Por Vijay Prashad, El Salto Diario
En medio de la guerra comercial
lanzada por Trump, las nuevas potencias orientales que desafían a las viejas
metrópolis y las protestas ciudadanas, el precio del petróleo determina el
futuro de la economía global.
En la última semana de
noviembre tuvieron lugar dos importantes encuentros: uno en Buenos Aires,
Argentina, de las naciones del G20; y el segundo en Viena, Austria, de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y otros productores de
petróleo. Los dos eventos no produjeron ningún acuerdo para los grandes
desafíos económicos del mundo, pero sí calmaron los nervios de los mercados
financieros. En el G20, los Estados Unidos y China enfriaron las temperaturas
en torno al comercio, pero no resolvieron las quejas para el largo plazo que
cada bando tiene del otro. En el encuentro de la OPEP, Rusia y Arabia Saudí
acordaron recortar la producción y elevar el precio del petróleo, a pesar de
las presiones de los Estados Unidos y otros para mantener el precio bajo.
Los grandes poderes no
encontraron soluciones a sus problemas en ninguno de los encuentros. Todos
están atrapados en laberintos sin una salida fácil. Pero lo que calmó el mundo
de las finanzas fue que la tensión geopolítica entre los grandes poderes
pareció haber descendido. Sin embargo, no está claro el impacto que va a tener
esta tensión reducida en la población mundial.
EL COMERCIO
La “guerra comercial”
diseñada por Donald Trump, presidente de EE UU, contra China, comenzó con
aranceles y terminó en un absoluto fracaso. En el G20, Trump le dijo a Xi
Jinping, presidente de China, que los aranceles de EE UU —que habrían aumentado
un 25% el valor de los 200.000 millones de dólares de las importaciones
chinas—, ya no serán aplicados. China, por su parte, dijo que importaría más
bienes de Estados Unidos. No se anunciaron detalles, por lo que las tensiones
en torno a allanar el camino para este acuerdo se vertieron en Twitter
(cortesía de la exageración de Trump) y en afirmaciones más sobrias por parte
del Gobierno de China.
Los temas más importantes,
sobre la propiedad intelectual y el valor de la moneda, siguen sin resolverse.
Estados Unidos acusa a China de robar la propiedad intelectual de las firmas
estadounidenses, pero los chinos argumentan —como han hecho en los grupos de
arbitraje de la Organización Mundial de Comercio— que simplemente la extrajeron
de la tecnología transferida como resultado de los acuerdos comerciales
firmados libremente por las empresas ansiosas por usar mano de obra china. Será
imposible resolver estos dos problemas, en tanto que ninguna de las partes ve
de la misma forma el asunto. Si Estados Unidos cree que China evalúa
injustamente su moneda, los chinos señalan la injusta ventaja que tiene el
dólar sobre cualquier moneda del mundo, dado que es usada como una de las
monedas internacionales para facilitar el comercio y almacenar la riqueza.
PETRÓLEO
La Rusia de Vladimir Putin y
la Arabia Saudí de Mohamed bin Salman se han ofrecido mutuamente un amistoso
apretón de manos en el G20. Todo el mundo parecía feliz de ver a Mohamed bin
Salman, a pesar de los claros indicios de su papel en el asesinato del
periodista Saudí Jamal Khashoggi.
Pero los verdaderos acuerdos
entre Rusia y Arabia Saudí no se hicieron directamente en Buenos Aires. Se
hicieron más silenciosamente en Viena, en el encuentro de la OPEP e invitados.
En Buenos Aires, Putin dijo: “Sí, tenemos un acuerdo para prolongar nuestros
convenios”. Se estaba refiriendo al trato entre Rusia y Arabia Saudí desde 2016
para regular los precios del petróleo para su beneficio mutuo. A pesar del
trato, Arabia Saudí ha seguido metiéndose en problemas, inundando el mercado
con petróleo, bajando los precios y agotando su propio tesoro como resultado.
Ahora, Rusia está impaciente por ver los recortes en la producción de petróleo
y el aumento de su precio. Atrapada por las sanciones y los bajos precios del
petróleo, Rusia ha caído en dificultades económicas internas. El verdadero
problema era cuánto tendría que inyectar cada país desde dentro o fuera de la
OPEP. Por eso dijo Putin: “No hay un acuerdo final sobre los volúmenes”. De
hecho, incluso después de que el trato haya comenzado a salir a la luz, no hay
un acuerdo final. Arabia Saudí no ha sido aquí un buen socio. Ha inyectado
petróleo fuera de las necesidades del mercado a lo largo de estos últimos años,
sobre todo bajo la presión de los Estados Unidos.
Hay dos razones por las que
los Estados Unidos quieren abaratar el petróleo, a pesar del hecho de que ahora
son uno de los mayores productores del mundo. Primero, un petróleo barato
significa una subvención inmediata al consumidor y las empresas productoras
estadounidenses. Cuando el precio del petróleo es bajo, no hay ningún incentivo
económico para transicionar a las energías renovables. Segundo, un petróleo
barato golpearía a adversarios del orden mundial que lidera Estados Unidos, que
—en realidad— son grandes productores. La lista incluye a Irán y Venezuela, dos
países que han sido llevados a una crisis interna por el desplome de los
precios del petróleo. Pero los Estados Unidos tienen las herramientas
suficientes para dañar a estos países sin forzar el abaratamiento del petróleo.
Por ejemplo, incluso si los precios suben, las sanciones estadounidenses pueden
ser lo suficientemente duras como para echar el petróleo iraní y venezolano
fuera del mercado. La falta de petróleo iraní y venezolano funciona como un
recorte eficaz en la producción de petróleo, que aumentará los precios por sí
mismo.
Arabia Saudí ya ha empezado a
presionar a Libia y Nigeria para que reduzcan las exportaciones de petróleo,
aunque estos dos países africanos dependen de sus ingresos. Arabia Saudí ha
tenido éxito empujando a Qatar fuera de la OPEP en el terreno político, pero en
tanto que Qatar sólo produce el 2% del petróleo crudo de la OPEP, su salida, el
Qatexit, no es significativa. En el mundo del petróleo, los hay que son siempre
dejados de lado para que otros puedan beneficiarse.
EL CLUB DE COMPRADORES DE
PETRÓLEO
En 2005, el ministro del
Petróleo indio, Mani Shankar Aiyar, reunió a sus homólogos de toda Asia para
comenzar a discutir sobre un club de compradores. El tema en concreto que
estaba encima de la mesa era el “Asian Premium” [el precio más alto cobrado a
los países asiáticos] cobrado por Arabia Saudí y otros productores a países
asiáticos. El “Asian Premium” es sustancioso: cerca de 10.000 millones de dólares
por año de los consumidores asiáticos de petróleo del Golfo. Es lo que molestó
a Aiyar y los otros ministros del petróleo. Pero no llegaron a ningún acuerdo.
Asia es el mayor importador
de petróleo del mundo. India y China, junto con los Estados Unidos, son los
tres mayores importadores de petróleo. Justo después de ellos están Japón y
Corea del Sur. Si juntas las importaciones petrolíferas de China, India, Japón
y Corea del Sur, estos cuatro países suman un tercio de las importaciones de
petróleo del mundo. Son dependientes de los exportadores, pero también tienen
poder como bloque de consumidores.
En 2012, el primer ministro
de China, Wen Jiabao, dijo que era necesario un contra-cártel a la OPEP que
debería incluir a Europa y Estados Unidos. El interés hacia su propuesta fue
mínimo. El petróleo había alcanzado los 100 dólares por barril, lo que asfixió
el crecimiento económico y no acercó a ninguno de esos gigantes industriales a
combustibles renovables.
La cuestión del cártel de
compradores volvió a la mesa en abril de este año, en el Foro Internacional de
Energía. El presidente de la Indian Oil Corporation (IOC), Sanjiv Singh, y el
presidente de la China National Petroleum Corporation (CNPC), Wang Yilin, se
encontraron entonces en Beijing para profundizar en esa posibilidad. Hacia
junio, China e India —que importan el 17% del petróleo mundial— habían
comenzado a hablar abiertamente de un cártel de consumidores para facilitar
unos precios “estables y moderados” del petróleo, como expresó el actual
ministro indio del Petróleo, Dharmendra Pradhan.
China e India se han
molestado por las sanciones de Estados Unidos a Irán. Han considerado que estas
producen un impacto desfavorable a las economías asiáticas. A ellas se unen
Japón y la Unión Europea, a los que tampoco les gustan estas sanciones. Ahora
se está diciendo que si China e India fundan un club de consumidores, Japón y
Europa se unirán.
Traducción: Rosa María García