La Ley Nacional de Semillas permite a las grandes
corporaciones alimenticias apropiarse de las semillas que luego serán frutas y
verduras. Adueñarse de las semillas, patentarlas e impedir su libre distribución
los hace poseedores de un poder significativo: nuestra alimentación.
Para
entender mejor esta historia debemos poner algunos puntos al mismo nivel. Será
preciso hacer unas aclaraciones previas, para que esta lectura sea equitativa
para todos y todas, generacionalmente hablando.
En
este articulo habrá algunas informaciones mezcladas porque el análisis
histórico, cuando revisa, lo hace mezclando tiempos y coyunturas. Entonces, los
personajes más relevantes de este escrito serán empresas. Corporaciones
multinacionales y muy poderosas. También mencionaremos personas que cambiaron
la historia de la humanidad para siempre.
1) Monsanto:
empresa estadounidense que dedicó sus recursos a la industria química. Empezó
sintetizando edulcorantes para Coca-Cola, hasta que pudo modificar la genética
de semillas y plantas productoras de alimentos a nivel mundial, como la soja,
por ejemplo, para que crezcan más rápido y toleren los pesticidas.
2) Bayer:
empresa alemana que dedicó sus recursos a la industria farmacológica y a la
investigación científica.
3) Hitler:
Genocida. Político alemán. Llegó al poder por elección directa. Dirigente del
partido nacional socialista. Fue uno de los asesinos más grandes que conoció la
historia de la humanidad. Conquistó casi toda Europa dando origen a la Segunda
Guerra Mundial.
4) Josef
Menguele: Médico personal de Adolf Hitler. Trabajó incansablemente en la
investigación sobre genoma humano, mutaciones, clonación genética. Todas las
investigaciones y pruebas fueron realizadas sobre humanos de origen judío.
Hacer
un análisis histórico puede resultar aburrido, pero, el presente, lo que hoy
nos pasa, tiene su origen en el pasado. Y esto, lo que nos sucede hoy, nos lo
explica el pasado, en el presente: ¿por qué comemos la comida que comemos, por
qué escuchamos la música que suena, por qué nos enfermamos de las enfermedades
que nos aquejan?
Cáncer,
diabetes, H.I.V, leucemia, stress, obesidad y otras tantas enfermedades
pandémicas tienen en la actualidad un número altísimo de incidencia a nivel
mundial. Y esto, en gran parte, se debe a la intervención del ser humano. Pero
no cualquier humano, sino el ser humano empresario transnacional vinculado a
otros seres humanos que administran espacios de poder e influencia estratégica
a nivel global (casi todos varones de edad avanzada y blancos).
En junio de
este año se supo con precisión
Bayer,
el gigante alemán de la industria química de laboratorio, adquirió a otro
gigante, pero de la industria alimenticia: Monsanto. La cifra es de 63 mil
millones de dólares.
En
la página oficial de Monsanto, la infografía dice lo siguiente: “Bayer ha
culminado con éxito la adquisición de Monsanto. Al fortalecer nuestra división
dedicada a la agricultura y nuestra cartera de productos biocientíficos, la
adquisición constituye un significativo paso hacia delante para Bayer, nuestros
empleados, nuestros clientes y nuestros accionistas. Bayer seguirá actualizando
el contenido de este sitio hasta que termine el proceso de integración de
Monsanto”. Para Bayer, sus empleados, sus clientes y accionistas este es un
paso para adelante… para la humanidad son la enfermedad y la deformación
genética.
“Monsanto nos
enferma y Bayer nos medica”
Se
me ocurre una primera pregunta: Si Monsanto a nivel mundial está siendo tan
cuestionada por organizaciones de distinto origen e incluso por Estados, ¿por
qué razón, Bayer entonces, una corporación que en el inconsciente colectivo
tiene tanto prestigio, adquiere a este gigante de los granos? Ensayemos algunas
respuestas…
¿Si es Bayer es
bueno?
Bayer
cumplió 155 de historia. Ok, es mucho. Pero, si algo tienen los años son
historia y las historias se entrecruzan. En esos 150 años de historia, también
existieron los años del nazismo. Hitler y Bayer compartieron una singular
pasión por la Alemania Aria. Los productos utilizados en las cámaras de gas de
los campos de concentración clandestinos eran productos Bayer. Los aportes de
dinero, materiales de investigación y recursos diversos destinados a la
investigación científica del nazismo, tenían un destino singular: Josef Mengele
y la manipulación genética.
Y
acá, justamente es donde la pregunta hecha más arriba tiene un vínculo singular
y preciso: Monsanto modifica la genética de las semillas que nos alimentan.
Bayer trabajó junto al médico siniestro de Hitler en la modificación genética
de humanos. La clonación fue intentada mucho antes de que conociéramos a la
oveja Dolly nacida en Escocia en 1996.
Pero volvamos a
Monsanto: al servicio de la Muerte
No
sólo Bayer ha colaborado con lo más oscuro de la historia de la humanidad
aportando conocimientos y recursos. Monsanto hizo su aporte a la oscuridad
cuando mediando la Guerra de Vietnam (Estados Unidos invade militarmente
territorio vietnamita para evitar la unificación de Vietnam como país
socialista y/o comunista, entre 1964 y 1975), se inicia un período nuevo en la
historia de la guerra y de la humanidad: El uso de armas químicas. Monsanto fue
la empresa que aportó al gobierno norteamericano la mayor cantidad de
herbicidas y compuestos químicos, dando origen a un arma letal y altamente
nociva llamada Agente Naranja.
Más
de 40 años después de la invasión yanqui a Vietnam, las secuelas del Agente
Naranja siguen apareciendo en victimas vietnamitas. ¿Lo vimos en las películas?
Bueno algunas se animaron a mostrarlo, tibiamente. Pero es la literatura y el
quehacer periodístico los que echaron luz sobre estos hechos. Julio Cortázar en El libro de Manuel, nos
cuenta con crudeza y a su estilo lo acontecido. Manuel será lector algún día de
todo ese horror y dolor sufrido por muchas personas.
Pero
hay sucesos que vienen empujando a la humanidad y nosotros ahí, distraídos,
mirando la pantalla que nos entretiene. Al margen de la literatura, este texto
es una invitación a pensarnos más allá del corto plazo.
El suceso
Monsanto tiene varias aristas imponentes que requieren análisis
Es
la empresa más poderosa e influyente del sector agrícola, maneja el 30% de las
semillas del mundo y junto a Bayer, pasaría a tener un control aún mayor; ya
que Bayer controla el 25% de los pesticidas del mundo.
Monsanto
modificó genéticamente y patentó un sinfín de semillas. Pero ¿qué significa
modificar genéticamente? Por ejemplo, consumís un limón. Sacas el jugo, la
pulpa y las semillas. De todas las semillas que contiene el limón, podes
germinar todas, pongamos 8 o 9 semillas. De esa cantidad, solo una o dos van a
largar raíz y ser un futuro árbol frutal. Pero ese arbolito, no dará frutos.
Las semillas no son un medio de reproducción, ya que en eso consiste la
modificación genética. Son más resistentes a las plagas y por sobre todas las
cosas, resisten los pesticidas que el mismo Monsanto comercializa. Es decir que
los productores, los campesinos, los ruralistas, compran un pack, un combo de
semillas + pesticida.
La
cuenta es redonda y escupe ganancias cada vez que gira. Se estima que en 2050
la población mundial será de 9 mil millones de habitantes. Alimentarlos a todos
sin dudas generará ganancias pornográficas y Bayer entendió a la perfección el
juego. Pero ¿a qué viene todo este cuentito de Monsanto y Bayer? Hace algunas
semanas en Buenos Aires, se está discutiendo la Ley de Semillas. Paralelamente
el lobby semillero internacional dispara dólares y balas por todos lados.
La
Ley Nacional de Semillas permite a las grandes corporaciones alimenticias
adueñarse, apropiarse de las semillas que luego serán frutas y verduras.
Adueñarse de las semillas, patentarlas e impedir su libre distribución los hace
poseedores de un poder significativo: NUESTRA ALIMENTACIÓN.
¿Qué significa
hacer lobby?
Agentes
de empresas o gobiernos poderosos se acercan a distintos sectores (políticos, universidades,
médicos especialistas, nutricionistas, pedagogos, psicólogos, periodistas,
etc.), desembolsan dinero e influencias para adquirir “buenos resultados” que
influencien a la población para que sus productos o propuestas sean exitosos,
rentablemente hablando. El 26 de noviembre los agentes lobbistas de Cambiemos – PRO, empleados
de las grandes corporaciones, accionaron sus políticas extorsivas y de
influencias. Presentaron un proyecto de ley escrito y diseñado por la
Asociación de Semilleros Argentinos (ASA). El respaldo del proyecto lo brinda
la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), a la que responde
el Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevere, ex presidente de la
Sociedad Rural Argentina, premiado por Macri con ese Ministerio fundamental.
Etchevere
fue un activo participante de la llamada Mesa de Enlace, supo darse la mano con
ese alfil marmota y funcional ruralista llamado Alfredo De Angelis. Pero el
escándalo y la estafa no terminan sólo en lo legislativo.
Bayer-Monsanto,
ChemChina-Syngenta, Corteva (Dow-DuPont) y BASF, manejan el 90% del mercado de
las semillas en el mundo. Y son las que impulsan en América Latina,
legislaciones y patentes que prohíban el modo ancestral de vínculo con las
semillas. Esto quiere decir que los agricultores, todos, deban pagarles a las
estafadoras corporaciones avaladas por el sector político, un canon por el uso
de semillas.
El
Proyecto de Ley contempla que sea el Estado, por medio de subsidios, quien se
haga cargo de ese gasto. En concreto, lo que el ministro Etchevere y sus
patrones empresariales proponen, es darles a las corporaciones internacionales
el derecho de adueñarse de las semillas que nos darán de comer y que además, el
Estado les pague por eso.
Glifosato, ese
veneno…
La
página oficial de Monsanto dice que el glifosato es un ingrediente activo
presente en todos los herbicidas Roundup. Y deja en claro que el glifosato no
causa cáncer, ni defectos de nacimiento, ni daños en el ADN, ni tiene efectos
sobre los sistemas nervioso o inmunológico, tampoco produce trastornos
endocrinos o problemas reproductivos y que un montón de prestigiosos
análisis lo demuestran. Pero veamos…
En
2015 la Agencia Télam nos contaba sobre un estudio realizado en Mar del Plata,
donde de todas las personas estudiadas, el 90% de ellos en su sangre
encontraron glifosato.
Tres
años después, el mismo medio de comunicación decía que el glifosato está
presente en todo el sistema ambiental y que Argentina es el mayor consumidor de
glifosato en el mundo por habitante. Damián Marino, científico del Centro de
Investigaciones del Medioambiente, organismo que depende del CONICET, indicó
que, en los últimos 10 años, ingresaron al país 1000 millones de litros de
glifosato. Esto equivaldría a 10 litros de glifosato para cada argentino.
Marino explica también que el glifosato mata todo lo verde menos aquellos
brotes modificados genéticamente como la soja, el maíz y el algodón.
¿Vos me querés
decir que comemos residuo de glifosato en las comidas? ¡No exageres, querés!
No
sólo eso. El abanico es tan amplio que las consecuencias serán, en un futuro no
tan lejano, muy reveladoras y devastadoras para el cuerpo humano. El algodón en
Argentina, como en otros países del mundo, es rociado con glifosato cuando la
flor se abre en el árbol. El herbicida penetra las fibras y allí perdura,
porque si de algo se jactan en Monsanto, es que el glifosato persiste por
muchos años. Nuestro algodón, el que vos y yo tenemos en el baño, los
protectores diarios y toallitas femeninas, los tampones femeninos, incluso
hasta pañales, contienen residuos de este herbicida.
Algunos
países, toman medidas políticas y sanitarias en este sentido. Francia, Canadá,
por ejemplo, sitios donde el glifosato intenta ser prohibido por la incidencia
que ocasiona en la salud, retiró del mercado productos contaminados con
glifosato.
De Vietnam a Colombia, un mundo de simetrías…
El
gobierno de Estados Unidos tiene particular interés sobre Colombia. Las FARC,
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, controlan o controlaban gran parte
de los territorios campesinos del interior de Colombia. El hecho en sí es
complejo, no vamos a detenernos en este análisis, sino en un detalle. Las
plantaciones de coca de las FARC, fueron rociadas con Glifosato durante varios
años. Sistemáticamente, los aviones hidrantes, sobrevolaban las selvas rociando
este veneno. La recomendación sobrevino del gobierno del norte.
Argentina, ese
país tan lejano
Mientras
tanto, en Argentina, el mayor consumidor de glifosato per cápita del planeta,
el gobierno nacional defiende el uso del herbicida. Mueve a sus títeres
ministeriales para que representen a corporaciones. Algo no está bien en este
juego, donde nosotros votamos representantes que juegan para el bando
contrario.
Lino Barañao,
Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Gobierno de
Cristina Fernández, continúa en el cargo de la función macrista, como
secretario de Ciencia y Tecnología. Este licenciado en ciencias químicas dejó
expuesto un accionar político singular favoreciendo el desarrollo de Monsanto en
el país.
Y
aquí, mal que les pese a muchos, el peronismo tiene una responsabilidad
histórica. Felipe Solá es el fundador de este fenómeno llamado Monsanto y Soja
Transgénica, cuando era ministro del gobierno duhaldista.Luego, el kirchnerismo
hizo lo suyo. Aprobó el ingreso de Monsanto de manera indiscriminada. Sin
regulación, desoyendo a especialistas de rigor internacional, y aquí, en esta
instancia, Barañao cumple un rol espartano: la persecución de cualquier
investigador del glifosato.
Cualquiera
que escuche las declaraciones del funcionario lobbista, podrá inferir que, sin
dudas, Barañao trabaja para la corporación herbicida más cuestionada del
planeta. Y como muestra de ello, hace pocas semanas atrás, el ministro Barañao
dijo en conferencia de prensa, luego de defender el uso de agrotóxicos, que “la
gente también muere por tomar mucha agua”, en una clara muestra de cinismo y de
estupidez, como este gobierno nos tiene acostumbrados.
La
provincia de Entre Ríos, logró este año una ley que prohíbe fumigar a menos de
mil metros de escuelas rurales. Muchas veces han acontecido sucesos violentos
por parte de la patota sojera, la misma que impulsó los cortes de ruta con la
125 hace unos años atrás con Alfredo de Angelis a la cabeza, luego premiado por
este grupo cipayo financista llamado Cambiemos, con una banca en la Cámara
Baja.
Y
es justamente en Entre Ríos, donde Fabián Tomasi trabajaba, llenando los
tanques hidrantes de los aviones que rociaban las plantaciones con glifosato.
Fabián
Tomasi, fallecido en septiembre de este año, puso en evidencia las
consecuencias mortales de este producto. En meses desarrolló un cáncer letal.
Padecía una
polineuropatía tóxica metabólica severa, que causa una
disfunción de una parte del sistema nervioso central. En la provincia de
Córdoba, Sofía Gatica, es un exponente de la resistencia contra el
ecoterrorismo llevado adelante por las corporaciones agrotóxicas.
Andrés
Carrasco, científico, investigador y ex presidente del Conicet, jefe del
departamento de embriología de la UBA, fotógrafo, ya fallecido, investigó y
documentó los efectos producidos por el agrotóxico. También fue Secretario de
Ciencia en el Ministerio de Defensa del gobierno de Cristina Fernández.
Carrasco fue perseguido, amenazado, amedrentado y desprestigiado.
Barañao,
el mismo que hoy juega para el macrismo y que considera que la gente se muere
por tomar mucha agua, se encargó públicamente de desmentir el trabajo de
Carrasco.
Pero
Carrasco y sus investigaciones no sólo se debatían en el campo argentino y en
los ministerios porteños, sino también su nombre aparecía en las denuncias
expuestas por Edward Snowden. En 2011, WikiLeaks publicó un cable diplomático
de la embajada estadounidense en el que se evidenciaba que el científico había
sido investigado por sus estudios sobre el compuesto químico. Un poco más acá
en el tiempo, tenemos el excelente trabajo realizado por Vanesa Rosales de la Quintana para la
Agencia Paco Urondo.
Los hechos suceden, sólo hay que
conectarlos
La
Organización Mundial de la Salud, estableció el glifosato como un producto
“probablemente cancerígeno”. Lo que impera es la optimización de ganancias sin
importar el costo que ello provoque. La manipulación comunicacional y política
hacen el resto.
Hace
no muchos años atrás, el uso y consumo del tabaco estaba socialmente aceptado.
Muy pocos alzaban la voz contra el contenido toxicológico del cigarrillo, esa
droga legal de venta libre. Se podía fumar en el colectivo, hospitales, aulas y
pasillos de universidades, oficinas, ascensores, etc.
Hoy
es indiscutible el daño irreversible y mortal que genera el consumo del tabaco.
Los fumadores sabemos de sobra este daño, pero las drogas de ingeniería
funcionan así, generando adicción y dependencia. Quizás cuando tengamos
conciencia real sobre las consecuencias mortales que produce el glifosato sobre
todos nosotros, quizás ya sea tarde. En realidad, ya es tarde.
El cerco mediático funciona
Una
pared sin ventanas que nadie puede ver. Los medios de comunicación nada dicen
al respecto. Pero hay muchas personas dedicadas a la denuncia y a la
investigación sobre las consecuencias de este veneno comercial y de uso
cotidiano en los alimentos que consumimos. Los restos no degradados quedan y
perduran en los alimentos que día a día ponemos en la mesa. Las redes sociales
alertan y militan con una fuerza avasallante. La necesidad de generar
conciencia en las poblaciones es urgente.
En
redes sociales, sitios como:
#NoquieroTransgenicos
#PueblosFumigados
#MedicosdePueblosFumigados
#SofiaGatica
#Viajealospueblosfumigados
#ParendefumigarlasEscuelas
Hacen
un trabajo constante, sin financiación y sin otro interés más que la toma de
conciencia social sobre este fenómeno químico y principalmente por el
avasallamiento político que produce en los pequeños y medianos ruralistas que
están en contra del modelo sojero de exportación.
Los
poderosos están más adelantados que nosotros. Henry Kissinger, cuando fue
ministro de Defensa de Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos entre 1977 y
1981, llevó adelante el proceso de la “expansión verde”. Y en este contexto
sostenía que “Quien
controla los alimentos, controla a la humanidad”.
Por
Ezequiel Palacio
Ecoportal.net