El capitalismo, sus médicos y
sus medicamentos
Por Fernando Buen
Abad Domínguez
Rebelión
Una sociedad enferma se lucra
incluso con las enfermedades
Mientras la salud (o las enfermedades) de los pueblos sean un negociado de mercachifles en el que estén prendidos como vampiros muchos laboratorios, universidades, instituciones gubernamentales, hospitales y médicos... mientras existan personas y pueblos enteros sin seguridad médica... mientras reinen los hábitos y las manías patológicas que inoculan las mafias publicitarias en contra de la salud pública... viviremos una injusticia monstruosa que se ha naturalizado como parte del decorado miserable de las sociedades divididas en clases. Todos los días, durante las madrugadas, las filas de personas a las puertas de los hospitales, en espera de una consulta, padecen listas enromes de violaciones a los derechos humanos mientras, por ejemplo, la industria farmacéutica (13 de los 20 más voraces) instalada en Puerto Rico, recibe beneficios fiscales caimánicos y mueve saludables fortunas en el orden de 60 000 millones de dólares.
El capitalismo entrena a los
médicos, a las enfermeras y a los trabajadores de la salud como se entrena a un
ejército de mercenarios vendedores de análisis cínicos, estudios diagnósticos,
cirugías, medicamentos y terapias. Las materias y reflexiones humanísticas, la
conciencia social, brillan fulgurosamente por su ausencia y precariedad. Les
uniforman las cabezas con aspiraciones y sueños burgueses (estereotipados hasta
las náuseas) para que exhiban impúdicamente su lealtad convenenciera a los
negocios de dueños de los laboratorios que ya antes entrenaron a sus jefes.
“Pfizer es actualmente la mayor compañía farmacéutica, y se reporta 45 mil
millones de dólares de rentabilidad. Las empresas multinacionales entre ellas
Glaxo Smith Kline, Merck & CO., Bristol-Myers Squibb, AstraZeneca, Aventis,
Johnson & Johnson, Novartis, Wyeth y Eli Lilly, acapararon el 58,4% del
mercado alrededor de 322 mil millones de dólares en ganancias”.1Mientras la salud (o las enfermedades) de los pueblos sean un negociado de mercachifles en el que estén prendidos como vampiros muchos laboratorios, universidades, instituciones gubernamentales, hospitales y médicos... mientras existan personas y pueblos enteros sin seguridad médica... mientras reinen los hábitos y las manías patológicas que inoculan las mafias publicitarias en contra de la salud pública... viviremos una injusticia monstruosa que se ha naturalizado como parte del decorado miserable de las sociedades divididas en clases. Todos los días, durante las madrugadas, las filas de personas a las puertas de los hospitales, en espera de una consulta, padecen listas enromes de violaciones a los derechos humanos mientras, por ejemplo, la industria farmacéutica (13 de los 20 más voraces) instalada en Puerto Rico, recibe beneficios fiscales caimánicos y mueve saludables fortunas en el orden de 60 000 millones de dólares.
Hay que ver los desplantes de
prepotencia y petulancia que pasean muchos jefes de sección, de guardia, de
departamento... en cada clínica, hospital o laboratorio frente a las
enfermeras, los estudiantes y los trabajadores que deben aprender
primordialmente a convertir su humillación en buenas calificaciones, diplomas,
nombramientos especiales o premios... como la asistencia a congresos, la
publicación de “papers” y los regalitos de los laboratorios. No nos asustan, ni
silencian, los medicuchos que se envuelven con enjambres terminológicos y
estadísticos par inmolarse en el reino de la erudición archi-especializada y
donde no sólo no se aceptan las denuncias más obvias sino que éstas son vistas
como desplantes de “mal gusto”. De esos bonzos demagogos, tecnócratas y
burócratas, están repletas las academias y asociaciones de especialistas... y
muchos hospitales. No todos, claro... claro. Pero. Muchos estudiantes son
adiestrados con excelencia “técnica” para sustentar la servidumbre de clase que
justifica el negocito y justifica también algunas dádivas de la filantropía
médica que, con su ética mesiánica, beneficia a algunos pobres en hospitales
para pobres y con burocracia para pobres.
¿Es esto muy exagerado?
Los médicos, las enfermeras y
los trabajadores de la salud suelen ser amaestrados para que adopten, como
suyas y originales, ideas reaccionarias y conductas mediocres. Su heroicidades
se reduce a ser serviles y mansos con el negocio y llevar al reino de su
individualismo las glorias de las cuentas bancarias y los bienes terrenales. Su
heroicidad tiene por alma mater una vanidad inmisericorde entrenada diariamente
en el campo de concentración a que someten a sus “pacientes” y a los familiares
de ellos. Muchos “doctorcitos” se hacen pagar su magnanimidad con
agradecimientos eternos, y halagos, gracias a extorsionar a todo mundo con el
viejo truco de regatear información, hablar con tono didáctico y
condescendiente, jugar a que el tiempo nunca les alcanza y sacarse de la manga
soluciones milagrosas. Muchas bajo el método de la escopeta... algún perdigón
le pegará a la perdiz. Cuantos más medicamentos ensayen... mejores regalitos
mandarán los laboratorios. Existe un ranquin internacional de premios en
hoteles, líneas aéreas y merchandising variopinto. Lo aprenden los médicos, las
enfermeras y los trabajadores de la salud desde las primeras lecciones.
Sueñan con infectarnos la vida
con saliva de burócratas serviles a la carnicería neoliberal son “doctores” de
inoculados de epidemia usurera entre los mercados farmacéuticos caldo infecto
de la demagogia neoliberal el peso de la miseria y el crimen, el hambre, el desempleo,
la injusticia galopante. Nosotros lo pagamos. Ellos se autonombran “doctores”
para esconder su prepotencia y suficiencia de ignorantes funcionales indolentes
a la miseria, desnutrición, hospitales destruidos, escuelas desvencijadas,
podredumbre y hediondez a diestra y siniestra. Depresión, mal humor,
desesperanza, hartazgo, tristeza, melancolía rabia... furia... odio. Cansancio
y soledad, trabajadores humillados. Ancianos victimados con indolencia...
enfermos carcomidos por la burocracia. Los niños miran atónitos el futuro que
les heredamos. Es una Monstruosidad. Vivimos infestados de negligencia. Los más
pobres están más desprotegidos, no están bien alimentados, no pueden ir al
doctor, imposible pagar medicamentos y en general no tienen posibilidad de
atender su salud. No es poca cosa.
Nosotros sabemos que la guerra
contra la medicina corrupta debe ser una guerra contra el capitalismo, también.
El negocio de los laboratorios farmacológicos ha sacado una tajada monstruosa.
Y no hemos visto lo peor. Sabemos que las corporaciones fabricantes de
medicamentos son dueñas de la seguridad de miles o millones de personas. Reina
el cinismo. Sabemos que la crisis sanitaria expresa la irracionalidad
capitalista. Los monopolios imponen sus negocios como si fuesen políticas de
salud e imponen condiciones de mercado para especular con medicamentos y
precios. Son dueños de la salud de millones de seres humanos.
¿Y el pensamiento ético en
materia de salud?
Está claro que la pachanga
obscena de comerciar con las enfermedades, al alcanzar sumas millonarias en
cualquier moneda, requiere gerentes gubernamentales encargados de legalizar la
tranza e idear mecanismos creativos para sacarle más jugo a las víctimas. Por
eso construyen hospitales cuyo sello de clase garantiza un modelo de consumo
perfecto para el nivel de corrupción alcanzado por los “doctorcitos” y sus
compinches. Por ejemplo construyen hospitales para consumir los mil y un
productos que, encarecidos a precio de gobierno, mejor convengan a las empresas
proveedoras; por ejemplo gastarán a manos llenas los impuestos de los pueblos
para congraciarse con empresas fabricantes de aparatologías y artículos de toda
índole, para, recurrentemente, tapizar la ruta de las entregas con diezmos a
granel para los intermediarios; por ejemplo pondrán salas de espera,
quirófanos, habitaciones, pasillos, oficinas y salas de urgencias... al
servicio de la lógica “fordista” aplicada a la atención médica. Todo esto
tributario de desentenderse rápido de los “pacientes” para que no engorden los
gastos que pudieran amenazar la pachanga de las corruptelas. Hoy, en la
obscenidad extrema del sistema de corrupción médica, los pacientes son
obligados a llevar a los hospitales sus sábanas, tenedores, agua, vendas y
bacinicas... no hay muchos médicos protestando por eso.
Muchos médicos, y sus
compinches, gustan de celebrar cifras de eficiencia y atención a los pacientes.
Se embriagan en estadísticas exitosas que desbordan gráficas powerpoint,
libros, tratados y enciclopedias. Si cada página editada con guarismos
triunfalistas implicara a una persona atendida con eficiencia... no habría
crisis sanitaria en el mundo. Y la medicina habría dejado de ser una industria
burguesa para ser un derecho socialista inalienable.
En la cúspide del alma mater
en los médicos medicamentalizados (es decir con la mente puesta en ayudar a
vender medicamentos muchos de ellos innecesarios) están los laboratorios
farmacéuticos anudados todos en una red multinacional de inversionistas que,
cómo en todo comercio, rigen sus tareas por las leyes capitalistas de la oferta
y la demanda. ¿Nos sorprendería saber cuántas veces han inventado epidemias,
pandemias y contagios para hacer circular millones de vacunas, jeringas,
pastillas, cremas o ungüentos? La base material capitalista de esta industria
mundial sustenta una cúspide ideológica -metodológica- vestida de “ciencia” en
la que se han protocolizado operaciones técnicas con operaciones financieras
donde los que ganan son los dueños del negociado. ¿Se ofenderán mucho con este
retrato?
¿Es poco filosófico?
No son pocos los médicos que
viven de mentir y de mentirse. Fabrican fantasías y explicaciones desopilantes
para ganar la “confianza” de sus pacientes-clientes. Si hubiese una colección
mundial sobre las fantasías inventadas por muchos médicos sobre el
comportamiento del organismo humano, y su relación con los químicos prescritos,
tendíamos una enciclopedia del horror monumental. La “filosofía” burguesa de la
“industria de salud” ha producido durante su historia un monstruo insaciable
enredado con las más deplorables anécdotas de corrupción e impunidad. Lo que
menos les importa es la erradicación de las enfermedades porque tal cosa
disminuye los ingresos farmacéuticos. No importa que muchos de los productos
“médicos” (de quirófanos, farmacias, hotelería hospitalaria y toda la
parafernalia) no tengan eficacia probada... lo importante es cubrir las metas
mensuales en materia de ventas y cobros. Es esa su “filosofía” y punto.
Su “filosofía” no se
compromete con una lucha efectiva contra las enfermedades que agobian a los
trabajadores, lo que importa son las regalías y el secuestro de las patentes
para gozar de exclusividad en el usufructo de una enfermedad y más si se vuelve
epidemia. Sin importar (hay casos de infamias insondables) cuán tóxicas sean
para las personas las medicinas, las operaciones o los tratamientos, ni sus
consecuencias colaterales, las enfermedades asociadas ni la muerte (que el
capitalismo también ha convertido en negocio)
Su “filosofía” también consiste
en invertir millonadas, para esconder bajo el tapete, los planes de negocios
relativos a la investigación que ellos llaman “científica”. No es el bien
social lo que determina inversiones ni lo que determina las políticas
sanitarias... es descarnadamente, la búsqueda de beneficios financieros
privados para un puñado de monopolios alcahueteados por los gobiernos serviles.
Si para eso hay que manipular y falsificar datos, si para eso hay que publicar
revistas, organizar congresos y entregar “premios nobel”... no se detendrá una
industria tan pesada. No tendrá pruritos metodológicos o morales, una industria
deshonesta que se disfraza con la palabra Ciencia para esconder su “filosofía”
de los negocios.
La lista de ligerezas y
errores con que se maneja la fabricación industrial de medicamentos es enorme.
Hay denuncias y debates que generalmente se esconden porque afean el panorama.
La industria farmacéutica tiene controles sobre la inmensa mayoría de
publicaciones especializadas y las revistas de divulgación científica. La
industria farmacéutica gasta fortunas en publicidad y en regalos para sus
médicos favoritos. Se trata de una dictadura del negocio farmacéutico.
Los médicos son la tercera causa de muerte en los EE.UU.: causan 250.000 muertes por año.2 No todos, claro, no todos.
Los médicos son la tercera causa de muerte en los EE.UU.: causan 250.000 muertes por año.2 No todos, claro, no todos.
¿Está todo tan mal?
Contamos con Cuba, por
ejemplo. Algunas tareas indispensables para superar las patologías generadas
por la industria médico-farmacéutica del capitalismo deberían pasar a estas
horas por la expropiación, sin pago, y bajo control obrero, de todo el
negociado obsceno que hoy deambula impunemente por el mundo. No hay
alternativas. El capitalismo es un delito3 y una maquinaria infernal de
producir crisis ecológica, enfermedad y muerte. A estas horas es preciso reformular
todas nuestras concepciones teórico-metodológicas en materia de salud y de
políticas socialistas de salud. Aprovechar los mejores logros, los que son
realmente útiles y liberarlos de las garras del capitalismo. Reformular
nuestras ideas y preconcepciones sobre el organismo humano sus
interdependencias con la naturaleza toda, su desarrollo y su situación actual.
Reformular la investigación científica y los principios mismos de la actividad
médica adaptados a la realidad concreta y las urgencias de esta etapa.
Transformar los modelos de enseñanza y la educación médica en todos sus
niveles.
A estas horas es inexcusable
garantizar la salud y los servicios en condiciones que permitan soberanía
política en políticas concretas, democracia médica revolucionaria, erradicación
del rezago médico y de las enfermedades de la pobreza. Prevención socialista y
planificación, educación y la cultura de la salud, empleo digno para los
trabajadores de la seguridad social... afincar una Filosofía socialista de la
salud que privilegie la vida digna como un derecho concreto e inalienable.
Vincular el problema de la salud con la preservación de los ecosistemas.
Garantizar condiciones materiales de existencia, justas y democráticas. Los más
avanzados descubrimientos de la medicina no pueden ser propiedad privada de un
puñado de capitalistas. El movimiento obrero debe exigir su nacionalización
inmediata al lado de la nacionalización de los grandes bancos, los latifundios
y los monopolios que someten nuestras vidas a la dictadura del Capital. Sólo
una economía socialista planificada racionalmente podrá desarrollar la riqueza
de los conocimientos en materia de salud para ponerlos realmente al servicio de
la humanidad y su desarrollo. Eso será realmente curativo.
Notas
1 http://www.militante.org/medicinas-laboratorios-monopolios-y-nuestra-salud
2 http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/ciencia_industryweapons02.htm
3 Antonio Salamanca http://www.aporrea.org/ideologia/a97634.html