Por David Rey
Este mes de marzo se conmemora el
centenario de la fundación de la Internacional Comunista, también conocida como
la Tercera Internacional, la organización revolucionaria de masas más poderosa
que ha conocido el movimiento obrero mundial en su historia, y que fue fundada
en Moscú en su I Congreso, celebrado del 2 al 6 de marzo de 1919. Desde la
Corriente Marxista Internacional nos reclamamos herederos de la Internacional
Comunista, más exactamente de sus primeros 4 congresos, celebrados en vida de
Lenin entre 1919 y 1922, cuando era una Internacional marxista y revolucionaria
genuina, antes de su degeneración estalinista. Para conmemorar este
acontecimiento, dedicaremos en nuestra revista y página web una serie de
artículos a lo largo de los próximos meses, donde sintetizaremos los aspectos
más fundamentales del devenir de esta organización y sus tesis y resoluciones
más destacadas. Iniciamos esta serie con un artículo que sintetiza la historia
de la Internacional Comunista.
La
Internacional Comunista fue un producto de la guerra mundial de 1914-1918 y de
la Revolución rusa de 1917, que vio nacer el primer Estado obrero del mundo.
El
apoyo a la guerra imperialista de la mayoría de los partidos socialistas de la
Segunda Internacional, la Internacional Socialista, certificó la degeneración
socialchovinista, patriótica y reformista, de esta organización que había
nacido bajo la bandera del marxismo en 1889 en París. El largo período de
prosperidad capitalista y de relativa suavización de la lucha de clases en
Europa, que duró más de 40 años, había separado de sus bases a las cúpulas
dirigentes de los partidos y sindicatos socialistas, que fueron absorbidas por
la política de conciliación entre las clases.
El impacto de la Revolución Rusa
Quienes
resistieron la degeneración de la Segunda Internacional fueron una minoría y su
núcleo revolucionario era aún más pequeño. El núcleo para la fundación de la
nueva Internacional procedió del ala izquierda de la Conferencia de Zimmerwald,
pueblecito suizo donde se celebró en 1915 una reunión de dirigentes socialistas
europeos opuestos a la guerra. Este ala izquierda estaba encabezada por el
Partido bolchevique, de Lenin.
El
triunfo de la Revolución Rusa de noviembre de 1917, dirigida por los bolcheviques,
creó las condiciones para la fundación de una nueva organización marxista
revolucionaria internacional.
La
revolución barrió toda Europa entre 1917 y 1920. La Revolución Rusa fue el
primer empujón, a la que le siguió la Revolución alemana de 1918-1919,
despertando enormes esperanzas. A esto le siguió la revolución en Hungría en la
primavera de 1919 donde se formó un gobierno socialista-comunista. También
tuvimos la ola de ocupación de fábricas en Italia en 1919-1920 y el “Trienio
bolchevique” (1917-1920) en España.
Fue
al principio de la guerra imperialista de 1914-1918 cuando los bolcheviques
rusos plantearon la necesidad de una nueva Internacional. Tras el triunfo de la
revolución, el Partido bolchevique cambió su nombre por el de Partido Comunista,
término que ya habían adoptado Marx y Engels en 1847, y propuso que este fuera
el nombre de la nueva Internacional.
Rosa
Luxemburgo y la dirección espartaquista (escisión revolucionaria de la
socialdemocracia alemana) estaban a favor de una nueva Internacional, pero
creían que su fundación inmediata era prematura. Los bolcheviques insistieron,
pero fueron flexibles. Ellos convocaron una conferencia internacional en Moscú
en marzo de 1919 para agrupar a todas las corrientes y partidos obreros que habían
roto con el socialchovinismo de la Segunda Internacional. Su objetivo inicial
era establecer las bases políticas y organizativas para proclamar la
Internacional en un plazo breve. Pero fue en el proceso, durante el desarrollo
de la propia reunión, cuando se propuso transformar la Conferencia en Congreso
y se decidió allí mismo lanzar la nueva Internacional.
Fundación de la Internacional Comunista
En
este Congreso hubo 52 delegados de 22 países, y duró 4 días, del 2 al 6 de
marzo. Otros muchos delegados no pudieron llegar por las enormes distancias, el
control de fronteras, y las detenciones policiales durante su viaje.
En general, eran pequeñas fuerzas, con
algunas excepciones. El congreso estaba compuesto por gente muy joven e
inexperimentada. Pero rápidamente la Internacional comenzó a crecer,
convirtiéndose en un punto de referencia global.
Un
año después, en 1920, el Partido Comunista alemán se había convertido ya en una
organización de masas, tras la fusión del partido comunista original (KPD) con
los Socialdemócratas Independientes, escisión de izquierdas de la
socialdemocracia alemana en 1917 que había girado hacia el comunismo a partir
de 1919. Este nevo partido comunista alemán se covirtió en el mayor partido
comunista del mundo después del ruso. La formación del Partido Comunista
francés tuvo lugar a fines de 1920, cuando la fracción comunista ganó la
mayoría del Partido Socialista en el Congreso de Tours. En Checoslovaquia
también se formó un partido comunista de masas. Tan poderoso fue el influjo de
la Revolución rusa que el Partido Socialista italiano se adhirió por entero a
la Internacional Comunista en un principio, como también lo hizo durante un
breve período la CNT española, de orientación anarcosindicalista. Así,
emergieron fracciones y partidos comunistas en todas partes, no sólo en Europa
y EEUU, también en Latinoamérica y Asia. Al cabo de dos años, la Internacional
Comunista estaba presente en todos los continentes con cientos de miles de
miembros.
La
Internacional Comunista fue construida bajo la tradición de la Liga Comunista
de Marx de 1847, de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera
Internacional) y de la Segunda Internacional, antes de su degeneración.
Lenin
y Trotsky destacaron sobre los demás dirigentes, y trataron de educar a los
cuadros dirigentes nacionales de la Internacional, sobre la base de la
experiencia de la Revolución Rusa y de los métodos organizativos del Partido
bolchevique. Trotsky describió los cuatro primeros congresos de la
Internacional Comunista, que se celebraron anualmente, como una escuela de
estrategia revolucionaria.
El
I Congreso produjo un Manifiesto que era una denuncia del capitalismo y
planteaba la necesidad de la revolución proletaria y mundial, y estableció los
fundamentos de la nueva Internacional. En él podemos leer lo siguiente:
“..
Nuestra tarea consiste en generalizar la experiencia revolucionaria de la clase
obrera, en librar al movimiento de las mezclas impuras de oportunismo y de
social-patriotismo, en unir las fuerzas de todos los partidos verdaderamente
revolucionarios del proletariado mundial, y facilitar y lograr la victoria de
la Revolución comunista en todo el mundo. (…)
“Si
la I Internacional previo el futuro desarrollo y preparó el camino, si la II
Internacional reunió y organizó a millones de proletarios, la III Internacional
será la Internacional de la acción de las masas, la Internacional de las
realizaciones revolucionarias.
“La
crítica socialista ha flagelado suficientemente el orden burgués. La tarea del
partido comunista internacional consiste en subvertir ese orden de cosas y
construir en su lugar el régimen socialista. Pedimos a los obreros y obreras de
todos los países que se unan bajo la bandera del comunismo (…)
“¡Uníos
en la lucha contra la barbarie imperialista, contra la monarquía y las clases
privilegiadas, contra el Estado burgués y la propiedad burguesa, contra todos
los aspectos y todas las formas de la opresión de las clases o de las naciones!
“Proletarios
de todos los países, uníos bajo la bandera de los Soviets obreros, de la lucha
revolucionaria por el poder y de la dictadura del proletariado.”
(“Manifiesto
de la Internacional Comunista a los proletarios de todo el mundo“,
marzo 1919)
En
los siguientes tres congresos se elaboraron las tesis y manifiestos sobre
cuestiones clave: los sindicatos, el parlamentarismo, el frente único, la mujer
trabajadora, la juventud, la cuestión nacional y colonial, entre otras, que
sentaron la base programática marxista para abordar todas estas cuestiones y
que mantienen toda su vigencia.
El II Congreso
El II Congreso, celebrado en julio y
agosto de 1920, tuvo 220 delegados. Un punto importante de ese congreso fueron
las Tesis sobre Oriente y el mundo colonial. Lenin describió el despertar de
los pueblos de Asia como una potente palanca para la revolución mundial. El
deber de la clase obrera de los países avanzados con colonias era apoyar la
lucha de liberación nacional, al mismo tiempo proclamaba que la lucha de clases
nacional está supeditada a la lucha de clases internacional. El enfoque
internacional era la clave de bóveda de la política de la Internacional
Comunista.
Por
esa época ya estaba presente el movimiento de liberación nacional en India,
Persia y China. El Partido comunista chino fue fundado en 1921. Las tesis
comunistas al respecto señalaban que se debía entrar en una alianza temporal
con la democracia burguesa colonial (en los países coloniales no
independientes), pero la clase obrera debía organizarse en partidos comunistas
independientes para disputar a la primera la dirección del movimiento. Esto
tuvo relevancia más tarde, cuando la Internacional estalinizada se disolvió en
China en el Kuomintang (el partido de la burguesía nacional), haciendo fracasar
la revolución.
La
Internacional Comunista también trató en detalle la cuestión sindical. En el II
Congreso, las tesis sobre el movimiento sindical señalaban la tendencia del
aparato sindical a fusionarse con el Estado, pero también que las masas recién
despertadas a la lucha tras el final de la guerra entrarían en estos
sindicatos, y que eso creaba las bases para su transformación. Para combatir a
la burocracia y ganar a los trabajadores de base, los comunistas debían
mantenerse dentro de estos sindicatos y evitar crear “sindicatos rojos”
minoritarios. También entendieron que en determinadas circunstancias las
escisiones de masas eran inevitables y en ese caso los comunistas debían
acompañar a los obreros más avanzados.
El
problema al que se enfrentaron en la formación de la Internacional, por la
presión de las masas que empujaban a los viejos aparatos hacia la izquierda y
por las características propias de los viejos partidos que se unieron, es que
hubo inicialmente muchos oportunistas. Por eso en el II Congreso se aprobaron
las famosas “21 Condiciones” para afiliarse a la III Internacional. El primer
artículo dice que las publicaciones del partido deben estar subordinadas a la
dirección. También se señala el control de los cargos públicos por el partido y
la necesidad de remover de sus filas a todos los oportunistas. Se formula que
la política adoptada en los congresos internacionales es obligatoria para los
partidos nacionales, a diferencia del carácter federal y diplomático de la II
Internacional, y que los programas nacionales deben ser ratificados por los
congresos internacionales y la dirección de la Internacional.
También,
al principio, se desarrollaron tendencias ultraizquierdistas, por el empuje de
capas jóvenes inexperimentadas que cuestionaban el trabajo en los sindicatos,
el parlamentarismo y las políticas de frente único con los reformistas, y que
amenazaban con convertir a los partidos comunistas en sectas, alejadas de las
masas trabajadoras. Fue por ese motivo que, para este II Congreso, Lenin
escribió su obra La enfermedad infantil del izquierdismo en el
comunismo para responder a estas tendencias.
El III Congreso
En el III Congreso, celebrado en julio
de 1921, se abordó el trabajo entre las mujeres obreras. En estas tesis se
plantea que la emancipación de la mujer trabajadora sólo es posible a través de
la emancipación de la clase obrera, que el partido debe combatir los prejuicios
reaccionarios contra las mujeres entre los obreros, y que los comunistas no
deben fomentar organizaciones ni reuniones separadas de mujeres y hombres en la
lucha contra la opresión de la mujer.
También
se abordó el papel de la juventud comunista. Según estas tesis, la juventud
comunista no debe tener una existencia política separada. Su papel es ganar a
la juventud obrera, educarla y preparar los futuros cuadros del partido. Se
formó una organización juvenil comunista internacional, pero como sección de la
Internacional Comunista, y bajo su dirección.
Mientras
que los problemas de oportunismo fueron relativamente solucionados, más serios
y prolongados fueron los problemas de ultraizquierdismo. En el III Congreso
hubo una batalla importante donde Lenin y Trotsky fueron señalados por sus adversarios
ultraizquierdistas de estar en el ala derecha de la Internacional. La cuestión
del frente único fue el debate central en este congreso, lo mismo que en el IV
Congreso. Era éste ya un período de estabilización del capitalismo tras las
experiencias revolucionarias fallidas en Alemania, Hungría e Italia, y en
coincidencia con un repunte de la economía capitalista.
En
ese momento, donde se posponía el asalto a la fortaleza capitalista, la tarea
que se planteaba a los partidos comunistas era ganar a las masas, una parte de
las cuales aún se ubicaba bajo los partidos socialistas. Esto sólo podía
hacerse a través de la táctica del frente único con las demás organizaciones
obreras por demandas económicas y democráticas.
El IV Congreso
Fue
en el IV Congreso (diciembre de 1922) donde la cuestión del frente único adopta
su forma más desarrollada en las Tesis sobre el frente único,
en un momento donde se producía un reavivamiento de las ilusiones reformistas,
favorecidas por el boom económico. Estas tesis son muy concretas, pues además
de las formulaciones generales se detienen país por país, planteando de manera
específica la forma que tal frente único debe adoptar. La consigna central era:
¡Hacia las masas, por un frente único de los trabajadores! De esta manera se
colocaba la responsabilidad por la división en los dirigentes reformistas, que
se negaban a luchar junto a los comunistas. Por ejemplo, en Gran Bretaña, se
planteaba que el Partido Comunista debía lanzar una campaña vigorosa para ser
admitido en el Partido Laborista, lo que se consiguió eventualmente. Pero, se
insistía en la absoluta independencia en las ideas y propaganda, incluido el
deber de criticar a los aliados, en toda política de frente único.
Frente
a la caricatura burocrática en que degeneró el estalinismo, la política de
Lenin y Trotsky en sus polémicas y debates con sus adversarios políticos dentro
de la Internacional era convencer a través del debate político. Nunca
utilizaron métodos organizativos, como las sanciones o expulsiones, para resolver
problemas políticos.
Esta
sí fue la norma en la Internacional Comunista estalinizada, que vino acompañada
del tutelaje burocrático sobre los partidos comunistas nacionales, la
sustitución por arriba de sus dirigentes, y de giros bruscos a derecha e izquierda
en la línea política de la Internacional que condujeron a horribles derrotas en
Gran Bretaña (fracaso de la Huelga General de 1926), China (aplastamiento de
las insurrecciones de Shanghai y Cantón en 1927), Alemania (en 1923 y 1933), y
España (1936-39).
Por qué degeneró la Internacional Comunista
El proceso de burocratización de la
Internacional Comunista se inició en paralelo a la degeneración burocrática del
Estado soviético y del partido ruso. La Unión Soviética era un país
mayoritariamente campesino y atrasado, a lo que se unía la devastación causada
por la guerra mundial y la guerra civil (1918-1920). Su única esperanza de
sobrevivir era extender la revolución socialista fuera de sus fronteras. Pero
la derrota de la revolución europea en el período de 1919 a 1921, por la
traición de la socialdemocracia y la inexperiencia de las direcciones
nacionales de los partidos comunistas europeos, dejó aislada a la Unión
Soviética, y provocó una involución dentro de la capa dirigente, que desarrolló
tendencias burocráticas, desviaciones nacionalistas y un profundo escepticismo
hacia la revolución mundial.
La
estabilización capitalista del período 1922-1929, que alejaba la perspectiva
revolucionaria inmediata, más el inicio de la reconstrucción económica soviética
profundizó el escepticismo revolucionario de la capa dirigente y sentó las
bases para el desarrollo de un modo de vida pequeñoburgués y de privilegios
materiales para la misma, en paralelo a la desaparición de los elementos de
democracia obrera existentes bajo Lenin.
En
1923 se formó la Oposición de Izquierda, encabezada por León Trotsky y los
cuadros más capaces del partido, que quedaron aislados por el agotamiento de la
clase obrera rusa y por el garrote burocrático de la máquina del partido, en manos
de Stalin.
Zinóviev,
que estaba a la cabeza de la Internacional Comunista, formó junto con Kámenev y
Stalin un Triunvirato, que gobernaba en la sombra. Zinóviev extendió a la
Internacional los métodos burocráticos.
La
inferior calidad política de la nueva dirección, con su impresionismo y
conservadurismo de aparato, fue la responsable de las derrotas cosechadas a
partir de 1923, extendiendo el desánimo entre los obreros rusos, que se
apartaban aún más de la actividad política y que reforzaba la deriva
burocrática de la dirección.
La Internacional Comunista estalinizada
En
el V Congreso (1924) todavía la Oposición de Izquierda pudo hace llegar su voz.
Denunció la “teoría del socialismo en un solo país” (que Rusia con sus solas
fuerzas era capaz de alcanzar el socialismo) defendida por Stalin, y que
encarnaba la deriva nacionalista de la naciente burocracia soviética.
En
el VI Congreso (1928), la Oposición de Izquierda no pudo participar porque
había sido expulsada del partido y sus dirigentes encarcelados o deportados,
aunque Trotsky pudo hacer llegar accidentalmente algunas copias de su crítica
al programa oficial de la Internacional, que permitió establecer los primeros
contactos de los oposicionistas rusos con comunistas extranjeros, y así
establecer la Oposición de Izquierda Internacional. Dicha crítica de Trotsky
fue publicada posteriormente con el título de La Internacional Comunista después de
Lenin donde pronosticaba la degeneración nacionalista y
reformista de los partidos comunistas nacionales, como efectivamente sucedió.
El
año 1933 marcó el punto decisivo de la degeneración de la Tercera
Internacional, con la toma del poder por Hitler en Alemania sin ninguna
oposición de la clase obrera por la paralización a que fue sometida por los
dirigentes socialdemócratas y estalinistas alemanes, estos últimos con el apoyo
de la burocracia moscovita.
El
triunfo del fascismo en Alemania “sin romper un cristal”, ante la clase obrera
más poderosa y organizada de Europa, no provocó ni un murmullo de crítica en toda
la Internacional Comunista hacia la política seguida en Alemania, Esto llevó a
Trotsky a declarar que aquélla estaba muerta como instrumento revolucionario, y
planteó la necesidad de levantar una nueva Internacional revolucionaria, la
Cuarta, fundada en 1938.
El
VII Congreso (1935) fue enteramente formal. Las decisiones ya estaban adoptadas
de antemano antes incluso de reunirse. Este congreso proclamó los Frentes
Populares, una política menchevique consistente en la alianza de los partidos
comunistas con las alas “progresistas” de la burguesía, diseñados para frenar
al fascismo pero que en realidad se ocuparon de aplastar las aspiraciones
revolucionarias de las masas sin poder tampoco vencer al fascismo, como sucedió
en España en 1936-1939.
Un final indigno y despreciable
Toda
la política de Stalin y sus secuaces en los años 30 y en la II Guerra Mundial
fue tratar de alcanzar una coexistencia con el mundo capitalista, alternando
alianzas con las “democracias” y los fascismos alemán e italiano. La invasión
de Rusia por Alemania en 1941 hizo retornar la alianza de la URSS con los
Aliados “democráticos”, y el 15 de mayo de 1943, Stalin sin un Congreso y sin
consultar con sus partidos adherentes, disolvió por decreto la Internacional
Comunista “como gesto de buena voluntad” hacia los Aliados. De esta manera,
desapareció la Internacional Comunista de la historia “de la forma más indigna
y despreciable posible de concebir”, en palabras del dirigente trotskista
británico Ted Grant.
Cien
años después, los comunistas y revolucionarios de todo el mundo tenemos que
aprender las lecciones que se desprenden de la historia la Tercera
Internacional.
Hoy
el estalinismo ha desaparecido como fuerza política destacable. La
socialdemocracia está descompuesta y su autoridad mengua día a día. Y la crisis
prolongada del capitalismo mundial está preparando el surgimiento de corrientes
revolucionarias y una radicalización hacia la izquierda.
Pese a todo, la Internacional vive
La necesidad de una nueva Internacional
Comunista genuina, que agrupe, inspire y guíe la lucha revolucionaria futura de
la clase trabajadora mundial nunca ha sido tan acuciante. Pese a todo, la
Internacional Comunista vive, no como organización y aparato, pero sí en las
ideas, programa y tradiciones que legó a la clase obrera mundial y que provocó
el terror y el odio del mundo capitalista.
Pero
una nueva Internacional Comunista no se proclama por decreto. Es nuestra tarea
aplicar sus políticas y extender las ideas del marxismo y de la revolución
socialista en capas cada vez más amplias, a la espera de que los
acontecimientos provoquen un salto cualitativo en la conciencia de los
trabajadores y que millones hagan estas ideas suyas. Pero la condición para
ello es que exista previamente una fuerte corriente marxista que, como el
Partido bolchevique antes de 1917, agrupe a las capas más avanzadas de la clase
obrera y de la juventud, antes del estallido de acontecimientos
revolucionarios.
Tomado de: Lucha de
clases