por Nery Chaves García,
Javier Calderón Castillo y Esteban De Gori
La caravana migrante que reúne a miles
de personas de nacionalidad hondureña y guatemalteca da cuenta de los problemas
históricos de desigualdad y de crisis de legitimidad política recurrente.
Además de su situación asimétrica frente a los EE. UU., la grave situación
migratoria es presentada casi como un ejército de invasión. Ello habilita
discursos racistas y xenófobos a ambos lados de la frontera. Pese a ello,
Estados Unidos es el imán que promete una nueva vida, ante estados
mesoamericanos que se han convertido en desiertos políticos. No sólo no
integran a sus ciudadanos y ciudadanas sino que inhiben el vínculo. Honduras y
Guatemala vienen de crisis repetidas que solo prometen expulsión más que un
bienestar futuro.
Dos gobiernos conservadores que
abandonaron la integración social como problema. Es más redituable exportar
gente que contenerlas en la trama de políticas públicas. La xenofobia ha
aumentado. Los movimientos migrantes mesoamericanos han ampliado las miradas
racistas de un mundo en convulsión política. Un territorio americano, que,
salvo la novedad de AMLO, se corre a la derecha o la mayoría de las
experiencias de izquierda entran en crisis.
La caravana demuestra el drama de una
migración que lleva años y que todavía deja indemne a todos los partidos. La
política está quebrada, como su preocupación por los y las migrantes, también
lo está la democracia y ello genera incertidumbre y padecimientos.
¿Por
qué la caravana de migrantes?
Así como las políticas
neoliberales, extractivistas y la violencia han conformado estructural e
históricamente a la región del Triángulo Norte de Centroamérica, la migración
también ha sido un fenómeno que configura realidades económicas, simbólicas y
políticas novedosas a un lado y al otro de las fronteras por donde se desplazan
los y las migrantes. Guatemala, El Salvador y Honduras son países expulsores de
personas y receptores de remesas. La pobreza llegó al 38,2% en El Salvador,
mientras que en Honduras fue del 68,9%, en 2017.
El Instituto de Estudios
Estratégicos y Políticas Públicas determina a Centroamérica como la región más
desigual de América Latina[i].
En efecto, la brecha entre el décimo y primer decil de ingresos alcanzó el
13,3% para El Salvador y 36,8% para Honduras. Guatemala no cuenta con datos
actualizados.[ii]
La criminalidad y la
violencia, según Naciones Unidas, llegaron a tasas pandémicas: El Salvador
cuenta con 81,7 homicidios por cada 100.000 habitantes mientras que Honduras y
Guatemala cuentan con un 58 y 27,3, respectivamente. A esta situación, se suma
la impunidad en la región, que ronda entre el 90% y 85%.[iii] Todas
estas cifras convirtieron a la región en un referente internacional lo que, en
definitiva, significó para EE. UU. una oportunidad para influir en el
desarrollo de políticas de seguridad para el combate del narcotráfico y la
delincuencia común, y dependencia tecnológica y económica mayor de la región
con respecto al país de norte. Así, la vida cotidiana en el Triángulo Norte de
Centroamérica se encuentra militarizada y asediada por peligros e instituciones
desestructuradas.
Considerando los datos
anteriores, la migración se constituye como la única posibilidad para gran
parte de las personas en el Triángulo Norte. El éxodo hacia Estados Unidos es
un símbolo de esperanza para sí mismos y sus familias; para la mejora de sus
condiciones materiales lejos de la violencia criminal de las maras, el crimen
organizado y el Estado en sí mismo. De acuerdo al Alto Comisionado para
Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR), cada día salen 300 personas de Honduras
y la comunidad salvadoreña es la comunidad latina más grande en Estados Unidos.[iv]
Así, lo que se conoce hoy
como ‘caravana de migrantes’ –ya multiplicada en varias caravanas– es, en realidad,
un éxodo colectivo que antes se encontraba más disperso y no en masa. Y es que
el viajar juntos consiste en una forma de resistencia y cuidado colectivo para
atravesar México, hoy un paraíso de narcotráfico, crimen organizado,
organizaciones paramilitares, fuerzas armadas corruptas que arrojan a las
personas migrantes a la extorsión, el secuestro, la violencia, el trabajo
forzado y un largo etcétera de terror. Una caravana que se organizó a
través de redes sociales y que recuperaron las memorias de tránsito que se
vienen haciendo durante años, como la articulación con organizaciones que
colaboran con el tránsito de los y las migrantes.
La caravana de migrantes se
constituye en el rostro más visible de las peores consecuencias de las
políticas excluyentes y de la violencia como mecanismo de despojo económico,
social y cultural. El éxodo colectivo es, también, la única forma de
acompañarse en el sueño de un camino que no les asesine y un hogar que pueda
cubrir necesidades básicas. Hoy, las caravanas de migrantes –en plural– son la
mejor pintura de aquello que provoca un capitalismo financierizado,
desigualizante y de una élite poco atenta a las necesidades sociales.
Los gobiernos de Honduras y Guatemala indemnes
La caravana ha visibilizado
esa realidad exacerbada por el deterioro democrático en Honduras y Guatemala.
No se puede olvidar el ‘golpe electoral’ de Juan Orlando Hernández y el apoyo
del Gobierno de Trump a esta elección. Y no debemos olvidar el apoyo de Obama
al derrocamiento de Manuel Zelaya en 2009. Ellos también apoyaron hasta último
momento al depuesto presidente Otto Pérez Molina en Guatemala y respaldan al
actual, Jimmy Morales, acusado de corrupción y de financiación ilícita de su
campaña electoral. Este apoyo político tuvo un efecto paradójico: la migración
de ambos países impacta sobre el mismo Estados Unidos y la salida de dólares
como remesas también provienen del Tesoro norteamericano.
La visibilidad de las
condiciones de pobreza y violencia en esos países debería tener repercusiones
directas sobre sus gobiernos, sin embargo todo indica que el efecto es
contrario. El Gobierno de los EE. UU., recrimina a México por permitir el paso
de la caravana, aunque tan sólo en el 2018 las autoridades migratorias de ese
país deportaron a más de 80 mil personas registradas en los puestos de migración[v] (que
corresponden al 80% del total registrado). Sólo con los datos oficiales de
personas registradas se puede determinar que 400 personas por día tratan de
pasar por México para llegar a los EE. UU. Los medios y el propio Gobierno de
Estados Unidos soslayan el papel de sus socios en los gobiernos de Honduras y
Guatemala que mantienen políticas de desigualdad en sus territorios y violan
sistemáticamente los derechos humanos de la ciudadanía.
Juan Orlando Hernández dice
que su Gobierno está haciendo todo lo posible para mitigar las causas de la
migración, pero mantiene el modelo excluyente sin distribución de la riqueza.
El presidente Hernández no asume su responsabilidad[vi],
la traslada a la oposición y señala que la caravana “tiene el objetivo de
mellar la imagen y el buen nombre del Gobierno”, también los responsabiliza de
traficar con personas e incitar la caravana, aun cuando reconoce que estos
movimientos migratorios vienen de tiempo atrás[vii].
Se puede decir que la Presidencia de Honduras está tratando de controlar los
daños, negando los efectos políticos de décadas de malos gobiernos del Partido
Nacional y señalando al Partido Libre, a Zelaya e incluso al Gobierno de
Venezuela o a George Soros como los responsables. No advierte que cerca de 32
mil hondureños y hondureñas han sido deportados de México en lo que va del 2018
y que, año tras año, la problemática continúa.
Lo mismo ocurre en Guatemala.
El presidente Jimmy Morales se ha desligado por completo como responsable de
las causas que originan la migración de los guatemaltecos, incluso ha utilizado
la caravana para silenciar la crisis de gobernabilidad que atravesó tan sólo un
mes atrás con las grandes manifestaciones que pidieron su dimisión por las
causas de corrupción iniciadas por la Fiscalía de su país y por la Comisión
Internacional contra la Impunidad en Guatemala-CICIG. El Gobierno de Donald
Trump, respaldó (de forma tibia) las denuncias de Jimmy Morales en contra del
organismo multilateral, proponiendo una CICIG reformada, lo que significa
disminuir herramientas de control y quitar del medio a los comisionados más
incisivos en las investigaciones, como el colombiano Iván Velásquez[viii].
La caravana (y la migración
en general) está en el centro de una puja política que beneficia las políticas
de control de EE. UU. en contra de los países del Triángulo Norte (Guatemala,
Honduras y El Salvador), sobre quienes opera desde hace años una política de
apoyo para los partidos conservadores, pero con resultados paradojales. Ningún
partido conservador, ni progresista puede detener aquello que impacta en los
Estados Unidos.
Trump se beneficia
mostrándose duro e implacable contra los migrantes (niños, niñas, mujeres y
hombres pobres) y se afirma en el America First. Los
gobiernos conservadores de Guatemala y Honduras refuerzan sus discursos
autoritarios e irresponsables descargando culpas en la oposición y, en el
Salvador, el ultraderechista partido ARENA utiliza el discurso amenazante de
Trump en contra de las políticas del partido de Gobierno (FMLN), en medio de la
campaña electoral.
Sin embargo, la caravana ha
dejado un alto saldo de visibilidad del profundo problema de la sociedad
mesoamericana, ha puesto a hablar a medios y analistas sobre la pobreza, sobre
los traficantes de personas, sobre la violencia y las violaciones de los DD.
HH., situaciones que explican el golpe de Estado en Honduras del 2009, la
violencia y la corrupción gubernamental en ese país y en Guatemala.
La caravana, mayoritariamente
de hondureños y hondureñas, que marcha hacia los Estados Unidos, se inscribe en
un drama político y social que se inicia y profundiza con el derrocamiento
Manuel Zelaya y continua con irregularidades constitucionales y un ‘golpe
electoral’ a la fórmula presidencial Salvador Nasralla-Xiomara Castro. Mucho de
esa caravana se entreteje en estos sucesos como en la ampliación de la desigualdad
y la pobreza. Situación que marca a otros países, como El Salvador y Guatemala.
Este proceso se instala en los sucesos de las últimas elecciones presidenciales
de 2017 en Honduras, en la crisis política guatemalteca y en los resultados
deslucidos de El Salvador.
En Honduras, el golpe a un
presidente, el hostigamiento a los opositores y un modelo económico excluyente
creó –como en Guatemala- una situación de irrepresentabilidad de expectativas
ciudadanas y populares que, en parte, vemos en esa diáspora padeciente. El que
deja de esperar a la política se va. Deja de colaborar con el orden, el sistema
político y el Estado. Inicia con otros una caravana y da cuenta del profundo
malestar que sólo puede suscitar unas controversiales democracias centroamericanas.
Estos sucesos nos hablan de
la historia reciente de Centroamérica. Nos hablan de una democracia y de una
caravana como signos de agotamiento y quiebre de un orden y de su relación con
los ciudadanos y ciudadanas. Lo que se ha tornado fallido no es el Estado sino
el vínculo de la clase política con las expectativas ciudadanas. Una
desconexión con los derechos y con el núcleo más moderno de los imaginarios
democráticos. La caravana es diáspora, quita de colaboración al poder y critica
silenciosa.
Centroamérica pasa por su
peor crisis, la globalización aceptada por las mayorías hoy es observada por la
brutalidad de sus efectos. La caravana añora llegar a un paraíso complejo y
paradójico, ya que este resiste en parte a los migrantes. E inclusive resiste los
propios imaginarios de libertad y de incorporación de inmigrantes que tuvo por
cientos de años. Un paraíso que les devuelve dificultades, trabas y promesas
muy costosas. Pero paraíso al fin. Para Centroamérica, EE. UU. es Lampedusa.
Lástima que nadie esté muy atento a ellos.
[i](IEPP,2016).Ver:https://www.ieepp.org/boletines/mirador-de-seguridad/2016/Marzo/7-seguridad-y-desigualdad-desafios-de-centroamerica/
[iii]https://www.ieepp.org/boletines/mirador-de-seguridad/2016/Marzo/7-seguridad-y-desigualdad-desafios-de-centroamerica/
[iv]https://www.laprensa.hn/honduras/1153842-410/honduras-migrar-migrantes-eua-migraciones-indocumentados-
[viii]https://www.prensalibre.com/guatemala/politica/departamento-de-estado-mantiene-postura-de-una-cicig-reformada