Por Luís Carlos Muñoz Sarmiento y Luís Eustáquio Soares
Arrojamos
por la borda una herramienta fundamental cuando rechazamos el marxismo, y más
cuando no aceptamos que el marxismo es: la ciencia de las humanidades. ¿Y por
qué no aceptamos que el marxismo sea la ciencia de las humanidades? Por
diversas razones, pero la principal de ellas es el revisionismo teórico y con
él las calumnias y descalificaciones realizadas contra el marxismo e
intensificadas después de la II GM, en el contexto de la guerra fría yanqui
contra el socialismo —guerra que debe ser definida como una verdadera cruzada
imperialista contra los países socialistas como URSS y China y,
específicamente, contra el marxismo; y que, más allá, en palabras de Juan
Carlos Monedero, fue en realidad la III GM, o la II Guerra Interimperialista
pues terminó dejando más muertos que las otras dos GM (1): no la III GM que se
anuncia con el conflicto entre EEUU e Irán por el asesinato alevoso, con drones
en el aeropuerto de Bagdad, del líder iraní Qasem Soleimani y nueve personas
más. (2) Lo que ya ha generado la reacción militar de Irán en suelo iraquí. (3)
Al respecto, tres ejemplos teóricos. Michel
Foucault termina su libro Las palabras y las cosas (1966),
sobre el cambio de discurso a través del tiempo, que lo proyecta al mundo,
asociando los países socialistas del periodo a la continuidad del Tercer Reich.
Theodor Adorno, a su vez, finaliza su obra Dialéctica negativa (no
por azar publicada el mismo año que Las palabras y las cosas)
asociando los países socialistas a la continuidad de Auschwitz, en la presuposición
de que los países socialistas fuesen la continuidad de los campos de
concentración nazis. Hannah Arendt, en Los orígenes del
totalitarismo (1951), siguiendo incluso los pasos de Trotsky (sin
citarlo) comparará a Hitler con Stalin, para concluir, “brillantemente”, para
la crítica occidental sionista/yanqui, que ambos fueron totalitaristas.
Estas tres obras constituyen un momento
importantísimo para situar el revisionismo teórico de la guerra fría yanqui
contra el socialismo y el marxismo y son, en la asociación que hicieron del
socialismo con el Tercer Reich, un fraude completo; pura mal fe teórica y una
verdadera falsificación de la historia real y, por extensión, del periodo
revolucionario del siglo XIX y de la primera mitad del XX; periodo que posibilitó
la emergencia de las primeras experiencias socialistas de la modernidad
capitalista. Todo ello, aún a despecho de grandes obras literarias como Vida
y destino, de Vasili Grossman, novela en la que Stalin figura como
“dictador” y en la que se describe el enfrentamiento de dos regímenes
totalitarios, el alemán y el ruso, a partir de la batalla de Stalingrado,
absteniéndose, de paso, de glorificar al sistema soviético para subrayar las
peripecias de algunos sujetos en concreto y por contraste, a diferencia del
realismo socialista, ocultar el protagonismo clave de “las masas”. (4)
No hay que olvidar aquí que, en la década de 1980,
la CIA “estudiaba”, entre otros, a intelectuales como el ya citado Michel
Foucault, a Jean-Paul Sartre (5) y ya en la década del 50 a George Orwell, de
quien terminó desvirtuando su novela 1984, como “distópica” o sea
“un mal lugar”, contrario a utopía o “el lugar ideal” donde todo funciona
perfecto, y una sociedad ficticia indeseable en sí misma en lo que, a partir de
la década del 80 del siglo XX, fue asunto crucial de una nueva ola de “libros
juveniles”, eufemismo para reducir/desvirtuar la figura de autores como Jack
London, en el mundo anglosajón, o José María Vargas Vila o Rafael Pombo, en el
ámbito colombiano: es decir, lo que no es 1984 ni, mucho
menos, Orwell, de quien se terminó regando el chisme de que hacía parte de los
manejos clandestinos que la CIA hizo de la cultura, inicialmente entre 1951 y
76, pero que, hacia la década de 1980, devino una forma descarada de controlarla
a favor de la paranoia comunista/socialista y marxista de EEUU. Hecho
reflejado, ahora sí brillantemente, por la estadounidense Frances Stonor
Saunders en su libro Who Paid the Piper?: The CIA and the Cultural Cold
War o ¿Quién pagó al gaitero?: La CIA y la Guerra Fría
Cultural (Londres, Granta Books). (6) Más allá de estas obras y
autores, muchas otras (incluso de los mismos autores) fueron revisionistas y
tuvieron como foco la descalificación del marxismo y del llamado socialismo
real. Fueron, por lo tanto, partes de la cruzada imperialista contra la memoria
histórica de las luchas de clases protagonizadas por los trabajadores en muchas
partes del planeta.
Ninguno de esos autores (a no ser uno u otro, de
forma sutil, no incisiva) ha criticado para siempre a EEUU: a ello ha
contribuido, todo hay que decirlo, la manipulación mediática y el control
cultural por parte del emporio periodístico dirigido por el sionista de origen
alemán Jacob Rothschild, quien controla el 96% de la prensa mundial; ningún autor
osó asociar el imperialismo yanqui al Tercer Reich. Y tenían muchos motivos
para hacerlo, incluso porque Europa estaba totalmente sometida a EEUU en dicho
periodo y aún lo está; y después de la II GM la CIA protagonizó una verdadera
caza de brujas, luego de la llevada a cabo en los propios EEUU por el Comité de
Actividades Antipatrióticas, contra marxismo y socialismo, al interior de
Europa, incluso realizando atentados para matar marxistas y, además de todo
ello, culparlos. A propósito, se invita a descubrir las pesquisas del
historiador suizo Daniele Ganser sobre la Operación Gladio y
podrá llegarse a conclusiones que sorprenden. (7)
Entre los antecedentes de la Gladio está
la historia de los ejércitos secretos de la OTAN y de la agencia
informativa Aginter Press (brazo portugués de la Gladio),
dirigida por el capitán Yves Guerian-Serac, católico de racamandaca, arrecho
anticomunista reclutado por la CIA y ex oficial francés que vivió la derrota de
su país ante el Tercer Reich en la II GM. Hizo parte, también, de las Guerra de
Indochina (1946/54), Corea (1950/53) y Argelia (1954/62), como miembro de la
célebre XI Semibrigada Paracaidista de Choque, unidad que hacía el trabajo
sucio bajo la directriz de la SDECE, Servicio de Inteligencia Francés, a su
turno vinculado con la red Stay-Behind, conocida en Francia como Rose
des Vents o Rosa de los Vientos. (8) En 1961,
Guerian-Serac (con otros oficiales, entre ellos Trinquin y Aussaresses) del XI
Regimiento de Choque, había fundado la Organisation de l’Armée
Secret u Organización del Ejército Secreto (OAS), que
pugnó por mantener a Argelia bajo el dominio francés e intentó derrocar a De
Gaulle a fin de instaurar en Francia una dictadura anticomunista.
Luego, los generales Trinquin y Aussaresses, serían
“exportados” a América Latina, específicamente a Argentina, durante la
dictadura de Videla y sus secuaces (1976/83), para ayudarlo en su tarea de
exterminio de todo posible foco de subversión/disidencia y en concreto de
grupos como Montoneros, ERP, Tupamaros y MIR, los dos primeros en Argentina, el
tercero en el Uruguay tiránico de Bordaberry (1972/85) y el cuarto en el Chile
de Pinochet, a quien el sionista Kissinger fue el primero en “recomendarle” el
Plan Cóndor, no sin antes provocar el exterminio del partido de oposición más
fuerte del país, bajo la siniestra/ultradiestra, jejeje, figura de la “pugna
interna”: loca figura según la cual, más de 140 integrantes del MIR chileno se liquidaron
entre sí, algo muy parecido a los “suicidas”, en realidad suicidados, durante
la Dictadura Brasileña (1964/85) o “El día que duró 21 años”. Luego, la
Operación Cóndor se extendería a Brasil, junto con otras dos, Brother Sam y
Popeye, destinadas por los yanquis a tomarse el país, desde diversos puntos de
la geografía.
Estas cruzadas imperialistas contra el marxismo y
el socialismo, que se multiplicó en todos los frentes (económico, financiero,
mediático, teórico, cultural, bélico), llevó, en el curso del tiempo, a la
situación actual y a la constatación fraudulenta de que el marxismo es
autoritario, eurocéntrico, machista y tantas babosadas dichas por personas que,
simplemente, no conocen el marxismo y replican como loros las calumnias de
detractores financiados directa o indirectamente para descalificar, cual torpes
fanáticos, al marxismo y al socialismo real.
Una de las categorías científicas
del marxismo es el materialismo histórico/dialéctico, cuya premisa reza, en
modo laico, jejeje: es preciso, siempre, contextualizar la lucha de clases. Es
en este sentido que el marxismo no es una doctrina o un dogma fijo, en el
tiempo ni en el espacio, y tampoco una teoría europea. Es por eso que los
marxistas africanos produjeron ciencia marxista contextualizada dentro de la
realidad africana; y así el marxismo latinoamericano y asiático. En tal
sentido, uno de los dirigentes más destacados, dentro del caso africano, es,
sin duda, Thomas Sankara (1949-1987), llamado, con justicia, el Che africano,
que no por haber sido milico, en modo capitán, tuvo problema alguno para ser
revolucionario comunista, teórico del panafricanismo y, ahora sí con muchos
problemas, ajenos a él y, por supuesto, orquestados desde el exterior,
presidente de su país (1983/87). Si se le estudia con cuidado, podrá verse que
Sankara produjo ciencia marxista imposible de descontextualizar no solo de la
realidad del ex Alto Volta, colonia francesa, luego rebautizada por él Burkina
Faso, “la tierra de los hombres íntegros”, sino del África en general, por
cuanto su política interna se basó en priorizar la producción nacional para
bloquear, al estilo Gandhi, los productos importados, mientras su política
exterior se centró en el antiimperialismo y, ante todo, en negarse a pagar la
deuda externa, como lo dejó en claro la última vez que estuvo en la Asamblea
General de la ONU, el 4/oct/1984: “No sé si vuelva otra vez por acá”.
Tres años después, en la Conferencia de Países
Africanos, en Addis Abeba, Etiopía, en jul/1987, dijo: “Me gustaría que nuestra
conferencia adoptara la necesidad de decir claramente que no podemos pagar la
deuda. No con un espíritu belicista. Sino para evitar que nos vayan a asesinar
individualmente. Si Burkina Faso solo se niega a pagar la deuda, no estaré en
la próxima conferencia…” (9) En efecto, solo tres meses después, caía a manos
de la dupla criminal franco-gringa encabezada por Jacques Chirac y François
Mitterrand y por el milico Charles Taylor, ex dictador, vía USA, de Liberia y,
cómo no, por el casi hermano y se supone mejor amigo de Thomas, Blaise
Compaoré, quien se encargó de hacer lo mismo que hizo Mobutu Sese Seko con
Patrice Lumumba: darle los tiros de (des)gracia, a nombre del imperio, en
simultánea, europeo/gringo, pero sin que quedaran huellas de ello. Así, el 15/oct/1987
fue asesinado, junto a doce de sus más estrechos colaboradores, mediante el
tradicional hecho imperialista/clandestino: golpe de Estado. Asesinato apenas
develado hace pocos años por el cineasta italiano Silvestro Montanaro en el
documental Thomas Sankara – “… y aquel día mataron a la felicidad”.
(10) En efecto, la de un pueblo. La felicidad que un desgraciado como Compaoré
transformó en tristeza/vergüenza/indignidad, durante los próximos 27 años,
hasta que en 2014 salió del Poder, para ser reemplazado por otro bandido.
No obstante, en 2015, autoridades de Burkina Faso
acusaron formalmente a quien desde 1987 se le consideró una de las fichas clave
en el crimen de Thomas Sankara: el general Gilbert Diendèré, quien en
septiembre de ese año encabezó un fallido golpe de Estado y al que siempre se
ha considerado uno de los cabecillas del magnicidio del Che de África. Mientras
tanto, la guardia presidencial fiel al expresidente Blaise Compaoré, organizaba
una revuelta con el objetivo de perpetuar en el Poder al Ancien
Régime y así tener una amnistía para los criminales que aterrorizaron
a los burkinabè durante las décadas de 1980 y 1990. (11) A la
extrema derecha, que siempre está haciendo cuentas alegres sobre quienes son
tildados, peyorativamente “de izquierda”, se le informa que cuando Sankara lo
dirigió, Burkina Faso llegó a ser uno de los países más ricos y autosostenibles
de África. Hoy, ocupa el puesto 181, entre 187, en términos de desarrollo
humano y su PIB es uno de los más bajos del mundo.
Quienes replican esas calumnias contra los
marxistas, por defender africanos, asiáticos y latinoamericanos (hay campos
teóricos para eso) simplemente desconocen el marxismo africano, asiático y
latinoamericano. ¿Qué nombre se da a esto? ¿Rigor académico? ¿O, por contraste,
desgreño intelectual/político/administrativo de típico cuño imperialista? ¿O el
resultado de la sempiterna nociva/perversa alianza Universidad/Statu Quo? ¿O el
reflejo de la imposición imperialista sobre una educación cada vez más acrítica
e irreflexiva? Sin duda. En conclusión, si se quiere recuperar el terreno
perdido por la aventura esquizofrénica del Indiana Jones
imperialista/sionista/gringo, la Humanidad habrá de seguir levantada en almas y
en armas, haciendo del marxismo, sin prisa, pero sin pausa, una ciencia cada
vez más cierta, sólida y cimentada en las humanidades; y de la U., lo que
siempre fue: un centro del pensamiento complejo, de la universalidad y de
reflexión/disensión y crítica, sin concesiones.
Notas y referencias:
(1) Monedero, Juan Carlos. El gobierno de
las palabras – De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza. UPN,
Bogotá, 2005. 153 pp.
(4) Grossman, Vasili. Vida y destino.
Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores. Barcelona, 2007, 1.111 pp.
(11) https://www.abc.es/internacional/abci-nuevas-luces-muerte-guevara-africa-201512081843_noticia.html