Por Gustavo Robles
Rebelión
El G20
demostró una vez más, por si hacía falta, la hipocresía de este mundo nefasto
que ha creado la burguesía imperialista.
Los líderes de las naciones más poderosas de la
Tierra no pueden moverse sin que les creen una burbuja que los separe de las
masas a las que gobiernan, someten, explotan y saquean.
Pasean su impunidad rodeados de un despliegue
infernal de armamento de última tecnología, mientras los pueblos más allá de la
burbuja sufren las decisiones de tan oprobioso aquelarre.
Este mundo burgués es tan hipócrita que los señores
que siembran guerras, terror, saqueos, miseria, hambre y angustia en todo el
orbe, son los que nos quieren presentar como ejemplo de paz, desarrollo,
igualdad, justicia y humanismo.
Hay una clara contradicción entre la institucionalidad
que han legitimado con la fuerza de las armas estos caballeros de la
injusticia, y las aspiraciones populares: ejemplo claro de ello fue la rebelión
de los chalecos amarillos en Francia, especialmente en París, que salieron a
hacer tronar su descontento mientras Macrón gozaba de los placeres de la
burguesía en Buenos Aires.
Fue en Buenos Aires donde los medios de
comunicación le mostraron al pueblo, desde lejos y por tv, las luces y los
lujos de los poderosos. Sólo la tilinguería barata y mediocre clase-mierdera
puede embelesarse con ello.
Lástima que la "oposición" se mostró
domesticada y dócil: el kirchnerismo llamó a no movilizarse y la izquierda
adoctrinada marchó por el corralito que le marcó la Bullrich, enorgulleciéndose
de su pacifismo. Qué dirían Tosco y Salamanca. Qué, el Gallego Soto o Facón
Largo. Qué, los miles de obreros que dieron sus vidas para que nosotros
pudiésemos hoy pelear en un escritorio por mejores salarios, condiciones
laborales, aguinaldo, vacaciones, indemnización, cobertura social y de salud.
Mientras en Francia la rebelión hizo dar marcha
atrás a Macrón en el aumento de combustibles y dejó su gobernabilidad
seriamente dañada, marcando el rumbo que deben tomar los pueblos sometidos, acá
los máximos dirigentes de la "oposición más dura", clasista y
revolucionaria, se jactan de saber controlar a los grupitos de revoltosos.
El mundo le ha abierto las puertas a una
restauración conservadora que quiere llevar a la humanidad a los tiempos
añorados por la burguesía, anteriores al siglo 20, cuando los proletarios
carecían de derechos. A eso es a lo que aspira el gobierno del lavador offshore
Mauricio Macri, que promete "bolsonarizarse" con vista al futuro.
Enfrentar semejante embestida de los explotadores,
enseñoreados como se los vio en el G20 de Buenos Aires, requerirá inteligencia,
amplitud, organización para la lucha y una revisión del significado y uso de la
violencia en el marco de la lucha de clases, concepto que se han arrogado en
exclusividad los que siembran injusticias contra todos los pueblos de la
Tierra, con la resignada venia de las actuales direcciones del campo popular y
revolucionario.