Las
mujeres y los colectivos LGTBI han demostrado ser una organización poderosa y
plural para articular las luchas feministas en una zona del mundo que cuenta
con 14 de los 25 países del mundo con más feminicidios
Por Andrea Ana
Gálvez
Las manifestaciones feministas en
América Latina han crecido y mucho. Se han multiplicado y expandido por todos
los países. Las movilizaciones han tenido mayor asistencia y han estado
marcadas por su diversidad, pluralidad y creatividad. La participación se sigue
ampliando en países como Uruguay y Argentina, en los que ya fueron
masivas el año pasado. Pero también son llamativas las movilizaciones en
Brasil, México, Ecuador, Perú, Paraguay, Colombia y Bolivia. El 2018 fue el año
de la campaña por el aborto legal y en contra de la violencia patriarcal. Este
año las marchas en toda Latinoamérica han ampliado sus reivindicaciones y se
han posicionado también contra el racismo, la precariedad y el capitalismo.
Lejos quedaron
los gobiernos progresistas en Latinoamérica. Las políticas neoliberales acampan
por el sur del continente. La avanzada de las transnacionales y el agronegocio
siguen su curso mientras que la desigualdad aumenta. Ante esta realidad, el
feminismo demuestra que es una fuerza capaz de articularse con otras para
cuestionar y derribar estas opresiones. “Podemos decir con certeza que estamos
ante un movimiento que se forlece en las luchas de Abya Yala, conjugando
conflictividades y territorios en conflicto con una potencia de sublevación y
conexión entre sí que dan cuenta de una novedad histórica”– afirma Verónica
Gago, profesora de la Universidad de Buenos Aires e integrante de Ni Una
Menos.
Dentro del
contexto de movilizaciones, 2019 ha sido un año histórico para Chile. Por
primera vez se ha sumado al paro internacional y ha tenido una de las mayores
participaciones. “El año pasado en Chile, el Mayo Feminista dio una batalla
fundamental para imponer en el debate público los derechos de las mujeres,
temas como el aborto, el abuso y educación sexual. Este año las marchas han
sido masivas; sólo en Santiago se registraron 300.000 mujeres en la
manifestación”, cuenta Pamela Contreras, integrante de Pan y Rosas. Esta
vez el país de los seísmos tembló por los botes de las cientos de miles de
mujeres que el 8M ocuparon sus calles.
En Paraguay,
Perú, Ecuador y Bolivia también hubo movilizaciones muy notorias, al
grito de “Ni una menos, vivas nos queremos” denunciaban los femicidios y la
indiferencia de los estados. En Quito miles de mujeres marcharon exigiendo la
igualdad salarial y los derechos laborales para las trabajadoras domésticas.
Desde el feminismo comunitario de Bolivia se puso el acento en decolonizar las
luchas en búsqueda de mayor autonomía y dignidad.
Las
manifestaciones en Brasil también fueron emblemáticas. A escasos días del
aniversario del asesinato de Marielle Franco, su crimen aún sigue impune. El
feminismo brasileño quiso este 8M recordar su legado con el lema: “Por la vida
de las mujeres, somos todas Marielle”. La concejala de Río de Janeiro,
lesbiana, negra y favelada se convirtió en un símbolo de resistencia y de lucha
que inspiró a toda una generación de mujeres. Un hito, una semente. “La
simiente que dejó Marielle significa la posibilidad de romper el muro para las
mujeres de la favela, para poder ocupar otros espacios que históricamente nos
han sido negados”, dice Mônica Francisco exasesora de Marielle y diputada de la
Asamblea Legislativa de Río de Janeiro. El movimiento feminista negro es muy
potente y una de las expresiones más poderosas de la imagen de Marielle. “Ella
acabó siendo una referencia simbólica y también de lucha concreta sobre
nuestras vidas. Fue una prueba de que nosotras, las mujeres negras faveladas y
militantes, necesitamos avanzar en contra de las políticas de exclusión y de
exterminio de todas nosotras y de nuestros hijos”, afirma Ivanete Silva,
profesora, feminista e integrante del movimiento de mujeres y mujeres negras.
Cada vez más
las mujeres negras en Brasil están ocupando espacios de poder y de decisión
tanto dentro del movimiento feminista como en otros muchos ámbitos. “La lucha
se está fortaleciendo gracias a las mujeres negras, y juntas estamos
manteniendo la llama contra todas las formas de opresión. Estamos dando una
respuesta contundente a un proyecto nefasto, violento, misógino, racista como
es el proyecto de Bolsonaro”, comenta Mônica Francisco.
Con el
fascismo dentro de casa, Brasil sufre un claro retroceso de derechos y
libertades. Aunque la desesperanza y el dolor siguen, la semilla que plantó
Marielle ha dado sus propios frutos. Las cuatro “herederas” de Marielle fueron
elegidas en las elecciones del pasado octubre: Renata Souza, Mônica Francisco,
Dani Monteiro y Talíria Petrone. Todas mujeres negras y de origen humilde que
están dando una batalla fundamental tanto en las instituciones como en las
calles.
Las ciudades
brasileñas recuperaron el clima que se vivió en la campaña contra
Bolsonaro de #Elenao, y honraron a Marielle y a ellas mismas.
En México, las
movilizaciones feministas han ido ganando terreno en el campo social desde
2016, cuando fue la primera marcha en contra de las violencias machistas en el
país. “Entonces aprendimos que, a pesar de nuestras diferencias, podemos luchar
juntas”, dice la escritora mexicana Chantal Aguilar.
Según Chantal
buena parte del feminismo mexicano se inspiró y tomó herramientas de los
feminismos de Estados Unidos y España. “Hasta que nos dimos cuenta de que ese
feminismo suponía otra forma de opresión para las mujeres latinoamericanas,
mediante un discurso que no nos pertenece. Se trata de un feminismo blanco y
hegemónico, que a veces no tiene cabida con la realidad de nuestra propia
historia”.
Frente a esto
grupos feministas anticolonialistas y sobre todo, últimamente las mujeres
zapatistas, han tomado una relevancia política muy potente. “El año pasado se
creó el Primer encuentro de mujeres que luchan gestionado por las zapatistas y
en tierras de autonomía total”. Este tipo de propuestas están poniendo sobre la
mesa procesos comunitarios y decoloniales producidos desde lugares periféricos
y autónomos.
En Colombia
por primera vez este año la huelga convocó a mujeres, lesbianas, trans y
travestis. “Es un feminismo muy popular, muy de la base, muy difícil que salga
de la tradición liberal. Pero aunque es un grupo minoritario, hoy puedes
encontrar feminismos de mujeres, lesbianas, trans, travestis que se posicionan
frente a la opresión y frente al liberalismo”, dice la politóloga colombiana
Melina Sánchez .
Manifestante en Medellín, durante la manifestación del 8M. Laura Arango. |
Según Melina el feminismo no está aún en
la agenda política. No tiene una representitividad pública. “Sigue habiendo
mala prensa hacia el feminismo; o te matan o tienes pocas salidas”. El año
pasado, la candidatura de Colombia Humana de Petro y Ángela María Robledo
supuso una novedad porque la propia candidata a la vicepresidencia se declaraba
abiertamente feminista. “Se vivió un momento de mucha ilusión con la
candidatura. Para nosotras era una puerta abierta de trabajo y esperanza”, dice
Melina. En Colombia existe una particularidad y es que el movimiento feminista
ha sido uno de los mayores defensores del proceso de reconstrucción histórica
en el post-conflicto. Las mujeres se han situado muy claramente contra el
gobierno que quiere destruir los acuerdos de paz y contra la avanzada de las
trasnacionales en sus territorios.
Los
feminismos en Argentina llevan la delantera en algunas cuestiones como la
campaña por el aborto legal seguro y gratuito, que logró media sanción en el
Congreso. La marea verde contagió al resto de países de América Latina, que
siguieron sus reclamos. Este año, al grito de #Niñas no madres, se denunciaba
el caso sangrante de la niña tucumana de 11 años obligada a parir un bebé fruto
de una violación intrafamiliar.
Argentina se
ha convertido en un referente a nivel mundial no sólo por la altísima
participación, sino también por la articulación de sus luchas. El feminismo
hegemónico está abriéndose gracias a que distintas realidades están tomando las
discusiones. El feminismo villero, las trabajadoras y disidencias sexuales
están ocupando cada vez más espacios de los que antes eran marginadas. Por
ejemplo, las trabajadoras sexuales se han abierto un hueco fundamental dentro
del feminismo argentino en el reclamo de sus derechos laborales. “¿Si soy puta
y mi cliente me violentó no lo puedo ir a denunciar porque me lo merezco por
puta? En este sistema capitalista utilizas el órgano que tu color de piel y tu
clase te permiten utilizar”, afirma una militante de AMMAR (Asociación de
trabajadoras sexuales argentinas en acción por sus derechos).
Al mismo
tiempo que los feminismos avanzan, las formas de violencia patriarcal se
mantienen en números alarmantes o aumentan. Entre los 25 países del mundo con
mayores tasas de feminicidios, 14 están en América Latina y el Caribe,
según el informe del Small Arms Sorvey (2016). En 2017 asesinaron 12 mujeres
cada 24 horas según CEPAL. México y Brasil son los países donde más femicidios
se registran. ¿Cómo entender y combatir el aumento de los femicidios y
violaciones?
Los debates
son muchos, los movimientos diversos y los desafíos importantes. Este 8M las
movilizaciones de mujeres, lesbianas, trans y travestis han demostrado por toda
Latinoamérica que son una organización poderosa y plural para articular estas
luchas a nivel regional e internacional. Siguiendo a Verónica Gago, el gran
desafío que tenemos es profundizar un internacionalismo que ya existe.
“Debemos cuidar la fuerza que hemos construido en estos años y, frente a la
contra-ofensiva conservadora y fascista que nos señala como ‘enemigo interno’,
tenemos necesidad de fortalecer la autodefensa, las redes autónomas y los
espacios de encuentro”.
Manifestantes en Buenos Aires, durante la manifestación del 8M. |
El paro feminista internacional ha sido
emocionante porque es una expresión de las diferentes luchas que se dan en el
día a día y de cómo mujeres de todo el mundo están plantando cara a los
sistemas de dominación. Las luchas feministas, la llamada cuarta ola, el feminismo
del 99%, se nombran como anticapitalistas, antirracistas y anticlasistas. “Este
tipo de conexión entre luchas es la singularidad del movimiento y lo que le da
simultáneamente masividad y radicalidad”, afirma Verónica Gago convencida del
triunfo de las marchas. Sin duda, el paro va más allá del 8 de marzo y más allá
de nosotras.
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Este
reportaje ha sido posible gracias al cariño, conocimiento y lucha de: Chantal
Aguilar (México), Melina Sánchez (Colombia), Verónica Gago (Argentina), Pamela
Contreras (Chile), Mônica Francisco (Brasil), Neusa Oliveira (Brasil), Ivanete
Silva (Brasil), Daniela Orofino (Brasil), Julia Bustamante (Brasil), Menara
Guizardi (Brasil /Argentina), Silvina Merenson (Argentina), Colectiva Colmena Verde
(México), Roxana Loarte (Perú), TrasLuz Photo (México), Victoria Razo (México),
Laura Arango (Colombia)