Por Gastón Remy
En
la Argentina el 16% de los menores de 5 a 15 trabajan para un patrón,
porcentaje que sube al 40% en el caso de los adolescentes de 16 y 17 años.
Cifras similares reflejan los informes de la OIT (Organización Internacional
del Trabajo) en todo el mundo.
Durante la revolución
industrial en el siglo XIX la introducción de nuevas máquinas redujo la fuerza
física necesaria para ciertas tareas. Lo cual facilitó el ingreso de niños y
mujeres a la industria en reemplazo del obrero varón, quien encontró a partir de
ese momento a sus propios familiares como competidores directos dentro de las
fábricas.
Con el ingreso de niños y
mujeres como fuerza de trabajo a la producción, los capitalistas se apropian de
un mayor plusproducto o plusvalor que genera cada nuevo trabajador. Por ende,
esta masa de trabajo excedente, supera el pago total de los nuevos salarios. Es
así que al capital le resulta un buen negocio contar con fuerza de trabajo de
niños y mujeres siempre disponible.
A partir de estos cambios en
las condiciones laborales las consecuencias sobre las vidas de las mujeres y
niños fueron desastrosas. Marx basado en los estudios de Friedrich Engels sobre
la situación de la clase obrera en Inglaterra, llegó a hablar de una
“devastación intelectual, producida artificialmente al transformar a personas
que no han alcanzado la madurez en simples máquinas de fabricar plusvalor” 1/.
A la vez, el autor de El Capital denunció cómo los capitalistas
acudían a todo tipo de engaños y trucos con tal de evadir las tibias
reglamentaciones legales que regían sobre el trabajo infantil, una forma de
devorar sin límites la fuerza de trabajo de los menores.
Si esto puede parecernos algo
lejano en el tiempo, lo cierto es que una de las inclinaciones permanentes de
los capitalistas es a reducir al mínimo indispensable lo que pagan por la
fuerza de trabajo, la incorporación de todos los miembros de la familia obrera
a las labores en edad temprana, contribuye a este objetivo, permitiendo al
capitalista pagar menos a cada trabajador adulto por el mantenimiento de su
familia.
El trabajo infantil ha sido
una constante del capitalismo que encuentra en las niñas, niños y adolescentes
un reservorio de fuerza de trabajo dócil y de bajo costo. Según la OIT en todo
el planeta en 2016 había 152 millones de menores que trabajan y 73 millones lo
hacían en trabajos peligrosos que abarcan múltiples actividades como pueden ser
el tabaco, el algodón, la minería hasta la trata de personas, el narcotráfico y
la prostitución según el organismo internacional 2/.
En nuestro país, estalló el
escándalo a partir de las declaraciones de diputados del massismo, la UCR
(Unión Cívica Radical) y el PJ (Partido Justicialista) en la provincia de
Jujuy, a favor de que las y los hijos de la clase obrera trabajen desde
pequeños en los campos de tabaco. Es que, efectivamente, las explotaciones
capitalistas agrícolas conforman el sector que concentra el 70 % del
trabajo infantil en el mundo en la actualidad.
¿Quién
determina la edad de ingreso al mercado de trabajo?
Algunas pautas para poder
pensar la persistencia del trabajo infantil en pleno siglo XXI nos lleva a
indagar en los aspectos que hacen a las necesidades de valorización del
capital. En este sentido encontramos algunos aportes de autores como Juan Iñigo
Carrera quien en su libro Trabajo Infantil y Capital 3/ sostiene
que la necesidad de valorización del capital determina las aptitudes físicas e
intelectuales correspondientes a la madurez productiva que resulta suficiente
como para que la fuerza de trabajo de los nuevos obreros entre en el mercado.
Dicho de otra manera, es el capital en base a sus necesidades de negocios el
que va delineando los contornos fundamentales de cuándo o a qué edad, los niños
y adolescentes se deben incorporar al mundo del trabajo.
Se trata de un proceso muy
complejo que implica también considerar la diferenciación del trabajo que el
capitalismo ejecuta. Marx explica que en forma permanente se despliega una
dualización del tipo de trabajo concreto, esquemáticamente define este
resultado como la conformación de un trabajo simple y uno complejo. El
capitalismo en la medida que pone en funcionamiento nuevas máquinas y técnicas
simplifica las tareas del trabajo humano, las parcializa y las hace cada vez
más accesibles, mientras que este efecto de la técnica presiona hacia la baja
de la edad de ingreso de la nueva fuerza de trabajo. Al mismo tiempo y en la
medida que avanza la tecnología y el desarrollo de las máquinas, su
implementación y conducción exige un trabajo complejo o de mayor cualificación
de la fuerza de trabajo que tiende a elevar el tiempo necesario de formación de
los nuevos trabajadores. El resultado es la suba de la edad de ingreso al
mercado laboral de la nueva fuerza de trabajo.
La dualización del trabajo
ocurre como parte de un proceso más general por el cual el desarrollo de las
fuerzas productivas elevan los requerimientos de formación de la nueva fuerza
de trabajo en términos generales. Expresión de ello es el crecimiento de la
edad promedio de escolarización de la fuerza de trabajo adulta a lo largo de la
historia del capitalismo. Como parte de esta realidad los capitalistas han
necesitado de una alfabetización universal que alcance a la clase trabajadora
dando lugar a la educación pública y obligatoria. Por ejemplo, en Argentina el
proyecto de escolarización de Sarmiento y la generación del ’80 estuvo
inscripto en las necesidades productivas del capitalismo que iba cobrando cada
vez más forma en el país.
Por otra parte, las leyes de
regulación del trabajo infantil, y hasta de prohibición, actúan de algún modo
como indicativas de las necesidades de la valorización del capital en su
conjunto en determinado momento histórico del desarrollo de las fuerzas
productivas.
Pero también, la
configuración de las leyes y de la escolarización pública, son un subproducto
de la resistencia que la clase trabajadora ha ejercido a lo largo de la
historia poniendo ciertos límites a la ambición del capital por devorar las
vidas enteras de las familias obreras y de sus hijos. La pelea por la jornada
laboral de 8 horas es parte de esta tradición como también la exigencia de que
sea el Estado el encargado de sustentar los costos de la formación educativa de
los hijos e hijas de la clase trabajadora.
Ingresos,
pobreza y precarización
En Argentina en el año 2008
se promulgó la Ley 26.390 que elevó la edad de prohibición del trabajo de los
14 a los 16 años; a la vez, que estableció ciertas condiciones para autorizar
el trabajo de los adolescentes de 16 y 17 años.
Sin embargo, las estadísticas
oficiales de la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (EANNA)
publicada recientemente por el Indec señalan que la edad de ingreso promedio al
mercado laboral es a los 11 años, en el caso de los niños de 5 a 15 años,
mientras que los adolescentes de 16 y 17 años ingresan a los 14 años.
Considerando las condiciones
de vida de la clase trabajadora también encontramos una explicación a la
persistencia del trabajo infantil. Según la Universidad Católica Argentina hay
8 millones de niños en la pobreza y se espera que esta situación desmejore aún
más, siendo que creció el número de hogares pobres entre 2017 y el primer
semestre del año. Con una economía en fuerte recesión este año −y seguramente
en 2019− la triste realidad del trabajo infantil abarque a más niñas, niños y
adolescentes.
La EANNA muestra como el
46,1% de los niños y niñas de 5 a 15 años trabajan con el motivo de asegurar un
ingreso a sus familias. Las cifras bajan al 20,6% en el caso de los
adolescentes de 16 y 17 años; sin embargo, el 71,6% de los jóvenes lo hacen
para obtener un ingreso propio y trabajan casi a la par de sus contemporáneos
de 18 años.
El panorama de bajos ingresos
y pobreza en los hogares se combina con un sector enorme de la clase
trabajadora que no accede a un empleo formal registrado. Hace más de una década
que un tercio de los trabajadores en promedio está en negro y percibe ingresos
inferiores al de los ocupados en blanco. De aquí que existe una realidad
material que presiona a las y los hijos de las familias trabajadoras a tener
que realizar algún tipo de actividad laboral en el mercado o también como ayuda
indirecta al ingreso familiar realizando tareas dentro del hogar 4/.
Por último, la existencia de
un sector de desocupados y subocupados permanentes o con vínculos laborales muy
intermitentes con el mercado, configuran lo que algunos autores denominan
población obrera sobrante. El término hace referencia a aquellos sectores de
trabajadores que no son necesarios para la valorización permanente del capital.
Estas familias son sin dudas las más expuestas al trabajo de sus hijos e hijas
desde temprana edad.
Una
realidad de las cavernas
Siguiendo las tendencias
mundiales en el país la mayor parte de los niños y niñas que realizan alguna
actividad productiva viven en las zonas rurales (19,8%) respecto de aquellos
que habitan en las urbes según la EANNA 5/.
Respecto de las condiciones
de trabajo, el 21,3% de las niñas y niños de 5 a 15 que trabajan no perciben
remuneración alguna (ni monetaria, ni en especie) y lo hacen durante jornadas
en promedio de 12 horas. Los adolescentes de 16 y 17 años que trabajan más de
36 horas semanales –igual o más que un adulto– representan al 23, 2% del total
de jóvenes que trabajan.
La falta total de libertad al
momento del trabajo infantil se corrobora en las condiciones laborales donde el
30% dice que se cansa, el 11,7% que se aburre y el 9,8% hace mucho esfuerzo
físico. Esto en un medioambiente donde el 31,3% se queja de que hace mucho
calor o frío, el 14% de que hay polvo y el 12,6% del ruido.
Las
cifras son alarmantes. Pero detrás de los números hay una realidad que yo viví
en carne propia, no sólo porque vengo de familia que trabajamos en el tabaco, y
que hoy siguen trabajando en las fincas, sino también a través de la
experiencia de mi mamá que como docente y que como muchos docentes en la
provincia ven esta situación cotidianamente. Hay trabajo infantil, se trabaja
en condiciones inhumanas, niños de 10, 11 años trabajando, encañando,
desencañando tabaco, en contacto con los agroquímicos, en lugares donde no hay
baños, donde estás expuesto a diferentes tipos de violencia. Si sos mujer, si
sos niña, no solamente es el laburo, sino también los capataces que muchas
veces te persiguen, te acosan. Entonces creo que aquí hay algo que no pueden
ocultar, que miles de personas lo vivimos en carne propia, que a nosotros nadie
no las tiene que contar.
Es el testimonio de Andrea
Gutiérrez estudiantes de la UNJu Universidad Nacional de Jujuy) y concejala por
el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) en el Frente de Izquierda en
San Salvador de Jujuy.
El testimonio de la
legisladora de la izquierda contrasta por el vértice con las palabras del
diputado provincial, Marcelo Nasif, quien pertenece al bloque massista ligado
al oficialismo de Cambia Jujuy:
En
el campo los chicos ayudan a sus padres, y ayudan en esas frágiles economías
que tienen, y muy bien le vienen algunos pesos que hacen con trabajos que
solamente los niños pueden hacer. Un chico no va a hacer cosas que no puede
hacer, el esfuerzo más grande que pueden realizar cuando mucho es encañar o
desencañar tabaco, tareas absolutamente livianas y que no hacen nada, porque
hacen a la cultura del trabajo” 6/.
Estos dichos despertaron el
repudio popular, llegó a los medios nacionales, y hasta el mismo Gobernador
Gerardo Morales tuvo que salir a aclarar públicamente que no está a favor del
trabajo infantil; solo autorizan a adolescentes de 16 y 17 años a trabajar en
el campo. Algo que hasta el organismo imperialista Human Rights Watch denuncia
como altamente perjudicial para la salud y el futuro desarrollo de los jóvenes;
aunque la mirada “provinciana” de Morales serviría para regalarle mano de obra
flexible a los dueños del tabaco de Jujuy y a las multinacionales como Massalin
o Nobleza Piccardo.
La realidad de la explotación
casi sin límites en el campo de peones, mujeres, niñas y niños contrasta
también con el relato del enfrentamiento con el agropower y la
puesta en práctica de algunos tibios controles desde el Registro Nacional de
Trabajadores y Empleados Agrarios (RENATEA). Por eso, no es causal la
reivindicación descarnada del trabajo infantil en el tabaco por parte de
diputados de las distintas expresiones del PJ jujeño. Ellos pintan una
radiografía de cómo durante los gobiernos kirchneristas, en el interior
profundo continuaron reinando los barones de la tierra; sin dejar de
olvidar que el mismo empresario genocida Carlos Pedro Blaquier del grupo
Ledesma se declaró cristinista gracias a las fortunas que pudo
amasar en ese momento. Para los peones rurales y sus familias no hubo década
ganada.
El
trabajo infantil en el mundo
A partir del último
relevamiento de la OIT en el año 2017 hay 218 millones de niñas y niños que
realizan alguna actividad productiva en el mundo. De ellos, 152 millones, el
70 % forman parte del trabajo infantil y cerca de la mitad (73 millones)
realiza trabajos peligrosos.
Una mirada del trabajo
infantil por sector de la actividad económica arroja que el 70,9 % lo hace
en la agricultura, el 17,2 % en los servicios y el 11,9 % en la industria.
El peso superlativo del sector primario indica el carácter aberrante del
capitalismo que en pleno siglo XXI se aprovecha de la fuerza de trabajo de los
menores en las tareas más duras y en las peores condiciones, expuestos a la
altas temperaturas, a los agrotóxicos, a las alimañas, en síntesis, el trabajo
en la naturaleza bajo el capitalismo no es apto para los niños y niñas.
Una de las actividades más
perjudiciales y que más denuncias recibe en todo el mundo es la producción de
tabaco. “Tomamos el químico y lo ponemos en el agua. Llevamos la mochila a la
espalda y empezamos a rociar. Siento que voy a vomitar porque los químicos
huelen muy mal”. Este es el testimonio de Mercy de 12 años, trabajadora del
tabaco, en Mashonalandia Central, Zimbabue. En el caso de Estados Unidos, el
cuarto productor mundial de tabaco, donde es legal contratar a niños de 12 años
para que trabajen en el campo, Sofía, una trabajadora del tabaco de
17 años, en una hacienda en Carolina del Norte donde trabaja desde los 13, cuenta
que:
Ninguno
de mis supervisores, empleadores o jefes de equipo nos informó sobre los
pesticidas o cómo podíamos protegernos contra ellos (…) Cuando trabajaba con mi
madre, ella me cuidaba y siempre se aseguraba de que estuviera bien (…) Los
jefes nunca nos daban nada, excepto nuestros cheques. Eso era todo.
Este testimonio es parte de
un informe de Human Rights Watch donde especialistas explican lo nocivo del
trabajo de los menores en el tabaco y que el mismo debería ser prohibido
incluso para los adolescentes de 16 y 17 años.
Por fuera de la actividad
agrícola, multinacionales como Apple, Samsung, Sony, entre otras, han sido
denunciadas por obtener el mineral de cobalto para la fabricación de baterías
para celulares o tablets de mano de miles de niñas y niños en el Congo.
Un
flagelo inherente al capitalismo
Según la OIT el avance en la
reducción del trabajo infantil en el mundo se desaceleró en el período
2012-2016, respecto a la anterior medición de 2008-2012; e incluso en África
creció el trabajo de los menores 7/.
Las metas que declama el organismo no pasan de las buenas intenciones, puesto
que no atacan a la raíz del problema, la propiedad privada capitalista, sino al
contrario buscan lavarle la cara al capitalismo con promesas de ponerle fin al
trabajo infantil. Cada vez que señalan un objetivo como el de llegar a la
erradicación del trabajo infantil en 2025, termina obviamente fracasando. Para
ese año estiman que el trabajo infantil no bajaría de 121 millones de niñas y
niños, con 52 millones trabajando en las denominadas actividades peligrosas.
Ampliando el período de
análisis en el mundo se registra en el último cuarto del siglo XX un resurgir
del trabajo infantil en países sobre todo de Asia que han desarrollado sus
industrias con trabajo muy simplificado, volviendo a situaciones “de hace más
cien o más años atrás”, indica Iñigo Carrera en su texto antes citado.
La contracara del trabajo
infantil y la baja de la edad de ingreso de los menores al mercado laboral, es
la tendencia a extender la edad jubilatoria de los trabajadores. Reformas
previsionales en Francia o las que intentan en Brasil y Argentina apuntan a
elevar la edad de retiro de los trabajadores activos prolongando la vida útil
de la fuerza de trabajo que le permite al capital valorizarse con mayores
ganancias.
En ambos casos, horadando las
leyes y bajando de hecho la edad de ingreso de los menores al trabajo y
subiendo la edad jubilatoria de los trabajadores adultos, el capital logra
avances en ampliar la vida de la clase trabajadora dedicada a producir
plusvalor para los empresarios y dueños de la tierra.
Hasta aquí hemos visto como
usa el capital la fuerza de trabajo y su propia dinámica de valorización nos
lleva a la conclusión de que el trabajo infantil le es inherente. El uso
capitalista de los avances en la tecnología, en vez de liberar cada vez más a
la humanidad del trabajo asalariado, extiende el tiempo vital dedicado al
trabajo; por otro lado, expulsa fuerza de trabajo y precariza las condiciones
laborales de cada vez más amplios sectores. A la vez, que sostienen métodos de
producción de la edad media en las tareas agrícolas que generan las condiciones
para la incorporación de niños y niñas al trabajo. Todo intento de erradicar el
trabajo infantil dentro de los marcos de la sociedad capitalistas está
condenado al fracaso. Superar estas utopías reaccionarias nos pone del lado de
construir una organización anticapitalista que le ponga fin a la explotación y
a la opresión de la fuerza de trabajo de adultos y menores en todo el mundo.
Gaston Remy, Economista, docente en la Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy.
Notas:
1/ El
Capital. Crítica de la economía política. Tomo I, Siglo XXI, (consultado de la
versión digital disponible en UCM.es),
p. 487.
2/ “Estimaciones
mundiales sobre el trabajo infantil. Resultados y tendencias 2012-2016”. El
concepto de trabajo infantil de la OIT dic que “se refiere a cualquier trabajo
que es física, mental, social o moralmente perjudicial para el niño, afecta su
escolaridad y le impide jugar. Se les niega la oportunidad de ser niños”. Una
forma de reconocer que el organismo imperialista creado al finalizar la Primera
Guerra Mundial no condena abiertamente la explotación capitalista de la fuerza
de trabajo de los menores y adolescentes.
4/ Según
EANNA el 3,8 % de las niñas y niños de 5 a 15 años trabajan para el
mercado, el 3 % en actividades de autoconsumo y el 4,8 % en tareas
domésticas intensivas. Para el caso de los adolescentes de 16 a 17 el
29,9 % realiza alguna actividad productiva. El 17,2 % lo hace para el
mercado; mientras que las labores dentro de la unidad familiar también cobran
un peso mayor respecto de los niños y niñas. El 5,3 % realiza actividades
de autoconsumo y el 12,8 % domésticas intensivas.
5/ Esta
encuesta se realizó durante los años 2016 y 2017, la última vez en 2004,
mostrando un descenso del trabajo infantil aunque con una fuerte persistencia
pese a la denominada “década ganada”. Como decimos en este artículo, mientras
perviva el capitalismo no hay forma que no lo haga el trabajo infantil dentro
del proceso de valorización del capital.
6/ “Fuerte
debate en la Legislatura de Jujuy por el trabajo infantil en la provincia”, La
Izquierda Diario, 16/11/18.
7/ Una
mirada del trabajo infantil por continentes o regiones encuentra a África con
los mayores niveles (19,6 %), luego aparece Asia-Pacífico (7,4 %);
América (5,3 %), Europa y Asia Central (4,1 %) y los Estados Árabes
(2,9 %). OIT, “Estimaciones...”, ob. cit.