Por Aram Aharonian*
En unas
declaraciones hechas desde el sector más proestadounidense de la derecha
venezolana, Julio Borges señaló que “los miembros de la oposición sabemos que
ninguna salida que propongamos a Maduro será viable mientras no recuperemos la
libertad de Cuba”, en un intento de regionalizar el conflicto, “haitinizar” la
región, que es lo que, en definitiva, quiere Washington.
Borges fue quien, por órdenes de EEUU, se negó a
firmar un acuerdo entre la oposición y el gobierno, en Santo Domingo, en 2017,
y sigue a pie juntilla el libreto escrito en Washington.
Este sábado 23 de marzo, se cumplieron dos meses de
la autoproclamación como presidente interino de Venezuela del diputado a la
Asamblea Nacional en desacato, Juan Guaidó, y ante el fracaso de esta jugada
pergeñada por la diplomacia estadounidense, ahora sus partidarios buscan
convertirlo en mártir.
Cuatro días antes, el dirigente de Voluntad Popular
(al que pertenece Guaidó), Carlos Vecchio, afirmó durante la toma forzada
(asalto) de una sede diplomática venezolana en Nueva York que una eventual
detención de Juan Guaidó tendría “un impacto positivo” y “aceleraría” un cambio
de gobierno en la República Bolivariana.
Mientras, el abogado Roberto Eugenio Marrero, jefe
de despacho de Guaidó, fue detenido la madrugada del jueves 21 por el Servicio
Bolivariano de Inteligencia (Sebin) acusado de integrar una "célula
terrorista" que planeaba ataques en el país con la intención de
"crear caos".
El ministro del Interior, Néstor Reverol, lo acusó
de ser responsable directo de este grupo criminal, al que se le incautó un lote
de armas de guerra y dinero en efectivo de divisas extranjeras. Según Reverol,
el grupo había contratado a mercenarios colombianos y centroamericanos para
atentar contra la vida de líderes políticos, militares, magistrados y efectuar
actos de sabotaje a los servicios públicos.
Mike Pompeo, secretario estadounidense de Estado,
condenó en Twitter la detención y exigió la "liberación inmediata"
del abogado. En declaraciones a la cadena Fox News, aseguró: "Haremos todo
lo posible para sancionar a quienes dirigieron y ordenaron el operativo".
¿Una forma de responsabilizarse como autor intelectual?
Es obvio ya que la capacidad de Guaidó para dividir
a las fuerzas armadas y producir un golpe militar, una invasión de sus vecinos
o un levantamiento de masas en Venezuela no ha pasado del nivel de intento.
Según la constitución venezolana un “presidente encargado” solo tiene como
función convocar a elecciones en un plazo de 30 días, y él ya lleva 60 días
desde que se autojuramentó. Ningún cuartel o juzgado lo ha reconocido, no tiene
capacidad administrativa alguna y ni siquiera tiene gabinete.
Distintos sectores de la variopinta oposición
discuten sobre la estrategia dirigida al cambio de gobierno. La mayoría piensa
que el intento realizado con la creación de una imagen de poder dual y la
presión sobre los militares para que procedieran a una sublevación, una
rebelión o un golpe ya fracasó. Y proponen otras opciones, que apuntan hacia un
corto o un mediano plazo.
El Comandante General del Ejército ruso, General
Vasily Tonkoshkurov, arribó al Aeropuerto de Maiquetía con una comitiva de 99
efectivos militares. Adicionalmente aterrizó en Maiquetía otro avión de la
fuerza aérea rusa, de carga, siglas AH-124-100, con 35 toneladas de carga para
la delegación rusa. Una advertencia a los halcones de Washington.
Mientras, surgió una disputa paralela por el
control de las embajadas en los países que reconocen a Guaidó como presidente
interino. Lo cierto es que Estados Unidos es el único país en el que controlan
un edificio consular. En las demás naciones, los enviados de Guaidó no pueden
desempeñar tareas básicas como emitir un pasaporte ya que el Registro Civil de
Venezuela sigue bajo el control de las autoridades constitucionales.
Dentro de este panorama, pese a la histórica
victoria ante Argentina en Madrid, el entrenador de la selección venezolana de
fútbol, Rafael Dudamel anunció que ponía su cargo a disposición. "Hemos
recibido la visita de un “embajador” de Juan Guaidó en España (Antonio Ecarri
Bolívar). Han utilizado de manera muy pobre esa visita, la han
politizado", denunció.
La presión contra el país sigue siendo fuerte,
dadas las amenazas de una intervención de fuerzas extranjeras y las sanciones
que se han elevado al grado de embargo petrolero que busca cortar, junto con el
bloqueo financiero y bancario, el aprovisionamiento del país en alimentos y
medicinas y privar al aparato productivo de los insumos para su funcionamiento.
Sus concentraciones tienen cada vez menos
concurrencia. La del jueves 21, que pedía la “inmediata liberación” de su brazo
derecho, fue “escuálida”, al decir de Hugo Chávez. Su llamado al paro nacional
y su intención de tomar el Palacio de Miraflores no tiene asidero en su
capacidad de convocatoria, mientras su credibilidad sigue en descenso.
El problema es seguir guiones mal traducidos del
inglés. Que lo han llevado por el camino de la autodestrucción al proponer más
sanciones contra el pueblo venezolano e insistiendo en una invasión de EEUU o
en su defecto de Colombia, su vecino del sur. Brasil, con temor a crear un caos
regional, ha negado la participación de sus militares, el Grupo de Lima mira
para otro lado tras el fracaso de la Operación Cúcuta.
Donald Trump sigue en su escalada de agresiones
económicas, ocupando, secuestrando, pirateando los bienes de Venezuela en EEUU
y adelanta sanciones a bancos y empresas que comercien con Caracas.
La jugada de imponer en Venezuela un gobierno
paralelo, y derrocar al legítimo mandatario, no dio los resultados esperados y
mostró su fracaso estrepitoso con la Operación Cúcuta, con la que se intentó
introducir por la fuerza “ayuda humanitaria” estadounidense (que nadie
solicitó), en una operación conjunta con la presidencia de Colombia y el aval
de otros presidentes, como Sebastián Piñera y Mario Abdo.
Sin embargo, ese intento de imponer un jefe
paralelo de Estado, auspiciando simultánemente el desconocimiento de la
práctica diplomática oficial, y violando los parámetros legales establecidos en
el derecho internacional, no ha dado sus frutos, pese a que Guaidó vocifera que
tiene el apoyo y reconocimiento de la comunidad internacional reducida a los
cómplices de las políticas de Washington.
El respaldo de esa “comunidad” se reduce a un
reconocimiento más político que jurídico a 43 gobiernos, de los cuales 14 son
países de América, 28 son de la Unión Europea (no todos están de acuerdo con la
decisión oficial), el 22,16% de los 194 estados nación que conforman la
Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Alemania, Francia y España, dejaron en claro que el
liderazgo de Guiadó no termina de convencer a sus aliados. Los “embajadores”
nombrados por él no son reconocidos oficialmente, sino apenas como
representantes del autoproclamado.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
conducido por el neoliberal colombiano Ocampo anunció que el delegado nombrado
por Guaidó, el economista Ricardo Hausman, representará a Venezuela en la
asamblea anual del organismo la próxima semana en China. Pero debió suspender
la asamblea tras la negativa de Pekín a otorgar una visa a Husman.
Pese al inusitado paso intentado por el BID, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció el jueves 21 de marzo que “aún no
hay claridad” entre sus países miembros acerca del posible reconocimiento de
Juan Guaidó como presidente de Venezuela y señaló que no hay un voto previsto
sobre la cuestión en el Directorio Ejecutivo.
Mientras, Citigroup anunció que depositará poco más
de 200 millones de dólares de Venezuela en una cuenta de Estados Unidos, monto
que representa el excedente de un crédito otorgado al Banco Central de ese país
en 2015.
En Ginebra el Consejo de Derechos Humanos de la ONU
aprobó por amplia mayoría una resolución presentada por Venezuela en nombre del
Movimiento de No Alineados sobre efectos negativos de las medidas coercitivas
unilaterales (sanciones) en los DDHH.
En buena parte de la población se han instalado y
fortalecido pasiones de odio, muerte y destrucción; una poderosa emocionalidad
ha invadido todas las esferas de la vida, ante la pasividad individual, social
y cultural. Papel primordial juega el poder transmedia, suerte de “maquina
discursiva”, que intencionalmente alimenta tal subjetividad política, que
desatan el miedo, el dolor, la insolidaridad, el odio, la envidia, el
resentimiento, la venganza, la crueldad y la muerte.
Desde esa plataforma subjetiva, lanza Guaidó y la
oposición su arenga sobre el costo político cuando, enfático, afirma “para
nosotros no es costo (…) es inversión en futuro”.
Y, apelando a las pasiones tristes, remata con una
suerte de amenaza: “estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario por la
libertad (…) No hay miedo”. En ese contexto, ¿Cómo derrotar la lógica de la
guerra, ¿cómo apartarnos de las prácticas violentas de representación y
participación? ¿Cómo reconstruir el tejido social? ¿Cómo abrirse a nuevas
miradas sobre la convivencia, el dialogo, la concertación?, se pregunta la
socióloga Maryclén Stelling.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en
Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )