Por Sirio López Velasco
En
América Latina la “vía armada” hacia el socialismo resultó en el siglo XX en la
derrota militar de casi todas las guerrillas (con excepción de Cuba, y, en su
momento, del FSLN en Nicaragua), al costo de muchas vidas jóvenes. La más
conocida y recordada de esas derrotas es la que culmina con el asesinato del
Che. Desde entonces otros movimientos guerrilleros fueron aceptando integrase a
la legalidad capitalista y, de hecho, renunciaron a la lucha no desarmada por
el socialismo, y a veces renunciaron al propio socialismo (aunque alguna vez
puedan mencionarlo retóricamente en alguna declaración). La supuesta izquierda
electoralista y los movimientos sindicales y sociales que siguen sus
directrices, hace décadas que comparten ambas renuncias.
Al mismo tiempo se constata que la “vía desarmada”
hacia el socialismo es suicida (al menos en América Latina).
En la primera quincena de enero de 2020 (o sea a
poco más de dos meses de haber sufrido el Golpe de Estado), Evo Morales declaró
a la radio boliviana de los cocaleros que había cometido el “error garrafal” de
no organizar Milicias Populares armadas (como lo hizo Venezuela), que habrían
constituido el “Plan B” para defender su gobierno, cuando la Policía se sublevó
y el Alto Mando Militar se plegó de hecho al Golpe, “aconsejándole” renunciar a
la Presidencia.
Lo tragicómico es que esa declaración se da 46 años
después del sangriento Golpe de Estado que se implementó en Chile con el
bombardeo durante casi ocho horas, por aviones, tanques e infantería, del
Palacio Presidencial, donde habría de suicidarse heroicamente Allende.
Allende había proclamado repetidas veces que su
gobierno iniciaba la vía pacífica hacia el socialismo. Ahora bien, el Golpe que
lo derribó costó la vida, el desaparecimiento, las torturas o el exilio de
decenas de miles de chilen@s. Y al iniciar 2020 el pueblo chileno
lucha para reconquistar algunos avances logrados en aquel gobierno, y para
tener una vida mejor (que algunos sectores definen como socialista) tras la
larga noche pinochestista-neoliberal. Quiere soberanía popular plurinacional
efectiva (que empieza por una Asamblea Constituyente que elabore una nueva
Carta Magna que sustituya a la legada por Pinochet), y una vida digna (con,
entre otras, ocupaciones productivas que reporten dignos salarios y pensiones,
estudio gratuito y de calidad, salud pública calificada, y vivienda decente al
alcance de todos).
Para entender la amarga experiencia allendista y el
título de estas brevísimas líneas, recomiendo ver en youtube el documental de
algo menos de una hora de duración intitulado “La última decisión de Salvador
Allende”, en el que varios protagonistas directos de los hechos hablan de los
sucesos del día del Golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973. De lo allí
expresado destacamos, en especial, los siguientes puntos:
- El
Embajador de los EEUU en Chile hasta 1970 (año en el que Allende ganó la
elección presidencial), dice: a) que en la campaña de la elección
presidencial chilena de 1964 el gobierno yanqui y la CIA recolectaron en
Europa (incluyendo en el Vaticano y los reinos de Bélgica y Holanda),
millones de dólares para oponerse a Allende y apoyar la candidatura de
Frei, quien resultó vencedor, y, b) que cuando Allende triunfa en 1970,
ese mismo Embajador participó en la Casa Blanca en una charla con el
entonces Presidente Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, en
la cual el primero dijo que acabaría con el hijo de puta de Allende.
- El
Agregado Militar de la Embajada de EEUU en Santiago en 1970 dice que su
Gobierno, inmediatamente después de la victoria de Allende, decidió
impedir que éste asumiera la Presidencia, instrumentando un Golpe de
Estado que sería suscitado por el secuestro del entonces Comandante en
Jefe del Ejército, el General Schneider. Y aclara ese Agregado que se
reunió con mandos militares chilenos para concretar ese plan, y que las
armas para ese secuestro fueron introducidas en Chile en la valija
diplomática yanqui. Esa acción terminó con el asesinato de Schneider, pero
el Golpe no pudo acontecer en ese momento.
- Allende
pensaba anunciar el 10 de setiembre de 1973 un referendo sobre su
política, con la promesa de renunciar si lo perdiera. Y Pinochet,
ascendido a Comandante en Jefe del Ejército hacía poco más de dos semanas,
lo convenció para que pospusiera ese anuncio hasta el 11 de setiembre.
- Cuando
el Golpe se concreta el 11 de setiembre de 1973, resisten en el Palacio
presidencial (La Moneda) no más de treinta personas, encabezadas por
Allende.
- Uno
de los defensores del Palacio dice que Allende no sólo fue traicionado por
los militares, sino también por la izquierda, que no acudió a defender su
gobierno. Otro de los defensores dice que Allende (quien casi hasta el fin
logró comunicarse con el país a través de radio Magallanes) no quiso
llamar a una movilización popular para evitar una masacre (que, como
sabemos, a la postre ocurrió).
- Durante
los primeros tiroteos en Palacio uno de los defensores le pregunta a
Allende por lo que hace o no hace Pinochet, y el Presidente le responde:
“a esta hora el pobre Pinochet debe estar preso”; con todo el respeto que
nos merece el coraje ejemplar demostrado por Allende, nos permitimos notar
que esa respuesta revela una no menor ingenuidad que la demostrada por Evo
Morales ante militares que fueron entrenados y adoctrinados por los EEUU.
- Uno
de los comunicados militares transmitidos por las radios mientras
transcurre el Golpe dice que a los trabajadores les está prohibido
abandonar sus puestos de trabajo, y que en caso de que lo hagan, serán
atacados por las FFAA por vía terrestre y aérea. Y otro comunicado (no sé
si interno o público) dice que por cada soldado que muera, cinco
opositores al Golpe serían fusilados.
- Uno
de los Generales golpistas (Palacios, que comandó a los blindados que
atacaron La Moneda) dice que esperaban una resistencia fuerte de los
Cordones Industriales (las zonas fabriles de Santiago, donde habría
trabajadores organizados y supuestamente armados), pero que esa
resistencia no tuvo la amplitud que los golpistas temían. Hay que recordar
que poco tiempo antes del Golpe, Allende, presionado por la derecha, había
proclamado la Ley de Control de Armas, que permitió que la Policía y las
FFAA desarmaran a esos trabajadores, mientras preparaban el Golpe. Y
también dice Palacios, refiriéndose al Golpe, que “el soldado chileno no
será alemán, pero sabe combatir” (sic!!!).
No hace falta recordar los miles de asesinados
(algunos de los cuales flotaron en el río Mapocho, que atraviesa Santiago) o
desaparecidos, y los otros miles que sufrieron los horrores de las torturas en
los muchos campos de concentración (el primero de los cuales fue el Estadio
Nacional), y los otro miles de exilados, en una pesadilla que comenzó el 11 de
setiembre de 1973 y se prolongó por décadas (de hecho, en varios aspectos de la
vida chilena, hasta hoy).
A la luz de la reciente experiencia boliviana y de
la allendista, se espera que los pueblos de América Latina sepan sacar sus
conclusiones y eviten caer otra vez en callejones sin salida cuando pretendan
caminar hacia el socialismo.
Para terminar estas brevísimas líneas hago constar
que si en 2020 los bolivarianos logran mantenerse en el gobierno de Venezuela
(que según Chávez desde 2005 se enrumbaba hacia el socialismo del siglo XXI,
cosa que dudamos, por la no adopción en ese país de varias de las medidas
básicas que caracterizan a cualquier proyecto de superación del capitalismo con
horizonte socialista-ecomunitarista), ello sólo se debe a que, además de que
han ganado todas las elecciones presidenciales realizadas desde 1998, Chávez creó
la llamada “unión cívico-militar”, tras haber cambiado la doctrina militar de
las FFAA y poner en sus altos mandos a cuadros que le eran fieles; y subrayo
que parte no despreciable de esa reestructura militar también la constituyó la
creación de las Milicias Populares (que, se dice, agrupan entre uno y dos
millones de personas). Esos hechos muestran que la “vía popular no desarmada”
no implica el ejercicio efectivo de la violencia contra el imperialismo y sus
títeres locales, pero sí la existencia de una sólida capacidad armada latente,
capaz de disuadir o neutralizar los Golpes proimperialistas (en la medida y por
el tiempo en que eso sea posible, hasta que se consolide el socialismo
ecomunitarista que los haga, al menos teóricamente, imposibles).