Por Bill Van Auken
El presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, dijo a los reporteros en la Casa Blanca el miércoles que
“Rusia tiene que salir” de Venezuela. Al preguntársele cómo Washington haría
cumplir esta demanda, respondió: “Ya veremos. Todas las opciones están
abiertas”.
Trump pronunció su ultimátum
durante una sesión fotográfica en la Casa Blanca con Fabiana Rosales, la esposa
del líder opositor de derecha Juan Guaidó, quien, con el respaldo de Estados
Unidos, se proclamó a sí mismo “presidente interino” de Venezuela en enero, y
pidió al ejército que derrocara al existente gobierno del presidente Nicolás
Maduro.
Rosales, a la que los
funcionarios de la administración de Trump se refieren como la “primera dama”
de Venezuela, está realizando una gira internacional con el objetivo de recabar
apoyo para la operación de cambio de régimen orquestada por los Estados Unidos,
que se ha marcado notablemente desde el fiasco que sufrió el mes pasado con el
fracaso de un intento de meter camiones que supuestamente representan ayuda
humanitaria a través de la frontera colombiano-venezolana.
Tanto Guaidó como sus
patrocinadores estadounidenses habían predicho que la provocación causaría un
levantamiento de las fuerzas armadas venezolanas contra Maduro. Con un puñado
de partidarios de la oposición de derecha y pandilleros que se lanzaron al
engaño “humanitario”, las fuerzas de seguridad fácilmente contuvieron el
ataque.
La última provocación de los
Estados Unidos se centró en la llegada a Venezuela durante el fin de semana de
dos aviones rusos que transportaban a aproximadamente a 100 militares. Un avión
de carga Antonov An-124 y un avión de pasajeros Ilyushin II-62 aterrizaron el
sábado en el aeropuerto de Maiquetía, en las afueras de Caracas.
La llegada de un puñado de
miembros del personal militar ruso provocó una serie de denuncias de parte de
altos funcionarios de la administración de Trump, que han estado orquestando el
intento de derrocar al gobierno venezolano.
El asesor de seguridad nacional
de la Casa Blanca, John Bolton, declaró que Estados Unidos “no tolerará la
intromisión de las potencias militares extranjeras hostiles” en el hemisferio
occidental.
A principios de este mes,
Bolton invocó la Doctrina Monroe como la base de la política estadounidense en
Venezuela. Esta declaración de política exterior de los Estados Unidos en el
siglo XIX estuvo dirigida inicialmente a oponerse a cualquier intento de los
imperios de Europa de recolonizar repúblicas recientemente independizadas en
América Latina. En el siglo XX, fue invocado por los sucesivos gobiernos de los
Estados Unidos como una licencia para que el imperialismo de los Estados Unidos
usara la fuerza militar para imponer su voluntad en todo el hemisferio, dando
como resultado unas 50 intervenciones armadas directas y la imposición de
dictaduras fascistas y militares en gran parte de América Central y del Sur.
El secretario de Estado Mike
Pompeo, mientras tanto, le dijo a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, en una
conversación telefónica el 25 de marzo, que Washington “no se quedará sin hacer
nada ya que Rusia exacerba las tensiones en Venezuela”, según un portavoz del
Departamento de Estado.
El Departamento de Estado
calificó la llegada de las tropas rusas de “intensificación temeraria” de las
tensiones en Venezuela, y agregó que “la continua inserción del personal
militar ruso para apoyar el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro en Venezuela
corre el riesgo de prolongar el sufrimiento del pueblo venezolano...”.
¡Qué hipocresía! Washington
ha impuesto una ola de sanciones cada vez más intensa que ha aumentado
gravemente la intensa crisis de la economía del país, y los trabajadores
venezolanos pagan el precio. Un funcionario de la administración de Trump que
informó a los reporteros el viernes pasado se jactó: “El efecto de las
sanciones es continuo y acumulativo. Es algo así como en Star Wars cuando Darth
Vader le aprieta la garganta a alguien, eso es lo que estamos haciendo
económicamente con el régimen”.
El Ministerio de Relaciones
Exteriores de Rusia citó a Lavrov como quien había respondido a Pompeo al
afirmar que “los intentos de Washington de organizar un golpe de Estado en
Venezuela y las amenazas contra su gobierno legítimo violan la Carta de la ONU
y la injerencia no disimulada en los asuntos internos de un Estado soberano”.
El Ministerio de Relaciones
Exteriores de Rusia dijo que la llegada de las tropas rusas fue en cumplimiento
de un “acuerdo sobre cooperación técnica militar” firmado entre Moscú y Caracas
en 2001.
“Al igual que en la época
colonial hace 200 años, los EUA siguen considerando a América Latina como una
zona para sus intereses exclusivos, su propio ‘patio trasero’ y exigen
directamente que obedezca a los EUA sin rechistar, y que otros países se
mantengan lejos de la región” dijo el martes la portavoz del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Rusia, Maria Zakharova. “¿Dice Estados Unidos que la
gente está esperando que se les lleve la democracia en las alas de sus
bombarderos? Esta pregunta la pueden responder los iraquíes, libios y serbios”.
Mientras tanto, un
funcionario estadounidense que habló con Reuters expresó su preocupación de que
el personal militar ruso que llegó el sábado incluía un equipo de especialistas
en ciberseguridad.
Esta preocupación coincide
con una nueva serie de apagones eléctricos que comenzaron el lunes y afectaron
a gran parte de Caracas y al menos a 16 Estados. El gobierno de Maduro ha
culpado de los cortes al sabotaje, incluidos los ataques cibernéticos a la
infraestructura computarizada del sistema de energía.
Mientras tanto, la situación
venezolana también ha incrementado las tensiones entre Washington y Beijing, y
Estados Unidos obligó a cancelar una reunión por el 60 aniversario del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), que iba a comenzar el 26 de marzo en
Chengdu.
La administración de Trump
había exigido que el BID aceptara a un representante nombrado por su títere
Guaidó como representante de Venezuela en la reunión. China se negó a otorgar
una visa al hombre de Washington, Ricardo Hausmann, economista de Harvard y
exministro en el gobierno del presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, que
supervisó la masacre de unos 3.000 trabajadores y jóvenes en la represión de la
popular revuelta de 1989 conocida como el Caracazo. Hausmann ha pedido públicamente
a los Estados Unidos que invadan Venezuela junto con una “coalición de
voluntarios”.
Un portavoz del Ministerio de
Relaciones Exteriores de China defendió la acción de Beijing el martes y
declaró que “el propio Guaidó no es un presidente electo a través de
procedimientos legales y, por lo tanto, carece de legitimidad”, y agregó que
“cambiar al representante de Venezuela en el BID no ayudará a resolver el
problema venezolano”.
En respuesta a una pregunta
sobre las denuncias de Estados Unidos sobre la presencia militar rusa en
Venezuela, el portavoz chino declaró: “En primer lugar, los países del
hemisferio occidental, incluidos los países latinoamericanos, son todos Estados
independientes y soberanos. Tienen el derecho de determinar su propia política
exterior y su forma de participar en una cooperación de beneficio mutuo con los
países de su elección”.
Agregó, en una crítica
acentuada a la política imperialista de los Estados Unidos, “los asuntos
latinoamericanos no son un negocio exclusivo de un determinado país, ni tampoco
lo es América Latina como el patio de un país”.
Los acalorados intercambios
entre Washington, por un lado, y Moscú y Beijing, por el otro, exponen los
intereses geoestratégicos que subyacen a la operación de cambio de régimen del
imperialismo estadounidense en Venezuela. Tanto Rusia como China han
establecido amplios lazos económicos y políticos con Venezuela, que cuenta con
las reservas de petróleo probadas más grandes del planeta.
China ha invertido más de $50
mil millones en Venezuela durante la última década en acuerdos de préstamos
reembolsados con exportaciones de petróleo. Las inversiones totales de Rusia en
el país se estiman en cerca de $25 mil millones, incluida la explotación de una
parte significativa de los campos petroleros del país.
Washington ve la crisis
venezolana a través del prisma de los conflictos de “gran potencia” con los
estados “revisionistas” que se presentan en la Estrategia de Seguridad Nacional
de la administración Trump y el documento de estrategia del Pentágono elaborado
a fines de 2017.
El imperialismo
estadounidense está decidido a arrebatar el control de los vastos recursos
petroleros de Venezuela para los monopolios energéticos con sede en Estados
Unidos y negárselos a sus rivales globales, particularmente a China y Rusia.
Con ese fin, está preparado para matar de hambre al pueblo venezolano y
convertir a América Latina en un campo de batalla en una tercera guerra
mundial.