Por
Sabine Lamour
La originalidad del movimiento feminista haitiano radica en el
hecho de que no cabe pensarlo en términos de ola (primera, segunda o
tercera) ni en términos de corriente definida (liberal, negra,
descolonial…). Este movimiento, a contrapelo de los demás movimientos
feministas, contribuye enormemente a la identificación de las realidades
nacionales problemáticas, como por ejemplo las violencias cometidas contra
mujeres y niñas, la participación política, la impunidad, la soberanía nacional
y la lucha contra el oscurantismo.
Me parece que la metáfora de la sacudida es más apropiada para
hablar del movimiento feminista haitiano. Cada vez que se plantea un problema a
escala nacional, las feministas se sitúan en la primera fila del escenario para
plantear reivindicaciones y definir orientaciones, como ocurrió en 1915
(ocupación de Haití por EE UU), 1957 (ascenso de Duvalier al poder), 1986
(caída de Duvalier), 1991 (golpe de Estado militar contra el gobierno de Jean
Bertrand Aristide) y en 2004 (desalojo del poder del partido Fanmi Lavalas). El
movimiento se estructura en situaciones críticas en que son atacados los
fundamentos de la convivencia por las fuerzas dominantes, tanto internas como
externas.
Estas luchas se organizan en torno a pilares estratégicos basados
en reivindicaciones populares como el derecho de autodeterminación, el reparto
igualitario de los lotes entre hombres y mujeres, el derecho a los recursos. El
movimiento feminista lucha contra las asimetrías entre los sexos en una
perspectiva popular global. Las feministas han participado siempre en las
efervescencias que agitan nuestra sociedad. Fiel a esta tradición, el
movimiento se alzó, después del seísmo, contra un conjunto de derivas que
ponían en peligro su existencia y que se oponían a la reconstrucción real de la
sociedad.
Para hablar de sus acciones en el plano político durante estos
últimos diez años, pondremos el acento en los siguientes puntos. En primer
lugar, las pérdidas sufridas durante el seísmo. En segundo lugar, la exclusión
de las feministas haitianas impulsada por actores internacionales presentes en
Haití tras el seísmo. En tercer lugar, las acciones de establecimiento de la
realidad y, finalmente, las luchas contra las medidas machistas o
antifeministas emprendidas por los gobiernos haitianos desde entonces.
Las pérdidas del movimiento feminista
La década de 2010 comenzó con el terrible terremoto del 12 de
enero. La catástrofe golpeó duramente a todo el país. Entre las víctimas hubo
varias feministas, entre ellas tres líderes históricas del movimiento, a saber:
Magalie Marcelin, dirigente de Kay Fanm; Myriam Merlet, dirigente de EnfoFanm y
Anne Marie Coriolan, la instigadora de la SOFA (Solidaridad de Mujeres
Haitianas). Fue un momento duro para el movimiento. Las feministas ni siquiera
tuvieron tiempo de llorar por sus hermanas. La llegada al país de gentes de
fuera tras la catástrofe, que por su número carecía de precedentes, en forma de
fuerzas militares extranjeras, contingentes humanitarios de las ONG y
misioneros, vino acompañada de toda su carga de problemas y agresiones. Estos
nuevos actores se instalaron con todo un aparato imponente en la sociedad y
aprovecharon la ocasión para reforzar su influencia en la maquinaria estatal
con la complicidad de las autoridades nacionales (Lamour 2019). Peinaron el
territorio nacional en función de las competencias que se atribuyeron a sí
mismos esos actores e impusieron la urgencia como modo de gestión empresarial
de los problemas sociopolíticos y económicos suscitados por el seísmo. Al establecer
este dispositivo, impusieron la perspectiva coyuntural como modo de
administración del territorio, ignorando el peso de la sociedad civil haitiana
a la hora de abordar determinados problemas. Las ONG aprovecharon para adoptar
decisiones, unas más inadecuadas que otras para la población haitiana.
Una lucha ideológica impuesta por los actores externos
En esta lógica, estos nuevos actores se interesaron por la cuestión
de las violencias cometidas contra las mujeres, despreciando el saber hacer
desarrollado desde hacía más de dos décadas por las organizaciones feministas
tras el fin de la dictadura. A fin de imponer su legitimidad para abordar las
violencias, los actores internacionales utilizaron el concepto de epidemia de violaciones para
hablar de las violencias cometidas contra las mujeres en el campo. De ahí se
derivó una idea de los haitianos como predadores sexuales y de las haitianas
como sus presas. Estos planteamientos despolitizaron la violación y las
violencias sexuales sufridas por las mujeres, cuando la construcción política
de la violación constituye un enfoque estructural fundamental del movimiento
feminista desde 1915.
Las organizaciones feministas creadas a partir de 1986 se rebelaron
contra esta situación. Refutaron el discurso construido y rechazaron asimismo
la colaboración propuesta por determinadas ONG, denunciando en los medios estas
intrusiones insanas. Para neutralizar a las feministas y continuar con sus
planes, estos actores propagaron a escala mundial el rumor de la “muerte del movimiento”
(Magloire, 2018; Côté, 2018). El resultado fue una valoración negativa del
feminismo haitiano, que quedó así descalificado como interlocutor para la
resolución de la crisis nacional tras la catástrofe. La circulación de este
rumor facilitó la difusión de un discurso victimizante, encaminado a negar toda
forma de reconocimiento con respecto a la labor ya realizada por las feministas
desde el fin de la dictadura. La palabra de las feministas supervivientes de la
catástrofe también quedó deslegitimada. En esta lucha por la información, las
feministas vieron restringido el acceso a las plataformas mediáticas y su
visibilidad se redujo en beneficio de organizaciones de mujeres creadas tras el
cataclismo.
En esta lucha, que pretendía ignorar a las personas organizadas
sobre el terreno, las ONG dejaron de financiar los programas de las
organizaciones o propusieron a estas últimas unas sumas exageradas, que debían
gastar en un tiempo récord so pretexto de la urgencia (el Estado haitiano no
financia a su sociedad civil). Las organizaciones que rechazaron estas
condiciones sufrieron una caída vertiginosa de su financiación durante los
primeros años posteriores al seísmo, pese a que prosiguieron con su labor
política de acompañar a mujeres. El movimiento quedó postergado. Al emprender
esta vía, los actores externos reafirmaron la subordinación de las mujeres en
el debate sobre la reconstrucción del país.
En esta fase, el dispositivo creado por los actores internacionales
facilitó la domesticación de la sociedad civil al invadir los espacios de
debate y controlar los recursos disponibles: por un lado, afirman el principio
discursivo de reconocimiento de los derechos de las mujeres, y por otro impiden
el acceso de las feministas a los foros mediáticos y a los recursos para
continuar esa misma lucha. En esta tesitura, el dispositivo asegura que las
organizaciones que componen el movimiento aparezcan más como objetos que no
sujetos de un discurso construido en el plano interno.
Las acciones de afirmación sobre el terreno
Para luchar contra estas derivas y refutar el discurso de
impotencia de las feministas, las feministas haitianas retomaron su labor de
acompañamiento y apoyo a las mujeres víctimas de violencia en condiciones
extremadamente difíciles desde febrero de 2010. Conmemoraron las principales
jornadas del movimiento, a saber, el 8 de marzo y el 3 de abril. En efecto, en
marzo de 2010 crearon una estructura móvil de atención psicológica con miras a
acoger a mujeres en refugios provisionales, sin dejar de llevar a cabo la labor
de sensibilización contra las violaciones en el campo. Además de estas
acciones, sus esfuerzos fueron múltiples, acogieron en sus casas a mujeres
violentadas y apoyaron el relanzamiento de actividades generadoras de ingresos
junto con otras mujeres.
La primera gran batalla después del terremoto que libraron las
mujeres fue la relacionada con el PDNA (Evaluación de necesidades después de la
catástrofe), el documento que definía las acciones encaminadas a la
reconstrucción. El PDNA fue el resultado de un procedimiento de dos meses que
aplicó el gobierno haitiano y que reunió a más de 250 personas que
representaban a Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Unión Europea y el Banco
Interamericano de Desarrollo. A pesar del número de agentes implicados, el
documento no integraba la dimensión de género en las estrategias propuestas por
el gobierno haitiano para la recuperación de las políticas macroeconómicas,
sociales, medioambientales, infraestructurales y de gobernanza.
Durante ese mismo periodo, las feministas haitianas impulsaron, con
el apoyo de Gérandal Thélusma –política haitiana, diputada en la 48ª
legislatura–, la lucha por la aprobación de la ley de paternidad responsable
por el parlamento haitiano. Y ganaron la batalla.
Una información más realista sobre las condiciones de las mujeres
Para contrarrestar el PDNA, las feministas elaboraron, con la ayuda
de aliadas internacionales, un contrainforme en el que denunciaban la ausencia
en el documento de toda referencia a los problemas específicos que afrontaban
las mujeres. El 3 de abril de 2010, la CONAP (Coordinadora Nacional de
Defensa de los Derechos de las Mujeres) publicó una nota para denunciar las
relaciones de dependencia estructural del país con respecto a las potencias
imperialistas, cuestionando la legitimidad de la CIRH (Comisión Temporal de
Reconstrucción de Haití) como órgano encargado de la reconstrucción. En un
artículo publicado en la página web de Radio
Kiskeya, el 3 de abril de 2010, la CONAP anunció lo siguiente:
Para este 3 de abril de 2010, la CONAP proclama su independencia de
agentes oportunistas o de cualquier planteamiento populista implicados en
gestiones encaminadas a recoger las migas de un pastel envenenado y cuya
receta, como siempre, se cocinó sobre las espaldas de las mujeres y, una vez
más, en detrimento del pueblo reivindicativo y, por tanto, en contra de los
intereses de la nación hatiana.
En otra declaración del 31 de marzo de 2010, la misma organización
explicó:
La CONAP está más decidida que nunca a retomar la pluma de Mireille Neptune-Anglade, para reivindicar las aportaciones
de La seconde moitié du développement a
la creación de riquezas en nuestro país, y de este modo continuar el combate
reivindicativo por imponer el reconocimiento de las ladrès fanm, las marginadas entre
las obreras del polígono industrial, las trabajadoras domésticas, las
comerciantes del sector informal y las productoras del mundo rural, expuestas
más que nunca al fenómeno de la feminización de la pobreza y de la violencia de
género. El impacto devastador del seísmo del 12 de enero ha comportado pérdidas
económicas inconmensurables ante la situación económica de las familias,
debilitando los resortes de las fanm
potomitan, de las que siguen dependiendo el 80 % de los
hogares de la nación y de las que un 48 % están encabezadas por mujeres.
Estas familias sobreviven con menos de dos dólares al día, comprometiendo igual
de drásticamente el bienestar de varias generaciones.
Cuota femenina o responsabilidad de los hombres
En 2012, las organizaciones feministas se entregaron en cuerpo y
alma a rechazar la promesa de que en el gobierno de Lamothe/Martelly habría un
40 % de mujeres. Para Danièle Magloire, “lo más importante no es la
presencia de mujeres. Hay que ver sobre todo la orientación del gobierno en las
cuestiones sociales, económicas y del Estado de derecho”. Michaëlle Desrosiers,
por su parte, dijo lo siguiente: “La presencia de [estas] mujeres en un
gobierno de extrema derecha –por muy popular que sea– refleja la visión y el
posicionamiento ideopolítico y económico de estas últimas en lo tocante a la
apertura de Haití a los inversores asociados a los neocolonos”.
En mayo de 2012, la SOFA reclamó que el presidente Michel Martelly
publicara un informe indicando las fuentes de financiación de su campaña
electoral y denunciando a los cascos azules que estaban en el origen de la
epidemia de cólera en Haití. Desde entonces, la SOFA se dedicó a llamar la
atención de la sociedad sobre la corrupción que gangrenaba el espacio político
y las derivas institucionales del parlamento. Asimismo, la SOFA hizo sonar la
alarma mostrando los problemas asociados al programa Ti manman chéri, implementado por el gobierno de
Martelly. Contrariamente a esta medida, las feministas, a través de Marie
Jocelyn Lasègue, exigieron la promulgación de la Ley de paternidad, maternidad
y filiación, planteando el principio de la gratuidad de las pruebas de ADN para
romper con la realidad de los y las menores sin padre en Haití. Esta postura se
inscribe en la lucha de las feministas para conseguir que las mujeres accedan a
una autonomía no controlada en Haití. En este país, las mujeres tienen libertad
para desplazarse, pero esta autonomía aparente está asociada al hecho de que se
hagan cargo de su progenie.
El año 2012 fue crucial para las feministas en la lucha contra el
acoso sexual de las mujeres profesionales en Haití, con la denuncia del caso
Josué Pierre-Louis, el entonces presidente de la Junta electoral, exministro de
Justicia. Fue un año clave en la lucha contra las violencias sexuales y
machistas. En la misma época asistimos a la aplicación de estrategias
antifeministas internas, obra de hombres periodistas en Haití. De ello dio
cuenta el artículo de Danièle Magloire sobre el movimiento feminista (ibid.
2018).
En 2013, las feministas exigieron la implantación de la cuota del
30 % en la ley electoral. Hablando de este periodo, Marie Frantz Joachim
(2012) señaló lo siguiente:
La institución del principio de la cuota del 30 % en la ley
electoral de 2006 constituye uno de los mayores avances del movimiento
feminista de aquel periodo, en la medida en que introdujo una dimensión
política formal de la lucha feminista en Haití. Decimos formal porque es bien
sabido que el movimiento feminista es eminentemente político, vista la lucha de
lleva a cabo por derribar el sistema patriarcal y transformar económica,
política, social y culturalmente las condiciones de vida de las mujeres. Se
opone a todas las formas de autoritarismo.
Asimismo quieren que la ley electoral castigue a los partidos,
asociaciones y confluencias políticas culpables de prácticas machistas, entre
ellas el incumplimiento de la cuota. En octubre de 2013, las feministas
jalonaron el año con la celebración del parlamento simbólico de mujeres.
Hablando de aquella iniciativa, Marie Frantz Joachim (2015) explica:
[La iniciativa] movilizó a cerca de un centenar de personas, que
representaban a cuarenta (40) asociaciones y comités de mujeres de partidos
políticos de todos los departamentos, salvo el del Centro y el del Noreste. En
el Parlamento Simbólico de Mujeres se implicaron 150 miembras de organizaciones
de mujeres y de estructuras mixtas. Simularon con todo rigor, orgullo y
serenidad la función de diputadas (99), senadoras (30), primera ministra y
ministras (hombres y mujeres). El proceso de organización del Parlamento
Simbólico de Mujeres fue en sí misma una importante iniciativa a favor de la
política inclusiva, relacionando la SOFA, las organizaciones amigas y
asociaciones con las autoridades parlamentarias.
En 2014, la batalla principal del movimiento fue la aprobación de
la Ley de paternidad responsable bajo el gobierno de Martelly. Fue un momento
clave en la lucha contra la impunidad en Haití. Las turbulencias provocadas por
las derivas políticas condujeron al sometimiento del ministerio de la Condición
Femenina, que se convirtió en una institución de propaganda progubernamental.
Replegadas en sus respectivas organizaciones, durante los cinco
años que siguieron al cataclismo, las feministas desarrollaron una lucha sin
cuartel para que las mujeres participaran en todos los niveles en los espacios
decisorios. En este contexto, la SOFA condujo un estudio en 2015 sobre los
obstáculos que impiden a las mujeres acceder a los espacios decisorios. Esta
lucha permitió que las feministas fueran reconocidas como interlocutoras en
relación con cuestiones de relevancia nacional, lo que dio pie a una serie de
peticiones para que más mujeres accedieran a dichos espacios.
Se formaron varias coaliciones de mujeres, entre ellas el COTEM
(Comité técnico y multisectorial). Tales iniciativas dieron fruto y las
feministas ganaron la batalla de la representación en los ayuntamientos y las
entidades territoriales. Todas las mancomunidades de municipios tienen por lo
menos una mujer entre las tres personas que las componen obligatoriamente. Esta
lucha explica por qué existe la asociación de alcaldesas de Haití, la Fenafemh
(Federación Nacional de Alcaldesas de Haití). Actualmente, las organizaciones
feministas cooperan con las concejalas, incluidas las alcaldesas, con vistas a
conservar la cuota del 30 % reconocida por la constitución modificada de
2011.
Durante todo el mandato de Michel Martelly, las mujeres denunciaron
las derivas del poder, en particular los ataques del presidente contra las
mujeres en la sociedad. Testimonio de ello es la campaña de apoyo Nou Tout se
Lili a favor de la periodista Liliane Pierre-Paul, atacada por el presidente
Martelly. Además de las luchas por la participación política de las mujeres, se
mantuvo una antigua constante en el seguimiento de la aplicación de los grandes
ejes estratégicos del movimiento por parte de las políticas, entre ellas las
cuestiones de salud de las mujeres y la lucha sin cuartel contra las violencias
cometidas contra las mujeres.
En 2016 tuvo lugar en Puerto Príncipe un coloquio internacional
sobre las cuestiones de género, los feminismos y las relaciones entre los
sexos. Fruto del mismo fue publicado un libro en 2018 por Éditions féministes
Remue-Ménage, titulado Déjouer
le silence: Contre-discours sur les femmes haïtiennes. Además, las
feministas participaron conjuntamente en varios grandes eventos feministas
científicos internacionales. Esta dimensión de la lucha asume la dinámica
global que anima al movimiento feminista haitiano. En efecto, debido a la
posición desfavorable que ocupa el país en el escenario internacional, las
feministas luchan en general en dos frentes: el nacional y el internacional.
Las feministas haitianas fueron las primeras en denunciar las derivas de la
MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), las
violaciones de menores y jóvenes de ambos sexos y el abandono de sus hijos por
parte de los Cascos Azules. Para dejar constancia de su desacuerdo, las
feministas cortaron toda relación con la MINUSTAH en Haití, emprendiendo una
batalla por la retirada de los soldados de la ONU del territorio haitiano y la
indemnización a las mujeres víctimas de abusos y víctimas del cólera.
Paralelamente, durante este periodo se intensificó la lucha por la
despenalización del aborto. Esto tiene que ver con el hecho de que las
feministas se dieron cuenta de los daños causados por este acto en la vida de
las mujeres, particularmente de las más pobres. Así que montaron un colectivo,
llamado DSSR (Derechos Salud Sexual y Reproductiva), que básicamente se encarga
de la lucha por el acceso de las mujeres a la salud sexual y reproductiva.
Entre 2018 y 2019, las organizaciones de mujeres creadas a partir
de 1986, incluida la SOFA, desarrollaron una lucha encarnizada contra el
gobierno de entonces, posicionándose a favor del cese del presidente actual,
participando en manifestaciones, escribiendo comunicados de prensa y
organizando actividades para denunciar la creciente adopción de medidas
encaminadas a establecer una dictadura. Esta lucha se inscribe en un combate
contra el oscurantismo y por la supervivencia de la sociedad haitiana.
Además de estas acciones realizadas durante el decenio, las
feministas libran una batalla sin respiro contra el poder del PHTK (Partido
Haitiano Tèt Kale), que moviliza una forma tóxica de masculinidad para
gobernar. En efecto, este poder no duda en hacer llamamientos a violar a las
mujeres que cuestionan a las autoridades. El PHTK no se distancia de los
hombres del poder, de los responsables cuyos nombres aparecen asociados a
agresiones físicas y sexuales de sus parientes y sus empleados. Los dignatarios
del PHTK utilizan la denigración, el insulto, la violencia y la corrupción como
modos de gobernar.
En las luchas contra la corrupción que se desarrollan en la
sociedad haitiana, la violación de mujeres, especialmente en los barrios
populares, se utiliza como medio de represión para neutralizar la movilización.
A fin de contrarrestar estas derivas, la SOFA, Kay Fanm (Casa de Mujeres) y
Fanm Deside (Mujeres Decididas) llevan a cabo sobre el terreno un conjunto de
acciones de concienciación para explicar a la población el peligro que
representa este poder, mostrando las similitudes que existen entre el poder del
PHTK y el poder de los Duvalier, el poder que reinó en Haití a base de asesinatos,
masacres, saqueos y violaciones durante 29 años, con la complicidad de un
amplio sector de la comunidad internacional, como ocurre hoy con el poder del
PHTK.
En conclusión, esta travesía del decenio muestra que el movimiento
feminista abarca en su ímpetu un doble movimiento: la responsabilidad para con
la sociedad haitiana y la esperanza de un mañana mejor. Las mujeres rechazan la
resignación. Desde 1915, ellas hacen de la indignación un leitmotiv para construir en
Haití una dinámica política portadora de transformación social. Fiel a sus
pilares estratégicos basados en un siglo de lucha, el movimiento feminista
haitiano ha logrado imponer la cuestión de la participación política en el
debate nacional de los últimos diez años, a pesar de que los medios de que
dispone son bastante escasos.
A lo largo de este decenio, las mujeres han reforzado su presencia
en el plano político en los ayuntamientos y las entidades territoriales. Se han
impuesto como interlocutoras políticas ineludibles a través de la CONAP, que ha
desarrollado en la década transcurrida una lucha sin cuartel por la
visibilización de la labor política de las feministas. También han logrado
incluir en el debate la cuestión del acoso como forma de violencia contra las
mujeres con el escándalo Josué Pierre-Louis e imponer el término tizonnay en el vocabulario
haitiano para calificar el acoso sexual. Han transformado las reivindicaciones
políticas de las mujeres en política pública a través del Plan Nacional de
Igualdad entre Mujeres y Hombres y el Plan Nacional de Lucha contra las
Violencias Cometidas contra las Mujeres, mostrando al mismo tiempo la necesidad
de que se promulgue una ley nacional para luchar contra las violencias.
En cuanto a la salud, las mujeres han demostrado la necesidad de
vincular el combate por la despenalización del aborto con el del derecho a la
vida y a la salud sexual y reproductiva. Asimismo, han relanzado la lucha
contra la impunidad impulsando, junto con toda la sociedad, la lucha contra la
corrupción y el fraude administrativo y participando en distintos niveles en la
batalla en torno a los fondos de Petrocaribe. Aparte de estas luchas, la conquista más
importante es la transmisión de los saberes feministas a una nueva generación
de militantes a fin de mantener viva la llama de la combatividad de las mujeres
en la sociedad haitiana.
En definitiva, a
través de esta presentación, la sacudida restituye la manera en que las
feministas se ven obligadas a luchar en diversos espacios (internacional,
nacional…) para mantener sus conquistas, al tiempo que militan para obtener
nuevas. Este choque evoca la idea de un seísmo; réplica tras réplica, las
mujeres responden a situaciones de agresión al tiempo que se agarran a los
pilares estratégicos que sostienen las reivindicaciones sociales del movimiento,
y que deben ayudarles a superar las crisis sociales y contribuir a construir la
sociedad.