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La guerra de la industria médica contra la sanidad pública en Estados Unidos



Por Manuel Ruiz Rico

La industria médica le declara la guerra al ‘Medicare for All’ de Bernie Sanders y lo combaten con todos los medios: miles de lobistas y un presupuesto millonario de más de 500 millones de dólares anuales.

Miércoles, 13 de septiembre de 2017 en Washington. Bernie Sanders presenta en el simbólico edificio de oficinas del Senado Philip A. Hart la tramitación de su propuesta para una sanidad pública universal gratuita (Medicare For All) en Estados Unidos. No está solo: lo acompañan otros 16 senadores del Partido Demócrata.

Ese día la industria se puso a trabajar. No podían dejar que la ola que se estaba formando se transformara en una gran marea que los dejara sin sus gigantescos beneficios; al fin y al cabo, la sanidad representa un sexto de la economía del país.

Desde entonces, el lobby de la industria médica ha desplegado un arsenal de 1.575,4 millones de dólares (1,5 millones diarios) para hacer presión, según la información recabada por el Center for Responsive Politics de la capital norteamericana. Es el sector que más dinero emplea anualmente en hacer lobby. Frente a estas cifras millonarias, descuella otro dato: 28,6 millones de personas, entre ellos 4,3 millones de menores de edad, no tienen ningún tipo de cobertura (el 8,9% de la población) y otros 40 millones tienen una cobertura limitada (basada en copagos o franquicias).

Según los datos del Center for Responsive Politics para 2019, la industria mantiene desplegados para velar por sus intereses un total de 2.833 lobistas, de los que más de la mitad (54,82 por ciento) son antiguos empleados del gobierno, lo que eleva el concepto de puertas giratorias a un nivel superior. Teniendo en cuenta que en el Congreso hay 535 representantes públicos (435 miembros de la Cámara de los Representantes y cien senadores), esto sale a cinco lobistas de la industria sanitaria por cada congresista.

"Somos el que más gasta en salud del mundo para tener unos servicios mucho menores que los de cualquier país desarrollado”

“El sistema de coberturas sanitarias en Estados Unidos es extremadamente complejo, caro e ineficaz: somos el país del mundo que más gasta en salud para tener unos servicios mucho menores que los existentes en cualquier país desarrollado”, explica Melinda St. Louis, portavoz de Public Citizen, una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington que vela por la defensa de la democracia y denuncia el poder de las grandes corporaciones.

“El Obamacare fue un avance pero la administración Trump no ha hecho más que desmontarlo y los Estados republicanos también: a veces renuncian a fondos federales para no dar coberturas a sus ciudadanos, esto ocurre sobre todo en Texas y Florida, y es una actuación que se hace por motivos puramente ideológicos y para beneficiar a las grandes compañías privadas, por lo que podría considerarse como un hecho criminal”, asegura St. Louis.

Estados Unidos es el país del mundo con mayor gasto sanitario. Según la organización sin ánimo de lucro Comité por un Presupuesto Federal Responsable, el país americano gasta en salud en torno a 3,5 billones de dólares anuales, una cifra que representa el 18% de su PIB.

A pesar de todo ese dinero, los indicadores sanitarios son muy pobres. Como muestra, el índice de mortalidad infantil: Estados Unidos ocupa el puesto 33º de los 36 países de la OCDE con 5,9 muertes por cada mil nacimientos. La media es de 3,9 muertes. España, séptimo en el ranking, registra 2,5 muertes por cada mil nacimientos. Finlandia, el mejor país de la UE, 1,5.

Al margen de las coberturas privadas, en Estados Unidos existen tres seguros de salud públicos: el Medicare, para mayores de 65 años; el Medicaid, para personas en situación de pobreza; y el llamado Obamacare, que es una mezcla entre ampliar a ciertos sectores de la población el Medicare y regular los seguros privados para que no puedan excluir a personas (por ejemplo, por tener alguna enfermedad previa, como la diabetes) o para ampliar sus coberturas.

Con todo, explica St. Louis, “eso no quiere decir que esas coberturas públicas sean completas. El Medicare, por poner un ejemplo, no cubre la atención médica a largo plazo ni tampoco los medicamentos con receta. Para ello, hay que contratar un seguro privado complementario que puede costar más de 500 dólares mensuales”.

Por eso, afirma la portavoz de Public Citizen, “hay casos en los que las personas mayores de 65 años con una enfermedad o problema de salud muy discapacitante se arruinan voluntariamente para tener acceso al Medicaid, que sí contempla la atención médica a largo plazo. Es un sistema perverso”.

Sin embargo, añade St. Louis, no se trata sólo de personas mayores o con pocos recursos donde está el problema mayor. “Otro sector con grandes problemas son los jóvenes. A partir de los 26 años no están incluidos en las pólizas privadas de sus padres así que se ven obligados a contratar una a título personal”, dice.

El problema estriba en que esta contratación si se hace directamente con una compañía de seguros, es carísima, y muchas veces la empresa en la que trabajan, por ser de pequeño tamaño (o porque el joven en cuestión sea un trabajador autónomo), no puede asumir o compartir esos gastos.

“Un seguro privado contratado de forma personal puede costar unos 20.000 dólares al año y ni siquiera tiene coberturas completas”

“Un seguro privado contratado de forma personal con una compañía puede costar unos 20.000 dólares al año y ni siquiera tiene coberturas completas”, sostiene St. Louis. “Así que muchos jóvenes se arriesgan. Piensan: soy joven, tengo salud, no me va a pasar nada, ya contrataré un seguro médico cuando pueda pagarlo. Casi todo el mundo en Estados Unidos conoce a personas en esta situación”.

Otro de los problemas es que, aunque uno cuente con una póliza excelente, “siempre tiene que ser atendido por un médico de su compañía, y esto a veces es muy complejo de comprobar porque el sistema que han montado los grandes hospitales tiene muchos espacios para el fraude”, lamenta St. Louis.

“Sucede con frecuencia que uno tiene una urgencia, va al hospital de su compañía y lo operan. Regresa a casa y piensa que todo está bien. Sin embargo”, cuenta St. Louis, “a los pocos días llega una factura de 5.000 dólares porque un médico que participó en la operación no era de la red de la compañía aseguradora”.

Esta situación que a veces adquiere los tintes de una pesadilla fue paliada por el Obamacare, “que dio a casi 20 millones de personas algún tipo de cobertura médica. Sin embargo, la propuesta de Obama no atacaba los enormes beneficios privados de la industria. La propuesta de Sanders sí lo hace porque el Medicare for All supondrá la implantación de un sistema sanitario público y gratuito para la totalidad de la población americana”, señala St. Louis.

Por este motivo, la industria le ha declarado la guerra frontal. Fuentes del equipo del candidato demócrata Bernie Sanders explican a Público que la industria en ningún momento se ha tratado de poner en contacto con el senador de Vermont para tratar de negociar ningún punto de su propuesta. “Lo que sí hacen todos los días es invertir muchos millones de dólares en publicidad, anuncios y la publicación de informaciones con mentiras sobre lo que supondrá el Medicare for All”, señalan las fuentes.

La industria ha llegado hasta el punto de pagar anuncios durante los debates televisados de los candidatos demócratas. Los mensajes siempre son claros, explica St. Louis: “Dicen mentiras, afirman contra toda evidencia que la sanidad pública mermará los servicios, hará cerrar los hospitales, limitará los tratamientos disponibles y dejará en manos del Estado la sanidad de manera que éste y no la persona decidirá qué tratamiento tiene o cómo uno morirá, lo cual es falaz, pero tiene sus efectos en buena parte de una población tan ensimismada como la estadounidense. No hay más que mirar a Europa para saber que eso no será así”, apunta la portavoz de Public Citizen.

Las encuestas así lo revelan. Según la publicada el pasado 26 de noviembre por la Universidad de Quinnipiac, la propuesta de sanidad pública gratuita universal es vista como “una buena idea” por el 36% de los votantes norteamericanos (en marzo, este porcentaje era del 43%), mientras que un 52% se opone a ella. En agosto de 2017, la misma encuesta señaló que un 51% de los votantes veían como una buena idea el Medicare for All. Es decir, que los mensajes de la industria están calando entre la población.

Otra de las herramientas de los hospitales privados, las aseguradoras y las farmacéuticas fue crear en junio de 2018 la llamada Alianza para el Futuro de la Salud en los Estados Unidos. “A pesar de este nombre tan llamativo”, alerta St. Louis, “fue una alianza para combatir la propuesta de una sanidad publica en Estados Unidos. Y están teniendo éxito. Incluso, llegó a sumarse a ella la Asociación Médica Americana (AMA), el lobby de los médicos”.

Sin embargo, los médicos, al contrario que sus instituciones, están cada vez más a favor de la propuesta de Sanders y lograron que la AMA abandonara la Alianza el pasado mes de agosto.

Los médicos, como las enfermeras, también son unos grandes perjudicados en este sistema tan privatizado. Emplean mucho tiempo y recursos en negociar tarifas y condiciones con las aseguradoras, en cobrar por sus actuaciones, por estar en las redes de cada póliza. La mayoría de ellos tendría menor problemas y hasta ganaría más con un sistema público universal porque la mayor parte del negocio privado se lo llevan las grandes compañías”, afirma St. Louis.

Sin embargo, al menos entre los demócratas la propuesta de Sanders parece ser cada vez más transversal, casi una seña de identidad. El candidato demócrata introdujo a tramitación en el Senado el pasado mes de abril su propuesta legislativa para implantar una sanidad pública universal y gratuita.

La propuesta no sólo la firmó Sanders. También otros 13 senadores demócratas, entre ellos cuatro candidatos a presidir el partido de cara a las elecciones del próximo año: Elisabeth Warren (favorita junto a él y Biden en ganar las primeras), Kamala Harris (candidata hasta esta semana, cuando se ha retirado de la carrera), Cory Brooker (a sus 50 años, uno de los políticos demócratas con mayor proyección) y Kirsten Gillibrand.

Al fin y al cabo, todos saben que, si algo puede derrotar a Trump en las elecciones del próximo año y puede diferenciar las propuestas demócratas de las republicanas, ese algo será será el Medicare for All, una de esas políticas que, literalmente, puede cambiar la vida de las personas.