Por Andrés Mohorte
Durante las últimas
décadas, los agricultores se han enfrentado a la difícil decisión de utilizar
pesticidas para proteger sus cosechas o producir vegetales y productos más
naturales exponiéndose a plagas que pudieran arruinar la producción.
Pese al dilema, la prioridad para la gran mayoría de los
agricultores era clara: utilizar pesticidas (pese a sus muchas externalidades
negativas). Pero a su vez, los consumidores se fueron volviendo más exigentes.
La consecuencia es un mercado de productos libres de
pesticidas que, en paralelo al apogeo del vegetarianismo y el veganismo, ha
creado grupos de consumidores muy preocupados por el origen y el
modelo de producción de su comida.
¿De qué modo pueden los agricultores cuadrar el círculo, combatir
las plagas al tiempo que colocando en el mercado verduras y cereales libres de
pesticidas? Hasta ahora, se han experimentado diversas respuestas. La última es
simple: plantar flores.
Así lo
corrobora, al menos, el proyecto ASSIT llevado a cabo en Reino Unido.
ASSIST es un
programa de investigación inicial de £ 11 millones de cinco años que, con el
apoyo de la industria agrícola, enfrentará el desafío de alimentar a las
poblaciones en crecimiento sin causar daños ambientales inaceptables.
El Centro
de Ecología e Hidrología en asociación con Rothamsted
Research y British Geological Survey desarrollará sistemas
agrícolas innovadores en colaboración con la industria y las partes interesadas
para:
- Aumentar la
eficiencia de la producción de alimentos.
- Mejorar la
resistencia a los eventos extremos.
- Reducir la huella
ambiental de la agricultura.
Durante cinco
años, un grupo de investigadores monitorizó varias cosechas en las que
plantaron diversas hileras de floresautóctonas. Las flores se plantaban en el
interior del campo, una imagen inusual, y la idea de fondo era
sencilla: permitir que insectos locales y predadores pudieran acceder
con facilidad a otros insectos que pudieran echar al traste la cosecha (y con ella,
la economía del agricultor).
El resultado
ha sido positivo. Según se explica en el estudio, las hileras de flores
interiores (colocadas estratégicamente a cien metros las unas de las otras)
fomentó la llegada de predadores naturalescomo especies de abejas autóctonas,
avispas y escarabajos de diversa condición. Al ubicarse en el centro del campo,
el radio de acción de los bichos era lo suficientemente amplio como para atacar
y devorar a cualquier insecto-peste que encontraran en su camino. Una solución
armónica.
El trabajo se
realizó a lo largo de un lustro en quince campos separados y repartidos a lo
largo del centro y el este de Inglaterra. El éxito del proyecto
preliminar ha alentado uno nuevo que se extenderá durante los próximos
años. En él, las hileras de flores contarán con alrededor de seis metros de
longitud y no acapararán más del 2% de la superficie cultivable. Su utilidad
resiste al paso de las estaciones, y permanecen pese al sistema de rotación de
cultivos (desde el trigo hasta la cebada).
Tradicionalmente,
los campos de flores quedaban lejos o alrededor de los campos trabajados por
los agricultores. Desde un punto de vista de la movilidad invertebrada, era una
mala idea: pese a que la fauna predadora local podía acabar con pestes cercanas
en el extrarradio del cultivo, lo tenía complejo para alcanzar el corazón del
mismo (pensemos en un humilde escarabajo y su pequeño radio de
acción). Tan revolucionaria (y simple) propuesta como mover los
ecosistemas florales al centro parece haber dado sus frutos.
Suiza lleva
años aplicando similares soluciones (siempre de forma experimental) en un
puñado de cosechas. Allí, los investigadores han utilizado un rango de entre
trece y dieciséis especies de flores (como el aciano, el culantro europeo o la
amapola) para crear espacios donde los predadores naturales puedan actuar. Los
resultados también han sido positivos y, al parecer, han tenido un efecto
beneficioso no sólo en la reducción de las cosechas, sino en los ecosistemas
locales y en la productividad.
Muchos
granjeros y agricultores suizos se pueden acoger a un sistema de ayudas para
compensar ecológicamente los cultivos. Ninguno de los proyectos puede, por el
momento, eliminar al completo los pesticidas, y en el caso británico uno de los
principales retos es acercar a las flores/predadores naturales al centro de las
cosechas sin que se vean afectados por los pesticidas. Pero sí han logrado
reducir significativamente su uso y avanzan un futuro, quizá, sin tantos
componentes químicos.
Larga vida a
las abejas, una vez más.