csi.org/Include/ElectosFileStreaming.asp?FileId=4785
4 Confederación
Sindical Internacional, 2017. Escándalo Exportando codicia a través del Canal
de Panamá. Disponible en: https://www.ituc-csi.org/IMG/pdf/frontlines_scandal_2017_es.pdf.
5 ILO,
2015. Labour market reforms since the crisis: drivers and consequences / Dragos
Adascalitei, Clemente Pignatti Morano; International Labour Office, Research
Department. Geneva: (Research Department working paper; No. 5. Disponible en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---inst/documents/publication/wcms_414588.pdf