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15 dólares y un sindicato


Estados Unidos


Por Meagan Day

Después de años de tergiversaciones por parte de los demócratas, la Cámara ha adoptado una ley sobre el salario mínimo de 15 dólares por hora. Es casi seguro que morirá en el Senado, pero muestra hasta qué punto el movimiento de “Lucha por los 15 dólares” ha hecho su camino. En noviembre de 2012, doscientos trabajadores de Wendy’s, McDonald’s, Burger King y otros restaurantes cesaron en el trabajo en Nueva York para reivindicar un salario mínimo de 15 dólares la hora.

Ese fue el momento de “la mayor ola de acciones sindicales de la historia de la industria estadounidense de la restauración rápida”. La reivindicación fue sentida por numerosos espectadores como una exageración -era más del doble del salario mínimo federal de 7,25 dólares la hora-. Pero las trabajadoras y las organizadoras no quedaron desmoralizados por el escepticismo. En la primera manifestación, entre los cánticos de “Como podemos sobrevivir con 7,25 dólares”, Pamela Waldron, una trabajadora del KFC (Kentucky Fried Chicken), declaró al New York Times: “Tengo dos hijxs de menos de seis años y no gano lo suficiente para comprarles comida”. Eran necesarios 15 dólares, insistían los trabajadores y trabajadoras, para una existencia digna y segura.

El movimiento surgido de esas acciones precoces se llamaba “Lucha por los 15 dólares” y estaba dirigido principalmente por el Service Employees International Union (SEIU). En 2013, las trabajadoras de la restauración rápida organizadas bajo esa bandera pararon en Chicago, Detroit, St. Louis, Milwaukee, Seattle, Flint y Kansas City. En el curso de los años siguientes el movimiento se extendió más allá de la restauración rápida para incluir a otros trabajadores y trabajadoras de bajos salarios en todas las partes del país, incluidos lxs empleadxs de los aeropuertos, los auxiliares personales así como lxs asalariadoxs de Walmart y Amazon.

Seattle fue la primera ciudad que respondió a la presión pública del movimiento, adoptando en 2014 una medida tendente a aumentar gradualmente el salario mínimo a 15 dólares a escala de la ciudad. Otras ciudades siguieron, entre las cuales Los Ángeles, San José, San Francisco, ciudad de Nueva York, Washington, DC y las Ciudades Gemelas (Minneapolis-Saint Paul). Los Estados de California, Massachusetts y Nueva York adoptaron leyes tendentes a aumentar el salario mínimo a 15 dólares.

Posteriormente, decenas de otras ciudades y Estados han acordado aumentos menos importantes del salario mínimo, bajo la presión de huelgas, de protestas y del activismo incesante de millares de personas como Pamela Waldron, que se han batido con uñas y dientes para mejorar su suerte y la de sus familias.

Lo que inicialmente parecía una improbable reivindicación se ha convertido en una reivindicación legítima y popular. La lucha por los 15 dólares ha hecho furor. Una mayoría de los estadounidenses la apoya y ahora esa exigencia ha hecho su camino hasta la capital del país.

El jueves 18 de julio, el movimiento “Lucha por los 15 dólares” ha conseguido una importante victoria: La Cámara de Representantes ha adoptado la ley sobre el aumento de salarios. El proyecto de ley, presentado en el Congreso por el representante Bobby Scott y el senador Bernie Sanders, aumentaría gradualmente el salario mínimo federal a 15 dólares desde hoy hasta el 2025 e indiciaría a continuación el salario mínimo a la inflación. En el Congreso, el proyecto de ley ha sido adoptado por 231 votos contra 199.

Lxs asalariadxs presentes en el parlamento saludaron el resultado coreando: “¡Trabajamos, respiramos, escribid 15 dólares en nuestro cheque!”.

Solo seis demócratas han votado contra el proyecto de ley, lo que es revelador para un partido que ha tergiversado sobre esa reivindicación. En 2016, el intruso del partido, Bernie Sanders, colocó la reivindicación de un salario mínimo federal de 15 dólares la hora en el centro de su candidatura a la presidencia. Su adversaria, Hillary Clinton, favorita del partido, propuso un aumento a 12 dólares. Cuando se la presionó para que se explicase, utilizó el lenguaje del compromiso e intento gestionar las expectativas, diciendo: “No lo hagamos solo para tener un mayor número [de votos, ndt] sino que apoyemos una propuesta que tenga posibilidades de triunfar” –una timidez sobre las cuestiones de la clase obrera que caracteriza a la casta dirigente del partido-.

El firme apoyo del Partido Demócrata a la ley sobre el aumento de los salarios muestra un cambio radical, no del corazón y del espíritu sino de la percepción de lo que quiere la población y de lo que es necesario para que los políticos puedan proteger su carrera. Sin embargo hay una trampa: el Senado, bajo control republicano, puede rechazar ese proyecto de ley, con el pretexto de que puede perjudicar a las empresas y, con ello, a la economía, un argumento basado en el mito de la economía de la escorrentía.

Algunos políticos demócratas moderado estarían probablemente temblando con la idea de encolerizar al mundo de los negocios que financia su carrera política, pero son libres de hacer el espectáculo para sus electorxs en este caso, ya que saben que el proyecto de ley no será aprobado como ley. Está también el hecho de que la reivindicación se ha hecho popular un decenio antes que sea plenamente realizada mediante este proyecto de ley. Incluso ajustados en función de la inflación, 15 dólares en el 2025 representan menos que su valor de hace diez años. En conjunto, estas razones explican parcialmente porqué incluso los demócratas pro-empresariales están –a menos sobre el papel- de acuerdo con esta legislación.

El proyecto de ley no se basa exactamente en bases firmes, pero los políticos que crean verdaderamente en los principios que le animan deberían continuar luchando. El National Employment Law Project estima que hasta el presente, “Lucha por los 15 dólares” ha permitido recuperar 68 mil millones de dólares para 22 millones de trabajadorxs de bajos salarios en todo el país. Según un análisis del Economic Policy Institute, el aumento de la Ley sobre los salarios, que es aplicable a todxs lxs empleadxs federales, afectaría a 33 millones más de trabajadores. Estos aumentos representan la diferencia entre las dificultades financieras extremas y la seguridad relativa de una gran parte de la población. Ese cambio mejora, de forma desproporcionada, la situación de las mujeres y de las personas de color y permitiría salir de la pobreza a millones de personas.

Por su parte, se puede esperar que las trabajadoras y trabajadores se aprovechen de la cobertura mediática e intensifiquen sus esfuerzos, incluso en el caso de una derrota en el terreno legislativo. Se puede también esperar que ejerzan presiones, no solo sobre el gobierno federal, sino también sobre las ciudades, los Estados y los mismos empleadores.

El viernes 19 de julio, las trabajadoras de McDonald’s pararon en Chicago, Detroit, Durham, Kansas City, Los Ángeles, Memphis, Miami, Orlando, San José et St. Louis. “Celebramos hoy el voto de la Cámara, pero mañana volveremos directamente a la lucha. Nuestras miradas estarán giradas hacia el Senado y el Presidente Trump. Y ellas se dirigirán también hacia McDonald’s”, declaró Fran Marion, una empleada de McDonald’s en Kansas City. “ Vamos a actuar de tal forma que McDonald’s pague 15 dólares – y vamos a ganar 15 dólares en todas las partes del país- de la misma forma que hemos hecho para que las ciudades, los Estados, las empresas y el poder legislativo aumenten el salario a 15 dólares, reuniéndose, hablando y haciendo huelga”.

Desde que la reivindicación de los 15 dólares ha llegado a la escena en el 2013, el nivel de organización y de activismo de lxs asalariadxs en materia de salarios se ha intensificado cada año. Con una opinión pública favorable a esas personas y de las luchas que se desarrollan a escena nacional, los partidarios del aumento del salario mínimo se encuentran bien situados en el terreno político. No deberían retroceder. De hecho, deberían hacer el punto sobre el aumento del coste de la vida y tener por objetivo superar los 15 dólares.

Y no deben perder de vista la segunda mitad del eslogan del movimiento, que llama a “15 dólares y un sindicato”. Sin protección sindical, las conquistas conseguidas en el capítulo de los salarios pueden ser reducidas en otras materias, como las horas extraordinarias y las ventajas sociales. Un sindicato puede garantizar que las victorias no sean simples concesiones disfrazadas. Además de continuar presionando sobre los legisladores y los empleadores para que aumenten los salarios, la sindicalización es esencial para garantizar que las conquistas del movimiento sean decisivas y acumulativas. Ello puede también constituir una base sólida para los futuros combates, con exigencias más ambiciosas en el terreno político que el estricto mínimo necesario para vivir.

Traducción: viento sur.