Por Eric London
El viernes a la media noche, más de 20.000
trabajadores en Georgia, Florida, Alabama, Kentucky, Luisiana, Mississippi,
Carolina del Norte, Carolina del Sur y Tennessee realizaron un paro en
AT&T.
La huelga inició con poco aviso por parte del
sindicato, el Communication Workers of America (CWA), que buscó mantener a los
trabajadores en el trabajo tres semanas después de la expiración de su contrato
el 3 de agosto. Una declaración del CWA admitió que hay una ira masiva entre
los trabajadores: “Los teléfonos en la oficina del distrito 3 no han dejado de
sonar hoy. Los miembros están llamando para decir que quieren un nuevo
contrato”.
La mayor huelga en el sur estadounidense en la
historia reciente ilustra el crecimiento de la militancia de los trabajadores a
nivel mundial. Más de 150.000 trabajadores automotores están realizando votos
de autorización de huelga en Texas, Illinois, Indiana, Michigan, Pennsylvania,
Kentucky, Tennessee, Nueva York, Kansas y Missouri. Los resultados iniciales
muestran que más del 97 por ciento vota: “huelga”.
En julio, 60.000 trabajadores de almacenes votaron
a favor de huelgas en el sur de California y más de 85.000 trabajadores del
sector de salud votaron a favor de hacer huelga en la empresa Kaiser Permanente
en California, Oregon, Washington, Colorado, Maryland, Virginia, Hawái y el
Distrito de Columbia. Otros 25.000 docentes de Chicago autorizaron una huelga.
AT&T Inc. es uno de los malhechores del mundo
con gran riqueza. Con su brutal explotación de los trabajadores, así como de
los consumidores, y su control estrangulador de los Gobiernos y mercados
mundiales, la empresa epitomiza la rapacidad del capitalismo mundial.
La corporación está exigiendo un contrato austero
sin precedentes que allanaría el camino para despidos masivos y obligaría a los
trabajadores a aceptar condiciones no vistas desde la década de 1920.
AT&T quiere el poder de despedir a trabajadores
sin importar su antigüedad con justificaciones relacionadas con atendencia y
desempeño. Busca implementar un programa obligatorio de disponibilidad 24/7 en
el que los trabajadores serán llamados a trabajar horarios irregulares con poca
antelación, asemejándose al sistema “shape-up” (dar la talla) de principios del
siglo. Los técnicos de alambres estarían obligados a hacer trabajos más
complejos y peligrosos, sin aumentos salariales; los trabajadores de los
centros de llamada serían monitoreados con cada descanso que tomen; y la
empresa presuntamente está exigiendo que los trabajadores paguen más por su
seguro médico.
Las ganancias netas de la corporación en 2018
fueron de $91,3 mil millones, con cada dólar robado por medio de la explotación
de su fuerza laboral. La corporación controla 34 por ciento de las
suscripciones de internet inalámbrico en EUA. El dominio del mercado telefónico
móvil por parte de un puñado de empresas significa que los estadounidenses
pagan los mayores precios en el mundo por datos móviles, según un estudio
publicado el año pasado.
AT&T existe para encauzar miles de millones de
dólares a los bolsillos de sus accionistas aristocráticos con dividendos por
acción que han aumentado de menos de $0,50 en 1994 a casi $2,00 hoy día. La
empresa gastó $693 millones en recompras de acciones solo en 2017. Su CEO,
Randall Stephenson, recibió $29 millones en 2018.
Como los capitalistas ladrones de la era “chapada
en oro” [a fines del siglo diecinueve y principios del veinte], AT&T domina
el Gobierno, es dueño de los políticos y escribe las reglas en su propia
“regulación”.
Según Opensecrets.org, la empresa contribuyó $11,8
millones a candidatos en la campaña electoral de 2016, incluyendo $1,5 millones
a la Convención Nacional Demócrata en Philadelphia y $4,2 millones a la
Convención Nacional Republicana en Cleveland.
Todo parte del costo de hacer negocios. Más
temprano este año, una corte federal de apelaciones falló que la compra de
AT&T de Time Warner no violaba las leyes antimonopolios. Los recortes
fiscales corporativos de Donald Trump en 2017 le ahorraron a la empresa $3 mil
millones en impuestos anuales, para la eternidad. Desde que los recortes
entraron en vigor, AT&T ha despedido a casi 25.000 trabajadores.
El CWA es efectivamente parte de la corporación.
Los dirigentes sindicales tienen salarios propios de la gerencia, cómodamente
entrando en el 5 a 10 por ciento más rico del país. El asesor general del CWA,
por ejemplo, recibió $481.000 en 2016, mientras que el presidente Chris Sheldon
obtuvo $200.000 en 2018. Veinte ejecutivos sindicales más fueron remunerados
con más de $150.000, enriqueciéndose de las cuotas de los trabajadores.
Según sus declaraciones fiscales al Departamento de
Trabajo, el CWA tenía en 2018 activos valorados en $561,4 millones, incluyendo
$481,7 millones en “inversiones”, como decenas de millones en fondos adheridos
a índices bursátiles como Vanguard, Loomis Sayles, Alliance Bernstein y Paladin
Capital.
Es posible que estos fondos mutuales tengan
inversiones en las acciones de AT&T, lo que significa que los ejecutivos
del CWA dinero en caso de una huelga. No es un gran misterio por qué CWA terminó
la huelga de 7 semanas en 2016 de 40.000 trabajadores de Verizon en la costa
este e impuso un acuerdo entreguista.
El CWA y AT&T han dedicado los últimos meses a
conspirar contra los trabajadores para garantizar la rentabilidad de la
corporación y expandir la tajada del CWA. Las propias “noticias sobre la
negociación” del distrito 3 del CWA a los miembros dicen su propia historia
patética:
·
31 julio: “La empresa dijo que nos escucha fuerte y
claro sobre nuestros problemas… Nos dijo que están trabajando en un paquete de
propuestas que atenderán nuestras necesidades. Tenemos esperanza…”.
·
3 de agosto: “Con menos de 24 horas antes de la
expiración de los contratos, esperamos que la empresa se mueva en nuestra
dirección…”.
·
Más tarde el 3 de agosto: El vicepresidente del CWA
para el distrito 3, Richard Honeycutt (salario de 2016: $178.915) le dijo a la
prensa: “Extendiendo nuestro contrato actual en el sureste permite que los
miembros del CWA trabajen sin interrupción…”.
·
El 15 de agosto: “El equipo… le presentó a la
empresa un paquete, que estuvieron encantados de recibir. Estamos esperando pacientemente
su respuesta, con la expectativa de que aceptarán nuestro admirable paquete”.
·
El 17 de agosto: “Hemos considerado varias
propuestas de la empresa con gran trepidación”.
“Trepidación” significa “un sentimiento de temor o
agitación de que algo pueda pasar” es la palabra apropiada para describir cómo
se sienten los sindicatos, las empresas, los partidos políticos capitalistas y
todos los Gobiernos del mundo al ver la posibilidad de que los trabajadores se
opongan a las demandas de las corporaciones. La semana pasada, los mercados
bursátiles globales han estado turbulentos en parte por el espectro del
“malestar social”, con los inversionistas quejándose de las manifestaciones
masivas en Hong Kong.
Este año, han ocurrido manifestaciones masivas en
las que han participado decenas de millones de personas en países tanto ricos
como pobres en casi todos los continentes.
En términos de lenguaje, religión y raza, las
multitudes de manifestantes que llenaron las calles de Sudán, Puerto Rico,
Francia, Argelia, Hong Kong, Honduras, Nicaragua y Brasil puede que no parezcan
tener mucho en común. Pero, en realidad, estos trabajadores y jóvenes son los
batallones tempranos de un movimiento mundial emergente y unificado de la clase
obrera contra la desigualdad social.
La estrategia de la clase gobernante en respuesta a
este movimiento tiene múltiples caras: mantener a la clase obrera encadenada a
los sindicatos, dividir a la clase obrera enfrentándola contra ella misma por
cualquier medio necesario y preparar la represión física de huelgas y protestas
sociales.
En Estados Unidos, Trump sigue la estrategia de
utilizar a los trabajadores inmigrantes como chivos expiatorios, culpándolos
por todo mal social de EUA, avanzando la mentira fascista de que los
trabajadores de los países empobrecidos destruidos por el imperialismo
estadounidense tienen la culpa por la desigualdad y la pobreza en EUA.
El Partido
Demócrata y la prensa vinculada con los demócratas como el New York
Times adoptó una estrategia similar, atizando divisiones raciales y de
género con la misma obsesión y afirmando que la historia estadounidense solo
puede explicarse a partir del racismo inherente de lo que el Times llama
la “clase obrera blanca”.
La estrategia de la clase obrera debe ser romper
con los sindicatos nacionalistas y construir sus propios órganos independientes
de lucha social: comités de base. El principal objetivo de estas nuevas
organizaciones de lucha será tomar control de y expandir sus luchas para
asegurar la unidad de la clase obrera internacional en una ofensiva común
contra la cúspide de poder del orden económico capitalista.