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Violencia Obstétrica: El Pitocin® audiovisual



Por Lita Rubiano-Tamayo

Una mujer[1] de 40 años con proceso de dilatación en cinco y contracciones cada cinco minutos ingresa al hospital. Quiere un parto natural así que se niega a usar la anestesia epidural. Sin saberlo y sin consentirlo una de las enfermeras le aplica oxitocina sintética, más conocida como pitocin; se trata de un protocolo médico que se realiza a cada paciente en los hospitales públicos y privados en Colombia. 

La dilatación, que al ingresar al hospital tenia un ritmo natural, se bloquea y la enfermera le aplica otra dosis. Pasan cinco horas y como no hay avance en el proceso, un grupo de estudiantes (seis) acompañados por el profesor especialista en ginecoobstetricia hace varias maniobras entre ellas tactos vaginales “para reconocer como va el proceso de dilatación”, pero ya todos saben que el proceso no avanza. La mujer es atendida en el pasillo del hospital. En varias ocasiones le pide a las enfermeras ayuda, está deshidratada y casi hipotérmica pues le han puesto en bata para esperar el parto “porque la segunda dosis de pitocin puede generar el descenso del bebé en cualquier instante”.

Múltiples investigaciones, todas ellas financiadas por fondos internacionales adscritos a las grandes farmacéuticas han arrojado como resultado que “con la oxitocina sintética menos mujeres han muerto desangradas en el parto”[2]. La mayor parte de estas investigaciones eluden otras formas de generar una respuesta mayor ante complicaciones en el parto, a causa de un “desequilibrio en la producción de la hormona”.

En Colombia la mayor parte de las instituciones médicas públicas y privadas utilizan pitocin®, una marca registrada, lo que implica que se deben pagar ciertos derechos por su uso mas allá de los costos que tiene su producción. Es decir, es un producto de uso recurrente y exclusivo que se ha comercializado por medio de los acuerdos que la OMS y otros organismos internacionales han generado. No es la única medicina que conlleva esta condición para su uso en Latinoamérica. Este medicamento acelera las contracciones y la dilatación, pero “debe administrarse vía intravenosa después de que se ha madurado el cuello [uterino]”[3], lo que significa tras cierto grado de dilatación. Por protocolo médico se debe suministrar en dosis continuas, es decir, gradualmente pues “las contracciones inducidas por pitocin® pueden ser más fuertes, intensas y dolorosas"[4], lo que genera la idea de que los dolores del parto son insoportables y crea una situación de gran agotamiento en las mujeres que terminan convencidas de que no son capaces de parir y agradeciendo la intervención médica y/o quirúrgica.

Por esta consecuencia, el pitocin® esta fuertemente ligado al uso de anestesia epidural, también protocolizada por la OMS para el parto vaginal. Esta anestesia a su vez ralentiza el parto, lo que obliga a aumentar la dosis de hormona sintética, entrando en una espiral peligrosa, tanto para la mujer y el/la bebé, que corre el riesgo de no soportar el ritmo y la intensidad de estas contracciones provocadas artificialmente; por tal causa, es necesario monitorear la labor cuidadosamente, lo que se traduce en la utilización del monitoreo electrónico en el feto. Esto implica, también, que la mujer tenga que permanecer acostada con el monitoreo electrónico alrededor de la panza y se sabe que la falta de movilidad es uno de los factores que hacen más lenta y complican la labor de parto. A su vez, las complicaciones por detenimiento de la labor de parto, están fuertemente asociadas a la cesárea como recurso incrementando exponencialmente este procedimiento en los nacimientos en Colombia.

Puede suceder que los efectos del pitocin® se den inmediatamente o hasta 40 minutos después, de tal modo que si las dosis se van aumentando al no verse resultados en el corto plazo, existe un gran riesgo de sobredosificación y puede causar contracción excesiva del útero y, en algunas ocasiones, ruptura del mismo. Adicionalmente, el pitocin® puede inhibir el descenso de la leche materna, lo que crea dificultades en el inicio de la lactancia y son una causa importante por la que en algunos casos, las madres la abandonen y opten por la leche artificial.

Desde los años 60 del siglo pasado es bastante habitual su administración en el país en todo tipo de partos, incluso los normales, cuando en realidad no es necesaria más que en el 10% de los casos. Su utilización sólo debería responder a una verdadera necesidad, tratando de evitar su uso rutinario e indiscriminado, debido a la gran cantidad de efectos secundarios que provoca.

Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas- DANE, en Colombia la tasa de nacimientos de 2019 fue de 420.017 (a corte de agosto); si de éstos se atendieron en instituciones de salud 416.777 y fueron 193.881 cesáreas, teniendo en cuenta que el uso de esta hormona sintética está “protocolizado”, podríamos decir que aproximadamente 222.896 partos (un cincuenta y tres porciento) utilizaron esta hormona. Si cada dosis cuesta entre 26 y 32 dólares y tomando como base el costo menor, en Colombia se gastaron cinco millones setecientos noventa y cinco mil doscientos noventa y seis dólares (5.795.296 $), sólo en 2019.

Una de las grandes tareas para retornar el poder a nuestros cuerpos, es despojarnos de la dictadura de la medicalización en la gestación, el parto, al puerperio y la lactancia, pues es una cadena inseparable, que continúa el ciclo con el uso de leches sintéticas; la industria médica junto a la academia y la publicidad nos dice que “estas leches son mejores que la nuestra”; los biberones, los espacios divididos, la pulcritud, el disciplinamiento, el recato para lactar: ya no podemos mostrar la teta para darle de lactar a nuestros hijos pero si para ponernos una prenda sexy. Todo forma parte de la misma industria que nos atrapa adoctrinando nuestros cuerpos para que sigamos siendo parte del sistema.

¿Qué nos ha llevado a aceptar el uso de este medicamento de manera rutinaria? ¿De que manera nuestras ancestras resolvían el dolor que producen las contracciones o el bloqueo en el proceso de dilatación?

Hay un tímido despertar hacia estas preguntas, que cada vez toma mayor fuerza y ha generado que una parte de la generación contemporánea en Colombia (mujeres entre los 20 y los 40 años, con embarazos desde 2010) estén en fuerte confrontación con este sistema de salud que ha generado situaciones como las que describí anteriormente y muchas más. Mujeres de todos los estratos, procedencias y conocimientos, estamos optando por retornar a las tradiciones ancestrales indígenas, afrodescendientes y campesinas, preguntándonos ¿Desde cuando le tememos al parto?

Debemos preguntarnos y repreguntarnos por esas tradiciones que nos fueron arrebatadas y que llegaron a ser catalogadas como innecesarias en el mejor de los casos y como “practicas salvajes y sucias” en el peor de ellos. Urge evidenciar que muchas de estas practicas hicieron prevalecer el poder femenino, porque entre otras razones nos mantuvieron la posibilidad abierta de ser nosotras dueñas de nuestro cuerpo, al decidir la posición del parto y mantenerlo como lo que es, un espacio natural en el que no necesitamos de otras y otros que nos digan cómo, cuando y qué hacer.

Esta reelaboración de conceptos respecto a nuestro cuerpo-territorio de libertad, pasa por entender cuál es la dinámica de producción de la oxitocina natural, endógena, presente en nosotras no solo en el parto, también en la lactancia y en el orgasmo. La oxitocina se produce junto a la serotonina en todas las fases del amor humano (el enamoramiento, el deseo sexual, el parto, la maternidad, la crianza), en situaciones en las que estamos relajadas y tranquilas, y una de sus funciones es bloquear aquellas hormonas que nos generan intranquilidad; provoca las contracciones uterinas que inician, mantienen y facilitan el parto, provoca la contracción de las células mioepiteliales de la mama que desencadenan el reflejo de eyección de la leche, está presente en el orgasmo de la mujer y del hombre provocando las contracciones del útero y de los órganos genitales masculinos. Es una hormona que facilita y predispone para sentir placer y permite a la mujer, específicamente, a experimentar sensaciones de placer dentro del dolor. ¿Cuando supieron esto las grandes transnacionales farmacéuticas?

Luego de siglos de hacer del parto un lugar ajeno a nosotras, hemos olvidado situaciones muy sencillas que nuestras ancestras, parteras y acompañantes usaban para estimular la secreción de la oxitocina natural: mantener la libertad de movimiento, bailar, caminar, mover sus caderas o tener placer sexual en las etapas tempranas del parto (cuando empiezan las contracciones). Crear un ambiente agradable, cálido, tranquilo donde la mujer pueda tomar decisiones y llevar su propio ritmo en el proceso del parto. Elegir la o las posiciones para sentirse más cómoda en el proceso del parto (verticales, sentadas, cuclillas, acostada, caminando). Comer y tomar líquidos durante el trabajo del parto mantiene a la mujer con la energía necesaria para el proceso expulsivo que por lo general se presenta en un momento de agotamiento, ya que la mayoría de las veces sucede horas después de iniciado el parto. Tomar duchas calientitas y baños en agua. Sentirse protegida y relajada. Algunas necesidades fundamentales para sentirse así son luces bajas, música o sonidos suaves, estar acompañada por personas elegidas por la mujer, privacidad, espacios acogedores, actitudes amorosas, ropa adecuada, no hacer tactos vaginales rutinarios, respeto y algunas veces estar sola para poder concentrarse y sentir y vivir las sensaciones del parto.

En suma, se trata de reconstruir nuestros universos también en este ámbito de la maternidad. Reescribir el lenguaje corporal, oral y escrito que nos ayude a identificar que no es lo mismo dolor que sufrimiento y que el dolor en el parto es completamente posible de ser vivido, que no somos débiles para ello, pues con este argumento nos han llevado por un camino de medicalización que beneficia particularmente a las grandes farmacéuticas y nos incorpora a un sistema que solo sigue la super especialización de la industria usándonos como engranaje principal de la misma.

El audiovisual[5]

Mujeres gritando, con un dolor insoportable, la mujer-objeto es considerada como enferma, débil, que requiere ayuda y en la mayoría de los casos, que no es capaz ni de recibir a su hijo o hija, se le infantiliza, se le maltrata, se le racializa, el parto se retrata como “un momento doloroso” pues “así es”. Usualmente son hombres los que aparecen en la pantalla como “los salvadores de la mujer”, entronizando la figura del médico, personaje contextualizado por lo general en una estructura aséptica, distante, fría, en donde “el nacimiento es posible”. Nuestros pensamientos son amordazados por estas historias y hemos dejado de lado nuestras raíces. El audiovisual ha contribuido a naturalizar la imagen de mujeres despojadas del saber, contraria a la que desde los feminismos luchamos: mujeres empoderadas de su cuerpo, dueñas del conocimiento, finalmente autodeterminadas. Simultáneamente, se idealiza gestación, parto y postparto con narrativas blancas, burguesas y heteronormadas en las que predomina la voz masculina. El matrimonio, esa institución por excelencia es el culmen de la felicidad; en las sagas, tener hijos y ser felices para siempre; todas las mujeres tienen “salvadores”; Latinoamérica es una exótica, salvaje y misteriosa postal; las y los latinoamericanos jugamos el rol para poder ir a festivales, “el colonizador produce e impone a los pueblos colonizados”. (Lugones 2010)

Si el consumo de este tipo de cinematografía se da en el 50 por ciento de la población en Colombia, ¿podríamos afirmar que al menos una generación acepta sin ningún tipo de resistencia estas escenas? Es importante mencionar que aún son pocas las investigaciones en Abya Yala al respecto, a pesar de que gran parte de la narrativa cinematográfica ha rondado alrededor de discursos que mantienen posiciones racistas, clasistas, de imposición de la sexualidad y del género, hasta ahora es visible la manera en que el cine ha contribuido a tergiversar la realidad de las mujeres como sujetos de derechos. Urge también ser mas conscientes de este vacío y generar posibilidades para seguir comprendiendo y luchando contra este flagelo; un tema completamente inexplorado es lo que sucede en el postparto, en donde se consolida la imagen de la mujer que ahora sólo es madre y así mismo, lo que les sucede a las mujeres mayores de 45 años y en adelante que sufren vejaciones pues justamente su sexualidad es un tabú, cuando no es anulada por completo.

¿Cómo apropiar y resignificar desde la multiplicidad de las miradas de mujeres usando el lenguaje cinematográfico? Luchar en contra de la colonialidad del poder para así luchar por nuestros derechos y en contra de todas las violencias que nos aquejan, es una tarea urgente, ya que aún nuestras reflexiones no llegan a consolidarse en íconos culturales, políticas estatales, apuestas permanentes de ser, estar, sentir y comunicar. ¿Cómo resignificar cada uno de los elementos que componen el lenguaje audiovisual en virtud de nuestra búsqueda por deconstruir los sistemas de dominación? El primer paso puede ser de análisis que nos lleve a estar advertidas ante estos relatos que han naturalizado la Violencia Ginecoobstétrica y otras violencias, pero ¿ayudará esto a consolidar lenguajes propios de resistencia o sólo será otro sucedáneo que nos llevará a imaginar que somos resilentes cuando en la realidad estamos sólo en un proceso de reacomodación dentro del sistema mundo que queremos criticar?

Lita Rubiano-Tamayo, mamá. Realizadora y productora de cine y televisión, Comunicadora social con énfasis en desarrollo comunitario, especialista en fotografía

Notas:
1/ Relato de una ginecoobstetra de la ciudad de Bogotá, quien me pidió no utilizar su nombre y que recogí en el marco de la investigación sobre violencia obstétrica que estoy llevando a cabo. Esta situación sucedió en agosto de 2013. Los subrayados son míos.
3/ Guía de Práctica Clínica para la prevención, detección temprana y tratamiento de las complicaciones del embarazo, parto o puerperio. Ministerio de Salud. Colombia. Actualizada 2017. https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/INEC/IETS/GPC_Ptes_Embaraz o.pdf
4/ Manual práctico de ginecoobstetricia. Sociedad de gineco-obstetricia Colombiana. Edición 2016.
5/ Este segmento es una versión resumida de mi investigación “Lograremos ver. Hollywood, embarazo y parto: reflexiones acerca de la naturalización de la Violencia Gineco-obstétrica” 2019. Inédita.