Por Geraldina Colotti
La guerra psicológica, una
parte fundamental de todos los conflictos, asume un peso particular en la
guerra de cuarta generación, también debido a la circularidad generalizada de
las nuevas tecnologías y las redes digitales. Socavar la credibilidad del adversario,
construir falsas noticias y desorientar la percepción haciendo imposible un
criterio de juicio coherente, es parte de la estrategia de la confusión, eje
del “caos controlado” con el cual el Pentágono pretende imponer su propia
hegemonía.
En este sentido, Venezuela debe
considerarse un laboratorio en el que se están probando las técnicas más
avanzadas del ataque imperialista. Primero contra Chávez y luego contra Maduro,
el bombardeo para desacreditar su credibilidad y trivializar sus análisis o las
alarmas lanzadas contra las amenazas identificadas, ha sido constante.
Son dos últimos ejemplos, el magnicidio
en grado de frustración con drones explosivos del 4 de agosto de 2018, y el
tremendo sabotaje tecnológico del 8 de marzo, que dejó al país sin electricidad,
agua, transporte o telecomunicaciones. En ambos casos, se intentó disminuir la
gravedad de los episodios: en el primer caso, diciendo que había sido un
“autoatentado”, en el segundo se atribuyó la causa del apagón a fallas,
incumplimientos y corrupción interna.
Incluso se ha negado que era posible
provocar un ataque cibernético en el cerebro que controla más del 70% del
suministro de agua de Venezuela, el Guri. Y esto, a pesar de las repetidas
declaraciones de quienes, desde el gobierno de los Estados Unidos, pasando por
sus repetidores internos, reclamaron en tiempo real y con gran detalle el
sabotaje que tenía como objetivo colapsar a la sociedad venezolana y provocar
la revuelta contra el socialismo bolivariano.
¿Podría ser posible tal ataque cibernético?
Si. Deberíamos volver a las revelaciones de Edward Snowden, el ex agente de la
CIA que, en el verano de 2013, develo escándalo del Datagate. En esa ocasión,
se descubre la existencia de programas sofisticados capaces de espiar, y por lo
tanto de intervenir, en los sistemas informáticos de los gobiernos y las
empresas. Un gran escándalo internacional que mostró la omnipresencia de los
sistemas de control – economíco-financiero, politico, militar – a nivel
planetario. Snowden también habló del TAO, un grupo secreto de operaciones
especiales de la NSA que acciona a través del sabotaje informático, en el que
Snowden había intentado ingresar antes. El grupo ha estado activo desde 1998 y
emplea a más de mil personas altamente especializadas tanto en ingeniería
electrónica como en técnicas de inteligencia.
Su especialización principal es
interceptar los servidores antes de que lleguen al destinatario e instalar
chips que puedan activarse en el momento dado. Se sabe que GCHQ ha prestado
parte de su tecnología a la agencia de ciberinteligencia británica similar a la
NSA, para piratear al operador de internet belga que prestaba servicios en la
Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo. La compañía
canadiense ABB, que diseñó un proyecto de modernización de el Guri y conocía
los códigos de acceso, se encuentra en el centro de las sospechas de un
sabotaje que podría haberse realizado a través de la complicidad interna, y
desde Houston y Chicago, como ha comentado el presidente Maduro.
La investigación está en curso y,
mientras tanto, el gobierno ha recurrido nuevamente a l conocimiento de los
piratas informáticos para hacer frente a la grave emergencia. Este fue también
el caso durante el paro petrolero en 2002-2003, cuando los técnicos que se
oponían al gobierno se fueron con los códigos de acceso al sistema informático
de PDVSA. Y, mientras tanto, ahora se reaviva el debate sobre el poder
hegemónico de los gigantes tecnológicos, sobre el uso de software alternativo y
sobre las tecnologías participativas.
Después del caso Snowden, el tema se
estableció en un gran convenio organizado en Brasil. En este entonces, era
presidenta Dilma Rousseff, víctima directa de los espíonajes de la CIA. Había
un continente lanzado hacia una segunda independencia. Hoy el imperialismo ha
puesto de nuevo en la mira el Latinoamerica por imponer una nueva hegemonía. La
Venezuela bolivariana se ha mantenido casi sola. Pero espera usar la crisis
como una oportunidad.