Por Juana Ceballos
Blog socialista 21
A 100 años de la fundación de la Internacional
Comunista de Lenin y Trotsky… a propósito de la posibilidad del “colapso
socioecológico” capitalista, hacemos un llamado público revolucionario urgente
a los trabajadores de a pie, organizados o no, industriales y de los servicios,
jubilados y desempleados, de los países imperialistas y países semicoloniales,
América del Sur, del Centro y el Norte, África, Asia, Oceanía y Europa; también
a los activistas y dirigentes de los partidos de izquierda; corrientes internacionales,
centrales obreras, sindicatos, movimientos sociales y asociaciones;
científicos, intelectuales y artistas; mujeres, negros e inmigrantes, indígenas
y campesinos; estudiantes, jóvenes y niños; personas lgbti, presos políticos y
parias, personas con discapacidad y oprimidos en general.
“Hay
que matar al imperialismo para que el género humano pueda continuar
subsistiendo” [1] (León Trotsky)
“En su agonía, el
capitalismo amenaza llevar junto con él la humanidad a la tumba” [2] (Nahuel
Moreno)
El capitalismo imperialista
decadente en estas primeras tres décadas del siglo XXI es un infierno real para
billones de animales domésticos y salvajes y la naturaleza, al igual que para
los miles de millones de trabajadores y sectores populares y oprimidos. Este
sistema nos está llevando al simple y llano pero complejo “colapso
civilizatorio”.
El calentamiento climático en
aumento y aceleración promete sobrepasar más de 1.5 y 2°C grados en
una espiral catastrófica respecto a la era preindustrial en las próximas
décadas [3] , las emisiones récord
actuales de dióxido de carbono (CO2) en más de 415 pmm. y gases de efecto
invernadero, como hace 3 millones de años no se veía, están afectando los
ecosistemas, la agricultura, la salud pública y la vida material humana [4] .
Hay proceso en curso e
hipotético de lo que algunos científicos llaman la 6ta extinción masiva de
especies, al menos 1 millón en peligro actual y descenso real de un 60% de
fauna silvestre en los últimos 40 años. El aumento del maltrato animal
estructural y la cría industrial intensiva de ganado, la deforestación y
algunos agroquímicos dañinos y OMG, con costes negativos para ellos y las
plantas, para la naturaleza y para los propios trabajadores y consumidores.
La perspectiva desigual y
combinada de agotamiento y finitud del petróleo en las próximas décadas [5] , el gas y en mucha menor
medida el carbón contaminante. El boom y declive de las commodities,
su impacto en los precios internacionales y las regalías nacionales, las
dificultades de transición y “plan B” para una nueva e inédita matriz
energética material “renovable” después de 2 siglos de capitalismo industrial y
siendo más de 7.6 mil millones de humanos con perspectiva de crecer 2 o 3 mil
millones más, después del 2050 y a finales del siglo.
La ausencia de medidas efectivas
(¿Geoingeniería sola…? ¿Tratado de París y Protocolo de Kioto…? ¿Objetivos del
Milenio y Desarrollo Sostenible…?) y el carácter suicida de los gobiernos
capitalistas de la ONU y el empresariado mundial para lidiar con el cambio
climático crónico y multidimensional que ya está afectando de decenas de miles
de personas y trabajadores en urbes, zonas costeras y campos por doquier.
Todos estos procesos
complejos, desiguales y combinados, están relacionados íntimamente con la
sobreproducción capitalista, la explotación irracional de la naturaleza y su
destrucción antiecológica para la tasa de ganancia y la acumulación del capital
como fin en sí en toda la sociedad mundial. La crisis ambiental y ecológica se
conjuga e interrelaciona con una serie de crisis cíclicas económicas de corte
comercial y financiero, locales, regionales y globales (2007-2008, la más
reciente y de magnitud de la del 29; hipótesis de una nueva recesión mundial en
los prox. 5 años o década), planes de ajuste y privatización de los servicios
sociales (agua, luz, gas, electricidad, salud, vivienda, educación, pensiones,
etc), las guerras imperialistas y capitalistas por los recursos naturales y
sociales.
Las secuelas de todo esto y
afectación a nuestra clase social son la fractura neocolonial del Norte-Sur; la
desnutrición, el hambre y la sed; el desempleo, los salarios precarios,
carestía material y desigualdades sociales multimodales; éxodos migratorios
colosales y afecciones a la salud pública; destrucción de territorios y
hábitats, deudas hipotecarias y déficit de vivienda popular; asesinatos y
torturas, violencias multimodales y opresiones (género, sexual, racial, etc.);
corrupción institucionalizada; etc. Los padecimientos de ansiedad climática,
estrés laboral y síndrome burnout, trastornos mentales y psicológicos,
enfermedades ocupacionales y físicas, suicidios y adicciones, etc., son la
muestra de esta decadencia y barbarie capitalista, profundizada como nunca
antes.
Todo esto pone en serio
riesgo civilizatorio, como nunca antes y de modo inédito, la liberación social
integral y necesidades materiales de los trabajadores y sus aliados populares,
la especie humana y el resto de especies animales y vegetales del planeta. En
aras de abordar los problemas más urgentes e inmediatos de la humanidad, los «materiales»,
es menester que los trabajadores y sus vanguardias estudien, conozcan y
analicen críticamente, toda una serie de teorías socionaturales y evidencias
empíricas sobre riesgos civilizatorios y peligros globales, colapsos socio
ecológicos, tipos de crisis sistémicas, transiciones de sistemas complejos y
posibilidades de extinción, escenarios de gestión de recursos y entropías,
crisis capitalista y transiciones post-capitalistas, de autores tales como:
Paul Crutzen, Will Steffen y
James Hansen, Mark Lynas; Jared Diamond, Joseph Tainter y Luke Kemp; McAnany
Patricia y Norman Yoffee; Pablo Servigne y Raphaël Stevens, Raphael Stevens,
Carlos Taibo, Manuel Casal Lodeiro, Renaud Marcovaldo; Antonio Turiel Martínez,
Ferran Puig Vilar, Richard Heinberg, Antonio García-Olivares, Dmitry Orlov;
Jorgen Randers, Dennis Meadows y William Behrens, Giorgos Kallis; Emilio
Santiago Muiño, Jorge Reichmann, Ramón Fernández Durán, Alberto Matarán y Oscar
Carpintero; Ramon Sans Rovira y Elisa Pulla Escobar; Richard Wolff, Michael
Roberts, David Harvey, Wolfgang Streeck; Miguel Fuentes y Manuel Baquedano
Muñoz; Eric A. Schutz, Michael Löwy, John Foster, Christian Stache, Andreas
Malm, Fred Magdoff, Daniel Tanuro, etcétera.
El imperialismo decadente, a
veces llamado neoliberalismo, ha hecho aparecer, como nunca antes en la
historia pero semejantes a otros tiempos de transición, versiones de
socialismos utópicos por doquier (v.g. decrecentistas, ecosocialistas,
neoanarquistas, primitivistas, indigenistas, comunitaristas posmodernistas,
etc.) y también no pocos capitalismos utópicos y distópicos (v.g. tecnolátricos
verdes neoliberales; colapsistas; ecofascistas; neomalthusianistas y
neodarwinistas, escatologías religiosas y apocalípticas, etc.). Ese menester
que el socialismo científico en reconstrucción, el marxismo revolucionario
disipe la apariencia de la realidad, conozca, reabsorba los contenidos
materialistas y critique estas ideologías, pero sobre todo, ofrezca una
alternativa de transición anticapitalista a la clase obrera mundial y los
pueblos oprimidos.
Todas estas teorías
socionaturales interdisciplinares con distintos sesgos e intereses de clase,
pronósticos, evidencias empíricas y modelos de sociedad, estudian las transiciones
y magnitudes de las crisis sistemáticas. El marxismo, patrimonio cultural de la
clase obrera mundial, es el pionero de estos estudios materialistas y el único
que está a la altura del análisis científico y la política revolucionaria, al
indagar las causas materiales y subjetivas, desiguales y combinadas, de la
transición de un modo de producción a otro en determinadas zonas geográficas y
sistemas, períodos históricos y épocas, por distintos factores concretos,
particularidades y generalidades, inclusive cambios de regímenes políticos,
caídas de gobiernos y las revoluciones en la naturaleza, las ciencias y la
sociedad. El rol de la lucha de clases y las contradicciones de las relaciones
sociales de las fuerzas productivas (naturaleza, seres humanos y técnica) en
todos estos procesos como una totalidad viva y compleja.
El marxismo revolucionario
fue la primera corriente sociopolítica y científica que mostró una teoría del
colapso del capitalismo verificable basado en el desarrollo objetivo de las
fuerzas productivas del capital, los límites históricos [6] de sus fuerzas destructivas
y las relaciones sociales entre las clases actuantes y sus condiciones
materiales de existencia. Las crisis cíclicas de valorización catastróficas de
sobreproducción y sobreacumulación, el factor subjetivo social y político
crucial de las revoluciones proletarias y populares con partidos organizados de
clase y masas movilizadas en una guerra social prolongada (ahora estamos
llegando a las «últimas batallas»). El trabajo como sepulturero activo del
capital y el capital mismo en factor objetivo de crisis social (y ahora de
crisis natural: «cambio climático antropogénico») en la lucha de clases
económico-política de guerras, crisis y revoluciones.
No en vano nos llamaron
‘catastrofistas’ [7] y otros epítetos por señalar
con objetividad la crisis estructural capitalista y sus estragos, pero estamos
dejando de ser un demodé y algunos sectores de opinión pública
empiezan a hablar del colapso civilizatorio de la civilización industrial
contemporánea, del sistema capitalista existente, incluso a representar y
consumir en las artes estos escenarios, dados los desastres ambientales y
tragedias sociales que a diario se ven en los medios, se viven y se estudian
sus causas. Pero las derrotas, errores sectarios y rezagos programáticos,
nuestra ceguera ignorante y negacionismo, ya tienen un costo político inmenso y
también un beneficio, según la ley del desarrollo desigual y combinado, si
abrimos los ojos de una vez por todas y reconocemos nuestros errores y los
corregimos, a pesar de la tardanza.
Si los trabajadores no luchan
con más tesón y se rebelan lo más pronto antes, durante y después del posible
proceso de colapso socioecológico del capitalismo, su crisis
civilizatoria…estamos re-jodidos. El retraso contrarrevolucionario
que supuso el estalinismo en el siglo XX y la derrota del proletariado mundial
con la restauración capitalista en Europa del Este, el Sudeste Asiático y el
Caribe, tiene costes históricos. Vamos a la profundización (ya la estamos viviendo)
de la barbarie contra la clase obrera y los sectores populares, sobre todo en
los países semicoloniales pero también en los imperialistas. Vamos a
holocaustos masivos de pobres y la posibilidad real de la auto-extinción humana
o una supervivencia de unos pocos, en su mayoría capas ricas y sectas
ecofascistas. Si el proletariado y su vanguardia de clase no conquistan el
poder político en algún país en las próximas décadas y este siglo, abriendo un
nuevo Octubre rojo global, es probable que, por mor de la crisis
socioecológica, la civilización humana colapse, se degrade y finalmente se
extinga. El triunfo de la barbarie.
Esta es la nueva magnitud del
«peligro inminente» (dice el científico de la NASA, Joseph Hansen) y queda poco
tiempo, muy poco tiempo, en términos históricos (contrarreloj, contratiempos).
Cada año, quinquenio y década que pasa sin un cambio revolucionario, sin una
Revolución de Octubre y la tardanza, postergación, conjuración o desviación
desde la segunda posguerra de numerosos procesos revolucionarios, es más y más
catastrófica en términos sociales y ambientales: “Los pueblos del mundo tendrán
que pagar con nuevas guerras y revoluciones los crímenes históricos del
reformismo” (Trotsky, La revolución traicionada, 1936).
Tengamos absoluta consciencia de ello y del peligro inminente, preparémonos
para lo que venga, sea lo que sea. Vivimos en tiempos en que no hay ya nada que
perder y sí todo que dar. Ningún momento en la historia fue tan necesario y
urgente el instrumento partidario (la Internacional) y las organizaciones de
masas combativas (movimientos) por la resistencia, la revolución social y las
condiciones materiales de existencia básicas. Nuestra última oportunidad de
vencer.
Nahuel Moreno advertía ya en
1982 con literalidad materialista en una conferencia internacional de
dirigentes revolucionarios de más de 15 países en la ciudad de Bogotá,
Colombia: “En su agonía, el capitalismo amenaza llevar junto con él la
humanidad a la tumba. O, en el mejor de los casos, hundir a la gran mayoría de
ella en un abismo sin fondo, de barbarie, miseria y degradación…sólo es posible
formular los más negros pronósticos [objetivos], si la revolución socialista
mundial no logra revertir este proceso [destructivo]” (Véase, Tesis de
Fundación de la LIT-CI, #1, 1982) [8] .
Pese a la urgencia e
impaciencia sensata, no hay que dejarse llevar por el nihilismo y derrotismo,
el pesimismo e irracionalismo, tan característico de las fracciones
pequeñoburguesas y burguesas degeneradas. Sobre todo, sucumbir y capitular a la
ceguera y retraso ideológico de las direcciones tradicionales y emergentes del
movimiento de masas y la izquierda. Su anticientifismo idealista y desprecio
por la teoría revolucionaria, electoralismo e inmediatismo gremialista, su
programa mínimo democratizador y de acción a corto plazo, nos lleva a derrotas
estratégicas. Estas direcciones traidoras, negacionistas e ignorantes (tanto
reformistas como centristas; tanto pequeñoburguesas como obreras [9] ) constituyen un serio
obstáculo en la lucha contra los gobiernos del capital y la burguesía en tanto
que clase, la lucha por el poder obrero-popular y la preparación para enfrentar
el colapso capitalista en un periodo de transición tortuoso e impredecible.
Siguiendo a León Trotsky, hoy
es más que necesario y urgente una revolución antiburocrática al interior de
las organizaciones sociales y políticas de los trabajadores. Un programa obrero
revolucionario de transición actualizado y de combate, una nueva internacional
proletaria de partidos antisistema y movimientos –como la III Internacional
fundada hace un siglo, en 1919– para la revolución socialista mundial en el
siglo XXI y el enfrentamiento del colapso socio ecológico (o bien sistémico)
del imperialismo, la fase superior y final del capitalismo. La era viva de las
crisis, guerras y revoluciones. Hoy más que nunca es verdadero el postulado en
su magnitud extrema de que “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de
su dirección revolucionaria” (León Trotsky, Programa de transición,
1938).
Las Primaveras Árabes, las
huelgas laborales y las huelgas climáticas de la juventud, las movilizaciones
masivas y resistencias a los planes de ajuste en los cuatro continentes, las
rebeliones a dictaduras y las más de 10 revoluciones en este siglo (la más
reciente: Sudán y Argelia), muchas de ellas armadas. Las caídas de gobiernos,
gabinetes ministeriales y renuncias de presidentes y tensiones (Puerto Rico,
Corea del Sur y Hong Kong), marcan el camino de lucha ante un enemigo
descomunal que viene ganando y asestándonos duros golpes. ¡Reina un caos debajo
de los cielos, la situación es excelente! Aprovechemos las pocas o muchas
oportunidades que nos quedan.
Solo la revolución socialista
integral de los trabajadores y sus aliados populares, la conquista del poder
urgente, la instauración de nuevos gobiernos revolucionarios con organizaciones
democráticas de doble poder de masas y economías planificadas ecológicas,
podrán salvarnos. Es decir, una serie insurrecciones de masas dirigidas por
partidos socialistas de combate, rememorando al genio político de Lenin y la
revolución permanente de Trotsky, pueden librarnos de la profundización de la
barbarie existente –al parecer, ya estamos en las fases iniciales de ella o
desarrollada desde el siglo XX, véase entre otras, la hecatombe de Siria,
Palestina, Irak y Afganistán; desastres ambientales y sociales, etc.–. Un
panorama cualitativo mucho más dantesco que el que imaginó Rosa Luxemburgo
durante la primera guerra mundial y su analogía con el colapso decadente del
Imperio Romano. Mucho más trágico que el que tuvieron que vivir Lenin y
Trotsky, y los revolucionarios de la segunda posguerra con las bombas
nucleares, las invasiones imperialistas y las guerras revolucionarias, mucho
más trágico que el de Marx y Engels con la miseria fabril decimonónica.
Es probable que el
empeoramiento de la crisis civilizatoria capitalista, traiga consigo un efecto
doble. Por un lado, el efecto positivo del colapso progresivo del sistema de
los últimos 500 años por las luchas de resistencia y revolucionarias de los
pueblos y el proletariado favorecido con el factor desestabilizador
socio-ecológico. Los obreros y oprimidos no tienen nada que perder con el fin y
derrumbe de este putrefacto sistema y deben contribuir a sepultarlo lo más
pronto, aprovechando los factores objetivos de crisis socionaturales, porque el
capitalismo no morirá de muerte natural automática, como creen los
reaccionarios colapsistas. Por el otro, el efecto negativo del contragolpe
regresivo y brutal de la contrarrevolución. El severo deterioro, escasez y
socavamiento de las fuerzas productivas, la naturaleza, el trabajo vivo y la
técnica, diría Marx. Toda una lucha de clases viva y una infraestructura
económica y producción material en transición y bifurcación.
Una devastación del planeta
nos lega el capitalismo moribundo, con una clase que se niega a perecer y
amenaza con agudizar la crisis climática y social de manera barbárica, a toda
costa, con tibias reformas para conjurar el monstruo que ha creado, todo un
aprendiz de brujo, al estilo de Goethe. Para parafrasear un famoso guerrillero
proletario antifranquista, la burguesía puede echar en pedazos regiones
considerables y la tierra entera antes de abandonar el escenario de la
historia, pero los obreros no debemos temer miedo a las ruinas porque llevamos
un mundo nuevo en nuestros corazones y somos constructores innatos y mejores.
Ese mundo socialista está creciendo a cada instante, en el cascarón del viejo
mundo. Todo un parto civilizatorio, que puede ser abortado o no. El capitalismo
puede perecer y dar origen a un orden social nuevo de múltiples contradicciones
o simplemente ser el último modo de producción de la historia humana, ambas
posibilidades históricas están abiertas.
Salvar nuestro hábitat, el
planeta, y nuestras vidas materiales. Este es el real derrotero estratégico de
nuestro siglo y de los trabajadores, el socialismo, un parto contingente
doloroso en que puede nacer una vida, deformada o no, o morir el niño y su
madre y padre. La lucha por una nueva sociedad mundial sostenible sin
capitalistas en el poder es nuestro derrotero. Parafraseando a Moreno, podemos
vencer, no hay ley determinista de la historia, ni dios, ni factor
climático-energético ni científico ni político que diga que no podamos
triunfar. Las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad las usaremos a
nuestro beneficio en la intensificación de la lucha de clases por muy adversas
que sean las condiciones materiales de existencia, solo el derrotismo
colapsista nos condena de antemano, al igual que el imperialismo. No tenemos fe
religiosa en la clase obrera ni confianza metafísica en la entelequia de la
revolución pero sí confianza formativa de esta, crítica y autocrítica (sus
errores organizativos, etc.) voluntad de cambio en que, tras una serie compleja
y dialéctica de las derrotas y victorias, nuestra clase y su vanguardia
revolucionaria en construcción se reponga y no sea tan limitada y tan estúpida
como para no despojarse y sepultar a una clases dominantes minoritarias
parasitarias (entre el 1% y el 30% de la población gran burguesa, medio
burguesa y pequeñoburguesa de estratos superiores) y crear una nueva sociedad
de transición, al vivir en sus carnes los efectos devastadores del capitalismo
moribundo y estar en sus fauces… será un placer hacer tragar todas sus heces a
los “colapsólogos” y capitalistas, tanto de derecha… como de izquierda.
Para ellos es más fácil
pensar en el fin del mundo que en el colapso del capitalismo, diría Fredric
Jameson y Joel Kovel, y también es más fácil lograr una “comunidad resiliente”
en una transición facilista (i.e. socialista utópica) de sus modelos
post-capitalistas, luego del susodicho colapso penitente y sanador, que sería
una tragedia social de proporciones históricas. Sus salidas son francamente
utópicas y “realistas” contrarrevolucionarias, sin perder de vista el éxtasis
autoritario por las distopías y su tufillo ecofascista por el colapso (v.g.
Miguel Fuentes, entre otros): “Su autoalienación ha alcanzado un grado que le
permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este
es el esteticismo de la política que el fascismo propugna” (W. Benjamin, La
obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, 1936).
Aun si hipotéticamente
estuviésemos ya, desde los 90’s (o antes, desde los 70’s) y en los próximos 15,
30 o 50 y 80 años en punto de no retorno e irreversible en
términos de degradación ambiental y social en el 2050 y el 2070, luego de la
segunda mitad del siglo XXI u otra fecha pesimista, optimista o realista, la
cual varía según los pronósticos científicos y políticos materialistas, al
igual que las profecías religiosas y predicciones pseudocientíficas idealistas
y supersticiosas populares.
Así fuese lamentablemente
inevitable el colapso socio ecológico (o socio – natural) sin ninguna
revolución triunfante y por una serie de derrotas tras de sí, una forma en que
el fin del capitalismo se conjugara con el fin de la civilización. Aun en ese
escenario desfavorable hipotético, el peor que podamos imaginarnos y posible,
con el doble de fuerza y convicción habría que luchar por el imperativo de la
supervivencia material de los explotados y oprimidos, para enfrentar la
contrarrevolución imperialista y fascista. Colapsar mejor, mal ineludible
menor, luchar por la minimización de los daños a nuestra clase, pues no todo
está perdido y la lucha de clases no acaba.
La revolución permanente y el
método del programa de transición no dejan de tener vigencia en un escenario
pre colapso, colapso del capitalismo y transición post-colapso, a menos que
triunfe la extinción humana y la crisis socioecológica degrade la vida humana,
tan solo deben actualizarse y adecuarse al contexto de la lucha de clases final
y los peligros civilizatorios socioecológicos del imperialismo senil. La
dictadura transicional revolucionaria del proletariado, su terror rojo, es más
necesaria que nunca. El armamento militar de los trabajadores y las
insurrecciones sociales armadas, la economía planificada radical de todos los
aspectos de la vida social (e.g. natalidad, etc.) y sustentable con planes de
choque y de emergencia. La internacional de partidos centralizados de
trabajadores y movimientos, la democracia obrera de nuevos estados socialistas
federados entre sí. La guerra civil a muerte, obrera y popular, contras los
capitalistas y las sectas ecofascistas de derecha e izquierda, son la única
salvación realista terrenal y no metafísica que nos queda a los mortales. Salvo
el poder, todo es ilusión.
Tras un escenario de luchas
contingentes decisivas, ojalá triunfantes en la estrategia, la apuesta sería
construir y arar en una nueva base ecológico-económica degradada totalmente
inédita, contrario a lo que creyeron nuestros maestros pensadores socialistas
clásicos del siglo XIX y XX, para la construcción contingente pero necesaria de
una sociedad socialista y sus fuerzas productivas menguadas en un escenario de
escasez (hipótesis materialista) y quizás para dar las últimas batallas obreras
y populares antes que todo perezca o en el menos peor de los casos para que
todo renazca (por-venir). Luchar, luchar y luchar con rabia hasta la muerte.
Voluntad proletaria de vivir, instinto de clase de conservación, supervivencia
a toda costa en la tierra y de ser posible en otro planeta, cuando dejen de
existir las condiciones de habitabilidad humana y podamos preservar y mejorar
nuestros nichos tecnológicos. Un acto de dignidad humana de los de abajo o al
menos una franja masiva no “lumpenizada” de ella ante el escenario de la crisis
civilizatoria capitalista a todo nivel.
Como diría nuestro Gabo, en
una suprema actitud humanista y anti-nihilista, ante la espada de Damocles del
peligro termonuclear de su corto siglo y rememorando a su maestro Faulkner:
“¡Me rehúso a aceptar el fin del hombre…!” (La Soledad de
América Latina, Discurso Nobel ante la Academia Sueca, 1982).
Pues bien, trabajadores de
todo el mundo y revolucionarios, si la gran familia humana desea tener una
segunda oportunidad sobre la Tierra, afrontemos pues el peligro civilizatorio
de nuestro siglo XXI, rehusándonos a perecer, es decir, a ser derrotados no por
la “naturaleza” sino por el frente contrarrevolucionario de la burguesía
moribunda y la pequeña burguesía nihilista en la lucha de clases en ciernes y
final.
Notas
[1] Trotsky, L. Los cinco
primeros años de la Internacional Comunista, Edicions Internationals
Sedovs, 1921/2017, pág. 162.
[2] Moreno, N. Tesis de Fundación
de la Liga Internacional de los Trabajadores, #1, 1982.
[3] Wilke,
Carolyn. CO2 emissions are on track to take us beyond 1.5. degrees of
global warming. Disponible
en Science News: https://www.sciencenews.org/article/co2-emissions-global-warming?fbclid=IwAR2FEak3juSfrjL8jFcE-WVM4ctk20pScOfoeSIc1zW22kjdtx3mc0Uop18
[4] Martins, Alejandra. Qué
consecuencias tiene que hayamos superado el récord de CO2 en tres millones de
años. Disponible en BBC News Mundo:https://www.bbc.com/mundo/noticias-48283274
[5] Iturbe, Alejandro. ¿El fin
del petróleo? Disponible en Marxismo Vivo – Revista Teórica de la
LIT: http://marxismovivo.org/wp-content/uploads/2018/12/Primera-Epoca/ESP/MV12/mv12/mv12esp.pdf
[6] Algunas de las contradicciones
sistémicas del capital que generarían su crisis estructural según el método
marxista son: la ley de la caída tendencial de la tasa de la ganancia, la ley
de la concentración-acumulación del capital y la miseria relativa creciente de
la clase obrera y las masas; la tendencia a la socialización de la producción
(el trabajo social) frente a la apropiación de la propiedad privada; el peso
superior de las fuerzas destructivas sobre las fuerzas productivas en una fase
desarrollada del capital (vg. capital financiero); la atadura del desarrollo de
las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción; el aumento
desigual y combinado del nivel conciencia de clase y organización social y
política del proletariado frente a las fuerzas del capital; etc.
En 17 contradicciones
del capitalismo y fin del capitalismo (2014, Cap. III), desde una
teoría económica marxista del valor-trabajo y financierista
(«capitalcéntrico»), David Harvey niega o al menos es escéptico a una hipótesis
colapsista o catastrofista del capital por factores ambientales por las
oportunidades de inversión, adecuación tecnológica y acumulación del capital en
medio de desastres, tal vez por su postura como geógrafo y su reformismo de
izquierda. No obstante el autor sí señala las “contradicciones peligrosas” del
crecimiento exponencial del capital en relación con la expoliación de la
naturaleza y los límites acumulativos (por desposesión), cruciales para una
transición anticapitalista.
Sobre las relaciones de
crisis entre capital – naturaleza, en los últimos veinte años, los marxistas
han venido planteado: el quiebre metabólico de la sociedad y la naturaleza en
la producción inmanente capitalista; la contradicción entre las condiciones de
producción material y las condiciones de reproducción ecológica; la ecología
del capital y los límites de la biosfera; la unión de la crisis social y la
crisis ecológica desde un vector de clase y de los valores de uso y de cambio,
etcétera.
[7] En Reforma y
revolución (1899), capítulo IV de la parte II (a veces aparece
como epílogo), Rosa Luxemburgo, ya hablaba sobre la teoría marxista
ortodoxa sobre la crisis capitalista (más allá de su carácter “cíclico” y
“plural”) en los términos del “colapso del capitalismo” (Der Zusammenbruch),
traducida erróneamente al español como hundimiento.
En La doctrina
socialista (1899), Capítulo II, a), el primer Karl Kautsky polemiza
con el revisionista Bernstein al hablar de la teoría marxista del
derrumbamiento del capital, uniendo los factores objetivos y subjetivos, contra
la burda crítica sobre la supuesta teoría objetivista-fatalista de la necesidad
del socialismo por causas económicas de Marx y Engels.
El Manifiesto de
Zimmerwald (1915), escrito por Trotsky en nombre de socialistas
antiimperialistas de once países, también habló del “colapso de la
civilización” en la plena carnicería de la Primera Guerra Mundial.
Los debates energéticos,
ecológicos contemporáneos y sistémicos, vienen a enriquecer la teoría
materialista sobre la crisis estructural (o colapso) del capital
como sistema y la transición socialista, ergo, la teoría de la revolución
permanente y el comunismo. Es menester que el marxismo ortodoxo, es decir, el
materialismo histórico dialéctico, actualice estos dos polos sociedad –
naturaleza de una misma realidad procesual y a la par critique tanto el
colapsismo pequeñoburgués y burgués como el revisionismo anticatastrofista
(Rolando Astarita, etc). Es hora de abordar seriamente la economía, la política
y las ciencias (naturales y sociales) como un todo complejo.
[8] Mahecha, Eduardo (2019). Nahuel
Moreno sobre la ecología y la crisis del capitalismo mundial (2019).
Disponible en Blog Socialist XXI:https://blogsocialist21.wordpress.com/2019/04/21/nahuel-moreno-sobre-la-ecologia-y-la-crisis-del-capitalismo-mundial/
[9] Hechos recientes de la ‘crisis de
la izquierda’ mundial: división fraccional interna del Partido Obrero (PO)
de la Argentina por el régimen interno, el electoralismo del FIT (en especial,
del PTS), la adaptación al régimen democrático burgués y modo de luchar contra
el ajuste de Macri, 2019; la ruptura fraccional del Committee for
International Workers (CIW) en Europa por cuestiones políticas y
metodológicas, 2019; disolución de la International Socialist
Organization (ISO) en USA, 2019, por vicios oportunistas frente al
Partido Demócrata (corriente SDA, Ocasio-Sanders, sectores oprimidos) y
atentados a la moral revolucionaria (violación sexual encubierta por la
dirección, etc); ruptura 2016 del PSTU Brasil, donde un sector vira al
oportunismo del PSOL; expulsión del Secretariado Unificado europeo
(FI, ecosocialista) a un sector centrista que está en contra de la política de
los partidos amplios y por la dictadura del proletario, salida del MST
Argentino del SU y creación de la LIS, 2018-2019; debacle electoral de Podemos,
Syriza y el NPA, crisis del neoreformismo y corto auge del mismo en los países;
ascenso de Trump y la nueva derecha, crisis y degeneración del nacionalismo
burgués en Venezuela (dictadura madurista), Nicaragua (la rata de Ortega),
Honduras, etc., ruptura del partido FARC Colombia, integración al régimen y
fragmentación del estalinismo mundial, en especial, en la India y Nepal,
etcétera.