Manuel Sutherland / Economista Marxista
Por Jorge Angeloni
(Brecha)
La
crisis institucional que sacude Venezuela delata las penurias que vive gran
parte de la población del país, acosada por la pobreza, con un aparato
productivo en ruinas y una inflación desenfrenada. El economista marxista
Manuel Sutherland, que dirige el Centro de Investigación y Formación Obrera de
Caracas, lleva años analizando el proceso que ha desembocado en esta situación
y es autor de numerosos estudios sobre la economía venezolana. Su visión de
clase rompe todos los esquemas del debate dominante sobre
Venezuela. Máster en ingeniería industrial y planificación del desarrollo,
en febrero de 2016, Sutherland daba cuenta de que, “luego de recibir infantiles
ataques difamatorios que sabotearon nuestra organización y sufrir el hackeo de
los correos y nuestras redes sociales, he recibido la noticia de la ilegal
cesantía de mi puesto como profesor de economía en la Universidad Bolivariana
de Venezuela, como reprimenda a mis escritos críticos y por negarme a apoyar
medidas absurdas”. Hoy compatibiliza sus actividades profesionales con la
militancia política.
¿Qué probabilidades de
éxito tendría un nuevo diálogo entre el Gobierno y la oposición, luego de
varios fracasos?
El gobierno siempre quiere dialogar para ganar
tiempo, para enfriar las calles. Un diálogo ratificaría a Maduro como
presidente, pero Voluntad Popular (el partido de Guaidó) es la extrema derecha
y no tiene nada que hacer en un diálogo.
Las expectativas de
Guaidó no parecen muy compatibles con lo que Maduro está dispuesto a tratar en
un eventual diálogo.
Exacto. Lo más probable es que Guaidó vaya por la vía
de la confrontación, en este momento no le interesa el diálogo. El gobierno
tampoco quiere grandes cambios, quiere mantener el Consejo Nacional Electoral,
para no perder el poder, no quiere alternancia.
¿Cuáles son las posibilidades entonces de concretar un
diálogo que permita vislumbrar una salida?
Creo que podría haber diálogo con otra parte de la
oposición, una parte que no esté metida en el golpe contra Maduro, pero por las
vías legales y al margen de los planes de Estados Unidos. Quizás por ese lado…
Pero es difícil que en este momento Guaidó negocie algo, porque Estados Unidos
ordenó taxativamente que no haya negociaciones. Actualmente Guaidó se juega a
una intervención más directa de Estados Unidos. En este momento hay tres vías
para que eso suceda. Una, que puedan comprar a militares de alto rango que le
retiren su apoyo a Maduro. Dos, que Maduro renuncie por presión internacional,
por el cerco económico y la fuerza en la calle de gente muriendo de hambre. Y
tres, una intervención militar extranjera más o menos quirúrgica, que se
pareciera a lo que sucedió en Panamá con el ex general Manuel Noriega, porque
aquí no hay milicias armadas, como en Libia o Siria. Esas son las tres cartas
que tiene Guaidó, y las otras cartas de negociación sólo se pueden dar si se
negociara la salida inmediata de todo el Gobierno, pero negociar por elecciones
no está planteado.
¿Cuán factible sería
que los militares que dirigen empresas estatales y expropiadas abandonen al
Gobierno?
La probabilidad aparece baja en lo inmediato, porque
hay un divorcio muy grande entre la tropa y el alto mando militar, y hay
alrededor de 500 generales que asumieron el puesto de mayor general. También
hay muchos militares que tienen cierto poder; tienen gobernaciones, alcaldías,
ministerios, y lo más importante es que tienen a PDVSA. También controlan
minas, la empresa de exportación de oro y están haciendo dinero a montones. Es
decir que tienen el corazón de la economía en sus manos, por lo que es muy
difícil que esos militares que tienen una vida muy cómoda puedan pensar que van
a estar mejor con Guaidó. Ellos tienen ahora una situación soñada de gobierno
directo, en la que Maduro asume todos los golpes por los problemas
gubernamentales y ellos reciben todos los beneficios resultantes de gestionar
operaciones de diamantes, coltán, cobre, etcétera. Yo dudo mucho de que los
militares se tuerzan contra Maduro en este momento.
¿Qué debería suceder
para que cambiaran de bando?
Pienso que tendría que haber una potencial masacre
enorme de gente, un conato de guerra civil o una especie de amenaza con un
portaaviones estadounidense cerca, para que ellos entreguen a Maduro y negocien
eso. Ya la Asamblea Nacional les dio una especie de ley de amnistía que están
negociando para los crímenes de los militares. Salvo algunos militares de bajo
rango, que irán presos inmediatamente, los demás actos de corrupción,
apropiación indebida, dolo, peculado, todo eso se perdonaría si dan un paso al
frente y abandonan a Maduro.
Mencionaba como uno de
los posibles escenarios previos a una apertura de diálogo una intervención de
Estados Unidos tipo Panamá. ¿Un embargo petrolero o un boicot financiero no
tendría también ese efecto?
El boicot financiero no tendría ninguna consecuencia,
dado que Venezuela hace tiempo que no accede a los mercados del dinero, a causa
de las sanciones, pero principalmente por la quiebra del país, totalmente
destruido. La situación empeora diariamente y nadie quiere prestarle. Venezuela
tiene relaciones muy estrechas con el grupo Brics, menos con Sudáfrica y ya no
con Brasil, pero con India, Rusia, China y Turquía las mantiene. No obstante,
ninguno quiere prestarle un dólar más. Los préstamos de China van directamente
a las empresas de ese país que sacan petróleo en Venezuela.
El
bloqueo petrolero no se va a dar a través de un bloqueo puntual, sino por medio
de la entrega de Citgo a Guaidó. Citgo es una empresa venezolana que opera en
Estados Unidos, con cerca de 16.000 instalaciones, refinerías y gasolineras. Es
la joya de la corona. Compra el petróleo venezolano mediano y pesado y lo
refina y lo vende en miles de gasolineras en Estados Unidos. Prácticamente es
el único ingreso en efectivo que tiene Venezuela. Además le vende a Caracas la
mitad de los diluentes necesarios para suavizar el petróleo pesado y
extrapesado que produce el país y que representa la mayor parte de su
producción petrolera, ya que el Gobierno decidió abandonar los pozos maduros de
liviano y concentrarse en la Faja del Orinoco, donde el petróleo es extrapesado
y precisa diluente para ser vendido.
Además, la gasolina aquí en Venezuela se regala; con
un dólar puedes llenar unos 5.000 o 10.000 tanques, pero las refinerías no
están trabajando, o lo están haciendo a un 10 o 15 por ciento. Citgo vende
componentes de gasolina a Venezuela para mezclar acá. Y una eventual pérdida de
Citgo implicaría, primero, una crisis por escasez de gasolina. Segundo, una
reducción inmediata de las exportaciones de petróleo, mientras no se consiga
otro proveedor de diluente. Cabe señalar además que Citgo le vende a crédito
los diluentes al Estado. Tercero, una pérdida de unos 300.000 a 400.000
barriles diarios que compra Citgo directamente a PDVSA. La petrolera estatal
debería encontrar otros mercados para venderlos, lo que significaría más costos
y tiempo. Finalmente, implicaría que el país perdiera su principal fuente de
divisas; dejaría de recibir el dinero en dólares de Citgo, que representan
prácticamente las únicas divisas que recibe Venezuela, ya que de China no llega
casi nada por el petróleo que se está llevando, ya sea porque se pagó por
adelantado o por los créditos concedidos a Caracas.
La entrega de Citgo a Guaidó le permitiría agarrar
una enorme cantidad de dinero con el que organizar milicias armadas con
mercenarios por la parte occidental del país, Táchira, Zulia, y crearle un
problema gravísimo al Gobierno.
En ese caso Estados
Unidos no precisaría una intervención militar clásica…
La cuestión es que la opción sobre Citgo no genera
consenso en la oposición, sólo es defendida por Voluntad Popular (VP). La otra
posición dentro de la oposición es favorecer una negociación, a fin de volver a
la normalidad, aunque esta posibilidad parece lejana. VP se quiere apropiar de
la transición, hacerla no inclusiva, apartando a otros partidos mayores de la
oposición radical. La oposición moderada no quiere a VP porque tiene una
postura sectaria de apropiación exclusiva del gobierno y quiere apropiarse de
Citgo ella sola también. En ese contexto el Gobierno quiere jugar a fomentar
esa grieta para evitar que se apropien de Citgo, pero Citgo está en Estados
Unidos y no hay forma de defenderla.
La
intervención militar clásica no debería darse, porque Venezuela tiene misiles
de procedencia rusa de última generación, usada en Siria, que podría causar
bajas importantes, según algunas fuentes cercanas al Gobierno, pero otras
fuentes señalan que esas defensas no han tenido mantenimiento desde 2010, que
no se actualizó el sistema, que se ha robado dinero entregado para inversiones,
que las tropas ganan dos dólares mensuales, sin logística ni alimentos.
Yo pienso que lo más probable sería una intervención
por medio de mercenarios, a la espera de que Guaidó se apodere de Citgo y de
otras empresas venezolanas en el exterior; y en un país donde la gente gana
tres o cuatro dólares mensuales aumenta la posibilidad de encontrar gente
dispuesta a combatir.
¿Qué apoyos tiene
Guaidó y cómo de sólida es la alianza de Maduro con Rusia, Turquía y China, más
allá de los intereses comerciales y estratégicos?
Respecto de Guaidó, el 23 de enero decenas de
ciudades habían marchado en apoyo al “presidente encargado” y a la transición.
Muchos “ni ni” participaron de esas manifestaciones, no tanto contra el
chavismo, sino contra la permanencia de Maduro en el poder. Marcharon por la
transición, no necesariamente contra el chavismo. A Maduro lo identifican con
el empeoramiento de la economía. Ya sea por la “guerra económica” o las
“sanciones”. Guaidó no parece tener un apoyo importante en la cúpula de la
oposición. Muchos están a la caza de cargos, eso lo fortalece a Guaidó, quien
así aparece como una figura “no rayada”, fresca, no como un político
tradicional.
Por otra parte, Turquía no tiene capacidad militar ni
financiera para apoyar a Venezuela. Trata de sortear las sanciones que tiene el
comercio de oro, lo refina y lo canaliza hacia entidades financieras menores.
China tiene inversiones grandes aquí en Venezuela, pero está más bien
negociando con Estados Unidos u otras naciones para que respeten de alguna
forma sus inversiones acá. Rusia, con sus bases en Siria, se muestra más
cercana, pero, al igual que China, sus posiciones son más cautas, semejantes a
las de México.
Una parte de la
izquierda sigue identificando a Maduro con el socialismo.
En una nota publicada en Nueva Sociedad explico este problema en detalle, pero en
síntesis diría que creo que los gobiernos de izquierda y el progresismo
internacional tratan de ponerse en la vereda contraria a Duque, Bolsonaro y
Trump, que atacan muy frontalmente a Maduro y al gobierno chavista. Cuando
tratan de oponerse, no hacen la crítica que la izquierda seria podría hacer.
Porque tú puedes hacer críticas distintas de las que ellos hacen, que te sitúen
del lado de quienes deberían ser receptores de esa solidaridad, que no son
Maduro y su camarilla, sino la clase obrera venezolana y extranjera que vive
aquí. Es la clase obrera la que sufre las iniquidades de un gobierno que hace
políticas que la empujan a la miseria. En vez de solidarizarse con la clase
obrera, se solidarizan con los que tienen los recursos.
Venezuela ha sido extremadamente generosa con la
izquierda latinoamericana e internacional, les ha regalado viajes, publicado
libros, tours en el país, viáticos, el Premio Libertador al pensamiento
crítico, con entre 100.000 y 150.000 dólares a personajes que escribieran
libros de izquierda en América Latina. Se desarrollaron otros premios,
prebendas, reuniones. Esos privilegios para esa izquierda microscópica –que no
hace nada en sus países pero que en Venezuela se reúne con presidentes,
ministros y sale en la televisión– le han dado una fama que sus representantes
no quieren perder. Tienen estrechos contactos con la embajada venezolana, donde
se hacen eventos en los que las embajadas ponen recursos y ellos se sienten
importantes.
Tampoco
quieren perder credibilidad negando lo que dijeron antes. Esa contradicción les
pega y entonces se frenan para decir lo que pasa en Venezuela, algo de lo cual
cualquier persona se da cuenta: que no hay efectivo, que el hampa actúa
completamente sin límites, que matan a la gente por un celular, que las
cárceles las dominan los mismos presos, donde hacen ejecuciones, cortando,
cabezas, manos, y que el país está completamente anarquizado y destruido.
También aprovechan las bestialidades de Trump, los
eventuales golpes de Estado y las amenazas de la ultraderecha para defender al
gobierno, sin analizar por qué el gobierno ha llegado a esta situación. Porque
todos podemos estar contra la invasión militar, como yo lo estoy –estoy en
contra de cualquier derramamiento de sangre y cualquier intento sanguinario de
posesión de cualquier gobierno del mundo–, pero no puedo aplaudir a un gobierno
que hizo un desastre económico, que administra la economía como un boxeador
drogadicto de 19 años, que luego de ganar 200 millones de dólares en su
juventud ahora está arruinado y vive de la caridad estatal. Esta administración
no se puede defender, aquí se hicieron las cosas mal, terriblemente mal, y
Venezuela tiene ejemplos históricos de todo lo que no se debe hacer, de todo lo
que no se debe intentar en materia económica, productiva, industrial, agrícola.
La izquierda tiene que repensarse bastante y reflexionar sobre esa pésima
actitud de alejarse de la verdad y de la lucha real de la clase obrera.
Quisiera dejar claro que este proceso no tiene nada
que ver con el socialismo ni con una revolución. Aquí no ha fracasado ni el
socialismo ni la revolución ni un proyecto emancipador. Chávez empieza a hablar
de socialismo unos siete años después de tomar el Gobierno. Que haya hablado de
socialismo no quiere decir que se haya hecho una revolución o un cambio
realmente de izquierda. En el pico del chavismo, en 2007-2008, casi el 70 por
ciento del PIB todavía era privado y las expropiaciones fueron grandes negocios
para empresas como el Banco Santander, vendido al Banco de Venezuela en 1.500
millones de dólares, luego de haber sido comprado a 300 millones de dólares.
No
se trata de un fracaso del socialismo, ni de una revolución, sino de un
gobierno militarista que desarrolló un populismo clientelar lumpen, que no
tiene nada que ver con el desarrollo de las fuerzas productivas, del potencial
industrial, de la subjetividad productiva obrera. Ni tiene nada que ver con
Marx un gobierno que fracciona el capital y se lo asigna a caciques, fundando
el Banco del Pueblo, el de las Fuerzas Armadas, el Obrero. Y no tiene que ver
con proyectos realmente emancipadores. En la actualidad el gobierno privatiza
al estilo del ex presidente ruso Boris Yeltsin: está vendiendo grandes activos
estatales a mafias, a empresas de maletín, de manera oscura y presumiblemente
corrupta, a precios miserables. Esto es completamente indefendible.
Creo completamente en el socialismo como proyecto,
pero el socialismo también debe revisarse. Los postulados de Marx tienen una
vigencia impresionante, pero no son el fin del mundo y se tiene que avanzar
sobre eso. Hay que considerar las cuotas pendientes que tenemos los
socialistas: como la alternancia política, que el poder no es para siempre;
poner fin a la obsesión por eliminar a los adversarios, que hay que estatizar
todo porque la propiedad estatal es mejor que la privada, cosa que se demostró
errónea en todas partes, así como también revisar cómo desarrollar las fuerzas
productivas sin hacer pelota el ambiente.
Es necesario entender y estudiar lo que pasó en
Venezuela, todo lo que se hizo, los proyectos. Revisar los análisis de los
expertos que pasaron por acá, como Marta Harnecker, James Petras, Joseph
Stiglitz. Todo lo que se trató de hacer y no se pudo. Hay que ver objetivamente
las razones, las causas, y hay que hacer un estudio muy profundo de lo que acá
sucede, porque es un caso extraordinario para aprender todas las cosas que no
se deben hacer y las que debieron hacerse y no se hicieron, para que otros
países latinoamericanos y de otros lugares puedan sacar lo mejor de esta
experiencia.
La quiebra del aparato
productivo favoreció el alejamiento incluso de parte de las bases que apoyaban
al Gobierno, en medio de una emigración masiva. ¿Maduro tiene la posibilidad de
arbitrar medidas para recuperarlas?
La magnitud de la crisis venezolana no tiene parangón
en América. Yo la comparo con lo que vivió Polonia durante la ocupación nazi
(1939-43), cuando perdió 40 por ciento del PIB, bajo bombardeos y genocidio.
Venezuela perdió 50 por ciento. El PIB per capita cayó 60 por ciento en los
últimos años. Ni Guatemala ni El Salvador, con guerras civiles, cayeron a ese
extremo; esto es realmente pavoroso. Hubo una destrucción inenarrable de
capital y fuerzas productivas, no hay producción, la productividad se ha venido
al piso, la importación también ha caído mucho y hay miles de empresas que han
cerrado, un 70 por ciento de ellas. Las que se mantienen en actividad trabajan
al 10 o 15 por ciento de su capacidad. Las estatales también han cerrado
masivamente, la tercera siderúrgica más grande de América trabaja al 10 o 5 por
ciento de su capacidad. La extracción de petróleo cayó entre 60 y 65 por
ciento. PDVSA, que era una de las principales petroleras de la región, no puede
pagar los sueldos y depende de los préstamos que salen de un dinero inorgánico,
capital ficticio. En términos de Marx, la población obrera sobrante venezolana,
maquillada por el petróleo, explotó, porque ese maquillaje ya no existe.
A pesar de los enormes subsidios, como el regalo de
la gasolina, el gas, la electricidad, el agua, sus ingresos no permiten a la
gente comprar más que el 10 por ciento de lo que necesita para comer. Hay
desnutrición, pero para el gobierno no hay desempleo, no se publican cifras
desde 2015. Tampoco hay datos del PIB, ni de la inflación. Se dice que en el
sector formal hay un 6 por ciento de desempleo, probablemente porque nadie
quiere trabajar en el sector formal. Muchos trabajan por su cuenta o se han ido
del país, unos tres o cuatro millones, fácilmente, el 12 o el 13 por ciento de
la población, equivalente a 20 o 25 por ciento de la población económicamente
activa (unos 16 millones). No hay desempleo porque el salario es extremadamente
bajo.
La
situación es pavorosa, porque la gente abre las bolsas de basura usadas de los
contenedores y las revende. Usa desechos como la borra del café y panes en mal
estado para comer. No hay servicios de salud de ningún tipo, no hay medicinas
que cuestan uno o dos dólares, no se pueden comprar, los hospitales están
prácticamente cerrados. La gente muere por heridas superficiales que no se
pueden curar por falta de antibióticos. Mucha de la gente que salió a protestar
está protestando por hambre.
Esta situación no
parece mitigada por las medidas que ha tomado el gobierno contra la inflación,
como la adopción del petro o el soberano.
En su primer informe de 2013 y 2014 Maduro anunció
que acabaría con la inflación, con la guerra económica, pero sigue repitiendo
exactamente lo mismo, siempre con las mismas medidas: control de precios,
fiscalización de precios, fiscalización de la producción. Pero todos los años,
desde 2013, la economía empeora. El 14 de enero de 2019 dijo lo mismo: que
fiscalizaría más la economía, que otorgaría más bonos, más bolsas de comida
para los pobres, pero no mencionó ninguna medida para tratar de resolver la
crisis, ni siquiera admitió la crisis. Maduro dijo que este es un gobierno
exitoso, que había hecho milagros, que había disminuido la pobreza, cosas muy
buenas para la población más pobre, congratulándose de ser un tremendo gerente,
cosas que realmente molestaron a la población, porque las aderezó con una sarta
de chistes, actuando como un showman. Esa actitud payasa puede quedar más o
menos bien cuando el petróleo está a 170 dólares y puedes exportar o extraer
3,5 millones de barriles diarios, pero si extraes 900 mil o un millón y el
petróleo está a 50 dólares y la situación de miseria es tan fuerte, esos
chistes caen mal. La gente se siente mofada en su situación de crisis. Tampoco
el gobierno propone nada nuevo, aunque no lo vaya a cumplir, aunque sea
mentira, porque ya no tiene nada que inventar.
Lo único que podría tener efecto sería una gran
apertura de la economía. Pudo haberse hecho en 2014, siguiendo algunos modelos
clásicos de economía, y evitar gran parte de lo que sucedió. El problema es que
ahora la conflictividad política y otros factores impiden que una apertura
tenga un efecto realmente potente sobre la economía.
¿Por qué no la hicieron en 2014? Porque esa apertura
implicaba poner fin a grandes negocios de los militares y de la cúpula del
Estado, que roban el dinero público, sobre todo la renta petrolera a través de
un dólar preferencial artificialmente bajo, mucho más bajo que el paralelo, que
permitió hacer las fortunas más grandes del planeta. No veo que el gobierno
tenga ninguna herramienta importante a mano, ya que la crisis venezolana exige
un préstamo importante. En 2014 no era necesario, en 2015 quizás tampoco, pero
en 2019, ya estando en default, es necesario un préstamo grande para enfrentar
la crisis humanitaria que se está viviendo.
No parece haber
condiciones para obtener ese préstamo.
El gobierno ya no puede acceder al crédito porque
está demasiado deslegitimado internacionalmente y demasiado quebrada la
economía.
Da la impresión de que
el gobierno ha perdido contacto con sus bases.
Sí, el gobierno se ha ido encapsulando y ha creado
una especie de asociación entre contratistas, burguesía comisionista, militares
coimeros y políticos que viven fundamentalmente de comisiones y de empresas que
adquirieron de manera más o menos corrupta. Crearon un círculo bastante amplio
pero pequeño en relación con la población, integrado por sus escoltas,
secretarias, asistentes, jardineros, que tienen apartamentos, autos, dólares,
dinero que les cae de la corrupción por un “efecto derrame”. La gente que
contratan goza de alguna platita y ellos creen que esa es la población
venezolana, y van a las marchas con ellos. Pero todos los que no reciben esas
prebendas, que no reciben televisores, apartamentos, autos, viven en la extrema
miseria. A esta gente no la ven, no pueden reconocerla, porque ellos andan en
helicóptero, en camionetas blindadas, avionetas, y no tienen contacto con ese
amplio sector de la población. Hay una tremenda desconexión que se ve reflejada
en que, por ejemplo, el Partido Socialista Unificado de Venezuela, que según el
gobierno tiene 7 millones de militantes, no ha hecho al menos una olla
callejera, ni siquiera ha dicho vamos a luchar contra la guerra económica de
Trump, entregando comida a la gente que la necesita. No han hecho nada de eso,
y la orden es decir que no hay crisis, no hay problema económico, sino
sanciones financieras. Cosa que nadie entiende, porque a una persona de un
barrio, de una villa, no le vas a decir: “Mira, Trump impide que vendamos bonos
de la deuda”, eso no lo entiende nadie.
Los dirigentes de la cúpula chavista
viven en su mundo y la población vive con desnutrición crónica.