Por Mark Maslin
La desinformación y las mentiras se
utilizan regularmente para socavar la evidencia científica sobre el cambio
climático. Sin embargo, los datos confirman la falsedad de las teorías
negacionistas.
La ciencia del cambio climático tiene más de 150 años y es,
probablemente, el área más estudiada de todas cuantas conforman la ciencia
moderna. Sin embargo, la industria energética y los grupos de presión
políticos, entre otros, llevan 30 años sembrando la duda sobre el
cambio climático donde no la hay.
Las últimas investigaciones estiman que las cinco compañías
petroleras y de gas más grandes del mundo dedican alrededor de 200 millones de dólares al año al mantenimiento de lobbies que controlan,
retrasan o impiden el desarrollo de políticas climáticas de obligado
cumplimiento. La negación organizada del cambio climático ha contribuido al estancamiento
en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta
desembocar en el estado de emergencia climática global en el que nos encontramos. Como consecuencia,
que los negacionistas se sirvan de ciertos mitos (en el mejor de los casos,
noticias falsas; en el peor, descaradas mentiras) para
desautorizar a la ciencia del cambio climático puede hacer
que las personas de a pie no sepan a qué atenerse. A continuación desmontamos
cinco falsos mitos sobre el cambio climático y las pruebas científicas que los
desacreditan.
1. El cambio climático no es más que una parte del ciclo natural
El clima de la Tierra nunca ha dejado de cambiar, pero el estudio
de la paleoclimatología o,
lo que es lo mismo, los «climas antiguos», demuestra que los cambios
acontecidos durante los últimos 150 años (desde
el comienzo de la Revolución Industrial) no pueden ser naturales por su
excepcionalidad. Los resultados de los modelos indican que el calentamiento
previsto para el futuro podría no encontrar precedentes en los últimos cinco
millones de años.
Las temperaturas globales de los últimos 65 millones de años y el posible calentamiento global del futuro, que depende de la cantidad de GEI que emitamos. Burke et al (2018) |
El argumento de la naturalidad
de los cambios esgrimido por los negacionistas se apoya en que
el clima terrestre aún se está recuperando de las frías temperaturas de la
Pequeña Edad de Hielo (1300 d.C-1850 d.C.), y que las que tenemos en la
actualidad son las mismas que las del Período Cálido Medieval (900 d.C.-1300
d.C.). La laguna de dicha apreciación es que ambas etapas no supusieron cambios
globales, sino regionales,
que afectaron al noroeste de Europa, al este de América, Groenlandia e
Islandia.
Un estudio con 700 registros climáticos ha
demostrado que la única vez que el clima ha cambiado al mismo tiempo y en el
mismo sentido en todo el mundo durante los últimos 2 000 años ha sido en los
últimos 150, en los que más del 98% de la superficie del
planeta ha experimentado un aumento de temperatura.
2. Los cambios se deben a las manchas solares o a los rayos
cósmicos
Las manchas solares son regiones de la superficie del astro que
albergan una intensa actividad magnética y pueden ir acompañadas de erupciones
solares. Si bien estas manchas poseen la capacidad de modificar el clima de la
Tierra, desde 1978 los científicos han empleado sensores en satélites para
obtener un registro de la energía solar que llega al planeta y no
han observado la existencia de una tendencia ascendente, por lo
que no pueden ser la causa del calentamiento global reciente.
Los rayos cósmicos son radiación de alta
energía originada fuera del sistema solar, surgida, quizá, en galaxias lejanas.
En alguna ocasión se ha señalado que estos rayos podrían ser uno de los motivos
por los que se fabrican las nubes, por lo que si se
redujera la cantidad de rayos que alcanzan la Tierra disminuiría el número de
nubes, lo cual haría que se reflejase menos luz solar en el espacio y, como
consecuencia, que el planeta se calentase.
Sin embargo, esta teoría tiene dos escollos. En primer lugar, la
ciencia demuestra que los rayos cósmicos no son demasiado eficaces a la hora de crear nubes, y en segundo, a lo largo de los
últimos 50 años la cantidad de radiación cósmica que alcanza la Tierra ha
aumentado hasta establecer nuevos récords durante los últimos años. Si la
hipótesis fuese correcta, los rayos cósmicos deberían enfriar el planeta, pero lo cierto es que está ocurriendo todo lo
contrario.
3. El CO₂
solo es una pequeña parte de la atmósfera, así que no puede calentar demasiado
Se trata de un intento de jugar una carta de sentido común, pero
yerra el tiro. En 1856, la científica estadounidense Eunice Newton Foote realizó
un experimento con una bomba de aire, dos cilindros de vidrio y cuatro
termómetros con el cual demostró que un
cilindro expuesto a la luz solar que contiene dióxido de carbono atrapa más
calor y durante más tiempo que un cilindro que alberga aire normal. Desde
entonces, la ciencia ha repetido este experimento tanto en laboratorios como en
la atmósfera llegando a la misma conclusión una y otra vez: el
dióxido de carbono emite más gases de efecto invernadero.
En cuanto al argumento atribuido a la
escala del sentido común de que una parte diminuta de
algo no puede generar un efecto significativo, basta con recordar que solo se
necesitan 0,1 gramos de cianuro para matar
a una persona adulta, es decir, el 0,0001% de su peso corporal. Estos datos se
pueden comparar con la presencia del dióxido de carbono en la atmósfera (0,04%), a lo que se
suma el hecho de que es un potente gas de efecto invernadero. Por su parte, el
nitrógeno conforma el 78% de la atmósfera y apenas es reactivo.
4. Los científicos manipulan los datos para mostrar la tendencia
ascendente de la temperatura
No solo no es cierto, sino que es una
maniobra simplista utilizada para atacar la
credibilidad de los científicos que estudian el clima. Para que una
conspiración de estas dimensiones fuera posible, sería necesario que miles de
científicos de más de 100 países se pusieran de acuerdo a la hora de mentir
sobre los datos obtenidos. Los científicos corrigen y validan continuamente la
información recabada. Por ejemplo, entre nuestras labores está la corrección de registros históricos de temperatura, ya que los sistemas de medición han variado a lo
largo del tiempo.
Entre 1856 y 1941, la mayoría de mediciones de la superficie marina
se llevaban a cabo izando el agua con un cubo desde la cubierta del barco. Este
método no ofrecía garantías, ya que al principio se utilizaban cubos de madera
y después se emplearon de lona. Asimismo, el cambio de embarcaciones de vela a
barcos de vapor alteraba de igual manera la temperatura del agua, ya que la
diferencia de altura entre las naves hacía que la evaporación fuera mayor o
menor en cada caso cuando el agua llegaba a cubierta. Desde 1941, la mayoría de
mediciones se han realizado a través del sistema de toma agua de los barcos,
por lo que no hay que preocuparse por la refrigeración producida por
la evaporación.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que muchas
ciudades han crecido en tamaño, por lo que las estaciones
meteorológicas que antaño se encontraban en zonas rurales ahora están
integradas dentro de áreas urbanas que presentan habitualmente temperaturas más
altas que el campo por el que están rodeadas.
Si los científicos no hubiéramos modificado las mediciones
originales, las cifras del calentamiento de la Tierra durante los últimos 150
años habrían sido incluso mayores de lo que son realmente. Actualmente, el aumento de temperatura se sitúa en 1˚C.
Reconstrucción de las temperaturas a nivel global desde 1880 hasta 2018 realizada por cinco grupos internacionales de científicos independientes. NASA, CC BY |
5. Los modelos climáticos no son fiables y son demasiado sensibles al dióxido de carbono
Esta afirmación es incorrecta y demuestra un pobre entendimiento acerca del funcionamiento de los modelos, a la par que menosprecia el alcance del cambio climático. Existe una amplia gama de modelos climáticos, desde aquellos que se ocupan de mecanismos específicos, como puede ser los ciclos de las nubes, hasta los modelos de circulación general (MCG), los cuales se utilizan para predecir el clima futuro de nuestro planeta.
Hay más de 20 centros en todo el mundo en los que algunas de las personas más inteligentes del planeta han dado forma y dirigen modelos de circulación general que contienen millones de líneas de código que representan la vanguardia de lo se conoce sobre el sistema climático. Estos modelos se someten continuamente a pruebas con datos históricos y paleoclimáticos, así como con acontecimientos climáticos independientes, como grandes erupciones volcánicas, para confirmar que reconstruyen el clima de manera correcta (como, de hecho, así es).
Un modelo, por sí mismo, no se debería
considerar correcto, ya que representa un sistema climático global sumamente
complejo. Sin embargo, al tener tantos modelos diferentes construidos y
calibrados de manera independiente podemos confiar en su fiabilidad cuando
coinciden en sus resultados.
Al estudiar los resultados de todos los modelos, observamos que
duplicar de las emisiones de dióxido de carbono podría aumentar la temperatura entre 2˚C y 4,5˚C, con
una media de 3,1˚C. Todos los modelos muestran un calentamiento significativo
cuando se añade dióxido de carbono extra a la atmósfera. A pesar de que la
complejidad de los modelos ha aumentado, la escala de calentamiento previsto ha
permanecido en baremos similares durante los últimos 30 años, lo que demuestra
su efectividad.
Tras combinar el conocimiento científico sobre el calentamiento y
enfriamiento del clima a partir de factores naturales (energía solar,
volcánica, aerosoles y ozono) y factores propiciados por el hombre (gases de
efecto invernadero y cambios en el uso de la tierra), podemos asegurar que el 100% del calentamiento observado
a lo largo de los últimos 150 años se debe a los humanos.
Influencias naturales y de la mano del hombre en las temperaturas globales desde 1850. Carbon Brief, CC BY |
No existe un solo argumento científico sobre el
que apoyarse para negar sistemáticamente el cambio climático. El Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en
inglés), creado por las Naciones Unidas para acercar la ciencia climática a la
ciudadanía, ofrece seis pruebas irrefutables sobre el cambio climático. A medida que las alteraciones extremas del tiempo se
vuelven cada vez más habituales, la gente se está dando cuenta de que no necesitan que los
científicos les digan que el clima está cambiando, ya que lo están
experimentando en primera persona.