Por Kate Randall
Newark, la mayor ciudad de Nueva Jersey, está
enfrentándose a una crisis de agua de proporciones históricas, causada por el
sistema de acueductos que ha estado emitiendo plomo en el agua para consumo de
tanto residencias como empresas. Los exámenes de sangre han confirmado que un
porcentaje alto de niños en Newark han estado expuestos al plomo, una potente
neurotoxina que puede causar daño incluso en cantidades pequeñas.
La exposición de la crisis del agua en Newark se
produjo más de cinco años después de que los funcionarios en Flint, Michigan
desconectaran la ciudad de su fuente fiable de agua analizada como apta para
consumo y comenzaran a utilizar agua del contaminado río Flint, a través d
acueductos chapados con plomo.
El 25 de abril de 2014, la ciudad de Flint cambió
oficialmente su fuente de agua al río Flint, celebrándolo con una “ceremonia de
cambio” en el que el administrador de emergencias, Darnell Early, el alcalde de
Flint, Dayne Walling, ambos demócratas, aplaudieron y brindaron por la medida.
No
pasarían 18 meses antes de que saliera a la luz que las afirmaciones de que el
agua era consumible eran mentiras. Pero el daño a los 100.000 residentes de
Flint, incluyendo 9.000 niños, ya estaba hecho. Como en Flint, la población de
Newark está enfrentando la horrible realidad de que los sometieron sin saberlo
a un envenenamiento de plomo que no puede revertirse.
El plomo es una neurotoxina sumamente peligrosa que ataca cualquier
sistema del cuerpo si se consume y el daño es permanente. Puede frenar el crecimiento
y causa daños neurológicos que conllevan problemas emocionales y de
comportamiento, y déficits cognitivos, particularmente entre los niños más
pequeños, cuyos cerebros y cuerpos se están desarrollando rápido.
Un estudio de 2017 halló que el envenenamiento del sistema de agua
de Flint causó hasta 276 muertes fetales. La población de la ciudad se enfermó
en incontables otras formas, sufriendo de problemas en sus sistemas digestivos,
endocrinos, renales, cardiovasculares, respiratorios e inmunológicos.
Los mecanismos que llevaron a las crisis de agua en Flint y Newark
son algo distintos. En Flint, los oficiales locales y estatales cambiaron
deliberadamente el agua a una fuente contaminada y los políticos de ambos
partidos corporativos conspiraron criminalmente para cubrir sus huellas. En
Newark, el problema se desarrolló a lo largo de al menos una década,
involucrando un amplio encubrimiento en la gestión de la autoridad de
acueductos de la ciudad por políticos locales y estatales del Partido Demócrata.
Pero, las catástrofes en ambas ciudades tienen esto en común: en
ambos casos, los intereses de una población mayoritariamente de clase
trabajadora, con altas tasas de pobreza, fueron subordinados al afán de lucro
de Wall Street.
La
tragedia en Flint es la consecuencia del impulso de intereses financieros
poderosos y sus representantes políticos para aprovechar el colapso de una
ciudad a causa de la desindustrialización a manos de General Motors para
saquear los activos públicos y llevarse lo que quedara de las conquistas
sociales pasadas de los trabajadores.
Los funcionarios en Nueva Jersey y Newark han sabido por años que
la infraestructura de la ciudad, con sus 15.000 líneas de servicio anticuadas,
algunas del siglo diecinueve, eran un importante riesgo para la contaminación
del agua con plomo. Sin embargo, negaron reparos a las tuberías, citando la
falta de fondos. El uso de químicos —uno para prevenir la corrosión y otro para
minimizar los posibles carcinógenos— resultó más bien en que se disolviera el
plomo en el agua.
El alcalde de Newark, Ras Baraka, les aseguró a los residentes e la
ciudad que “la calidad del agua cumple con todos los estándares federales y
estatales”, a pesar de que los resultados de los análisis mostraran niveles
peligrosos de plomo. Eligió a un individuo que cumplió cuatro años en prisión
por conspirar para vender cocaína y que no tenía ni un título ni un pasado en
ingeniería para que encabezara el departamento de agua de la ciudad. Su salario
es de $130.000.
Las afirmaciones repetidas de los políticos demócratas y
republicanos de que “no hay dinero” para gastos en infraestructura, salud,
educación y otras necesidades sociales vitales son falsas. Más temprano este
mes, los legisladores demócratas le dieron al Gobierno de Trump los votos
necesarios para aprobar su presupuesto, que incluía la cifra récord de $738 mil
millones para el ejército. También le dieron los votos necesarios para aprobar
el financiamiento de los centros de detención de Trump que están encarcelando y
abusando de familias y niños inmigrantes.
Sin embargo, en el caso de Newark, tales argumentos de que “no hay
dinero” son particularmente obscenos. La ciudad está a un corto viaje en tren
de Wall Street. Manhattan es hogar de una de las mayores concentraciones de milmillonarios
en el mundo. El contraste entre las condiciones de vida del residente promedio
de Newark y los habitantes del adinerado Upper East Side de Manhattan no podría
ser más flagrante.
Cabe notar que Cory Booker, un senador estadounidense y presidenciable
demócrata, sirvió como alcalde de Newark entre 2006 y 2013, cuando se
desenvolvía la crisis de plomo. En 2013, una agencia público-privada que él
había aprobado, la New Watershed Conservation and Development Corporation,
estuvo implicada en un escándalo en que varios de los dirigentes de la agencia
tomaron dinero y obtuvieron sobornos.
Un reporte de 2014 de la Contraloría de Nueva Jersey expuso el
abuso de fondos públicos y la falta de supervisión en el departamento. Ocho
personas recibieron cargos en el escándalo. A pesar de que Booker fue criticado
por no supervisar la agencia, no se vio implicado en el escándalo.
Así como el resto de los candidatos que están saturando la
contienda para la nominación presidencial demócrata, Booker ha prometido proveer
miles de millones de dólares para combatir todo tipo de malestar social. En
particular, ha empleado una postura proambiente, que ahora se ve desmentida por
no haber hecho nada para prevenir la crisis del agua en Newark cuando fue
alcalde.
Esta no es una coincidencia. Más temprano
este año, In These Timesexaminó
15 declaraciones de la Comisión Electoral Federal de los entonces candidatos
demócratas —Booker, Pete Buttegieg, Kirsten Gillibrand, Kamala Harris, Beto
O’Rourke, Bernie Sanders y Elizabeth Warren— y analizó las donaciones que
recibió de empleados de los seis mayores bancos y las seis mayores firmas
financieras.
De los siete, Booker fue por mucho el candidato más favorecido por
estas 12 empresas, recibiendo un total de $88.492 durante el trimestre. Las
firmas privadas de inversiones fueron las más generosas, dándole un total de
$49.500.
Como alcalde en 2010, Booker también colaboró con el CEO y
milmillonario de Facebook, Mark Zuckerberg, quien donó $100 millones para
“reformar” el Sistema de Escuelas Públicas de Newark. Estos fondos fueron luego
igualados por otros donantes ricos, llevando el total a $200 millones. Con
estos millones, se fundó la Foundation for Newark’s Future.
Gran parte del dinero se utilizó para pagar el retiro de maestros
“con baja calificación”, es decir, para eliminar los puestos de maestros
públicos. Aproximadamente $60 millones se enviaron a escuelas autónomas o
concertadas y millones más a consultores de $1.000 por día. Zuckerberg
subsecuentemente abandonó sus lazos a la fundación.
En sus más de cinco años en el Senado, Booker también obtuvo medio
millón de dólares de empresas del Silicon Valley y la industria de
telecomunicaciones. Se podría encontrar cifras similares de los otros
candidatos demócratas, a parte quizás de Bernie Sanders y Elizabeth Warren,
quienes prometieron no recibir fondos de financistas acaudalados para intentar
cuidar la reputación de los demócratas como el partido de la gente ordinaria.
La crisis de agua en Newark no es una aberración. Los expertos
estiman que hay al menos tres mil comunidades con agua envenenada de plomo a
niveles parecidos a los de Flint y Newark. Un reporte de 2017 de la Sociedad
Estadounidense de Ingenieros Civiles le dio la nota D+ [65-69 en escala de 100]
para la infraestructura estadounidense en general.
El grupo de ingenieros señaló que, de los 1.600 kilómetros de
acueductos en EUA, muchos fueron colocados mediados del siglo veinte y que su
vida útil es de 75 a 100 años. Según la Asociación Estadounidense de Obras Hídricas,
se necesita un billón de dólares para mantener y expandir el servicio para
atender las necesidades de los próximos 25 años para potencialmente evitar y
revertir el tipo de envenenamiento de plomo que afecta a Flint, Newark y
pueblos y ciudades de todo el país.
A pesar de que $1 billón es una gota en el pozo de riqueza de la
élite financiera en Estados Unidos. Estos fondos no se pondrán a disposición
para enfrentar la crisis de agua y otras reparaciones de infraestructura, como
caminos, puentes, represas, desechos peligrosos, tránsito y otras necesidades
vitales de la población.
Los desastres en Flint y ahora en Newark demuestran la
incompatibilidad de la propiedad y control privados de los medios de producción
y la atención a las necesidades básicas de la vasta mayoría de la población. El
Partido Socialista por la Igualdad lucha por unir y movilizar a os trabajadores
y jóvenes en oposición a todos los partidos y políticos de la clase gobernante,
para poner fin al capitalismo y establecer una sociedad socialista basada en la
igualdad social y la satisfacción de las necesidades sociales, no la avaricia
de los especuladores de Wall Street.