Por Peter Schwarz
La decisión del Congreso de los Estados Unidos de imponer sanciones a las empresas involucradas en la construcción del gasoducto Nord Stream 2 subraya las divisiones agudas que hay entre las potencias imperialistas y el grave peligro de una guerra mundial. En el pasado, el corte del suministro de energía se consideraba un acto de guerra.
Las sanciones de los Estados Unidos han paralizado
el proyecto casi completado de $10 mil millones, luego del retiro de la firma
suiza Allseas, que estaba proporcionando barcos especializados para tender el
gasoducto. Rusia planea completar la tubería con sus propios barcos. Pero los
buques están actualmente atracados en un puerto del Pacífico y deben ser
reparados para el trabajo, lo que significa que la finalización de la tubería,
si es que alguna vez se lleva a cabo, se retrasará al menos un año.
Las sanciones de los Estados Unidos no solo apuntan
a Rusia, que depende de los ingresos generados por las exportaciones de gas,
sino también a Alemania, que ve el gasoducto como un proyecto estratégico que
es esencial para su seguridad energética. Nord Stream 2 conecta directamente
Rusia y Alemania a través del Mar Báltico.
Estados Unidos ha intentado en el pasado imponer su
voluntad a otros Estados mediante sanciones. Pero estas estaban dirigidas
contra Estados más débiles, como Irán o Venezuela, que Washington había
declarado que eran el enemigo, no contra un socio de la OTAN y la cuarta
economía más grande del mundo, después de Estados Unidos, China y Japón.
Las reacciones de
Berlín, que van desde acusaciones de interferencia en asuntos internos hasta
llamadas a medidas de represalia, han sido previsiblemente furiosas.
Pero Alemania no es la víctima inocente que dice
ser. Alemania se ha estado rearmando desde hace años para desempeñar un papel
en el escenario mundial que corresponda a su poder económico y para hacer
cumplir sus intereses imperialistas independientemente de, y si es necesario,
contra Estados Unidos. Las exportaciones de armas alemanas alcanzaron un récord
el año pasado.
Después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial,
el imperialismo alemán se vio obligado a practicar una moderación militar. La
élite gobernante alemana buscó dos veces violentamente subordinar a Europa a su
control, propagando la muerte y la destrucción en todo el continente en el
proceso y cometiendo crímenes históricamente sin precedentes. Pero Estados
Unidos aseguró la supervivencia de Alemania porque la necesitaba como baluarte
en la Guerra Fría contra la Unión Soviética.
Después de que alrededor de dos docenas de
criminales de guerra fueran condenados a muerte en los juicios de Nuremberg,
Estados Unidos suspendió el proceso de desnazificación. Los funcionarios,
jueces, profesores y generales de Hitler volvieron a sus puestos, y sus
patrocinadores financieros conservaron su riqueza. Incluso hoy, la riqueza de
algunas de las familias más ricas de Alemania, por ejemplo, la de los Quandt
(de la BMW) y los Schaeffler, Piech y Porsche (de la VW), se basan en los
crímenes de los nazis.
Para la clase dominante alemana, la alianza con
Washington fue extremadamente beneficiosa. Pudieron expandirse globalmente bajo
el paraguas de Estados Unidos, conseguir nuevos mercados y concluir pactos con
regímenes reaccionarios, mientras Estados Unidos hacía el trabajo sucio de
librar sangrientas guerras coloniales y orquestar golpes de derecha. Esto
terminó hace 30 años, cuando el final de la Guerra Fría eliminó la razón de ser
original de la OTAN. Las tensiones transatlánticas han estado yendo en aumento
desde entonces.
La alianza militar asumió la tarea de expandir la
esfera de influencia de las potencias occidentales en Europa del Este y áreas
de la antigua Unión Soviética, rodeando a Rusia y preparando y apoyando guerras
imperialistas en los Balcanes, Medio Oriente y el norte de África.
En respuesta, Berlín buscó seguir un enfoque doble.
Por un lado, dependía de la OTAN para expandir su influencia en Europa del Este
y hacer retroceder a Rusia. Por lo tanto, Alemania jugó un papel central en el
golpe derechista de Ucrania en 2014 que llevó al poder a un régimen antirruso,
así como en la movilización militar de la OTAN en los países bálticos y
Polonia. Al mismo tiempo, Berlín ha intentado mantener lazos económicos con
Rusia, de la que depende en gran medida para sus suministros de energía.
Esto, junto con la creciente competencia en los
mercados mundiales, ha llevado a Alemania a un conflicto con Washington, donde
los demócratas en particular están presionando por un enfoque más conflictivo
para aislar a Rusia. La senadora demócrata Jeanne Shaheen, coautora del
proyecto de ley de sanciones Nord Stream 2, dijo que "envía un mensaje
inconfundible y bipartidista del Congreso a Vladimir Putin de que Estados
Unidos no se quedará de brazos cruzados mientras el Kremlin busca extender aún
más su influencia maligna". Y el senador republicano Ted Cruz dijo que las
sanciones "impidieron que Putin aprovechara miles de millones de dólares
que podrían usarse para alimentar la agresión rusa".
Pero el conflicto sobre el Nord Stream 2 no es el
único entre Alemania y los Estados Unidos. Alemania, junto con Francia y Gran
Bretaña, también rechazó las sanciones estadounidenses contra Irán y trató de
evitarlas.
También hay fuertes diferencias sobre la política
de China. A pesar de la importante presión de Washington, Berlín ha rechazado
hasta la fecha las llamadas para excluir a la compañía china Huawei de la
construcción de su red 5G. También hay desacuerdos sobre el plan del fabricante
chino de automóviles BAIC de invertir en Daimler. Estados Unidos busca evitar
que BAIC compre una participación del 10 por ciento en el fabricante de
automóviles alemán, el 10 por ciento de los cuales ya es propiedad del
fabricante chino de automóviles Geely.
En última
instancia, los conflictos entre Alemania, los Estados Unidos y otras grandes
potencias confirman lo que Lenin escribió en su obra clásica El
Imperialismo en 1916: "la única base concebible bajo el
capitalismo para la división de esferas de influencia, intereses, colonias,
etc., es un cálculo de la fuerza de los participantes, su fuerza general
económica, financiera, militar, etc.".
Las alianzas entre potencias imperialistas, según
Lenin, son, por lo tanto, "inevitablemente, nada más que una 'tregua' en
períodos entre guerras. Las alianzas pacíficas preparan el terreno para las
guerras y, a su vez, surgen de guerras; unas condicionas a las otras,
produciendo formas alternadas de lucha pacífica y no pacífica sobre una misma
base de conexiones y relaciones imperialistas dentro de la economía mundial y
la política mundial".
Impulsado por las guerras comerciales y las crisis
financieras, la lucha por los mercados y las materias primas, y las crecientes
tensiones sociales, el sistema capitalista vuelve a caer rápidamente hacia una
catástrofe militar que amenaza la supervivencia de la humanidad.
Y como Lenin analizó, las crecientes tensiones
nacionales alinean todas las tendencias políticas poco entusiastas. Bajo
condiciones de creciente conflicto entre Alemania y los Estados Unidos, el
pacifismo ocasionalmente invocado en términos vagos por los socialdemócratas,
los verdes y el partido La Izquierda durante las manifestaciones electorales se
está derritiendo más rápido que la nieve bajo el impacto del cambio climático.
Ante las sanciones de los Estados Unidos, ellos son los que más ruidosamente
exigen medidas de represalia. El líder del grupo parlamentario del partido La
Izquierda, Dietmar Bartsch, instó al gobierno alemán a no acceder a las
tácticas de chantaje en ninguna circunstancia. La colíder del Partido Verde,
Annalena Baerbock, también acusó a Trump de tácticas de chantaje y exigió
contramedidas.
La única fuerza social capaz de impedir otra guerra
mundial es la clase obrera internacional. Debe unirse internacionalmente y
combinar la lucha contra la guerra con la lucha contra su fuente: el sistema
capitalista.