Por: Jesús Alberto Rondón
Como
en la mayoría de las familias en nuestro orbe, a la que pertenezco hay de todas
las especies afiliaciones políticas y hemos decidido tocar lo menos posible el
tema político, puesto que hablar de política, tiene la misma característica del
consumo de bebidas alcohólicas: no a todos nos cae bien. Aun así, de vez en
cuando suspendemos la veda. Es recurrente en las conversas, que quienes se
oponen al gobierno bolivariano sostengan, que los que votaron por Maduro el
veinte de mayo no tienen derecho a quejarse de nada, porque votamos por eso. Así
que calladitos cuando se va la luz por más de doce horas, cuando no hay
transportes públicos, cuando los precios de la carne y otros alimentos se
acercan a las nubes, entre otras situaciones que experimentamos los que vivimos
del trabajo; ¡"Usted voto
por eso!" se remata.
Muchas
veces en estas conversaciones familiares no hay oportunidad de desarrollar
todos los argumentos que uno puede esgrimir, hay diferentes niveles de
compresión de la realidad política, resistencia para escuchar y hasta la
absurda pretensión de colonizar al otro. En esta nota pretendo desarrollar
algunas ideas que han quedado interrumpidas en esas charlas.
El
veinte de mayo de este año 9.132.655 de venezolanos y venezolanas ejercieron el
derecho al voto y de ellos 6.190.612 consideraron que Nicolás Maduro debía
continuar como presidente de esta República. Quienes a ejercieron el derecho al
voto y quienes no, lo hicieron bajo un razonamiento político que se convierte
en objeto de análisis socio-político, en particular los primeros son objetos de
posturas inquisitorias, hasta el punto de la estigmatización. Los votantes no
participaron en el acto electoral para que se profundizara la crisis, lo
hicieron considerando que las opciones expuestas eran portadoras de un relato
sobre el futuro y optaron. El relato que se impuso mediante el escrutinio está
vinculado al "socialismo bolivariano" promovido por Chávez y ahora
liderado por Nicolas Maduro. Quienes no participaron también optaron, eligieron
no manifestarse en las urnas y enviaron un mensaje: sus expectativas no estaban
reflejadas en los relatos en contienda. En estas elecciones hubo una abstención
inédita en la experiencia electoral venezolana, pero muy similar a la de otras
naciones de nuestra América donde la participación en los comicios electorales
es baja comparativamente.
El
relato de quienes se oponen al gobierno bolivariano esta movilizando a
importantes sectores de la población en campos diferentes al electoral, donde
podemos observar acciones de la dirigencia del Partido Socialista Unido de
Venezuela para colocarle obstáculos en el sistema electoral, judicial y además
de uso de recursos estatales para obtener ventajas. En las elecciones el relato
opositor a la revolución bolivariana arrastra cuando la cuestiona, pero no
cuando dibuja una alternativa a ella.
Esta
descripción de lo acontecido en Venezuela también la observamos en otros países
de América Latina en este 2018. En Brasil, donde el electorado ha votado a
Bolsonaro, en México ha ganado Obrador. ¿Qué han hecho posible esos triunfos?
Son determinantes los relatos que se proponen desde la sociedad política, en el
caso Brasil se votó por un relato metafísico, que resalto el orden y lucha
contra la corrupción y en el caso de México después de décadas se votó por un
relato que incorpora la renovación de la clase política. En este momento
conviene asumir la lectura de los vencidos, quienes se pueden preguntar ¿En
Venezuela, Brasil y México sus pueblos han votado por la tragedia? Se puede
responder de plano que no, optaron por un relato que les trasmitió esperanza, y
esta tiene un significado diferenciado. Afirmar lo contrario equivaldría a
afirmar que hay pueblos suicidas, que votan a la desgracia.
Los
relatos son expresiones de intereses sociales, aunque no siempre quienes los
impulsan representen los intereses del electorado. Veamos el caso se Bolsonaro,
su relato coincide con los intereses del electorado que lo eligió, pero su
equipo representa otros intereses. Estos que logran la dirección de gobierno
deben probar en el terreno sus capacidades reales de desempeño, en función de
los intereses que representan.
Tal
es la importancia del relato en el campo político, que en las campañas existe
un nuevo campo de acción: las redes sociales. Es este campo se trabaja en la
adecuación del relato y hasta de múltiples relatos a las características
particulares del electorado. Un ejemplo de esta disputa la pudimos observar en
la campaña electoral de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos de
América, donde no se observó escrúpulos a la hora de operar y para ellos las
técnicas de la antiquísima mentira son claves, ahora se llama noticias falsas
(Fake news).
Ganar
las elecciones es el solo una etapa, pues una vez que un relato se sobreponga
sobre los otros no significa que se haga realidad, se requiere que este se
concrete legislativa e institucionalmente, además de contar con una
convalidación social. En esta fase el relato va a ser afectado por la oposición
desplazada (y sus aliados nacionales, hemisféricos y mundiales) en las
elecciones, pero que no está extinta. Se van evidenciando las deficiencias en
los equipos que son responsables de hacer posible el relato y se pone a prueba
la fidelidad de los distintos sujetos que lo apoyaron. El relato se desgasta o
se potencia. En el caso nuestro, el proyecto bolivariano ha sido objeto de
agresiones atípicas y han logrado degradar el relato socialista, hasta el punto
de que sectores de la población anhelan el capitalismo más salvaje como frente
a la precariedad inducida. Por otro lado, a lo interno de la revolución
bolivariana se vienen cometiendo errores que comprometen la viabilidad del
relato.
El
pueblo, expresado en un electorado siempre estará bajo el escrutinio de los
actores de la sociedad política, la cual siempre estará buscando la forma de
construir un relato que movilice a la mayor parte y le sea fiel en el mayor
tiempo posible.
Estas
reflexiones se enmarcan dentro de una concepción de democracia ritual, es decir
liberal burguesa, donde el derecho al voto es el acto fundamental. Un enfoque
restringido que nunca beneficiara a quienes vivimos de trabajo, porque busca
excluir o subordinar la participación organizada en la política y desde los
intereses de la clase trabajadora. Un enfoque donde la resignación se expresa
en la queja y la espera de un milagro. Un enfoque que se creía superado en
Venezuela, con la declaración de una modelo de democracia participativa y
protagónica.