Por
Nazanín Armanian
“Maduro está robando las reservas de oro
del país, vendiéndolas a países extranjeros”, es una de tantas noticias
mutiladas destinadas a demonizar al presidente de Venezuela y justificar una
intervención extranjera. El senador estadunidense Marco Rubio ha advertido a
Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Turquía que podrán ser sancionados por comprar
el oro venezolano, en la aplicación de una orden ejecutiva firmada por Donald
Trump que prohíbe no sólo a los ciudadanos de Estados Unidos participar en el
comercio de oro con Venezuela, sino también a los países terceros por “violar
las sanciones de EU.” impuestas al país suramericano. Los opositores de la
derecha, por su parte, acusan al gobierno de extraer y vender el apreciado
metal de forma ilegal además de dañar el medio ambiente.
Lo cierto es que, el gobierno de Maduro ha tenido que recurrir a
la venta de oro a causa de las amplias sanciones ordenadas por Barak
Obama en 2015 sobre el país que le prohíben vender libremente su
petróleo en el mercado. La caída del precio del petróleo
(marcada por el crimen de Khashoggi), agravó el escaso ingreso obtenido por la
venta de este aceite que para más inri en gran parte desaparecía en los bancos
extranjeros cubriendo la deuda contraída con los acreedores.
Así, Caracas decide que
además del oro negro podrá vender el oro dorado (del que también es la primera
reserva mundial), para costear la importación de bienes para la población. La
empresa Noor Capital de EAU ha sido el destino de tres toneladas de lingotes de
oro. El país árabe iba a comprar más
toneladas, pero las presiones de EU le forzaron a congelar las transacciones
hasta que “la situación se establezca”.
Turquía es otro de los
destinos del metal supremo venezolano. Tayyeb Erdogan, que también ha sufrido
un intento del golpe de Estado y sanciones económicas por parte de EU, en la
actual crisis se ha puesto del lado del presidente Maduro. En los últimos dos
años, Tayyip Erdogan ha visitado cuatro veces a Venezuela, y ha firmado
numerosos acuerdos de cooperación con el país americano: exporta arroz, trigo,
materiales de construcción y medicinas, mientras las empresas turcas participan
en la construcción de hospitales y escuelas, y también en la extracción y
comercialización de los metales venezolanos incluido el oro. El año pasado,
Caracas exportó al país euroasiático unas 23.62 toneladas de oro con un valor
de 900 millones de dólares.
Se trata de la formula “Oro
por alimentos”, y aunque en el camino se “extravíen” algunos lingotes, es una
operación legitima desde la desesperación en mundo-selva regido por la ley del
más fuerte. Cómo Venezuela –un país mucho más rico que Turquía–, haya llegado
hasta este punto es otra cuestión.
Donald Trump acusa a Venezuela
de utilizar a Turquía para enviar minerales estratégicos como uranio a Irán, otro país sometido a sus inhumanas
sanciones. En 2017, EU detuvo a Mehmet Hakan Atilla, el subdirector del banco
estatal turco Halkbank con sede en Nueva York y a Reza Zarrab, un comerciante
iraní-turco acusados de ayudar a Teherán a evadir los castigos económicos,
mediante la fórmula del “Oro por otros productos”. La corrupción que ha habido
alrededor de esta transacción por parte de las autoridades de ambos lados es un
tema secundario: lo importante es que el pueblo iraní no sufrió la tragedia por
la que pasaron los iraquíes: 1.700.000 muertos por las sanciones impuestas por
el Consejo de Seguridad de la ONU desde 1991 hasta 2003. Para la “demócrata”
genocida Madeleine Albright ellos no eran más que daños colaterales para lograr
sus infames objetivos. El estrangulamiento económico es una herramienta más en
manos del imperio y sus aliados para extorsionar a Estados soberanos y restar
las fuerzas a una nación, doblegándole antes de lanzar una agresión militar.
Según el analista canadiense Stephen Gowans: “Las sanciones económicas han matado a más personas que las
bombas nucleares usadas por EU”.
El presidente de Irán, Hasan
Rohani, confiesa que el país está pasando su peor crisis económica en 40 años,
y que el impacto de las sanciones es peor que lo que fue la devastadora guerra
con Irak (1980-88): teme la rebelión de millones de personas empobrecidas,
frustradas.
El oro aparta el dólar
La preocupación de EU no es
sólo que Venezuela pueda reírse de las sanciones utilizando su oro, sino que
las transacciones con este metal perjudiquen a la posición del dólar a nivel
mundial. De hecho,
es posible que estemos ante la “segunda revolución monetaria”: la primera fue
cuando Richard Nixon drogó
el patrón oro en favor del dólar como la nueva referencia en el sistema
financiero mundial, y lo hizo justamente porque ya no disponía de tanto oro
para respaldar los billetes verdes que había impreso. Hoy, las monedas
criptográficas junto con el euro, yuan, rublo, rupí, el oro o simplemente el
truque (cada vez más utilizado entre los países del Sur), están creando un
nuevo paisaje incluso geopolítico: China, siendo el mayor importador mundial de
petróleo, está firmando contratos con el ‘petroyuán’ respaldado por el oro
físico, en comparación con el petrodólar que cuenta con el respaldo de los
bonos del Tesoro. Los Estados con mayor reserva de oro serán lo que controlen
las finanzas globales: y a mayor demanda global del metal noble, más caro
llegará a ser su precio.
Uno de los objetivos del
complot de la OTAN contra Libia fue apoderarse del oro de este país. Gadafi
pretendía introducir el ‘Dinar dorado’ como moneda panafricana respaldada por
el oro como una alternativa al franco francés. Poseía 140 toneladas de oro y
también toneladas de plata, cuyo valor ascendía a 7.000 millones de dólares.
Tras la agresión militar “desaparecieron”: las malas lenguas afirman que fueron
trasladados a Suiza y desde allí en submarinos rumbo a varios paraísos
fiscales.
La negativa del Banco de
Inglaterra a la solicitud de Venezuela a recibir 1.200 millones de
dólares de los 11.000 millones en oro que tiene depositado en las cajas fuerte
de dicha entidad está en la misma línea que el rechazo de la Fed (Sistema de la
Reserva Federal) a la petición de Alemania en devolverle parte de las 300 toneladas
de oro que entregó a EU después de la Segunda Guerra Mundial para que las
custodiase (guarda otras 674 toneladas en Francia): Berlín sólo logró recuperar
una parte, ya que Washington se mostró ofendido y los alemanes no se atuvieron
insistir.
Si bien aún es pronto
pronosticar el alcance y el impacto de esta revolución en la economía mundial,
y de si hay “vida después del dólar”, lo que es innegable es la grieta
producida en el monopolio financiero de Washington que ha constituido durante
décadas el “poder blando” de la superpotencia, protegido por su “poder duro”:
fuerzas militares.
En otras palabras, las
sanciones de EU contra Rusia, Irán, Cuba, Turquía, Corea del Norte y Venezuela
están generando un efecto contrario sobre el poderío de la última superpotencia:
su última batalla está servida.