Por Paola Vásquez
En distintas oportunidades hemos estado
en presencia de quienes ante la crítica se espantan, y no falta quienes te
tachen de contrarrevolucionario sólo por cuestionar la efectividad de las
políticas planteadas para hacer frente a la crisis, o por interpelar a una
dirección política que parece no estar comprometida porque desde hace muchísimo
tiempo ha cambiado sus condiciones de vida material.
¿Acaso no fue Chávez quien sometió al
escarnio público en diferentes oportunidades a parte de su gabinete por ser
ineficiente en las políticas ejecutadas? ¿Acaso no fue él quien nos habló de la
crítica constante y a su vez no fue él el mayor crítico a la revolución bolivariana?
La crítica no sólo es importante sino
necesaria en todo proceso político de transformación. Si nos conformamos solo
con lo agradable ante nuestros ojos, ¿de qué manera identificamos las
debilidades? Y más importante aún: ¿de qué manera corregir los errores y
desaciertos?
El
accionar político pasa necesariamente por un proceso de reflexión y análisis
del cual se derivan las acciones para un momento histórico preciso. Sin un
análisis serio del entorno, las conclusiones serán equivocadas y las soluciones
erradas. Si bien las conquistas nos sirven para elevar el ánimo y la moral,
también se hace necesario hacer las denuncias pertinentes para rectificar.
Se
nos acusa de contrarrevolucionarios sólo por hacer la crítica. Ser
contrarrevolucionarios no se trata de ser críticos o no, pasa por conocer los
errores y taparlos para que la revolución se corroa desde adentro y se
desmorone al ser incapaz de responder a las necesidades de su pueblo.
Un
verdadero partido revolucionario se fortalece en los constante debates. La
línea política del partido no puede ser determinada burocráticamente por una
cúpula, debe surgir de la discusión y el debate de la realidad concreta por
parte de las bases y sus dirigentes, que se traduzca en orientaciones y
tácticas acertadas.
Trotsky
nos los advirtió: “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de
su dirección revolucionaria”. Cuando una dirección está viciada y ha perdido
sus principios y razón de ser, se hace necesaria la construcción de una nueva
alternativa revolucionaria. Sin embargo, no es tan simple como crear un nuevo
partido, el verdadero partido revolucionario no se decreta, se funda y se
construye sobre sólidos principios políticos y un trabajo paciente.
Las
fuerzas revolucionarias no abandonan sus órganos tradicionales de lucha tan
fácilmente (partidos de masas y sindicatos) pero ante una espiral de
traiciones, concesiones al enemigo de clase, y de incoherencia entre el
discurso y los hechos de una dirección viciada, desvirtuada y corrupta; las
bases populares se desmoralizan y desgastan sus fuerzas. Trotsky explicó en su
artículo Clase,
partido y dirección, que en general solo los grandes
acontecimientos históricos (guerras o explosiones revolucionarias repentinas)
suelen revelar con claridad para las masas la bancarrota de direcciones
políticas inconsecuentes. Pero aun así, la clase obrera no puede improvisar una
nueva dirección si en el periodo anterior no se formaron los cuadros
competentes con suficiente autoridad y que hayan mostrado la viabilidad de su
política en el pasado.
No
es un tema de falta de conciencia de las masas, que en innumerables ocasiones
han demostrado lo contrario (por ejemplo durante el golpe de abril del 2002, el
paro patronal de 2002-2003 y la Constituyente en 2017); es un proceso de
reflujo fruto de las contradicciones e inconsistencias entre el discurso de una
dirección que no responde en la práctica a las demandas de la clase
trabajadora.
Ante
las sanciones del imperialismo estadounidense impuestas a nuestro país ¿cuál ha
sido la respuesta por parte de la dirección política del movimiento
bolivariano? No es suficiente el llamado a la defensa de la patria, es
necesario pasar a la ofensiva en respuesta a las sanciones ilegalmente
impuestas por los Estados Unidos. Ante la expropiación de CITGO ¿qué espera la
dirección bolivariana para expropiar las diferentes filiales de las
transnacionales imperialistas en Venezuela? ¿Ésta no es una revolución
antiimperialista? ¿y entonces? ¿Hasta cuándo el discurso de lucha contra el
imperialismo como un ente abstracto, pero sin luchar contra las distintas
expresiones del imperialismo en nuestra nación? Las tareas y las luchas
revolucionarias comienzan desde adentro.
En
este punto se hace irremediable la decisión de deslindarse de la dirección
política del movimiento bolivariano que desde hace mucho tiempo dejó de ser
bolivariana y chavista -si es que alguna vez lo fue- porque no ha hecho más que
llevar a cabo medidas anti-obreras y anti-populares como las devaluaciones
monetarias, el desconocimiento de contratos colectivos, la imposición de tablas
salariales de miseria, la autorización para la ejecución de despidos masivos, e
incluso medidas antinacionales y entreguistas que intentan hacerlas pasar por
socialistas y revolucionarias solo para contar con el respaldo popular para
mantenerse en el poder, generando así una confusión político-ideológica en las
masas.
De
esta manera, el fracaso de estas medidas no serán achacadas a la dirección que
las llevó a cabo, sino al proyecto del socialismo en America Latina -como
sucedió en el pasado con el comunismo en Europa. Ése es el mayor crimen de una
dirección política desvirtuada, degenerada y corrupta. En este sentido, ella
será la única responsable de la satanización del socialismo al ser tomado como
sinónimo de hambre y miseria.
De
allí el llamado a los revolucionarios consecuentes a la crítica en todo el
proceso histórico de la revolución que permita identificar cuándo una política
responde a la necesidad del pueblo trabajador o cuándo realmente responde a la
necesidad de la dirección de mantenerse en el poder conciliando y traficando
sus principios con la burguesía (con la que ha pactado en más de una ocasión
sin conseguir que se respete ni uno solo de los acuerdos).
Ha
llegado el momento de concientizar y denunciar que ésta dirección no puede
avanzar más de lo que ya ha avanzado y de que es necesario sustituirla por una
verdadera dirección revolucionaria comprometida con llevar a la revolución
hasta las últimas consecuencias.
¡Basta ya de
conciliaciones!
¡Es la hora de
llevar a cabo un verdadero programa revolucionario!