Durante la catástrofe, continúa la comedia
Por Daniel Tanuro
La
24ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el clima (COP24) acaba de finalizar en
Katowice, Polonia. En lugar de apoyarse en el reciente informe especial del
IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus
siglas en inglés) para tomar las medidas ultraurgentes imprescindibles para
mantener el calentamiento por debajo de 1,5ºC respecto al siglo XVIII, la
Conferencia ha logrado penosamente fijar las reglas que cada Estado deberá
seguir para compatibilizar sus emisiones de gas con efecto invernadero a partir
de 2020. Al IPCC se le manda a sus queridos estudios, el "tener más
ambición" es remitido a una fecha posterior y los países "en vías de
desarrollo" deben contentarse con promesas vagas sobre el Fondo Verde para
el clima.
Habla de urgencia a mi
c...
La COP21 de París había
fijado una dirección: "permanecer bien por debajo de 2ºC de calentamiento
en relación a la era preindustrial a la vez que se continúan los esfuerzos para
no superar 1,5ºC". En la estela de esta decisión, el IPCC había sido
encargado de redactar un informe especial sobre los 1,5º C. Hecho público el
pasado mes de octubre, este alarmante informe concluía afirmando en particular
que la humanidad apenas dispone en estos momentos de una docena de años (es un
máximo) para evitar un cataclismo de enorme amplitud, y que son indispensables
cambios importantes a todos los niveles de la sociedad para reducir las
emisiones de gas con efecto invernadero en un 50% en 2030 y anularlas
completamente en 2050.
En Katowice, Estados Unidos,
apoyado por Rusia, Arabia Saudita y Kuwait, han presionado para impedir que el
grito de alarma de las y los científicos sea tomado en cuenta por los gobiernos
del mundo. Lo lograron, porque finalmente la COP24 se ha limitado dar las
gracias al IPCC por haber realizado su informe según los plazos marcados. La
declaración de ocho páginas adoptada por la conferencia no hace ni una sola vez
la menor alusión a la urgencia absoluta puesta en evidencia por el IPCC.
Mientras los planes sobre el clima de los gobiernos nacionales
("contribuciones nacionalmente determinadas" -CND- en la jerga)
suponen la perspectiva de un calentamiento catastrófico de 2,7 a 3,7ºC, ningún
Estado ha tomado medidas para reforzar sus compromisos. Más tarde se verá cómo
llenar el foso entre las palabras de París y los actos de los gobiernos... si
se llena.
Adiós a las
responsabilidades diferenciadas
Que diera la espalda al
diagnóstico del IPCC no es la única causa de indignación frente a esta COP. La
Convención marco de Naciones Unidas sobre los Cambios Climáticos (Río 1992)
estipula que el calentamiento es una "responsabilidad común pero
diferenciada". Se trata por tanto de repartir los esfuerzos teniendo en
cuenta el hecho de que los países llamados desarrollados son
los principales responsables históricos del calentamiento. Desde el comienzo de
las negociaciones, esta cláusula fundamental para los países del Sur está en el
punto de mira de los países ricos, particularmente de Estados Unidos. Ahora
bien, con el pretexto de la uniformización de los procedimientos para
contabilizar las emisiones, la COP24 marca una nueva etapa de su progresivo
escamoteo.
En efecto, la COP24 ha
decidido que las emisiones de CO2 de un país rico -que
perfectamente podría dejar de quemar carbón para producir electricidad de forma
inmediata- son puestas en pie de igualdad con las de un país pobre, que no
tiene los medios financieros y tecnológicos necesarios para desarrollar
alternativas verdes. Esta equivalencia estaría justificada si, de forma real,
la ayuda de los países desarrollados a la transición energética de los países
del Sur fuera real, sustancial, incondicional y proporcional a las
responsabilidades históricas. Pero no es éste el caso. Los cien mil millones
por año del "fondo verde para el clima" prometidos a partir de 2020
(una suma muy insuficiente para financiar la transición y la adaptación) siguen
siendo sobre todo una promesa en el papel, y los países ricos se hacen los
sordos cuando los más pobres demandan ser indemnizados por las pérdidas y los
daños (losses and damages) causados en sus países por tifones más
violentos y demás acontecimientos meteorológicos extremos.
De forma cínica, quienes como
Trump niegan la realidad del cambio climático antrópico -cuando
ellos son los principales responsables- no dudan en pretextar "la urgencia
ecológica" para ahogar el tema de la justicia social. Justicia en las
relaciones Norte-Sur, evidentemente, pero también en las relaciones entre ricos
y pobres, tanto en el Norte como en el Sur. El movimiento de los chalecos
amarillos muestra claramente que no hay salida a la crisis climática a través
de una política neoliberal que, por un lado, hace regalos a la gente rica en
nombre de la competitividad y, por otro, impone impuestos a la gente pobre en
nombre de la ecología. Sin embargo, esta es la política hipócrita e injusta la
que los gobiernos quieren intensificar en nombre de la salvación del clima. En
particular mediante el establecimiento (pospuesto a una COP posterior) de un
precio mundial del carbono y de un nuevo "mecanismo de mercado" para
generalizar la mercantilización de los ecosistemas, con derechos de emisiones
intercambiables a voluntad.
¿El crecimiento o el
clima? ¿Jesús o Barrabás?
Al finalizar esta COP, los
comentarios de la mayor parte de las y los observadores oscilan entre la imagen
del vaso medio lleno y la del vaso medio vacío. Se deplora la lentitud de la
puesta en marcha del buen acuerdo de París. Pero esta lentitud
no deriva únicamente de la mala presidencia polaca de la COP, de su sumisión a
los intereses de la industria del carbón (la COP24 estaba patrocinada por el
mayor explotador hullero europeo), o de la crisis que el malvado Trump ha
abierto en el modelomultilateral de gestión de las relaciones
internacionales... En realidad, se debe fundamentalmente a la imposibilidad de
resolver la ecuación climática sin romper con la lógica productivista del
capitalismo. Lo que nos invita a reexaminar lo no dicho de la COP21, para ver
el lado oscuro del buen acuerdo de París..
.
Salvar el clima implica
frenar el crecimiento. Es preciso, por decirlo sencillamente, producir menos y
compartir más, algo de lo que el capitalismo es rigurosamente incapaz. Hay, en
otros términos, un antagonismo profundo entre la solución de la crisis
climática, de una parte, y la lógica capitalista de acumulación de la otra.
Desde hace un cuarto de siglo, las COP no hacen sino dar vueltas alrededor de
este dilema: ¿el crecimiento o el clima? ¿Jesús o Barrabás? El acuerdo de París
dio la impresión de que se había encontrado una solución, pero no era sino una
declaración de intenciones, un juego de manos. Porque en los pasillos, el
"buen acuerdo" estaba sustentado en un proyecto capitalista loco y
criminal: la "superación temporal" del umbral de peligrosidad del
calentamiento. Barrabás libre, Cristo en la cruz, y Pilatos se lava las manos.
Un escenario de aprendices
de brujo
La idea es la siguiente: el
listón de los 1,5º C será franqueado en 2030-2040 -¡crecimiento para el
beneficio obliga!- pero "tecnologías de emisiones negativas" y la
geoingeniería permitirán enfriar el clima en la segunda mitad del siglo. Dormid
tranquilas, buenas gentes, todo está bajo control... Implícito en el acuerdo de
París, este escenario es ya completamente explícito en las publicaciones científicas
que sirven de base a las y los negociadores climáticos; incluso en los trabajos
del IPCC.
Este proyecto de
"superación temporal" es digno de aprendices de brujo, al menos por
dos razones: 1ª) las tecnologías en cuestión son hipotéticas, incluso
peligrosas (ecológica y socialmente) y 2ª) catástrofes irreversibles -por
ejemplo, ¡una dislocación de los casquetes glaciares que provoquen una subida
de varios metros del nivel de los océanos!- podrían producirse durante el
intervalo. Pero las élites prestan mucha atención a los
aprendices de brujo, pues su solución parece permitir retrasar
el dilema del crecimiento para más tarde. Como consecuencia, deja a las
multinacionales del sector de los combustibles fósiles y a los bancos que las
financian el tiempo necesario para la rentabilización de sus enormes
inversiones en el carbón, el petróleo, el gas. De facto, la alianza entre
sector fósil y el de las finanzas dicta el ritmo y las formas de la transición
energética.
Totalmente dedicadas a los
imperativos de la ganancia, de la competitividad (entre empresas, pero también
entre Estados protectores de sus empresas), los negociadores y
negociadoras solo demandan creer que el Dios de la Tecnología vendrá al rescate
de su economía de mercado y de su corolario: el crecimiento infinito. De ahí su
indiferencia ante la catástrofe en curso y su entusiasmo, incluso su
sinceridad, en (intentar hacernos) creer que han realizado un acuerdo
histórico; uno más. Durante la catástrofe, la comedia continúa.
Justicia social, justicia
climática: un mismo combate
Tras esta COP24, una cosa
debería quedar clara como el agua: no hay nada, estrictamente nada que esperar
de los gobiernos, de Naciones Unidas, del "diálogo de Talanoa" 1/, de la "High Ambition
Coalition" 2/, etc. Hay que abandonar
radicalmente toda ilusión sobre la posibilidad de convencer a toda esa gente
responsable del caos, quienesquiera que sean, de la ventaja que tendrían en
"tomar el liderazgo" para "realzar las ambiciones" pilotando
una "transición justa" hacia un "desarrollo sostenible",
etc,, etc. Les importa un pimiento y punto. Todo ese bla-bla-bla, toda esa
escenificación solo tiene un objetivo: adormecer a los pueblos, neutralizar su
reflexión, paralizar sus organizaciones. Es la estrategia de la araña.
Colaborar, es dejarse atrapar en su tela de araña.
En Bélgica, el callejón sin
salida de la colaboración de las grandes asociaciones medioambientalistas (y de
las direcciones sindicales que las apoyan) se ha hecho evidente. En efecto, al
día siguiente de la enorme manifestación sobre el clima de comienzos de
diciembre (75.000 personas en Bruselas), la Coalición clima y
el Clima express rogaron al gobierno de derechas que no
dimita, mientras que Greenpeace suplicaba al rey que convenciera a la clase
política de la urgencia climática. Sin éxito, evidentemente. ¿No es evidente
que esta vía no tiene salida? Cuando todos los recursos terrestres hayan sido
agotados, no quedará sino implorar una intervención divina...
Este callejón sin salida es
completamente similar al que las direcciones sindicales se hundieron, a finales
de 2014, deteniendo su plan de acción "para dar una oportunidad a la
concertación". Se sabe lo que ocurrió: el gobierno de derechas se sintió
más seguro y ha ido desmantelando una tras otra numerosas conquistas sociales.
Ya sea en materia social o en
materia medioambiental, la conclusión es clara: el único lenguaje que
comprenden las y los dirigentes es el de la fuerza. Hay por tanto que construir
una correlación de fuerzas y, para ello, solo hay un medio: unir las luchas por
la justicia climática y por la justicia social en una perspectiva
anticapitalista.
Traducción: Faustino Eguberri
para viento sur
1/ Para
hacerse una idea de lo que es el Diálogo de Talanoa, en versión
"oficial", ver https://actionlac.net/dialogo-de-talanoa-redoblando-los-esfuerzos-en-la-lucha-ante-el-cambio-climatico/ y https://unfccc.int/es/news/la-onu-lanza-un-portal-para-el-dialogo-de-talanoa-con-el-objetivo-de-aumentar-la-ambicion-climatica ndt.
2/ High
Ambition Coalition: Coalición que desde 2015 impulsan la Unión Europea y
algunos Estados -una treintena en total- en vías de desarrollo en las negociaciones
climáticas ndt.