Por Silvia Ribeiro
A
las empresas de transgénicos no les alcanza con tener el monopolio de las
semillas comerciales e invadir nuestros campos y alimentos. Además, quieren
cada vez menos regulaciones y de paso engañar a la gente con otros nombres para
sus nuevas biotecnologías, intentando separarlas del rechazo generalizado a los
transgénicos. Avanzan también agresivamente en el intento de manipular no
solamente cultivos, sino también especies silvestres, para
hacer ingeniería genética de ecosistemas, lo que podría provocar la desaparición de especies enteras.
Todos estos lineamientos
estratégicos de la industria biotecnológica trasnacional se reflejan en la
nueva normativa que la Comisión de Bioseguridad de Brasil (CNTBio) aprobó el 15
de enero de 2018. Con ella, la CNTBio abrió las puertas para que productos
derivados de lo que llaman tecnologías innovadoras de mejoramiento de
precisión, puedan ser considerados no OGM (organismos genéticamente modificados)
y que lleguen al campo y a los consumidores sin pasar por evaluación de
bioseguridad ni etiquetado.
La estrategia de que los
productos de nuevas biotecnologías no se consideren OGM para evadir las leyes
de bioseguridad no es nueva. En Estados Unidos ya se aplicó en algunos
productos, como hongos manipulados con la biotecnología CRISPR-Cas9. En Europa,
la discusión lleva un par de años y aún no se resuelve, aunque todo indica que
la Unión Europea no permitirá que evadan la regulación, al contrario, podría
resultar en cambios a las leyes para hacer evaluaciones de riesgo más
exigentes, por las nuevas amenazas que éstas presentan.
Por el contrario, Argentina
instauró en 2015 una normativa sumamente general y laxa, que permite exentar de
evaluación de bioseguridad a los productos de varias nuevas biotecnologías.
(Revista Biodiversidad87,
2016, https://tinyurl.com/ybhxu4g9).
Lo nuevo y muy preocupante
con la resolución de la CNTBio en Brasil es que además crea explícitamente un
canal para aprobar la liberación a campo de impulsores genéticos, a los que
llama técnicas de redireccionamiento genético, pero para no dejar dudas lo
escribe también en inglés: gene drives. Es el primer
país en el mundo que establece canales para liberar al ambiente este tipo de
OGM altamente peligrosos.
Se trata de una tecnología
diseñada para engañar a las leyes naturales de la herencia, haciendo que toda
la progenie de plantas, insectos y otros animales que sean manipulados con
impulsores genéticos (gene drives), pasen
forzosamente esos genes modificados a la totalidad de su progenie.
Si la manipulación es para
producir, por ejemplo, solamente machos (lo cual ya están intentando con
insectos, ratones y plantas), la población –o hasta la especie– podría
extinguirse rápidamente (https://tinyurl.com/y8clpzpa).
Una vez liberados al
ambiente, los seres vivos que haya sido manipulados con esta tecnología no
respetarán fronteras, por lo que los países limítrofes con Brasil deberían
preocuparse ya mismo de esta amenaza.
Todas las nuevas
biotecnologías que se engloban en estas normativas de Brasil y Argentina son
formas de ingeniería genética que entrañan nuevos riesgos e incertidumbres. El
hecho de que se hayan o no insertado genes de otras especies –como sucede con
los transgénicos que ya están en campo– o que la inserción sea en un lugar más
exacto, como afirma la industria, no significa que no entrañen riesgos, incluso
mayores que los existentes.
La doctora Ricarda
Steinbrecher, de la Federación de Científicos de Alemania, explica que siguen
siendo cambios artificiales a los genomas de los organismos, sobre cuyas
funciones hay grandes lagunas de conocimiento. Se pueden producir inserciones o
silenciamiento de genes fuera de blanco –activando o desactivando
funciones importantes en los organismos– que producirán impactos impredecibles
en los organismos, en el medio ambiente y en el consumo.
Al igual que en Argentina,
esta decisión en Brasil que implica tantos riesgos fue tomada como una simple
decisión administrativa por una comisión técnica –en las que la
industria de transgénicos tiene pesada influencia– sin mediar consulta con los
campesinos, consumidores y muchos otros que pueden ser afectados, ni pasar por
instancias legislativas.
Ante esta situación los
mayores movimientos y organizaciones rurales de Brasil, reunidos en la
Articulación Nacional de Trabajadores, Trabajadoras y Pueblos del Campo, de las
Aguas y los Bosques –una amplia coordinación que incluye al Movimiento de los
Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) y la Articulación Nacional de
Agroecología entre otras 19 organizaciones nacio-nales– emitieron una carta
pública de denuncia y protesta, en la cual rechazan la decisión de CNTBio y
alertan que Brasil se convertiría en el primer país en el mundo en considerar
la liberación de impulsores genéticos, tecnología que no ha sido permitida en
ningún otro país, y que Naciones Unidas considera incluso como un arma
biológica. (Brasil de Fato, 6/2/18, https://tinyurl.com/y8wcuxen).
Señalan, además, que los
impulsores genéticos, tecnología financiada principalmente por el Ejército de
Estados Unidos y la Fundación Gates, (https://tinyurl.com/yahkzdnz),
favorecerán principalmente a las trasnacionales de agronegocios que buscan con
esta tecnología restablecer la susceptibilidad de las hierbas invasoras que se
han hecho resistentes a sus agrotóxicos, para aumentar sus ventas y, de paso,
los devastadores impactos de éstos sobre salud, tierras y aguas. O podrían
buscar extinguir lo que las empresas consideren plagasen los campos, lo
cual tendría impactos muy negativos en los ecosistemas y los sistemas de
cultivo campesino y agroecológicos. Esta medida en Brasil es apenas el comienzo
de lo que podría seguir en otros países. Urge prepararse y, como en Brasil,
resistir estas nuevas trampas de las industrias transgénicas.