La 24
cumbre del clima de la ONU arranca en Katowice (Polonia) con el reto de cerrar
un reglamento para el Acuerdo de París y conseguir mayor ambición en los
compromisos climáticos a un año de que el pacto entre en vigor.
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2 de
diciembre de 2018.-
El Acuerdo de París de 2015 supuso
un hito en la lucha contra el cambio climático. Por primera vez en la historia,
195 estados, es decir, la práctica totalidad de los países del mundo, estuvo de
acuerdo en la necesidad de contener el calentamiento global y en poner de su
parte para conseguirlo. El mérito de aquel texto estuvo precisamente en su
amplio consenso, celebrado por gobiernos, organizaciones ecologistas y sociedad
civil. Pero marcarse una meta no es suficiente para alcanzarla. Hace falta
decidir cómo se va a hacer y, a la vista de las últimas evidencias científicas,
hace falta decidirlo ya.
Por eso, el éxito del Acuerdo de París dependerá,
en buena medida, de lo que se decida en la cumbre del clima de las Naciones
Unidas (COP24) que arranca este domingo en Katowice (Polonia) y que tiene como
principal reto cerrar unas reglas del juego para conseguir que sea operativo.
Una cita en la que China, el país más contaminante del mundo, parece decidida a
asumir el nuevo liderazgo mundial tras la salida del Acuerdo por parte de EEUU;
y que se celebra en una de las regiones mineras más importantes de uno de los
países más reticentes a la descarbonización. Pero más allá de las paradojas, lo
cierto es que Katowice es también la penúltima oportunidad en el camino hacia
2020, cuando el Acuerdo entre en vigor.
"Tenemos
que cerrar, negro sobre blanco, cómo vamos a aplicar el Acuerdo de París, ese
es el principal mandato que tenemos los negociadores para esta cumbre",
señalaba la directora general de la Oficina Española de Cambio Climático,
Valvanera Ulargui, en un encuentro con la prensa este jueves en Madrid.
París
sirvió para fijar un objetivo (evitar que la temperatura media del planeta
aumente más de 2 grados a finales de siglo, y a ser posible que se quede en 1,5
grados), pero gran parte de la letra pequeña de ese documento está aún por
escribir. Es lo que se conoce como el reglamento, que busca establecer unas
normas claras, transparentes y homogéneas para todos los países.
Por
ejemplo, aunque todos los estados se han comprometido a reducir sus emisiones,
no todos lo han hecho de la misma manera. La Unión Europea —que opera como un
solo estado en las negociaciones— sí habla de cifras cuantificables (al menos
una rebaja del 40% de sus emisiones para el año 2030 con respecto a los niveles
de 1990). En cambio, hay otros países que plantean sus objetivos en concepto de
reforestación, que no son fáciles de traducir al cómputo de emisiones global.
De Katowice se espera salir con una sola fórmula común.
Lo mismo
ocurre con las normas que rigen la financiación del Acuerdo, que debe
garantizar que los países con menos recursos y más vulnerables al cambio
climático reciben el apoyo necesario para adaptarse; o la política de
transparencia que permita hacer un seguimiento certero del grado de
cumplimiento de los países.
El reto
de la ambición
Otro de los asuntos cruciales para garantizar el
éxito del Acuerdo es la urgencia de ampliar la ambición climática. El último informe del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), publicado hace apenas dos
meses, puso de manifiesto que las emisiones globales de CO2 deben reducirse a
la mitad en el año 2030 y a cero en 2050 si se quiere evitar que el
calentamiento global supere los 1,5 grados a finales de siglo. Otro estudio de la ONUpublicado esta
misma semana sentenciaba que hace falta quintuplicar los esfuerzos mundiales
para lograrlo.
En París,
cada país puso voluntariamente sobre la mesa un objetivo de reducción de
emisiones con el que estaba dispuesto a comprometerse. Pero no son suficientes.
Tal y como están planteados, y aunque se consiguiera cumplir con todos ellos,
la temperatura media de la Tierra se elevaría hasta 3,2 grados, muy por encima
de la meta fijada y del límite que los científicos marcan como desencadenante
de las peores consecuencias. Por eso el Acuerdo de París recoge la obligación
de que los países se reúnan cada cinco años para valorar si quieren revisar al
alza sus objetivos.
Aunque la
primera revisión no ocurrirá hasta la cumbre de 2020, en Katowice se espera
arrancar un compromiso para una mayor ambición climática, es decir, que haya
consenso en la necesidad de mejorar los esfuerzos. El marco para lograrlo será
el Diálogo de Talanoa, un balance general que revisa dónde estamos hoy y adonde
es necesario llegar.
"La Unión Europea llevará al Diálogo de
Talanoa la voluntad de contagiar al resto de países de la necesidad de una
mayor ambición", aseguró Ulargui. Bruselas acaba de proponer una descarbonización total
de la economía europea para 2050.