Por Thierry Meyssan
Venezuela enfrentó un nuevo intento de golpe de Estado
planificado para el 24 de junio. Thierry Meyssan resalta que la nueva asonada
estuvo dirigida tanto contra el gobierno del presidente constitucional,
Nicolás Maduro, como contra su opositor proestadounidense Juan Guaidó. Los
videos grabados de conversaciones entre los aspirantes a golpistas demuestran
la participación de agentes israelíes.
Venezuela enfrentó un
enésimo intento de golpe de Estado durante el fin de semana entre el 21 y
el 23 de junio. Después del arresto de los principales participantes, el
ministro de Información, Jorge Rodríguez, explicó en televisión los detalles
de lo ocurrido y los planes de los golpistas. Convirtiendo en prioridad
informativa la muerte de uno de los organizadores del complot –un personaje
que se desmayó en el momento en que, conforme a su categoría de capitán de
corbeta de la reserva, era presentado a un juez militar, y que fue trasladado
de inmediato a un hospital, donde falleció el mismo día–, los grandes medios
de prensa están ocultando los detalles del golpe abortado, que son
sin embargo altamente reveladores.
A diferencia de las veces anteriores, los preparativos de este
intento golpista se desarrollaron a lo largo de 14 meses…
pero durante todo ese tiempo los golpistas estuvieron,
sin saberlo, bajo la estrecha vigilancia de un grupo de la inteligencia
venezolana formado probablemente según los métodos de los servicios de
inteligencia cubanos. En otras palabras, la inteligencia de
Venezuela logró infiltrar a sus agentes entre los golpistas, vigiló
constantemente –durante 14 meses– sus reuniones, sus comunicaciones (por
vía telefónica o informática) y hoy dispone de 56 horas de grabaciones
de audio y video, que constituyen pruebas irrefutables de los preparativos del
golpe.
Varios de los elementos arrestados ya habían participado
en complots anteriores contra el Estado venezolano, de manera que
resulta difícil ver la nueva intentona golpista como una operación
independiente de las ya organizadas anteriormente por la CIA
contra Venezuela.
Un golpe contra el
gobierno… y también contra la oposición
Es fundamental señalar, en primer lugar,
que el golpe abortado apuntaba contra el presidente constitucional de
Venezuela, Nicolás Maduro, así como contra el presidente autoproclamado
Juan Guaidó ya que los golpistas planeaban poner en el poder a un tercero:
el general retirado Raúl Isaías Baduel.
Este último, ex jefe del estado mayor y
posteriormente ministro de Defensa del presidente Hugo Chávez, había sido
destituido por el propio Hugo Chávez. Baduel se volvió entonces contra
Chávez y se puso a la cabeza de la oposición en 2009. Finalmente
resultó que Baduel se había apropiado indebidamente de fondos del
ministerio de Defensa, por lo que fue juzgado y condenado a 7 años
de cárcel. En 2015, se le concedió el régimen de libertad condicional,
cuyos términos violó, lo cual le valió ir a la cárcel nuevamente, en
enero de 2017, ya bajo la administración del presidente Maduro. Baduel
fue imputado entonces por delitos contra la independencia y la integridad de
la Nación. Los golpistas habían previsto la organización de un
comando armado cuya misión sería sacar a Baduel de la cárcel y trasladarlo a
los estudios de la televisión estatal para proclamarlo presidente y anunciar
el cambio de régimen.
La intención de proclamar presidente a un tercer personaje confirma
la precisión del análisis que adelantábamos hace ya 2 años [1], señalando que el objetivo de Estados Unidos
no es derrocar el gobierno bolivariano para sustituirlo por otro más
dócil sino destruir las estructuras mismas del Estado en Venezuela. Para
ser todavía más claro, desde el punto de vista de Estados Unidos
la mayoría venezolana seguidora del presidente constitucional Nicolás Maduro
sólo puede esperar ser destruida… al igual que cualquier fuerza de
oposición –incluso proestadounidense– que logre llegar al poder:
lo importante para Estados Unidos es destruir el Estado
venezolano, como antes destruyó el Estado en Libia.
Los venezolanos que siguen a Guaidó, creyendo que el apoyo de
Estados Unidos los llevará a la victoria, ahora tienen ante sus ojos
la prueba de que están equivocados. El opositor iraquí Ahmed Chalabi
y el opositor libio Mahmud Jibril regresaron a sus países respectivos como
parte del equipaje de las tropas estadounidenses. Pero nunca pudieron
alcanzar las posiciones que esperaban.
Los análisis clásicos del siglo XX –según los cuales
Estados Unidos prefiere poner en el poder a regímenes obedientes–
se han vuelto obsoletos en la etapa actual del capitalismo financiero
transnacional. Lo que explicamos en los dos párrafos anteriores
corresponde al sentido de la doctrina militar Rumsfeld/Cebrowski,
en vigor desde el año 2001 [2], doctrina cuya aplicación ya ha devastado el «Gran
Medio Oriente» o «Medio Oriente ampliado» y que ahora
apunta hacia la «Cuenca del Caribe».
Según las grabaciones de video y audio de
las reuniones entre los golpistas en ciernes, no fue
Estados Unidos el organizador de la intentona –aunque es probable que
la haya supervisado– sino más bien agentes israelíes. Durante los
últimos 72 años, la CIA ha organizado una enorme cantidad de «cambios
de régimen», mediante «golpes de Estado» o «revoluciones de
colores». En aras de incrementar su eficacia, la CIA puede ahora
confiar misiones idénticas a varias unidades a la vez, o incluso
“subcontratar” la realización de ciertas operaciones. Entre esos
“subcontratistas” a menudo se encuentra el Mossad israelí [3], que a su vez suele trabajar también para muchos
otros clientes.
Hace 4 años, Venezuela fue teatro de otro
intento de golpe de Estado. Aquella operación incluía varios asesinatos y
una manifestación que tomaría por asalto el palacio de Miraflores, sede de
la presidencia de la República. La televisora multinacional TeleSUR demostró
entonces que aquella intentona estaba dirigida por extranjeros que habían
llegado a Venezuela en los días que precedieron los hechos. Eran
individuos que no hablaban español y el trayecto que debía seguir la
“manifestación” estaba marcado en las paredes de las calles de Caracas con
estrellas de David e instrucciones en hebreo.
Israel en
Latinoamérica
El ministro de Información de Venezuela,
Jorge Rodríguez, evitó prudentemente pronunciarse sobre si los israelíes que
dirigían el intento de golpe planificado para el 24 de junio trabajaban
o no para el Estado israelí. Pero son numerosos los ejemplos
anteriores de que una participación de Israel cae dentro de
lo posible.
La injerencia de los servicios secretos
israelíes en Latinoamérica data de 1982. En Guatemala,
el presidente “judeo-cristiano” Efraín Ríos Montt [4] masacró al menos 18 000 miembros de los pueblos
originarios. Mientras el general Ariel Sharon invadía el Líbano,
el Mossad realizaba en Guatemala –a la sombra del general
Ríos Montt– “experimentos sociales” como el que había iniciado
desde 1975 en la Sudáfrica del apartheid: la creación de bantustanes para
las poblaciones mayas, modelo aplicado a los palestinos después de los
Acuerdos de Oslo, firmados en 1994. Contrariamente a la tradicional
lectura optimista de los acontecimientos, el hecho que el
primer ministro israelí Yitzhak Rabin haya supervisado personalmente los
“experimentos sociales” en la Sudáfrica del apartheid [5] no demuestra que Rabin fuese de buena fe cuando
se comprometió en Oslo a reconocer un Estado palestino
desmilitarizado.
En
los últimos 10 años, los servicios secretos de Israel
«autorizaron» la firma «privada»
israelí Global CST a dirigir la operación Jaque para liberar –en 2008– a
la política colombiana Ingrid Betancourt, rehén de las FARC [6];
enviaron francotiradores a Honduras
para asesinar a los líderes de las manifestaciones contra el golpe
de Estado que sacó del poder al presidente constitucional Manuel Zelaya,
en 2009 [7];
participaron activamente en el
derrocamiento de la presidente brasileña Dilma Roussef, en 2016,
interviniendo en el Banco Central de Brasil, en el aparato de seguridad de los
Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y en el Senado brasileño.
Además, el ejército de Israel
tiene alquilada actualmente una base
submarina en Chile;
ha enviado miles de soldados
israelíes a pasar cursos de 2 semanas en las grandes extensiones de
tierra que el magnate Joe Lewis posee en la Patagonia argentina [8].