Por
Luís Varese
Así lo
sabe el imperio y por eso pone sus cartas para ganar. Ha roto el orden
jurídico, el institucional, el estado de derecho y el orden democrático. Pone
un presidente espurio, le quita el acceso a sus legítimos recursos económicos
al Gobierno Constitucional, llama a la guerra a través de sus voceros directos
encabezados por Mike Pompeo, los indirectos y obsecuentes a través del Grupo de
Lima y los tambores de guerra a través de Duque o
Bolsonaro, quien incluso cobija a militares israelitas bajo la excusa de ayuda
humanitaria por la rotura de la represa de Brumadinho. Los reveses del
Departamento de Estado de los EEUU en la OEA y en la ONU son estrepitosos y
vergonzosos para los embajadores de carrera estadounidenses. Hemos escuchado
con alegría al Canciller Venezolano dando clases de dignidad como hace poco
oíamos al Vice Canciller de México en Lima, o a Denis Moncada de Nicaragua en
la OEA.
Estas derrotas diplomáticas no hacen
menos peligroso al enemigo. En
esta guerra declarada contra Venezuela, los Estados Unidos juega todas las
cartas y vendrá la presencia de mercenarios y paramilitares desde Colombia, el
terrorismo desatado en las barriadas con el lumpen local dirigido por los
expertos de la gusanería cubana; el sabotaje a redes eléctricas u oleoductos;
la alcahuetería de los grandes medios de comunicación, de las redes sociales.
Es decir todo el menú terrorista que utilizan los Estados Unidos, Israel y sus
socios de la OTAN, cuando quieren derrocar gobiernos que no les son
obsecuentes. Han perdido la vergüenza al punto de que Las Fuerzas Armadas
Brasileñas permiten la presencia en la Amazonía de las tropas gringas o de que
el Jefe del Comando Sur del Ejército EEUU da la receta de cómo sacar al
Presidente Constitucional de Venezuela Nicolás Maduro o la Dirigencia Militar
de ese país. Mucho y muy bien ya se ha escrito sobre este esquema. En
Venezuela se juega la geopolítica del nuevo orden mundial y el reacomodo de las
hegemonías o del multilateralismo.
Pero, y además, una guerra en Venezuela
será una guerra en y contra Nuestramérica. Desde Túpac Amaru y Túpac Katari
que enfrentaron al dominio colonial insurreccionando la América indígena desde
Quito hasta Montevideo, hasta La Unidad Latinoamericana anunciada por Bolívar,
Martí, Sandino, Perón, el Che, Fidel, Chávez y todos los presidentes de las
Nuevas Democracias Populares del Siglo XXI se ha demostrado que podemos
unirnos. Esta unidad tan necesaria evitaba el horror de la guerra y genera
capacidad de negociación en términos de igualdad. Hoy tenemos una mayoría de
Presidentes que ha renunciado a UNASUR y CELAC e incluso al MERCOSUR.
Arrodillados, unos, e imperiales otros (Bolsonaro) propician la invasión y la
guerra, de la que ninguno saldrá bien parado, salvo las empresas
multinacionales promotoras del terror. Nos toca a los movimientos sociales, a
los movimientos indígenas, a los partidos políticos a los intelectuales y a los
militares patriotas evitar esta guerra de invasión. Solamente la permanente
alerta, lucha y denuncia, pueden poner la conciencia en los pueblos, para hacer
tambalear a estos presidentes genuflexos y volver a ganar los espacios
democráticos por los que tanto hemos luchado. La solidaridad con Venezuela es
un acto de defensa de la democracia en Nuestramérica. Los planes imperiales no
se detienen allí. Irán inmediatamente contra Cuba, Nicaragua, el Salvador,
Bolivia, Uruguay y México. No solamente estamos yendo hacia una nueva guerra
fría. Estamos yendo hacia una confrontación que traerá desastres en
Nuestramérica.
Cuidado, América Latina no es el Medio
Oriente. No
tenemos esas divisiones religiosas que generan grupos armados entre los países.
Aquí seremos capaces de retomar guerras anticoloniales y antiimperialistas y
también guerras de clases. Están yendo hacia una espiral bélica tremendamente
peligrosa y los presidentes genuflexos tendrán esa
responsabilidad histórica sobre sus hombros. La vergüenza guerrerista de los
europeos como España, Francia, Inglaterra y Alemania los hace cómplices del
asalto a mano armada que significa la política encabezada por Trump y compañía.
La mascarada de que defienden la democracia no la cree nadie, ni los propios
miembros de sus partidos. Trump se venga de las derrotas yanquis en Siria,
Afganistán, y de los desastres de Irak y Libia. Hoy el territorio escogido es
Venezuela y no por democracia sino por petróleo y agua y luego vendrá Bolivia
para completar el oro, el coltán y el litio. No quieren negociar quieren rapiñar como
buitres y piratas que son. No tienen otros nombres. Y
estas clases dominantes traidoras verán también a sus hijos arrastrados en esta
tragedia.
Es el tiempo urgente de la unidad del
campo popular, no hay espacio para divisiones ni para antojos sobre si es el
modelo que quiero o el que no quiero. Unidad alrededor de Venezuela,
Cuba, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Uruguay y México. Este no es el tiempo
de abstracciones y reflexiones inútiles. El enemigo está claro. Les puede
parecer exagerado pero la esclavitud de nuestros pueblos es su objetivo o si
no, qué son los salarios de miseria que nos impone el neoliberalismo. No puede
haber dudas sobre los fines y objetivos del Imperio. Los que creen que se
protegen sonriendo al virrey cuando los visita y les da unas palmaditas en la
cabeza, conocerán su látigo apenas dejen de ser útiles. Esa derecha genuflexa
es descartable, claro que tienen casa en Miami, pero la mayoría vivirá el
horror de volver a ser colonia. Hoy en Ecuador el movimiento indígena se ha
movilizado en contra de medidas económicas y se ha puesto a la vanguardia de
las movilizaciones. En Bolivia sigue siendo el pilar fundamental de la lucha
por su independencia con Evo Morales a la cabeza y con grandes éxitos de redistribución
y de ganancias por lo tanto. Todos los procesos electorales deben ser ganados y
la unidad es la única fórmula. Las ciudades y los campos deben ser el crisol y
escenario de esta forja unitaria. Unirse o desaparecer, esa es la cuestión.