Por Jesús Alberto Rondón*
Las
demandas de la clase trabajadora y sus organizaciones hoy se centran
fundamentalmente en dos aspectos: salarios dignos y control de precios. Las
medidas anunciadas por el presidente Maduro responden parcialmente a lo
primero. ¿Y qué pasa con la segunda demanda?, pues seguimos igual, el gobierno
bolivariano ha demostrado que a través de los mecanismos del Estado tiene pocas
capacidades para mantener una política sostenida de control efectivo de los
precios. Y de hecho el presidente Maduro lo reconoció al afirmar que los
precios acordados solo se habían mantenido cuarenta de los cien días que ocupó
su balance. La dirección escogida en el Plan es hoy es seguir dialogando con
los empresarios y empresarias y brindarle beneficios (acceso a divisas, pago se
salarios, dispensas fiscales, entre otros). Nicolás Maduro declaró que detrás
de esa elección hay un análisis en el cual han participado los "asesores
de primer nivel nacionales e internacionales" (chinos, rusos y
europeos) que la respaldan. Ahora bien ¿Qué explica el rol de la clase
trabajadora y sus organizaciones en este estado de cosas?
En
el ejercicio de derecho se afirma que no se puede alegar la torpeza propia en
la defensa propia. Digo esto porque nuestro rol en este estado de cosas se
explica porque nuestras organizaciones no han logrado la fuerza necesaria para
tener una condición beligerante y en consecuencia capacidades de incidir. Otros
actores sí que tiene influencia, uno de ellos es un sector que se ha vendido
como burguesía bolivariana, en palabras de nuestro ilustre Wilmer Castro
Soteldo.
En
los últimos meses en las calles se han desarrollado una serie de
manifestaciones de trabajadores y trabajadoras espontáneos u organizados en
varias coaliciones (Alianza Nacional Intersindical, Frente Nacional de Lucha de
la Clase Trabajadora, entre otros), fundamentalmente denunciando un pacto
gobierno-empresarios y exigiendo la mejora del ingreso de quien trabaja. Por
otro lado, la Central Socialista Bolivariana de Trabajadores y otros actores
han mostrado apoyo al gobierno y realizado tímida peticiones. Estas
manifestaciones se dan en un momento donde una de las debilidades en el seno de
las organizaciones de los trabajadores y trabajadoras es la dispersión, que es
más grave que la división.
Existe
un sector emergente que pretende acumular fuerzas, calentar la calle y sumar,
pero esta reducido a aquellos trabajadores y trabajadoras del sector público
que se movilizan debido al irrespeto de las convenciones colectivas por parte
del patrón y en consecuencia dejaron de percibir beneficios que los colocaba
sustancialmente por encima de la media de los demás trabajadores y trabajadoras
en el país. Por otro lado, tenemos a quienes promueven la resignación y que nos
dejemos en manos del gobierno bolivariano. Dicho de otro modo, estamos
entrampados en el dilema del "peón" de la hacienda: sumiso o
contestatario. El primero espera que por gracia de algo divino "el
señor" se conmueva de su situación y haga algo y el segundo clama para que
"el señor" le mejore la ración y lo trate mejor.
Se
requiere construir la unidad en el seno de las organizaciones de trabajadores y
trabajadoras, para estar en condiciones de afectar la correlación de fuerzas
vigentes, es decir ser sujetos en este estado de cosas. Esta unidad solo es
posible construirla conflictivamente. La unidad de los sindicatos, delegados y
delegadas de prevención, cajas de ahorros y cooperativas es esencial para
lograr ser un interlocutor firme que permita afectar las tomas de decisiones.
Ahora, ¿eso es suficiente? ¡No!, tenemos otro obstáculo: falta de un proyecto
en función de los intereses de clase.
No
se observan deliberaciones en torno a la construcción de un proyecto
alternativo al estado de cosas que se critica. Sin ánimos de descalificar los
discursos que, en las distintas manifestaciones existentes, estos fácilmente
pueden constituir una lista de deseos o necesidades. La construcción de un proyecto
alternativo supone no solo definir claramente el estado de cosas conveniente
para la clase trabajadora, sino también definir los roles de los actores de la
sociedad venezolana, así como las relaciones oportunas para el cumplimiento del
proyecto. Esta falencia puede que tenga su causa en el grado de conciencia que
tenemos como clase en Venezuela, que quizás nos permite articularnos hoy hasta
la defensa de la capacidad de consumo.
Se
puede terminar estas líneas con arengas de una victoria pronta, sencilla y obra
de un milagro posible gracias al grito de nuestras consignas, solo que me
parece engañoso y similar al comportamiento de actores del sistema político,
que los ha llevado a descrédito; por otro lado, aquí presento dos problemas
presentes en el movimiento de trabajadores y trabajadoras y se requiere
examinar otros. Así no nos queda más que hacer lo que hay hacer: organizarnos,
articularnos y asumir un proyecto como clase trabajadora. No hacerlo significa
seguir transitando de manera pasiva el rumbo de conciliación de clase que lleva
adelante el gobierno en franca contradicción con su discurso de
"construcción del socialismo". Conscientes de un proceso de largo
plazo, conflictivo a lo interno y muy amenazado desde lo externo, como mínimo.
Un comentario para finalizar:
Luego
de los recientes anuncios en materia laboral, alguien cercano preguntó ¿Y el
cesta ticket qué?, ¿No lo van a aumentar? Debo decir que reaccione rápidamente
y con cierta agresividad, puesto que ese es uno de los aspectos que desde varias
organizaciones se venía demandando: la eliminación de la estrategia de
bonificar el salario. Quizás la persona que hizo la pregunta no escuchó toda la
alocución del presidente Maduro, que comenzó haciendo un balance de estos cien
días del Plan de Recuperación Económica y entre los elementos que presentó
existe uno que hasta ahora no le había escuchado. Reconoció que por largo
tiempo la política del gobierno bolivariano fue la bonificación del ingreso y
que en consecuencia la estrategia del Plan en cuestión era la salarización del
ingreso, y es por ello que se aumentaba el salario en una drástica proporción
nuevamente, entre otras cosas como contribuir a recuperar la capacidad de
consumo de quienes laboramos. La salarización del ingreso es una demanda de las
organizaciones de los trabajadores y las trabajadoras debemos mantener e
incluso exigir que se elimine el concepto de cesta ticket, para que no se
conserve como una carta bajo la manga del patrón en el futuro. Mientras esta
nota reposaba unos días, el ministro Eduardo Piñate anunció que el monto mínimo
correspondiente a la cesta ticket es el diez por ciento del salario básico
nacional.
Jesús Alberto Rondón
Sociólogo, se desempeña como Facilitador en el Inpsasel, ha sido electo Delegado de Prevención (2011-2013 y 2013-2015) y es Vice-Presidente del Consejo de Vigilancia de la Caja de Ahorros de los Trabajadores y Trabajadoras del Inpsasel